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La conspiración trujillista

Fecha: 

17/08/2009

Fuente: 

Revista Bohemia

Autor: 

 Fidel, Celia y Demetrio Montseny inspeccionan los pertrechos ocupados a los mercenarios

El 13 de agosto de 1959, con la captura de un avión cargado de armas y de antiguos militares batistianos y mercenarios a sueldo del tirano Rafael Leónidas Trujillo, en el aeropuerto de Trinidad, en la provincia de Las Villas, se dio el puntillazo final a un conjunto de acciones subversivas contra Cuba. Aunque tuvieron como sujeto rector al Gobierno de Estados Unidos, han pasado a la posteridad como “la conspiración trujillista”.

Para una mejor comprensión de este complejo entramado contrarrevolucionario, debe percibirse como una continuidad ininterrumpida, a partir de inicios de 1958, del conjunto de medidas adoptadas por la administración Eisenhower a través del Departamento de Estado y la CIA, con el doble propósito de deshacerse de la tiranía batistiana e impedir el triunfo del Ejército Rebelde, brazo armado del Movimiento 26 de Julio, dirigido por el Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz.

Para lograr sus objetivos durante 1958, Washington recurrió, entre otras medidas, a maniobras electoreras y manipuló a una parte de la jefatura del II Frente Nacional del Escambray (II FNE), en aras de lograr un contrapeso militar con respecto al Ejército Rebelde. Desde agosto de ese año el Gobierno norteamericano comenzó a estructurar una comisión mediadora a nombre de la OEA, con la pretensión de bloquear el triunfo de las fuerzas revolucionarias. Una solicitud del departamento de Estado (8 de diciembre) a los países del área, encontró la rápida respuesta de Trujillo, quien se ofreció para aerotransportar tres batallones de soldados dominicanos (mil hombres por cada batallón) hacia la provincia de Las Villas y dos batallones hacia Oriente.

Otras operaciones de la CIA intentaron impedir el triunfo rebelde, entre ellas, la visita a Cuba del diplomático norteamericano William Pawley, para convencer a Batista de que abandonara el poder; y los desesperados intentos para influir en el desenlace de la situación en la Isla, a través de los politiqueros Carlos Prío, Antonio (Tony) Varona y Justo Carrillo. Al finalizar el año, una intentona golpista encabezada por el general batistiano Eulogio Cantillo Porras, tuvo como objetivo escamotear el triunfo del Ejército Rebelde.

Para los primeros días de enero de 1959 la División Paramilitar de la CIA tenía previsto el abastecimiento de armas y pertrechos de guerra por vía aérea, destinado a “otro grupo rebelde en el área de Las Villas”, lo que se vio impedido por el triunfo revolucionario.

Estos elementos demuestran que no eran meras palabras la afirmación del director de la CIA, Allen Dulles, cuando en reunión del Consejo de Seguridad Nacional de Estados Unidos, el 23 de diciembre de 1958, expresó: “Debemos evitar la victoria de Castro”. Estos antecedentes explican la animadversión con que el Gobierno norteamericano apreció el triunfo revolucionario en Cuba y los pasos que de inmediato comenzó a dar para impedir su consolidación.

Las primeras campañas

En la primera línea, Fidel dirigió la operaciónLas primeras medidas, de tipo propagandístico, encaminadas a enajenar el apoyo a la Revolución y aislar a Cuba de la comunidad internacional, tomaron como pretexto las justicieras medidas adoptadas por los tribunales revolucionarios con los torturadores y asesinos de la derrocada tiranía. Entre los impulsores de esa campaña estaban los oficiales y agentes de la CIA que actuaban desde la estación radicada en la embajada norteamericana en La Habana. Para enfrentar esta maniobra mediática el Gobierno Revolucionario desencadenó la Operación Verdad, la cual mostró al mundo el respaldo del pueblo cubano a las sanciones que se aplicaban.

El 28 de enero de 1959, con la creación en Nueva York de la organización contrarrevolucionaria La Rosa Blanca, encabezada por el politiquero batistiano Rafael Díaz Balart, se perseguía hacer creer a la opinión pública internacional que las acciones desencadenadas contra la Revolución era un asunto entre cubanos. Así trataban de ocultar la responsabilidad del Gobierno norteamericano en su planeamiento y dirección.

El anticomunismo fue uno de los componentes más agudos, desde el punto de vista ideológico, de la operación subversiva en marcha, plasmado en un plan de 16 puntos elaborado en la embajada norteamericana el 14 de abril de 1959 con la participación del jefe de la estación de la CIA, James A. Noel. Se señalaba entre los objetivos priorizados, con vistas a una militante actividad contrarrevolucionaria, la captación de personas que se desenvolvían dentro de las estructuras del “Gobierno, las fuerzas armadas, sindicatos, prensa, escritores, radio y televisión, partidos políticos y grupos de acción, la Iglesia Católica y entre los estudiantes”. Para ello, pusieron en tensión todas las fuerzas y los medios de que disponían en Cuba.

El traidor Huber Matos, quien en octubre encabezaría una sedición contrarrevolucionaria, desde abril de 1959 fue utilizado como un peón por la embajada norteamericana, en esta labor de proselitismo. A finales de junio, la CIA organizó la salida clandestina del país de Pedro Luis Díaz Lanz —recién destituido como jefe de la Fuerza Aérea por ineptitud y nepotismo— para que testimoniara ante el Subcomité de Seguridad Interna del Senado norteamericano, acerca de la “penetración comunista” en Cuba. Parte de este plan era crear una crisis institucional a través de la renuncia del presidente provisional Manuel Urrutia Lleó. La rápida y enérgica respuesta de la dirección de la Revolución y un masivo apoyo popular, frustraron el clima de desestabilización interna que se pretendía instaurar.

Estados Unidos también adoptó medidas de presión económica, entre ellas la decisión del Congreso, el 8 de julio, que ampliaba las facultades al Presidente para suspender la ayuda a países que nacionalizaran propiedades norteamericanas. En el Consejo de la OEA fue aprobada la convocatoria a una reunión de cancilleres, pretendidamente bajo los intervencionistas preceptos del Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca (TIAR), con el afán de tender un cordón sanitario alrededor de Cuba y facilitar la intervención militar.

El golpe definitivo a la Revolución hubiese sido asestado por los componentes paramilitares de la conjura, mediante el levantamiento armado de fuerzas del II Frente Nacional del Escambray, el control de unidades militares y policiales por antiguos oficiales de la derrocada tiranía que continuaban en servicio activo en el Ejército Rebelde y, finalmente, con la invasión por Trinidad de una brigada de ex militares batistianos y la Legión Anticomunista organizada por Trujillo. La relación conspirativa entre el dictador dominicano y el comandante del II FNE, William Morgan, había sido establecida por representantes de la mafia italo-norteamericana poco después del triunfo de enero. En esa oportunidad Morgan se había jactado asegurando que por un millón de dólares era capaz de derrocar a Fidel Castro. Tras varias semanas conspirando, temeroso de ser descubierto, decidió informar al estado mayor del Ejército Rebelde, pero ya la conjura era del conocimiento de las autoridades revolucionarias.

La conjura

La imagen de la derrota. Los mercenarios tras haber sido capturadosEn dos viajes a Miami en abril y mayo, Morgan contactó con el cónsul dominicano, coronel Augusto Ferrando, y con el representante especial de Trujillo, el sacerdote Ricardo Velazco Ordóñez. Éste viajó a Cuba en junio para ajustar la participación en la componenda de representantes de la alta burguesía nacional, politiqueros tradicionales y ex militares batistianos, algunos de los que mantenían estrechos vínculos con la embajada norteamericana. Al regresar de un tercer viaje a la Florida, a principios de agosto, Morgan recibió un yate con un valioso cargamento de armas para los complotados y una fuerte suma de dinero.

Este fue el momento en que la dirección de la Revolución decidió neutralizar las inminentes acciones paramilitares, lo que posibilitaría adicionalmente hacer fracasar la encerrona diplomática que se fraguaba contra Cuba en la reunión de cancilleres convocada por el Consejo de la OEA.

El 7 de agosto, bajo la dirección del Comandante en Jefe Fidel Castro y con la participación de los comandantes Juan Almeida Bosque, Ramiro Valdés Menéndez, Efigenio Ameijeiras Delgado y Augusto Martínez Sánchez, entre otros, se desencadenaron las detenciones que neutralizaron a los principales conspiradores.

Al día siguiente las operaciones se trasladaron hacia la ciudad de Trinidad, en cuyos alrededores ya se encontraban desplegadas las Fuerzas Tácticas de Combate del Centro, al mando del comandante Filiberto Olivera Moya, de su jefe de operaciones, el comandante Juan Abrantes Fernández y el jefe de plana capitán Orlando Lorenzo Castro. El jefe del batallón era el capitán Héctor García Tamayo. El pelotón comandado por el primer teniente Jesús Núñez Núñez ocupó la playa El Ancón y el dirigido por el capitán Reynaldo Perera García la playa El Inglés, donde el 11 de agosto un avión trujillista lanzó un gran alijo de armas y otros pertrechos de guerra.

Fidel despide el duelo de Eliope Paz y Frank Hidalgo GatoEn estas nuevas circunstancias, el Comandante en Jefe decidió hacerle creer a Trujillo que el sur de la zona central del país estaba tomada por la contrarrevolución, por lo cual las condiciones estaban creadas para iniciar la agresión. Tropas bajo el mando del capitán Félix Cabrera Reyes, de las Fuerzas Tácticas de Combate, y Eladio Machín Estévez, del Escuadrón de la Policía Rural Revolucionaria, ocuparon Trinidad y con la ayuda de la población se simularon las condiciones de una plaza sitiada. Fue tan perfecto el escenario logrado, que resistió el 12 de agosto una inspección in situ del sacerdote Velazco Ordóñez. Al respecto el compañero Fidel recordó en una de sus reflexiones: “Una compañía rebelde disfrazada de campesinos gritaba en la pista aérea: ‘¡Viva Trujillo! ¡Abajo Fidel!’”.

En las proximidades de la pista de aterrizaje Fidel observaba los acontecimientos en compañía de Camilo Cienfuegos, Celia Sánchez, Demetrio Montseny y otros oficiales rebeldes. Las comunicaciones radiales con Ciudad Trujillo, a cargo del joven Manuel Cisneros Castro, tenían como fondo el ruido de las explosiones y los disparos que correspondían al ficticio combate que se desarrollaba.

El 13 de agosto, al oscurecer, aterrizó en Trinidad un avión de la fuerza aérea trujillista, con un cargamento de pertrechos de guerra y 11 tripulantes. Seis de ellos proyectaban quedarse en el “teatro de operaciones”. A los otros les correspondía precisar los lugares que serían objeto de ataques aéreos, definir las misiones de las fuerzas invasoras y regresar para informar a Trujillo.

Cuando un grupo de combatientes bajo el mando del comandante Lázaro Artola Ordaz procedió a la neutralización de los tripulantes que habían quedado en la nave, se produjo un intenso intercambio de disparos donde perdieron la vida Eliope Manuel Paz Alonso y Frank Hidalgo Gato. A causa de las heridas recibidas falleció 42 días más tarde el primer teniente Oscar Reytor Fajardo.

El enemigo tuvo dos bajas mortales. El resto cayó prisionero.

El 14 de agosto, durante su comparecencia ante las cámaras de la televisión, al hacer un análisis de los hechos y en aras de que se conociera quién era el enemigo verdadero, Fidel expresó que no eran ni Batista ni Trujillo, sino los “intereses creados extranjeros”.

El enfrentamiento continuó en la V Reunión de Consulta de Cancilleres de países miembros de la OEA, en Santiago de Chile. El comandante Raúl Castro Ruz, jefe de las Fuerzas de Aire, Mar y Tierra, arribó el 18 de agosto a la capital chilena con las pruebas de esta agresión.

Ante la victoria de la Revolución Cubana, en el mismo mes de agosto de 1959, el Gobierno de Estados Unidos inició los preparativos de una nueva operación subversiva, que culminó en otra aplastante derrota del imperialismo yanqui, esta vez en las arenas de Playa Girón, el 19 de abril de 1961.


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* Especialistas del Centro de Investigaciones Históricas de la Seguridad del Estado.