Fidel
Soldado de las Ideas
El primer ministro de Sri Lanka, Ranil Wickremesinghe, expresó hoy su pesar tras la muerte del líder histórico de la Revolución cubana, Fidel Castro.
Wickremesinghe se sumó al grupo de políticos e intelectuales esrilankeses que enviaron sus condolencias al gobierno y pueblo de Cuba, entre ellos el presidente de la nación, Maithripala Sirisena, y el canciller, Mangala Samaraweera.
Fidel Castro solo estuvo una vez en Paraguay, pero fue suficiente para calar hondo en los corazones de los paraguayos.
Testimonios leídos u oídos por Prensa Latina dan cuenta de la fascinación por la legendaria figura de quienes lo vieron de cerca, o de lejos, o apenas por televisión, lo que prolongaba y reafirmaba una admiración nacida muchos años atrás desde la distancia.
Miguel Alfonso, residente angolano de primer año de cirugía cardiovascular, en el Hospital Ameijeiras.
“Llevo 7 años en Cuba y uno de mis deseos era conocer en persona a Fidel Castro. Desafortunadamente ya no tendré esa oportunidad pero ha dejado un legado marcado en mi vida personal y en la de mis compañeros que compartieron la experiencia de haberle oído hablar, de haber leído a quien es una figura histórica para el mundo.
El pueblo cubano lamenta la noticia dolorosa de la muerte del Comandante en Jefe, y todos tienen algo que decir. Son muchos los recuerdos y agradecimientos que ha provocado en los cubanos, que no están listos —ni quieren— para decirle adiós. En todo caso un «Hasta siempre, Fidel».
Que un hombre como Fidel ya no esté entre nosotros no resulta nada fácil, aseguró al periódico Granma el artemiseño Plácido Núñez, combatiente de Revolución Cubana.
Duele. Al saberlo, al decirlo, al escribirlo. De cualquier forma que se piense en la noticia y que se le evoque, duele.
La irrupción de Fidel Castro en la vida política de la primera mitad del siglo XX en Cuba fue un necesario alumbramiento histórico, entendido en su orgánica naturalidad, al repasarse el pasado colonial y neocolonial de la nación, junto al reclamo reivindicatorio constante de un pueblo que jamás había sido libre, para decirlo con las justas palabras de Mella.
Cientos de personalidades del deporte, la cultura, la política o la religión, supieron distinguir la grandeza que había en él, sus méritos humanistas y solidarios, además del valor personal que siempre caracterizó al Comandante.
Caminaba con dificultad, pero sin ayuda. Los asistentes avanzaban a su lado, pendientes de su paso, pero imagino que ordenó que lo dejasen solo. Se sentó en su puesto, el suyo para siempre, aunque ya no era formalmente miembro del Comité Central. Transcurría la última sesión del 7mo. Congreso del Partido. Y habló. Su voz de Comandante en jefe recuperó el tono exacto de sus grandes discursos, aunque a veces se adelgazaba, como el sonido de una estación de radio mal sintonizada.
Fidel ha muerto, pero es inmortal. Pocos hombres conocieron la gloria de entrar vivos en la leyenda y en la historia. Fidel es uno de ellos. Perteneció a esa generación de insurgentes míticos – Nelson Mandela, Patrice Lumumba, Amilcar Cabral, Che Guevara, Camilo Torres, Turcios Lima, Ahmed Ben Barka – que, persiguiendo un ideal de justicia, se lanzaron, en los años 1950, a la acción política con la ambición y la esperanza de cambiar un mundo de desigualdades y de discriminaciones, marcado por el comienzo de la guerra fría entre la Unión Soviética y Estados Unidos.
Con certeza puedo afirmar que mi vida está dividida en dos etapas fundamentales: antes y después de conocer a Fidel Castro. Eso ocurrió primero por referencias y más tarde personalmente, acrecentándose en la medida en que yo podía constatar las cualidades personales, extraordinaria inteligencia, firme voluntad para enfrentar con sabiduría las situaciones más complejas y la gran nobleza y solidaridad de Fidel con sus compañeros de luchas e ideales, que no era más que otra forma de expresión de su infinito amor a su pueblo
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