Orgullo por venir de la misma raíz de Fidel
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Reflejar el vínculo indiscutible que siempre ha existido entre el líder histórico de la Revolución Cubana, Fidel Castro Ruz, y la Ciudad Heroica fue la principal motivación del joven periodista Dayron Chang a la hora de involucrarse en la serie histórica Gracias, Santiago, que ha estado transmitiendo por estos días el canal Cubavisión.
«Gracias, Santiago nació bajo la motivación especial del 90 cumpleaños del Comandante en Jefe, pero su principal aspiración es mostrar esa compleja interrelación que confirma los valores excepcionales del líder, así como la riqueza histórica y cultural de una urbe que lo vio crecer en disímiles facetas de su vida, pero hacerlo desde el lenguaje del pueblo.
«¿Cuán santiaguero es un hombre que le pertenece a Cuba, incluso al mundo? ¿Cómo surge esa relación de Fidel con esta tierra? ¿Cuánto influyó en su manera de ser y actuar una ciudad como Santiago?, son interrogantes que conducen a esta propuesta televisiva. La historia de Santiago de Cuba está en las calles y en la gente. Parece un acto espontáneo. Es una ciudad, como dijera Federico García Lorca, de mucho duende. Y es esa la energía que siempre anhelo atrapar», admite el también conductor de esta serie, que finaliza mañana con su capítulo 13, dedicado al triunfo de la Revolución.
«Ya la he utilizado otras veces como leit motiv: primero cuando concebí Sonidos de ciudad, obra que obtuvo Premio Caracol de la Uneac y Gran Premio del Festival Nacional de la Radio Joven Antonio Lloga in memóriam. También cuando el realizador y director de programas, Roberto Rivero Ramos, confió en mi juventud para saludar el medio milenio de la fundación de la villa con la obra Santiago 500. Ahora llega Gracias, Santiago, bajo la dirección general de Julio César Niño Jaem.
«Este gran reto tiene su origen en un libro, en una especie de cronología preparada por un colectivo de historiadores santiagueros en el cual se resumen los principales momentos de Fidel en este territorio, desde que lo descubrió en 1933, casi al cumplir los siete años, hasta 2003 cuando lo visitó nuevamente junto al periodista y escritor Ignacio Ramonet. El libro se publicó por estos días a propósito de las celebraciones», argumenta Dayron, a quien se le facilitó la escritura de los guiones con hallazgo del material de referencia.
Fundamental resultó para él poder contar con la asesoría de varias personas. Entre ellos menciona a la historiadora de la ciudad Olga Portuondo y al Conservador de Santiago de Cuba, Omar López. Me ayudó mucho, enfatiza, esa capacidad que tuve de no ver imposibles en nada. Así tuve la oportunidad de acceder a la biógrafa de Fidel, Katiuska Blanco, o a la premio nacional de Periodismo, Marta Rojas. Bastó un encuentro o una llamada por teléfono para que se iluminaran las ideas, para captar esencias, para definir objetivos.
Pero todo lo anterior no fue suficiente para que Dayron se sintiera listo para enfrentar un proyecto de tamaña envergadura. «Necesité varios meses de lectura para volver a textos imprescindibles como Todo el tiempo de los cedros y Guerrillero del tiempo, ambos de Katiuska Blanco; y La victoria estratégica y La contraofensiva estratégica, estos últimos de Fidel; o como la entrevista que le hiciera Ignacio Ramonet.
«Quizá por tal motivo es que me cueste tanto reconocer que haya sido el guionista de la serie documental. Considero, con todo respeto, que Fidel es el protagonista y escritor de su propia historia, y en eso estuvo el desafío más grande: en que por suerte contamos con el líder de la Revolución para contar sus memorias».
Lo anteriormente expuesto por Chang en exclusiva para Juventud Rebelde explica el porqué solo cree ser un portavoz, junto al resto del equipo de realización. «La historia fluyó sola. Eso sí, cada testimonio, cada entrevistado enriqueció humanamente el argumento principal. De esa manera, la serie nos muestra a Santiago desde la perspectiva de Fidel, pero sobre todo, de la gente que ha compartido con él.
«De ese modo transitamos por el Tivolí, uno de los barrios emblemáticos de la urbe, donde Fidel vivió algunos años de su niñez, o por los Colegios de la Salle y Dolores, en los cuales se forjó el estudiante de espíritu autodidacta, el rebelde que gustaba de explorar y escalar montañas. La serie también te lleva hasta la Granjita Siboney, al Moncada; se adentra en la Cordillera de la Gran Piedra, reedita La historia me absolverá en la sala del juicio junto a uno de sus más fieles testigos.
«Asimismo, Gracias, Santiago revive aquel gran día de enero en el Ayuntamiento, visita El Cobre, sube al Escandel, y con ánimo de guerrillero atraviesa zonas intrincadas de la Sierra Maestra como la Plata y El Uvero».
—Dayron, ¿qué te conmovió más de Gracias, Santiago?
—Nada me conmovió más que las historias. Aunque para cualquier joven, sobre todo si es periodista, representa un anhelo conocerlo, o mejor, entrevistarlo. Ojalá lo consiga alguna vez. Sin embargo, gracias los valiosos testimonios que logramos, por primera vez tuve la oportunidad de tenerlo tan cerca. Y créame, cada experiencia relatada, cada combate descrito, significó una oportunidad para confirmar la humanidad que hay en cada una de sus acciones, y sobre todo de sus decisiones.
«De esa personalidad irreverente en su juventud, de esos sueños por los cuales luchó sin cansancio, de esa empatía que logró con la gente, emergen las mayores lecciones. Sobre todo si analizamos con lucidez la edad que tenía Fidel cuando protagonizó cada uno de esos momentos que vivió en Santiago de Cuba, antes del triunfo de la Revolución. Este fue un elemento que creímos imprescindible resaltar en la serie.
«Con siete años enfrentó el hambre y limitaciones; siendo un adolescente ya tenía la agudeza como para redactar una carta en inglés al presidente de Estados Unidos, con 26 asaltó la segunda fortaleza militar más importante del país, cumplió los 27 en una cárcel de alta seguridad en Boniato, y protagonizó un alegato de autodefensa que se convirtió en programa de lucha.
«Como si no bastara, a los 30 tomó la Sierra Maestra y con pocos hombres derrotó a un ejército perfectamente armado. Pocos años después logró llevar adelante una Revolución triunfante que devino ejemplo para América Latina».
—Cada vez que has tenido una oportunidad, alabas el equipo de realización de Gracias, Santiago...
—No puedo hacer menos. Mucho debo agradecer a ese equipo de trabajo tan profesional y entregado: a Frank de la Guardia en la producción, y a la directora de Tele Turquino, Sheila Catá; ellos fueron capaces de sumarse al sueño tanto como lo hizo el director general Julio Cesar Niño Jaem. Todos estuvimos juntos cada madrugada.
«Por suerte, en el team se mezcló la experiencia de musicalizadores como Hasam Pérez; y de Salvador Virgili, un realizador de la radio que en muchas ocasiones ha sido jurado del Lloga; el diseño gráfico de Urbano Fernández, o la fotografía de camarógrafos como Rubén Aja, un joven artista de la plástica que fue varios años presidente de la Asociación Hermanos Saíz (AHS) aquí en Santiago de Cuba.
«Cada uno de ellos le aportó sus conocimientos y buena energía a una serie que apostó por la rigurosidad científica, por la sencillez del discurso, lo atractivo en el montaje visual, pero sobre todo por el dinamismo. Un recorrido como este debía relatarse de forma amena, visitar locación por locación, captar la emoción de cada testimonio.
«Una aspiración constante fue dotarla de un ritmo que atrapara a todos los públicos, y esencialmente a los de mi generación, que tanto necesitan conectarse con el pasado de Fidel. Cuando se realiza una serie como esta, cada capítulo resulta complejo, pues refleja una experiencia distinta, te remite a un suceso diferente y hay que ser capaz de apropiarse y reproducir el clímax, las sensaciones de los entrevistados y del momento que relatas.
«Como realizador soy demasiado hipercrítico como para juzgar una obra que es colectiva. Eso sí, me quedo satisfecho cuando veo que otros la disfrutan, o se emocionan y de ella sacan alguna enseñanza connotada o simplemente me reclaman por el poco tiempo en pantalla, y hasta me sugieren ideas nuevas.
«Muchos de mis amigos me dicen que soy un joven de otro tiempo, pues siempre estoy investigando épocas pasadas. Ahora mismo indago con el fin de poder llevar a buen término mis próximos trabajos, relacionados con la vida de Frank País y con los aportes de la Universidad de Oriente, que en 2017 arriba a sus 70 años. Nada de eso interfiere mi esparcimiento. Solo que, confieso, he encontrado en la Historia muchas respuestas, como me lo confirma otra vez la serie Gracias, Santiago».
—¿Por qué ese título?
—No fue casual. Veinticinco años después del triunfo de la Revolución, en el mismo balcón donde proclamó la victoria, al otorgarle por acuerdo del Consejo de Estado el título honorífico a Santiago de Cuba de Ciudad Heroica, Fidel le agradeció por cada acto heroico, por cada gesto, por esa entereza que le hizo confiar en esta tierra donde adquirió experiencia, donde cultivó parte de su entereza.
«El Comandante en Jefe Fidel Castro es de Cuba y del mundo. De eso no caben dudas. Pero sus esencias, su espíritu, lo hacen definitivamente un oriental y por ende un santiaguero de raíz. Hoy me siento orgulloso de venir de esa misma raíz de donde vino Fidel».