Fidel
Soldado de las Ideas
Uno cree que no hay tema que valga la pena comentar sin cansar a los pacientes lectores después de la Mesa Redonda del 12 de junio, que divulgó la nueva edición de un libro publicado en Bolivia hace 15 años, esta vez con un prólogo mío. Se leyó en ese programa una introducción elaborada posteriormente por el presidente Evo Morales y un mensaje de la prestigiosa escritora argentina Stella Calloni, que se incluirán en una próxima edición. Seleccioné cuidadosamente los datos que utilicé en ese prólogo.
Ha tenido el Gobierno Revolucionario que enfrentarse, uno tras otro, a intereses muy poderosos contra ninguno de los cuales se habían atrevido los gobiernos anteriores. Y ese examen demuestra una cosa, hemos sido honrados; demuestra una cosa, hemos estado preocupados de un solo punto y de un solo objetivo: satisfacer cuanto antes las necesidades de nuestro pueblo.¿Quiere decir eso que es justo que se perturbe al Gobierno Revolucionario? ¿Que es justo que por alguna razón se nos impida continuar adelante ordenadamente con nuestros planes?
Desafiando la inclemencia del tiempo, la hora y todas las circunstancias que hacen difícil en estos instantes un acto de pueblo, estimamos que estos compañeros que hemos venido a enterrar en la tarde de hoy, bien merecen incluso que nos mojemos para rendirles el justo tributo que se ganaron con su sacrificio.Para nosotros, que nos sentimos tan vinculados a este grupo de expedicionarios, con quienes han coincidido una serie de similitudes, este acto de hoy nos trae a la mente un cúmulo de recuerdos relacionados con los momentos más cruciales de la lucha contra la tiranía.
Nosotros hemos ido convirtiendo las fortalezas en escuelas, porque para eso tenemos todas las montañas y todos los campos de Cuba. Es decir que la Revolución mientras más cuarteles convierta en escuelas más fuerte está, porque la defensa de la Revolución no está en los cuarteles: ¡La defensa de la Revolución está en el pueblo!
Estamos presenciando un momento singular de nuestra historia. Ni nuestros antepasados, ni las generaciones que nos precedieron, y es posible que ni aun las generaciones venideras lleguen a contemplar un momento tan formidable como el que está viviendo el pueblo de Cuba en estos instantes. Es posible que nunca más se vuelvan a producir estas manifestaciones de entusiasmo y de fe; nunca antes, y es posible que nunca después se vuelvan a producir en nuestra patria concentraciones tan gigantescas de pueblo.
Esas cosas, en los primeros instantes, en medio de las cortinas de humo y del confusionismo que esos intereses trataron de sembrar, no se veían claramente, pero una vez más esa fe que nosotros tenemos en la inteligencia de nuestro pueblo y en la opinión pública de nuestro país ha sido premiada con el éxito, y en estos momentos puedo decir que, como en ningún otro anteriormente, creemos que el pueblo de Cuba está bien orientado sobre estas cuestiones y firmemente al lado de la Revolución.
Cuba conoce sus penas, sus dolores, sus causas y sus remedios; Cuba conoce su historia; Cuba conoce su pasado remoto y reciente, conoce su presente y sabe lo que busca y lo que quiere. No es desgraciadamente esa la situación con respecto a nuestros pueblos hermanos de América, y cada uno de los delegados aquí presentes, por su propia experiencia personal, podría atestiguar la triste realidad de lo que se está haciendo en el extranjero con nuestra Revolución.
Para mí la Revolución no es el cargo. El cargo puede facilitar; efectivamente, puede ayudar una mejor coordinación, pero la Revolución no es el cargo. Cuando la empezamos a hacer no teníamos ningún cargo. Esta Revolución no se empezó a hacer el Primero de Enero, se empezó a hacer desde el 26 de Julio —desde antes, desde que se compró el primer rifle para luchar por la libertad del país—; no el Primero de Enero, el Primero de Enero se libró una etapa. Y para sentar las bases de esta Revolución no hicieron falta cargos, ni siquiera nombres, ni siquiera títulos; porque líderes aquí había muchísimos, hombres renombrados y encumbrados había muchísimos, y, en definitiva, esto no fue una cuestión ni de cargo, ni de nombre, ni de publicidad, ni de popularidad.
Muchas veces a lo largo de nuestras vidas hemos tenido ocasión de celebrar actos patrióticos, muchas veces hemos conmemorado el aniversario de los hombres que han caído luchando por un gran ideal patriótico. Pero es esta la primera vez en que una conmemoración luctuosa como esta cobra para nosotros su sentido más hondo. Porque no venimos a hablar de los hombres que escribieron páginas en la historia de la Patria, pero a los cuales conocimos solamente a través de su historia, a través de los libros, a través de las narraciones y anécdotas de nuestras luchas emancipadoras y nuestras gestas revolucionarias.
Ustedes tienen que sentirse partícipes de esta Revolución, partícipes del ejército que tiene esta batalla por delante, y tienen que responsabilizarse cada día más con esta tarea, tienen que aportar un esfuerzo mayor a esta tarea, y con nosotros tienen que disponerse a llevar sin temores estas verdades al ánimo de sus compañeros, sin temor, porque nadie debe albergar temor de decir estas verdades, porque la verdad es que tenemos que preocuparnos por los que están sin trabajo primero, y esta es una verdad irrebatible, y que aspirar a consumir la producción nacional es conducirnos nosotros al desastre.
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