Un joven que desafió al ébola: Ecos de Sierra Leona
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Las historias de amor nacen casi siempre del dolor. Volví a tener la certeza cuando conocí desde la distancia al médico de San Antonio de Río Blanco, Jaruco, Rotceh Ríos Molina. Fue el 19 de noviembre de 2014 cuando le envié el primer mensaje a Sierra Leona donde enfrentaba el Ébola junto a otros 164 colaboradores cubanos, y ese mismo día recibí emocionada su respuesta.
Así comenzó nuestra amistad y la aventura más fascinante en mi ejercicio como periodista. Él allá, yo aquí, cada uno en su trinchera hizo lo que correspondía en un momento histórico y hermoso para la humanidad. Juntos construimos un enlace que sirvió a ambos para repensar la vida, el mundo, el futuro.
Al principio me preguntaba, ¿por qué un médico de 29 años con una carrera brillante, la especialidad de Medicina Interna, un prestigio ganado en el Hospital Luis Díaz Soto (El Naval), dos niños encantadores y una bellísima esposa, decidió enrolarse en una de las misiones más riesgosas del los últimos tiempos? Hallé la respuesta en cada palabra suya y cada imagen que me enviaba desde Sierra Leona.
Por fin, el 22 de abril nos abrazamos al conocernos personalmente; y días después, en su casa de San Antonio de Río Blanco sostuvimos el diálogo largamente soñado y esperado.
P: Hagamos una viaje al mes de octubre de 2014, fecha en que arribaste a Sierra Leona. En aquellos momentos allí se registraba uno de los mayores índices de mortalidad por el virus del Ébola en África Occidental y para tratar a los enfermos ustedes debían llegar a las Unidades de Tratamiento y entrar al Área Roja donde estaban los casos positivos. ¿Qué hacían para protegerse?
Dr Ríos Molina: Existe un protocolo para el uso del EPP, es decir Equipo de Protección Personal, algo que conocíamos de antemano, desde Cuba, a través del entrenamiento que recibimos en el Instituto de Medicina Tropical IPK, Pedro Kourí. Pero fue algo que terminamos de madurar en Sierra leona donde hicimos, primero entrenamientos teóricos y después, prácticos. Fue muy difícil. Son una serie de pasos para vestirte, otros pasos para el trabajo en el Área Roja y otros para el desvestido, que es el momento más crítico porque sales infectado y el equipo que llevas contiene fluidos por la manipulación al paciente. No se pueden cometer errores, si violas esos pasos puedes quedar infectado. Y lo hicimos bien porque ninguno nosotros enfermó, excepto Félix Báez, al inicio de la campaña contra el Ébola, en Sierra Leona.
P: Era la ropa que llevabas puestas, cuatro pares de guantes, el equipo de protección muy caluroso, según me decías en tus mensajes. ¿Cómo lo resistías?
Dr Ríos Molina: El clima de Sierra Leona es muy similar al nuestro, excepto por la humedad que no es tan alta como en Cuba. Te confieso que en los primeros días era desesperante por el calor que se pasaba. Después me adapté. A mí lo que me costaba más trabajo era resistir la mascarilla facial, el nasobuco, como le dicen en Cuba. Eso me daba cierta falta de aire, pero con los días la fui tolerando mejor porque me decía, si los cirujanos la usan todos los días, por qué no la voy a usar yo.
P: Rotceh, y cada vez que entrabas al Área Roja pensabas acaso, ¿hoy puedo quedar infectado?
Dr Ríos Molina: El riesgo de infección no estaba solamente en el centro. Yo siento y desde que estaba en Sierra Leona lo pensé de esta manera: Corro más riesgo fuera que dentro de la unidad de tratamiento. Dentro, uno sabe dónde está el paciente, lo tienes aislado y llevas el equipo de protección personal, pero en la calle, en el hotel donde convivíamos diariamente con los locales que allí trabajan, uno no sabe cuál puede ser la persona que está infectada y esté pasando por el periodo de síntomas atenuados y en ese medio no usas el equipo de protección.
P: Cuando estaban dentro del Área Roja era bien difícil de identificarlos por el traje casi de cosmonauta que usaban, y según observé en el video que tomaron ustedes, llevaban escritos sus nombres fuera del traje. ¿Los pacientes los llamaban por esos nombres?
Dr Ríos Molina: Habitualmente nos decían, Cuba.
P: ¿Los identificaban como cubanos por la manera de tratarlos respecto a los médicos locales o de otros países?
Dr Ríos Molina: Parece que sí, porque ellos preferían ir al Centro donde estábamos los cubanos y también había horarios nocturnos en los que no participábamos nosotros, y según nos decían después, los pacientes exigían la presencia de los médicos de Cuba. Nosotros teníamos más proximidad con los enfermos, éramos más atentos, más cariñosos.
P: ¿Cuál era el protocolo que debían seguir para asistir a un paciente sospechoso fuera del Área Roja?
Dr Ríos Molina: Cuando el paciente llegaba al Área de Clasificación había una barrera que dividía el Área Roja del área del médico, que es la Amarilla. En ese lugar no se usa el equipo de protección personal completo y uno lo que hace es interrogar al paciente a una distancia prudencial, sin tocarlo. Si llegas a la conclusión que es sospechoso de portar el virus del Ébola, entonces se indica que un enfermero local y un médico cubano se vistan o vestirte tú, clasificarlo y éntralo para examinarlo físicamente y elaborar las indicaciones. Yo aprendí a reconocer los casos positivos porque llegaban y se tumbaban en el piso sin fuerzas.
P: Siempre me llamaron la atención las imágenes de las lonas azules que conformaban las estructuras de los centros de tratamiento al Ébola en Sierra leona. ¿Cómo se diseñaban y se montaban esas unidades?
Dr Ríos Molina: Un Centro de Tratamiento al Ébola tiene diferentes fases. Lo primero es rentar el lugar, gestión que hacía el Gobierno de ese país. En Sierra Leona la mayoría de los pocos hospitales y unidades asistenciales son privados. La mayoría de los espacios que se destinaban a tratar el Ébola estaban en desuso. Por ejemplo, en el distrito de Waterloo donde trabajé, la unidad quedó montada donde antes hubo un hospital adventista, una especie de policlínica integral. Tenía tres salas, un pequeño salón de operaciones y un área de aislamiento. Después de rentar el lugar, lo que sigue es modificarlo con madera y las lonas azules para agregar otras áreas y marcar los límites.
P: ¿Quiénes se encargaban de ese trabajo?
Dr Ríos Molina: Había una compañía británica que entrenó a los locales en Sierra Leona para construir los Centros de Tratamiento al Ébola. Algunas veces lo hacían mal, y esa fue otra de las funciones que yo tenía, supervisar que lo hicieran correctamente. Felipe Delgado, uno de los médicos que estaba en mi grupo y era Epidemiólogo, era el más avezado en esa tarea y siempre iba conmigo para evaluar el trabajo. En el centro hay que colocar las entradas y salidas donde deben ser, situar los pasillos para el movimiento del personal médico y de los pacientes porque hay que cumplir un sentido en la trayectoria desde el punto de vista epidemiológico.
P: En los primeros mensajes a tu esposa Laritza le confesabas que a veces tenías el temor de no poder aguantar el peso enorme de la misión en la que te habías enrolado. ¿Era por las condiciones que exigía el trabajo o por lo terrible del Ébola?
Dr Ríos Molina: Es verdad. Eso fue al principio. Pero aprendí que el Ébola se puede controlar y hasta curar, porque no es lo tan infeccioso que es el virus, sino que es muy letal. Yo digo que si fuera tan infeccioso no quedara nadie en Sierra Leona, porque allí la gente además de vivir en condiciones deprimentes, no tiene percepción del riesgo. A pesar de la epidemia ellos seguían llevando su rutina habitual. También son personas que se tocan mucho, comen juntos y tienen costumbres funerarias que hacen que la transmisibilidad sea grande.
Cuando nosotros llegamos, más del noventa por ciento de las personas que enfermaban, morían. Eso demuestra no solamente la alta letalidad, sino que los pacientes estaban subtratados. Con la llegada de la brigada médica cubana y el apoyo de la Organización Mundial de la Salud, que fue fundamental, se comenzó a tratar el Ébola correctamente. Se creó un protocolo para asistir a los pacientes y eso mejoró la sobrevida de las personas que adquirían el virus. El periodo de incubación es de dos a 21 días, en tanto el período crítico es de siete a 14.
P: Rotceh, el dos de diciembre, Día de la Medicina Latinoamericana me enviaste desde Sierra Leona un mensaje conmovedor que compartí con la audiencia de Radio Jaruco y también de Cuba y el mundo, porque lo leí en La luz en lo oscuro, el programa que Radio Rebelde dedicó a los Cinco por más de una década. Te leo un fragmento: “…..hoy visité por segunda vez el hospital pediátrico, único de su tipo en el país que alberga 20 camas para niños con Ébola y trabaje en zona roja dos horas….es de los 9 hospitales a los que he entrado en zona roja donde mejor se cumple el proceso de desinfección…. hoy te decía me sentí muy útil pues cargué de su cunita a la ambulancia a una niña de un año y unos meses que se quedó sin familia por el Ébola. Examiné niños de diferentes edades que oscilan entre los meses de nacido y los 14 años, pero vi morir a cuatro…….
¿Cuánto te marcó esa experiencia?
Dr Ríos Molina: Fue muy difícil para mí. Yo había visto morir a los niños, en Sierra Leona pero en centros para adultos. Aquel era un centro, no de tratamiento, sino de aislamiento pediátrico. La primera vez que fui para evaluar si las condiciones eran óptimas para el trabajo de los médicos cubanos, vi morir a siete niños y a una familia que tenía a tres hijos quedarse reducida al padre y uno solo de los hijos. Aquel niño fue enviado a otro centro y después no supe cuál fue su destino. Yo soy un padre de dos niños, y ver aquello fue terrible para mí. El problema es que no solamente se morían de Ébola, sino también de paludismo, de neumonía, tuberculosis, diarreas, que son enfermedades curables. Allí se morían los niños y ya. Pero vivir aquello nos sirvió a mí y a mis compañeros para enseñar a los médicos y enfermeros locales a darle más sentido a la vida de aquellas personas, y les inculcamos que la vida de un ser humano, fuera quien fuera, era importante.
P: Y ya que mencionas esa enseñanza, ¿Cómo llevaban la labor preventiva y educativa a los pacientes?
Dr Ríos Molina: Nosotros no teníamos concebido trabajo de campo, sino que nos centrábamos en el tratamiento clínico en las unidades. El trabajo de campo lo desarrollaba la Organización Mundial de la Salud con personal británico y norteamericano encargado de visitar las comunidades para informar a la población. Lo otro era la labor de promoción que hacía el gobierno de Sierra Leona en las calles, la televisión y la radio. Ahora, qué pasa con esos medios. Allí no existe el fluido eléctrico, como en Cuba y por tanto la mayoría no tiene acceso a lo que se transmite. Lo que sí se veían eran mensajes y propagandas colocados por todas partes relacionados con el Ébola y se decía que debían llamar ante los síntomas de la enfermedad al 117, que era el Centro de asistencia a los pacientes sintomáticos.
Fue difícil al principio, también de esa manera, porque allí la gente creía que el Ébola no era real, sino una maldición de sus dioses. Por suerte cuando nosotros llegamos en octubre ya la población se estaba convenciendo de que el Ébola existía y era una enfermedad. Fíjate, que en agosto y septiembre las cifras hablan de la mortalidad tan grande en Sierra Leona porque a la gente le costaba entender que la vía de transmisión era de persona a persona y continuaban abrazando al fallecido y encima, mantenían el ritual de beber el agua con que bañaban al difunto para recoger su espíritu. Y ya te puedes imaginar los contagios, porque la mayor carga viral se produce cuando la persona muere.
P: Además de los 165 colaboradores cubanos que enfrentaban el Ébola en Sierra leona había especialistas y voluntarios de otras naciones. ¿Tuviste algún tipo de intercambio con ellos?
Dr Ríos Molina: Muchísimos contactos porque trabajábamos estrechamente con la Organización Mundial de la Salud. Médicos y enfermeros británicos, norteamericanos, australianos, chinos. En una ocasión visitamos un hospital de China, ellos también estaban haciendo un buen trabajo aunque tenían menos camas que nosotros, y ninguno de esos especialistas chinos se enfermó de Ébola. Esos intercambios me hicieron ver que los profesionales cubanos no tienen nada que envidiarle a los de esas superpotencias. Nosotros estamos muy bien formados en cuanto a preparación en la asistencia médica. Inicialmente ellos estaban un poco reacios a trabajar con nosotros por problemas que confrontábamos con el Inglés, pero en la medida que fueron conociendo de la calidad de nuestro desempeño fluyeron mejor las relaciones.
P: ¿Cómo es Sierra Leona?
Dr Ríos Molina: Sierra Leona es un país rico en recursos naturales: hay oro y diamantes. Tiene buenas tierras para cultivar, quizás tenga petróleo, pero es algo que no han explotado todavía. Pero ni el oro ni el diamante les pertenece, y no tienen condiciones para explotar la tierra porque no tienen agua, ni infraestructura. Es un país donde la gente permanece en la calle todo el día tratando de sobrevivir, vendiendo sobre todo, y los que más se dedican a vender son los niños. En cualquier intersección, porque allí no hay semáforos, se puede ver a los niños de siete, ocho o nueve años vendiendo agua refrescos, dulces y otras cosas para ayudar a su familia. Entonces, quienes trabajan son las mujeres y los niños, los hombres no, excepto los profesionales.
Como país capitalista al fin, allí hay de todo, lo de mejor y de peor calidad, lo que quieras comprar. En cambio, la población no tiene acceso a esos productos porque no tiene dinero. Conseguir trabajo es algo grande en Sierra Leona y aunque el salario no es fijo y el trabajador es prácticamente propiedad del dueño, tener empleo es la garantía de una vida mejor.
P: Es entonces otro país subdesarrollado con diferencias abismales entre las clases sociales.
Dr Ríos Molina: Así es. Allí se puede ver justo al lado de una mansión, una choza miserable.
P: Sin embargo me comentabas en una ocasión, que la gente allí puede comprar un celular y luego no tener dinero para comida o medicinas.
Dr Ríos Molina: Así es. A nosotros, como cubanos, nos llamaba la atención ver como allí todo el mundo tiene celular de más o menos calidad. Yo no sé si tenían dinero para hablar, pero muchas veces andaban en harapos, pero con el celular en la mano. Lo que sucede es que la ignorancia es muy grande en Sierra Leona, y las personas no son capaces de ordenar sus prioridades como solemos hacer aquí en Cuba. Allí las cosas funcionan de manera diferente. Por ejemplo, las pocas farmacias que hay no están en función de la salud, sino del comercio. No cuentan con infraestructura de Salud Pública, ni clínicas comunitarias, ni se ven los médicos en las comunidades como aquí. Las unidades asistenciales son privadas y hay que pagar una gran suma de dinero para recibir una asistencia mínima, en tanto hay un solo hospital público que visité y está en muy malas condiciones.
P: Antes de la llegada de los médicos cubanos a Sierra Leona, el Ébola había cobrado la vida a algunos trabajadores de la asistencia sanitaria, y poco después de comenzar el enfrentamiento a la epidemia enfermó el doctor Félix Báez. ¿Cuándo conociste la noticia cuál fue tu primer pensamiento?
Dr Ríos Molina: Fue duro. Éramos 165 hombres viviendo en medio de la epidemia. Cuando Félix enfermó, muchos de nosotros no habíamos entrado aún a un centro de tratamiento al Ébola, y entonces lo que pensábamos era que también nos enfermaríamos cuando nos llegara el momento de trabajar. Pero pesaba más la convicción que tenemos los cubanos de hacer los que nos tocaba al precio que fuera necesario. A partir de aquellos momentos elevamos el entrenamiento y nos preparamos mejor para enfrentar aquel monstruo que teníamos frente a nosotros.
P: ¿Te acuerdas cuando te decía en mis mensajes que revisaras el mosquitero antes de dormir? Y es que no solo debían protegerse del Ébola, sino también de otras enfermedades tan comunes allí como el paludismo, un mal que costó la vida a dos colaboradores cubanos en África Occidental. ¿Existe alguna campaña para proteger a la población local de ese padecimiento?
Dr Ríos Molina: No tienen forma, porque la mayoría no puede pagar ni el medicamento, ni los mosquiteros, ni los insecticidas. Nosotros los colaboradores cubanos si contábamos con todo eso y usábamos una quimioprofilaxis diaria, y evitábamos a toda costa las picaduras de los mosquitos. También trazamos una estrategia sanitaria que consistía en tomar la temperatura diaria y la búsqueda temprana de síntomas.
P: Otra de las historias enviadas por ti desde Sierra Leona que también me conmovió fue el parto que hicieron en la unidad que tenías bajo tu responsabilidad, en Waterloo. La conozco porque la leí, pero hoy me gustaría escucharla.
Dr Ríos Molina: Ese fue el único parto que se hizo en un Centro de Tratamiento al Ébola. Recuerdo que la paciente llegó con diagnóstico positivo de Ébola, remitida de un centro de aislamiento. Era una mujer joven de 31 años de edad, su primer embarazo y tenía casi 38 semanas de gestación, por lo que estaba a término. El centro de nosotros contaba con el único ginecólogo que había en Sierra Leona en aquellos momentos. A las cinco de la tarde nos llamaron porque la muchacha había entrado en trabajo de parto. El cirujano, Doctor Iliones y el ginecólogo que era el médico santiaguero Juan Andrés y otros cinco enfermeros comenzamos a trabajar. Yo fui solamente asistir, en realidad fueron ellos los que hicieron el parto que duró casi seis horas. La paciente fue tratada como si estuviera en Cuba, con todos los recursos, pero el feto estaba fallecido cuando nació, era un varoncito con un buen peso pero, al parecer, la carga viral del Ébola le causó la muerte. Ella quedó bien, las pérdidas que tuvo fueron discretas, se medicó y estaba con buen estado físico general. Pero al amanecer estaba muerta en el suelo, cianótica, debido a un tromboembolismo pulmonar causado, probablemente, por el líquido amniótico. Sin embargo no sangró, lo que nos llevó a concluir que la muerte no se debió al Ébola.
P: ¿El hecho de ser muy joven, cumpliste 30 años de edad en Sierra Leona, te creó obstáculos para tu desempeño como directivo en la misión?
Dr Ríos Molina: De los médicos era yo el más joven en Sierra Leona, y de los enfermeros había uno que contaba 26 años. Ciertamente, el haber ocupado el cargo de Coordinador General de un Centro de Tratamiento al Ébola fue un poco complejo. Yo tenía 37 subordinados y la responsabilidad era grandísima porque se trataba de mantener saludables a esas personas que tenía bajo mi mando y hacer bien el trabajo que nos tocaba. Inicialmente, el mando superior estuvo un poco reacio en darme esa responsabilidad por mi juventud, pero les demostré con mucho trabajo que sí podía hacerlo y hacerlo bien. Luego contaban conmigo para tomar decisiones porque aprendieron a confiar en mí. Y como yo, también brilló el médico Dayron de 29 años y un enfermero de Pinar del Río que tenía 26. Es decir que la juventud cubana estuvo muy bien representada allá porque el resto era personal de más edad y experiencia.
P: ¿Y de esas buenas relaciones de trabajo nacieron también lazos de amistad verdadera y perdurable?
Dr Ríos Molina: Como no. Allí trabajan conmigo personas de muchas provincias del país con quienes mantuve buenas relaciones de amistad, sobre todo, con los médicos y enfermeros de las Tunas que se convirtieron en mis amigos y serán mis amigos para toda la vida. También conocí a otros especialistas, que aunque trabajaban como yo en la capital, nunca nos habíamos visto, ellos son también amistades de verdad que se quedaron para siempre.
P: ¿Dejaste amigos en Sierra Leona?
Dr Ríos Molina: Muchísimos amigos que se quedaron llorando la partida de nosotros. Amigos de verdad que admiran mucho a los médicos y enfermeros cubanos y al pueblo de Cuba. Y conocen a nuestro Presidente y algo de nuestra historia. Muchas veces nos decían: nosotros no hacemos lo que ustedes hacen.
P: A la partida de los colaboradores cubanos, ¿quiénes se quedaron frente a los Centros de Tratamiento al Ébola, conociendo que el virus no se ha erradicado totalmente?
Dr Ríos Molina: Muchos centros empezaban a cerrarse en los últimos días de mi estancia en Sierra Leona, al ser significativa la reducción de los casos, y no ser rentable tener las unidades abiertas para uno o dos pacientes. Se fueron identificando los centros que más personal sanitario local tenían para centrar en estos el tratamiento a la enfermedad.
P: ¿El momento más terrible en Sierra Leona?
Dr Ríos Molina: Ver los niños morir.
P: ¿El más hermoso?
Dr Ríos Molina: Dar de alta a un niño de ocho años que perdió a su familia completa, a quien felizmente logramos salvar del Ébola.
P: Cuando nuestro amigo común, Gerardo Hernández, uno de los Cinco, llegó a Cuba tras 16 años de injusta prisión, él confesaba que al inicio despertaba algunas veces con la terrible sensación de estar todavía en la cárcel. ¿Te ha sucedido algo similar después del regreso a tu casa y tu pueblo de San Antonio de Río Blanco o pasaste la página sin traumas?
Dr Ríos Molina: Marle, yo recuerdo todo lo que vi, todo lo que viví. La experiencia fue maravillosa, tengo la seguridad que fue una bendición en mi vida. Agradezco a las autoridades que me escogieron para la misión porque salvé muchas vidas y conocí cosas que jamás imaginé existieran en el mundo. Pero para mí no creó traumas. Yo fui a Sierra Leona a hacer lo que mejor sé, que es trabajar y dar vida y salud a las personas. Duermo tranquilo con la felicidad de estar con mi esposa, mis niños y mi familia.
P: Y ya que hablamos de Gerardo Hernández Nordelo, supe que te llamó por teléfono.
Dr Ríos Molina: Tremenda sorpresa. Yo estaba atendiendo a un paciente en mi casa…
P: ¿Es que acaso no estás de vacaciones?
Dr Ríos Molina: Sí, pero el enfermo no puede esperar y la gente sabe que puede llamar a mi puerta a la hora que sea.
P: Lo sé. No me equivoqué cuando quise que entre Gerardo y tú surgiera un puente de amistad. Pero cuéntame, ¿Que te dijo Gerardo?
Dr Ríos Molina: Mira, me agarró de sorpresa y no sabía qué decirle. Pero cuando lo escuché hablarme como si me conociera de toda la vida se me fueron los nervios. Me preguntó por mi familia, por mis niños. Me dijo que estuvo pendiente de lo que hicimos los colaboradores cubanos en África Occidental y me aseguró que en cuanto estuviera con menos complicaciones de trabajo vendría para verme y escuchar mis experiencias de Sierra Leona.
P: Además de ese encuentro con Gerardo, y de recibir el Nobel de la paz, ¿qué otros proyectos tienes en lo adelante?
Dr Ríos Molina: ¿Tú crees que lo ganemos? Va a ser difícil.
P: Estoy segura.
Dr Ríos Molina: Vamos a ver. Del futuro te puedo decir que seguiré trabajando en el Hospital Naval Luis Díaz Soto y me gustaría hacer una Maestría en Infectología. No sé si seguiré en el séptimo piso, pero tengo la seguridad de que me espera mucho trabajo por delante.
P: Si ahora te proponen enfrentar otra epidemia, incluso más terrible que el Ébola, fuera del país ¿qué harías?
Dr Ríos Molina: Te voy a decir lo mismo que le dije al Ministro de Salud Pública el día que me lo preguntó: Donde sea, cómo sea, a la hora que sea y lo que haya que hacer lo haré. Los cubanos somos así. Y ya te digo, sea fuera o sea dentro del país porque no me canso de decir que hay muchas misiones que cumplir aquí dentro también, y a veces se nos olvidan un poquito. Tenemos muchos problemas que resolver y tenemos que ponerle el pecho para que no se deteriore el sistema nacional de salud, que es una de las conquistas más hermosas de la Revolución. Cuando vas a otro país terminas convenciéndote más de esa verdad.