El sagrado compromiso de Santiago de Cuba con Fidel
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El levantamiento armado del 30 de noviembre de 1956, organizado y dirigido en Santiago de Cuba por Frank País García en apoyo al desembarco del Granma, trasciende de manera especial en su aniversario 60 como legado de heroísmo y fidelidad a la lucha revolucionaria convocada por el Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz.
Destinado a desviar la atención de las fuerzas del régimen batistiano sobre la expedición procedente de México, el hecho reafirmaría que lo mejor de la juventud santiaguera, avivada por el asalto al Moncada y el alegato de Fidel La historia me absolverá, también estaba junto al líder del Movimiento 26 de Julio dispuesta a ser «libres o mártires».
Fiel a la palabra empeñada en los dos encuentros sostenidos con Fidel en la capital azteca, Frank aglutinó a los más destacados elementos en la lucha insurreccional, entre quienes Luis Felipe Rosell Soler integraría el grupo operativo del estado mayor del alzamiento, y Josué de Quesada Hernández participaría en el ataque a la Estación de la Policía Nacional.
«Nuestro grupo —refiere Rosell Soler—, del cual formamos parte siete compañeros, incluyendo las queridas compañeras Vilma Espín Guillois y Asela de los Santos Tamayo, tenía asignadas numerosas misiones de aseguramiento, como buscar y ocultar armas, garantizar transporte y lugares seguros a los combatientes, en fin de todo.
«Frank —agrega—, era nuestro jefe directo y eso nos dio la posibilidad de aquilatar sus grandes cualidades de organización y poder de convencimiento. Prácticamente era un muchacho, pero sus palabras imantaban y su ejemplo conmovía, de ahí que aglutinara a más de 300 combatientes para la lucha y otras decenas de hombres y mujeres en tareas de apoyo.
«Como se conoce fueron planificadas alrededor de una docena de acciones, como los asaltos a la Estación de la Policía Nacional y la Estación de la Policía Marítima, la toma de armas en la armería Marce, el disparo con un mortero hacia el cuartel Moncada, el cerco a esa posición militar y la evasión de presos de Boniato, algunas de las cuales tuvieron gran repercusión.
«Mi finca El Palmar, localizada en el kilómetro 11 de la Carretera Central, se convirtió en uno de los sitios para las prácticas de tiro, y allí permaneció Frank en numerosas ocasiones, de ahí que la estrecha amistad me permitió igualmente constatar su admiración y lealtad a Fidel, a quien estreché la mano por vez primera en el combate por la liberación de Palma Soriano.
«Frank al igual que Fidel no tenía preparación militar inicial, pero en ambos coinciden una vocación innata y la inteligencia probadas en la precisión con que concretaban cada acción combativa, en los dotes de estratega que los identificaría tanto, como para darle a un joven que aún no había cumplido los 22 años la responsabilidad del levantamiento, y que este lo ejecutara magistralmente».
ORGULLOSOS DE PELEAR CON FIDEL
Identificado con Frank y Josué País García como «hermanos» de la Iglesia Bautista, Quesada Hernández precisa que con la misma edad del primero fue incorporado por él desde las primeras organizaciones de lucha que fundara, de ahí que no vaciló en sumarse al Movimiento 26 de Julio, considerando además la figura de su líder, Fidel Castro Ruz.
«Yo puedo asegurar —destaca—, que en nuestra determinación de luchar por derrocar al tirano Batista primaba el ejemplo de los asaltantes del Moncada, y que si en los preparativos del alzamiento nos estimulaba ver las armas y municiones que íbamos acopiando, decisivo fue conocer la noche antes que pelearíamos en apoyo a la llegada de Fidel.
«Para la acción principal, como lo fue el asalto e incendio de la Estación de la Policía Nacional, fui seleccionado entre los 15 compañeros que bajo el mando de Otto Parellada Echeverría atacaríamos ese objetivo por detrás, pues por el frente lo haría el grupo de José «Pepito» Tey Saint-Blancard, jefe general del ataque.
«Tarde en la noche nos acuartelamos en la casa de Emiliano Corrales Espinal, y entre las emociones despertadas por el uniforme verde olivo y el brazalete rojinegro con las siglas M-26-7, se sumó que Otto, quien además de jefe era mi amigo, me dijera que del asalto nos incorporaríamos a la guerrilla de Fidel.
«Eso redobló el valor para la misión encomendada, que en mi caso fue ocupar junto a otros diez compañeros el techo del entonces Instituto de Segunda Enseñanza, y personalmente lanzar las granadas y cócteles molotov que incendiarían la estación, lo cual logramos casi al abandonar nuestra posición.
«El problema fue que las granadas no explotaban y las botellas caían sin causar efecto, de ahí que entonces surgió la iniciativa de echar en un saco de lona seis botellas, romper una y prenderle candela. Le di vuelta a aquello como si fuera una honda y cayó causando un estruendo y diseminando la candela que incendió rápidamente la parte posterior del edificio».
En la heroica jornada la patria perdió a Pepito, a Otto y a Antonio «Tony» Alomá Serrano, mientras el régimen reportaba la muerte de nueve efectivos. En general el levantamiento consagró al inolvidable Frank País y reafirmó la confianza de Fidel en esta ciudad heroica, con esa trascendencia histórica expresada por el General de Ejército Raúl Castro Ruz:
«Desde ese instante la ciudad de Santiago de Cuba entró en una etapa de guerra sin cuartel contra la tiranía y, además, a partir de aquel momento los combatientes del 30 de noviembre, Frank País y la ciudad de Santiago de Cuba se convirtieron en el primer punto de avanzada de la eficiente retaguardia, en que se transformó todo el pueblo de Cuba, en apoyo al núcleo guerrillero que, sobreponiéndose a los reveses iniciales, llegó a organizarse en la Sierra Maestra».