CUBA 1958: Insurrectas de monte y ciudad
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Ellas eran muchachas que les tocó vivir una época terrible. Muchas se hicieron amigas en las manifestaciones estudiantiles, mientras eludían los chorros de agua que les arrojaba la Policía batistiana. En huelgas estudiantiles participaban muy activamente en la paralización de los planteles de la enseñanza media, incluyendo a los colegios privados. En La Habana compartieron noches de angustias en los calabozos de los recintos de tortura: la 5ª estación, de Belascoaín, la 3a de Zapata y C, en el SIM (calle 114, Marianao) y en el Buró de Investigaciones (23 y 30, Vedado); en el Vivac para mujeres de Mantilla y en la cárcel de Guanajay.
Aunque algunas eran veinteañeras, la gran mayoría tenía 12, 14, 15 o 16 años a lo sumo. Una joven de 1958, la colega Mirta Rodríguez Calderón, nos dice: “Eran tan niñas que a la mayoría no le faltaban granitos de acné en los rostros y una mirada tan cándida que parecía construida de asombros”. Eran los tiempos del mambo y el cha cha chá, del Beny y Vicentico, de Lucho Gatica y Alfredo Sadel. Ellas gustaban del bolero, bailaban, reían, se desarticulaban de pies a cabeza con el rock and roll.
Usaban sayas de paraderas, anchas, de plato con un enorme cinturón. En cierto momento causaron furor los pañuelitos al cuello, también se los encasquetaban con un sencillo nudo bajo la barbilla, Pero cuando se trataba de trasladar armas y explosivos, propaganda o bonos, siempre estaban dispuestas y debajo de sus amplias faldas, el clandestinaje descubrió una insólita forma de transporte.
Un pelotón de muchachas
Hubo quienes no entendieron la iniciativa de Fidel. “Pero, ¿cómo le van a dar a una mujer un M-1?”, decían algunos rebeldes. “Cuando esas mujeres vean una lagartija o una rana, botan el arma”, bromeaban otros. El 4 de septiembre de 1958, el Comandante en Jefe creó el pelotón de Las Marianas, el primero en el Ejército Rebelde integrado únicamente por mujeres.
Ante el redactor de estas líneas, recordaría en 1998 la general de brigada Delsa Esther Puebla (Teté): “Algunos desconfiaban de nuestra capacidad combativa. En una reunión efectuada en La Plata, Fidel les habló unas siete horas. Como prueba de su confianza nos designó su guardia personal. Nos entrenó, nos enseñó a tirar”.
Ocho integraron inicialmente el pelotón, aclaraba Teté. “A los pocos días se nos unieron las restantes, por eso a todas las consideramos fundadoras”. Y a continuación nos ofrece sus nombres (y el grado con que terminaron la guerra): capitanas Isabel Rielo y Teté Puebla; Olga Guevara, primer teniente; Lilia Rielo, Ada Bella Acosta y Flor Pérez, tenientes; y las combatientes Angeolina Antolín Escalona, Rita García, Juana Peña, Edelmis Tamayo, Orosia Soto, Norma Ferrer y Eva Rodríguez Palma. Fidel les planteó que quien tuviera mejor puntería sería nombrada jefa de pelotón y una moneda sirvió de blanco. Isabel Rielo le ganó por una pequeña diferencia a Teté, quien fue designada como la segunda al mando. A ambas las ascendió entonces a tenientes en ese momento.
“Celia desempeñó un papel importante en la creación de Las Marianas, ella nos estimuló y estuvo al tanto de cualquier detalle. Cuando se hable del pelotón de Las Marianas, hay que hablar primero y siempre de ella”, puntualizaba la general de brigada. Según la historiadora Nydia Sarabia, el alto mando rebelde tenía pensado incorporar al pelotón a Lidia Doce y Clodomira Acosta, dos combatientes que en los momentos de fundar el pelotón estaban en La Habana en el cumplimiento de una misión.
Dos mensajeras de armas tomar
Para el Che, Lidia Doce (Velazco, Holguín, 28 de agosto de 1916) era una revolucionaria sin tacha: “Incontables son los hechos en que Lidia intervino en calidad de mensajera mía o del Movimiento. Llevó a Santiago de Cuba y La Habana los más comprometedores papeles. Traía medicinas, traía, en fin, lo que fuera necesario y las veces que fuera necesario. Su audacia sin límites hacía que los mensajeros varones eludieran su compañía. Recuerdo siempre las apreciaciones, entre admirativas y ofuscadas, de uno de ellos que me decía: ‘Esa mujer tiene más… que Maceo’… Lidia, sin embargo, seguía cruzando una y otra vez las líneas enemigas”.
Fidel calificaba a Clodomira Acosta Ferrales (El Cayayal, actual provincia de Granma, 1o de febrero de 1936) de “joven campesina humilde de una inteligencia natural grande y de una valentía a toda prueba”. Mensajera y combatiente de la Columna 1, el líder de la Revolución la envió a contactar con la guerrilla del Directorio en Las Villas, con la cual tomó parte en la acción de El Cacahual.
Mientras estas dos mensajeras cumplían una misión en La Habana, fueron atrapadas por la policía batistiana el 12 de septiembre de 1958. Al llegar al antro de tortura donde las condujeron, un traidor del M-26-7 devenido sicario del régimen empujó a Lidia por una escalera. Con la caída perdió el sentido que nunca más recuperó. A ambas las llevaron mar afuera. Como las torturas no arrancaban confesiones, a Clodomira la hundían en el agua y la sacaban para interrogarla. Hasta que no la sacaron más.
Las Marianas en combate
Uno de los que más se opuso a la creación de un pelotón femenino fue el capitán Eddy Suñol. Por una de esas ironías de la historia, cuando le encomendaron combatir en el llano, tuvo que aceptar en su tropa a cuatro Marianas. Él estaba sinceramente convencido de que las mujeres no servían para la guerra, pero ellas mismas le hicieron cambiar de opinión. Con la honestidad que lo caracterizó hasta su muerte, Suñol le escribiría a Fidel tras varios combates: “Quisiera que viera, aunque fuera en una película, para verlo reír de satisfacción, la acción de Teté, principalmente, y también la de sus compañeras, que a la
voz de avance, mientras algunos hombres se quedaban rezagados, hacen vanguardia con un valor y una serenidad que tiene que merecer el respeto y el reconocimiento de todos los rebeldes y todo el mundo”.
Al otro grupo de Marianas que permanecían en la Comandancia de La Plata, Fidel les ordenó reunirse en Providencia con la tropa de Braulio Curuneaux. Con él participaron en la batalla de Guisa. Años después recordaría Eva Rodríguez Palma: “Curuneaux nos pidió que ayudásemos a los hombres en la preparación de los morteros, ese mismo día una patrulla de guardias fue capturada, en esto participó Bellita Acosta”. Con la captura de la patrulla enemiga fue cuando se les entregaron fusiles.
Del comportamiento posterior del pelotón de Marianas en Guisa diría Fidel: “Combatió valerosamente durante los diez días que duró la acción, soportando el bombardeo de los aviones y el ataque de la artillería enemiga”. Ellas se distinguieron también en los combates de la Presa de Holguín, Los Güiros, Velasco, La Cadena, Gibara, Uñas, Delicias, Puerto Padre y Maffo.
Urselia, Aleida, Cristina, Lourdes
Según sus compañeras de lucha. “adornó siempre su rostro bonito, ese que tenemos en los murales para significar su martirologio, con el cabello largo y ondulado”. Urselia Díaz Báez (Guanabacoa, 21 de febrero de 1939) participó en la Marcha de las Antorchas (1953) e integró las Brigadas Juveniles del M-26-7. Perdió la vida mientras realizaba una acción en el capitalino cine-teatro América.
Aleida Fernández Chardiet (Güines, 3 de noviembre de 1931) colaboraba con el 26 desde su puesto en la empresa telefónica. Hay evidencias de que fue detectada por los aparatos represivos. Cuando viajaba en auto hacia la capital, se dice que a un guardia rural se “le escapó un tiro” que le ocasionó la muerte. En cambio, de Cristina y Lourdes Giral (Cienfuegos, 30 de abril de 1930 y 1º de mayo de 1936) nadie sospechó nada, ni la policía ni sus familiares, pues llevaban con estricto rigor las reglas del clandestinaje. Fueron asesinadas el 15 de junio de 1958 en la puerta de su apartamento del Vedado por dos sicarios que las confundieron con unos revolucionarios.
Las mencionadas en este trabajo no fueron excepciones. Centenares, miles de féminas se incorporaron a la insurrección contra la tiranía. Como las moncadistas Haydée y Melba; las heroínas del llano y de la Sierra, Celia y Vilma; Aida Pelayo, Pastorita Núñez y sus compañeras del Frente de Mujeres Martianas; Nilda Ravelo, Gladys Marel y María Trasanco, en el 26; Mary Pumpido, en el Directorio… Pero, detengámonos. Diez BOHEMIAS no bastarían para mencionarlas a todas. No por gusto Fidel subrayó en varias ocasiones que en la lucha se demostró que las mujeres pueden pelear, “y cuando en un pueblo pelean sus hombres y pueden pelear las mujeres, ese pueblo es invencible”.
Fuentes consultadas
Testimonios de Mirta Rodríguez Calderón y Sonia Moro ofrecidos al autor de este trabajo. El libro Pasajes de la guerra revolucionaria, de Ernesto Che Guevara. Los textos periodísticos “Muchachas de la clandestinidad”, de Mirta Rodríguez Calderón, y “Leonas de verde olivo”, de Pedro A. García (Granma, 1998)