Lo que muchos no imaginaban
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Fidel no cabe en un periódico, no nos cabe ni siquiera en el mundo. Es, para este sufrido planeta, de esos imprescindibles de los que hablaba el poeta y dramaturgo alemán Bertolt Brecht, porque él es de los que luchan toda la vida.
Y por supuesto, no habría estadio para alojar esa inmensa humanidad, curtida también en la práctica deportiva. En la Universidad de La Habana, fue casi un Alberto Juantorena al correr 400 y 800 metros, las distancias que el Elegante de las Pistas dominara en los Juegos Olímpicos de Montreal-1976 —hace justamente 40 años— en un inédito doblón dorado.
En el Colegio de Belén, su paso bajo los aros de baloncesto con la camiseta número 6 dejaron la huella de un gran jugador, de un alero de mucho ímpetu y precisión de cara al canasto. Son recordadas sus apariciones en el Latinoamericano, enfundado en uniforme de pelotero; su afición por la pesca y la natación; su inquietud por escalar montañas, que al hacerlo de verde olivo no solo cultivó su físico, sino que de ellas sacó una de las obras más humanas que haya conocido el mundo: la Revolución Cubana.
Tal vez nadie como Gilberto Suárez se dio de frente con el deportista Fidel Castro Ruz. Aquel, nacido en Jamaica, fue el rival que encontró —a los 17 años de edad—, quien después fuera el jefe guerrillero más astuto para enrolarse en un improvisado ring de boxeo en su natal Birán. Suárez esquivó varios golpes e hizo gala del pugilismo con el que se ganaba la vida. Le pegó un gancho al estómago y puso fin al ocasional pleito. Pero el jamaicano no tumbó a Fidel, se convirtió en un verdadero campeón de una de las grandes conquistas revolucionarias dirigidas por su “adversario”. Se graduó de maestro, enseñó canto, deportes e idioma inglés.
Suárez es el reflejo de un pueblo que llevó al deporte hasta la estatura de potencia mundial, porque justamente su líder clarificó como pocos los valores de esa expresión social. El 19 de noviembre de 1961, dijo que “el deporte no solo ayuda a la salud física, no solo ayuda a formar el carácter, no solo ayuda a forjar hombres de espíritu y cuerpo fuertes, sino que también alienta al pueblo, entretiene al pueblo, hace feliz al pueblo”.
Él mismo fue un ejemplo. “Nadie sabe cuánta utilidad le puede reportar en la vida el deporte, los ejercicios, y nosotros tenemos experiencia de ello. Tuvimos la oportunidad de practicar deportes y el deporte nos ayudó en muchas etapas; los deportes que habíamos practicado nos ayudaron en los momentos duros de la lucha revolucionaria, cuando tuvimos que vivir en los bosques y cuando tuvimos que hacer enormes esfuerzos físicos”, afirmó en septiembre de 1964, ocasión en la que también aseguró: “El deporte y la educación física no le irán a quitar el espacio a los estudios, sino que irán a fortalecer los estudios de los alumnos”.
Sobre esas ideas se cimentó el deporte como derecho del pueblo y bajo ese prisma se edificó la potencia mundial. Cuando apenas había profesores de educación física y deportes, cuando esas expresiones alcanzaban solo al 0,25 % de la población, dijo —en marzo de 1961— que “el deporte va a ser una actividad que se va a popularizar y generalizar hasta una dimensión que posiblemente ahora muchos ni se lo imaginen”.
Más de 50 000 egresados de nivel superior; Escuelas de Iniciación Deportiva en todas las provincias; Universidad del Deporte; Instituto de Medicina Deportiva; Laboratorio Antidoping, más de 12 000 instalaciones para la práctica y la educación física desde el primer grado de enseñanza, hicieron lo inimaginable. Cuba es el lugar 18 en la tabla histórica de medallas de los Juegos Olímpicos; la única nación latinoamericana entre los primeros 20 países y uno de los 94, de los 206 en el Comité Olímpico Internacional que en los 120 años de estos Juegos ha conseguido ser medallista de oro; uno de los 18 que han alcanzado 70 o más lauros dorados en esos cónclaves y uno de los 21 con más de 200 podios de premiaciones, y el único del Tercer Mundo que en cinco ocasiones ha ocupado un puesto entre los diez primeros.
Siempre previsor, en Para el honor medalla de oro, Reflexión escrita el 24 de agosto del 2008, dijo “nos hemos dormido sobre los laureles” y no eran nuevas esas palabras, lo había advertido mucho antes como parte de ese repositorio de ideas al que siempre tenemos que volver una y otra vez para preservar lo conquistado. En octubre de 1975, compartiendo con la victoriosa delegación a los Juegos Panamericanos de México, se adelantaba: “No dormirnos sobre los laureles es lo primero que tenemos que pensar a la hora de celebrar nuestras victorias”. Hoy, en el deporte y en cualquier esfera, sigue siendo una máxima.
Y en un diálogo con jóvenes atletas el 22 de octubre de 1973, regaló una frase que de seguro no dudaría en repetirla desde su eterna juventud de 90 años: “Si yo naciera en esta época ¿saben lo que quisiera ser? Deportista”.