Fidel siempre gana
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«¿Cómo he quedado?», le pregunta Fidel a su compañero de estudios Benito Besada.
«Lo hiciste mal, posiblemente te den cadena perpetua», le respondió al abogado, mientras el jurado deliberaba.
Poco antes, el joven revolucionario entró a la Sala de lo Criminal de la antigua audiencia de Las Villas (hoy Sala Primera de lo penal del Tribunal Provincial Popular de Villa Clara). Era el 14 de diciembre de 1950.
Primero declaró como acusado. Luego pidió la toga, se puso la corbata y dio a conocer que iba a asumir su propia defensa. Entregó el sello de impuesto que había que pagar al Colegio de Abogados y pasó al estrado.
Solicitó interrogar de nuevo al capitán de la policía (quien ya había declarado). Le hizo preguntas incómodas. Lo desmoralizó y lo señaló como opresor del pueblo.
Así inició un discurso donde denunció los males del país (estaba el gobierno de Carlos Prío Socarrás). La gente que estaba en los pasillos comenzó a escuchar cosas que nunca se habían dicho en la audiencia.
Fidel hilvanó un discurso político, ajeno a los sucesos de Cienfuegos por los cuales era juzgado.
Cienfuegos. Ahí comenzó esta historia en el mes de agosto de 1950, según cuenta José Ramón González Guadarrama, juez jubilado, a cargo de las actividades de formación y desarrollo profesional de los nuevos jueces del Tribunal Popular Provincial.
A las tierras cienfuegueras vino el hijo de Birán para participar en un acto de protesta ante unas decisiones del Ministro de Educación que afectaban a los estudiantes de la enseñanza media. Llegó acompañado por un amigo y en representación de la Federación Estudiantil Universitaria.
El capitán de la policía del territorio decidió suspender la actividad programada a pesar de la autorización previa. Entonces el joven abogado exigió sus derechos. Ante las negativas, decidió seguir adelante con los planes y preparó las condiciones.
Por eso lo detuvieron a él y a su compañero. Los trasladaron a la prisión de Cienfuegos, sita en la calle Santa Elena, donde está hoy ubicada la Delegación Provincial del Ministerio de la Construcción.
El capitán de la policía efectuó una denuncia por el delito de desórdenes público. En horas de la noche lo transportaron hacia la ciudad de Santa Clara para ser juzgado por el tribunal de urgencia.
El alcalde de Cienfuegos alcanzó el auto a la salida de Palmira e intercedió por los detenidos. Aquel capitán había ganado fama de asesino. Los llevaron a la prisión de Santa Clara.
Desde La Habana, Eduardo Chibás denunció la situación y logró la liberación. Comenzaron a tramitar la causa y se fijó la fecha del juicio: el 14 de diciembre.
Para esa fecha, Fidel viajó en tren hasta la ciudad de Marta Abreu. Fue a la casa de Benito Besada, un abogado, compañero de estudio de él, que ejercía el derecho en esta provincia.
Besaba iba a defender a su compañero y Fidel decidió asumir su propia autodefensa.
Ese día habían venido varios estudiantes de Cienfuegos para apoyar.
Fidel comenzó a hacer su discurso. Nunca se habían oído tales palabras en una audiencia
El jurado se retira. Se demora más de lo acostumbrado. Dicta el fallo.
Fidel queda libre. Una vez más, Fidel vuelve a ganar.