La imagen entrañable de Fidel para la Historia
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“Es cierto que los poetas
atrapan instantes de la vida
y los fijan en la historia.
Generalmente el pasado
vago y nostálgico
o el presente inmediato
con sus fuegos sutiles
y sus reverberaciones.
Pero qué difícil atrapar el futuro
y colocarlo para siempre
en la vida de todos los poetas,
de todos los hombres.”
Me pregunto, nos preguntamos, ¿Cómo captar la imagen total de un hombre tan real y a la vez tan inapresable? Un hombre que ha marcado el siglo XX con una presencia imborrable y única y que va en camino de trazar la brecha por donde vamos a andar en el XXI. Un cubano universal que ya va viviendo a galope con su leyenda. Para algunos un monstruo sagrado de la política internacional; para nosotros, sencillamente Fidel, esa conciencia que nos acompaña, que nos ha enseñado a actuar, que le otorgó la dignidad definitiva a la patria, que rediseñó la nación cubana con vocación de universalidad a partir de los postulados martiano de que Patria es Humanidad. Que ha hecho que nuestro país de pie ante sí mismo y ante el mundo sienta el orgullo sencillo de SER después de más de cien años de humillaciones, colonialismo e injerencia extranjera. Fidel nos ha dado una patria que tantas veces estuvo en peligro de convertirse en protectorado norteamericano. Nos ha puesto de frente al espejo donde por vez primera nos reconocemos en todos nuestros atributos.
Su imagen es una e indivisible, múltiple y diversa a la vez. Y ante ese espejo cóncavo su propia figura en un juego de contraste que evocan la luz interior, es la de un ser iluminado hasta en sus más secretas galerías.
Me pregunto, nos preguntamos, ajenos a toda consideración política, ¿Cómo estar sin Fidel? Por la gracia de Dios o quien sabe si por la de los orichas estamos con él y él estará con nosotros por mucho tiempo como cifra cotidiana en nuestra vida. Si como dicen los griegos la imagen es la persona y se recrea en su ser más recóndito e insondable, en estas imágenes está el hombre pluridimensional es su más acabada hechura. Un Fidel Castro visto por lentes disímiles, a caballo entre la épica y la lírica, un Fidel en diversos planos, en acciones variadas, en momentos de intimidad y sosiego, de clamor y de lucha. Todos ellos adheridos como una sustancia viscosa e indeleble a la historia, y no digo solo a la nuestra sino a la de nuestra época. Un aliento rescatado mágicamente por el lente de nuestros más creativos artistas de la fotografía, los que lograron en el instante cuasi inasible un gesto, una mirada, un brío irrepetible, todo ello si perder la inocencia creadora, la que revela como nada el mundo convulso y comprometido del modelo. Inocencia que se torna cómplice de los avatares del tiempo, y que se sumerge en él.
La fotografía es un arte transido de dualidades, puede testimoniar en un registro fiel toda la verdad de un hecho o mentir impunemente. Pero como quiera refleja valores de un acontecimiento y los fija en la memoria. Sin la fotografía, sin el documental, tendríamos una imagen parcial y fantasiosa de la realidad de nuestro pasado, una sola cara de la luna para mejor decir. Pero gracias a ella poseemos lo viable y lo invisible, gracias a ella existimos, como el propio Fidel dijo en una ocasión, con nuestras más legítimas vestiduras. La fotografía ha abierto al mundo una nueva vía para la interpretación de la realidad. En el mundo visto por un lente que capta, repito, lo real y lo irreal mucho mejor que cualquier otro arte. Quizás sea Fidel, no lo sé con seguridad, el hombre más fotografiado del siglo XX, por lo menos lo es de Cuba. Se imaginan ustedes si tuviéramos solo una décima parte de las fotografía que poseemos de Fidel, de nuestro José Martí. ¡Cuántas facetas de Martí no tendríamos hoy! Pero Fidel nació en el siglo del cine y de los avances tecnológico para suerte de todos nosotros y del mundo. Quiero recordar que una fotografía le salvó la vida unos días después del asalto al Cuartel Moncada. Cuando el pueblo vio su imagen viva y hierática con la de nuestro Apóstol a sus espaldas en un recinto policiaco de jenízaros, nada pudo destruirlo. Su rostro poderoso, su propia imagen en el papel lo salvó, como en un conjuro de fuerzas divinas. No creo que en este siglo haya un hombre cuya propia imagen le haya servido en un momento tan crucial y oportuno de salvoconducto. Y es que esa irradiación de su persona vencía cualquier oscuro designio.
Los artistas de la épica, como son llamados estos fotógrafos que han acompañado a Fidel en las aventuras más increíbles, han logrado apresar lo inapresable con plena maestría, han convertido lo cotidiano en universal, lo ordinario en extraordinario, han seguido a Fidel a todo riesgo, en todo tipo de acciones, han ido fijando conceptos que contribuyen a articular una vida cuajada de ideas, cavilaciones, batallas ciclópeas, y un destino que ya nos había trazado José Martí en su última carta, dirigida a Manuel Mercado en mayo de 1895 en plena manigua mambisa, cuya réplica histórica la protagonizó Fidel en su nota a Celia luego del bombardeo de la aviación de la dictadura a la humilde casa de un campesino de la Sierra Maestra.
José Agraz, Luis Pierce, Raúl Corrales, Osvaldo y Roberto Salas, Ernesto Fernández, Liborio, Korda, Collado, gracias por perpetuar en estas cien muestras la imagen entrañable de Fidel para la Historia. Y la nueva hornada de artistas de la fotografía tenga preparado el lente que todavía quedan muchas imágenes que tomar de nuestro Comandante en Jefe.
Palabras del Premio Nacional de Literatura Miguel Barnet para la inauguración de la exposición “Momentos”, en la Fototeca de Cuba, que muestra un recorrido por instantes de la trayectoria de nuestro Comandante en Jefe, captados por algunos de los más reconocidos artistas del lente.