¡A la salud de Cuba!
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La fe y las convicciones fueron una sola cosa desde entonces… y quizá por ello se antoja que estas líneas partan de un alegato que sellaría la ruta de la nación. Porque el privilegio de pocos tenía que ser de una vez, derecho de muchos, de todos. Así lo haría saber Fidel sin titubeos, frente a un Tribunal en el Palacio de Justicia de Santiago de Cuba. Y el acusado que devino acusador en avalancha de argumentos magistrales, fotografías de una Cuba deshecha; anunciaba —y en ese acto comprometía su vida y pensamiento— las cinco leyes revolucionarias que serían proclamadas inmediatamente después de tomar la fortaleza del Moncada, “y que él conservaba en la memoria”.
Citó al problema de la salud del pueblo como una de esas realidades lacerantes que había que cambiar desde la raíz. Con aquellas palabras Fidel signaba lo que sería el desarrollo asistencial de la salud pública gratuita, universal, accesible, y el impulso a las investigaciones biomédicas en función de la salud de todo el pueblo. Ciencia y conciencia de la mano que seis décadas después revelan una obra edificada sin precedentes, soñada cuidadosamente, reflexionada y llevada a la práctica, cuya simiente fue sembrada por Fidel.
De aquel cuadro sanitario vergonzoso caracterizado por tétanos, difteria, sarampión, tosferina, poliomielitis, tuberculosis entre otras patologías; donde los niños crecían devorados por los parásitos y muchos morían de gastroenteritis y enfermedades respiratorias como las primeras causas de muerte, no quedan rastros en la Cuba revolucionaria.
Hoy casi medio millón de trabajadores integran el sector de la salud pública cubana, y los indicadores sanitarios, diametralmente opuestos a los de aquel país que denunciaba, hablan de cuánta voluntad se ha colocado en esta rama. La salud es un derecho consagrado en la Carta Magna: “Todos tienen derecho a que se atienda y proteja su salud. El Estado garantiza este derecho”.
“Cuidar la salud del pueblo, evitar sus sufrimientos y sanar sus enfermedades es una tarea, principalmente, de orden social y moral; pero también tiene un sentido económico, pues son los hombres y mujeres del pueblo los que crean los valores, y una población trabajadora, sana y fuerte es imprescindible para el desarrollo”, expresaba Fidel en el II Congreso de la Asociación de Economistas del Tercer Mundo, en abril de 1981.
En constante transformación, el Sistema Nacional de Salud se ha perfeccionado en función de las necesidades del pueblo, y en ese camino continúa; bajo el pilar esencial de la medicina preventiva, y la universalización de la docencia médica.
“Un programa integral de salud no se puede medir solo por el número de vidas que se salven, sino por los millones de personas que sienten, en primer lugar, seguridad [...]”, sentenciaba el Comandante en Jefe en noviembre de 1998, durante la clausura del XII Foro de Ciencia y Técnica.
Su visión fue incluso más allá de lograr que la salud fuera un bien para cada ciudadano de esta Isla, y la concepción solidaria y la tradición internacionalista de la salud pública cubana han sido testigo de ello. Argelia en 1960 iniciaría una trayectoria admirable, que llevaría a los galenos cubanos a más de 65 países del mundo.
“[...] Nuestra misión es crear una doctrina con relación a la salud humana, demostrar un ejemplo de lo que puede hacerse en ese campo que es, desde luego, el más sensible para cualquier persona del mundo [...]”, advertía a los egresados del Instituto Superior de Ciencias Médicas de La Habana, el 9 de agosto de 1999.
Un año antes haría nacer la “escuela médica más avanzada del mundo”, como calificaría a la Escuela Latinoamericana de Medicina (ELAM) el secretario General de Naciones Unidas Ban Ki-moon. La devastadora experiencia del paso de los ciclones George y Mitch por Centroamérica sería el punto de partida para, además de enviar brigadas médicas a la población afectada, comenzar la formación de profesionales de la salud de estos países en Cuba.
El 21 de agosto del 2005, junto al comandante Hugo Chávez, anunciaría al mundo el Compromiso de Sandino, nombre con el que pasaría a la historia el proyecto nacido de una alocución conjunta de ambos mandatarios y donde explicaban que el programa de la Operación Milagro se extendería a países de América Latina, el Caribe y África, para atender, en un lapso de diez años, a millones de personas necesitadas. Porque de dar luz se trataba, y la salud forma parte de ese pacto con los pueblos que no puede fallar.
Como todas las obras, la de la salud en Cuba es perfectible, pero como expresara el mismo Fidel: “No hemos conquistado toda la justicia, pero tenemos que salvar la justicia conquistada”.
Mire a su alrededor, no hay dudas…