La huella de Fidel en Granma
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Cuando aquel simbólico 26 de julio de 1982 en la Plaza de la Patria, de Bayamo, Fidel preguntara en su vibrante discurso: «¿Cómo podría escribirse la historia de Cuba sin la historia de Granma?», allí mismo nacía la respuesta, a la inversa, justamente con otra interrogante trascendental: ¿Cómo podría escribirse la historia de Granma sin hablar de la presencia del Comandante en Jefe en esta tierra?
Para entonces, el líder de la Revolución Cubana ya era considerado un «hijo» del territorio, y la provincia formaba parte de muchos de los escenarios vitales en los que él había escrito su leyenda viva de revolucionario, jefe guerrillero y posterior conductor de una nación socialista.
Fidel y Granma. Granma en Fidel. Esa era (y es) la esencia de un vínculo entrañable refrendado en su más de medio centenar de visitas (registradas) a la provincia, en la que dejó una huella emotiva y profunda, que aún «late», con fuerza, en la memoria colectiva de su gente.
De ello dan fe las anécdotas de periodistas, fotógrafos, guajiros de la montaña, obreros de los centros productivos que visitó, de los médicos y maestros que compartieron sobre pacientes y alumnos en breves diálogos durante sus recorridos… de los trabajadores de la industria y el surco… y de miles de granmenses que lo vieron gigante y humano en los actos públicos en los que discursó.
Pero eso fue después, en la Cuba nueva que, bajo su liderazgo, había nacido con el triunfo luminoso de enero de 1959. Porque antes, mucho antes, Fidel había estado en varias ocasiones en Granma. Varias de ellas, como bien es conocido, en acciones decisivas para encauzar la lucha armada.
UNA CAMPANA, UNA HISTORIA Y UN LÍDER
De acuerdo con el historiador de la ciudad de Bayamo, Ludín Fonseca García –quien realizó una investigación en la que reseña 56 visitas del líder histórico de la Revolución a Granma, y tres de ellas para presidir actos nacionales en conmemoración al 26 de Julio–, la primera vez que Fidel estuvo en esta provincia fue en octubre de 1947, cuando arribó, por avión, a Manzanillo.
Venía, como vicepresidente de la Federación Estudiantil Universitaria (FEU), a solicitarle al Ayuntamiento de Veteranos de la Independencia, de la ciudad del Golfo (actualmente Poder Popular municipal), la campana de La Demajagua, para utilizarla en un mitin en la escalinata de la Universidad de La Habana. Fidel tenía apenas unos 20 años.
Aquel suceso marcaría el alumbramiento de un lazo histórico del entonces bisoño líder estudiantil, con un territorio al cual regresaría muchas otras veces.
Precisamente, en su estrategia política y militar para destruir la dictadura de Batista, Fidel volvería a Granma tras seleccionar al cuartel de Bayamo, junto al de Santiago de Cuba, para iniciar la lucha armada con el asalto a esos enclaves militares el 26 de julio de 1953. Durante la preparación de esas acciones, llegó hasta las minas de Charco Redondo, en el municipio granmense de Jiguaní, donde se interesó por los medios de vida y las enfermedades que padecían aquellos humildes trabajadores.
Bajo esa misma ruta libertaria, desembarcó junto a otros 81 expedicionarios por los Cayuelos de Niquero, en 1956, y subió luego a la Sierra Maestra a liderar una guerra que lo mantuvo en estas tierras por alrededor de dos años, hasta el triunfo definitivo de la Revolución.
Al decir del también historiador granmense Aldo Daniel Naranjo, «desde aquellos pinachos de la Sierra Maestra, en plena guerra antibatistiana, Fidel se dolía de la depauperación y la ignorancia de las masas campesinas. Por eso, en septiembre de 1958, al contemplar las llanuras del Guacanayabo, con la vista fija en la zona de El Caney de Las Mercedes, anunció: «Cuando triunfemos, vamos a construir en los llanos de El Caney una ciudad escolar para educar a 20 000 hijos de campesinos».
Y el líder cumpliría su promesa. Como también cumplió la promesa de dignificar al campesinado de los lomeríos, cuando el 17 de mayo de 1959, en la Comandancia General de La Plata, rubricara la Ley de Reforma Agraria. Tenía que ser en Granma.
En lo adelante, el Comandante en Jefe mantuvo un vínculo estrecho con la provincia, la cual recorrió con mayor frecuencia en los primeros años de la Revolución.
Según refieren los historiadores, aún no ha sido posible definir con exactitud el número de visitas realizadas por Fidel a Granma en ese periodo, porque no existían en el territorio periódicos ni otros mecanismos creados para registrar sus visitas.
No obstante, de esa etapa fundacional de la Revolución quedaron marcadas para la historia su presencia en el Caney de Las Mercedes, durante el acto de celebración del séptimo aniversario del ataque a los cuarteles Moncada y Carlos Manuel de Céspedes, y la inauguración de la Ciudad Escolar Camilo Cienfuegos, el 26 de julio de 1960; así como su participación en la conmemoración de los cien años de lucha, en el Parque Nacional La Demajagua, el 10 de octubre de 1868.
Con su presencia también fue inaugurado, el 11 de enero de 1981, el hospital clínico quirúrgico Celia Sánchez Manduley, en la ciudad de Manzanillo, al conmemorarse el primer año de la desaparición física de la heroína.
FIDEL EN LA MEMORIA DE UN GRANMESE
De los numerosos periplos realizados por el Comandante en Jefe a lo largo y ancho de Granma, a partir de la década de 1980, existen anécdotas, crónicas, entrevistas y fotografías que revelan el afecto y la admiración que los granmenses le profesaban, y el interés que el líder histórico mostraba por el desarrollo económico, social y cultural del territorio.
Sobre esas experiencias dialogó con esta reportera, hace unos años atrás, el destacado fotógrafo del periódico La Demajagua, Rafael Martínez Arias (Felo), quien tuvo la oportunidad, en el año 1986, de registrar en imágenes, durante tres intensas jornadas, la presencia del Comandante en Granma.
«Se iba a conmemorar el 30 aniversario del reencuentro de Fidel y Raúl en Cinco Palmas y me dijeron que venía una personalidad grande, que tenía que buscarme un traje verde olivo; pero cuando vi que era Fidel, me puse hasta nervioso», recordó Felo, quien hizo una de las fotos simbólicas de los dos hermanos de sangre y lucha, con sus manos alzadas y unidas en el corazón de la Sierra.
«Me dio tiempo a tirarle una sola foto en la que sale público, Fidel y Raúl, y haber hecho eso para mí fue lo más grande de la vida. Es que yo no sé ni cómo yo enfoqué esa foto. Creo que salió por puro sentimiento», añadió el multipremiado fotorreportero, tras asegurar que aquella fue la primera de muchas emociones vividas en sus tres días de trabajo con el líder de la Revolución.
«Fidel era un hombre alto, que impresionaba. Cuando tú lo tenías enfrente, sino temblabas los ojos se te aguaban, pero algo pasaba, de verdad. Sin embargo, al mismo tiempo no era tan difícil de retratar, porque era muy agradable, se reía con los niños, si había un obrero le daba la mano… y conversaba con las personas de forma cercana, es decir, que daba noticia», aseguró.
Impregnado en el cariño de la gente, Fidel estaría en Granma en otras ocasiones, resaltando, entre ellas, su presencia en la plaza Batalla de Guisa, donde miles de granmenses lo recibieron el 25 de noviembre de 2000, en una tribuna abierta de la Revolución.
El 26 de julio de 2006, más de 100 000 personas reunidas en la Plaza de la Patria, de Bayamo, también le darían la bienvenida al máximo Líder de la Revolución, quien por última vez haría una alocución pública en este territorio oriental.
Allí, al pronunciar las palabras centrales del acto, y cual despedida física y simbólica de la tierra que lo vio crecerse como revolucionario, afirmó: «Sí, lucharé toda mi vida, hasta el último segundo, mientras tenga uso de razón, por hacer algo bueno, hacer algo útil, porque todos hemos aprendido a ser mejores con cada año que nos pasa por encima, todos los revolucionarios, y el ser humano se enaltece cuando hace algo por los demás».