Llegar a Girón antes del amanecer
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¿Recuerda su primer encuentro con Fidel?
—A mediados de 1959, en una visita que él hiciera a la jefatura de la Fuerza Aérea del Ejército Rebelde en Ciudad Libertad. También estaba el Comandante de la Revolución Juan Almeida, quien había sido nombrado jefe de ese cuerpo.
Fidel nos reunió a los pilotos que habíamos estado presos. Miró para mí y me dijo: "Carreras, tú eres el más viejo, el de más experiencia; la tarea que te voy a dar es la de preparar a los futuros pilotos que necesitamos para defender la Revolución desde el aire. Sabemos que tarde o temprano nos van a atacar".
Le respondí que estaba en la mejor disposición, pero que era necesario irnos de Ciudad Libertad. Días después, Almeida me dio la orden de recoger todos los aparatos que estaban en Libertad y llevármelos para San Antonio de los Baños. Ahí comenzamos a dar las primeras clases. En medio de las dificultades y con grandes esfuerzos, se forjaron esos primeros pilotos que pasaron a integrar la primera unidad combativa de nuestra Fuerza Aérea. Muchos de ellos serían después jefes de escuadrillas, de escuadrones e inclusive de bases aéreas.
La preparación de nuestros pilotos debe estar ligada siempre a la lucha sobre el mar, pues siendo Cuba una isla, nuestra fuerza aérea debe estar preparada para combatir, tanto sobre tierra como sobre el mar.
Puedo decir, sin temor a equivocarme, que la aviación de combate revolucionaria nació y se crió en la Base Aérea de San Antonio de los Baños.
—¿Mantuvo el contacto con Fidel?
—Sí. Él nos visitaba mucho en San Antonio. Hablaba con los técnicos y pilotos.
En esas conversaciones nos dijo: "Miren, esos aviones destartalados que ustedes vuelan, deben dislocarlos y no tenerlos aglomerados, de manera que, si se produce un ataque aéreo, el enemigo destruya los aparatos dados de baja. Pónganlos distantes unos de otros con el fin de confundirlos y preservar nuestras máquinas. Estoy seguro de que nos atacarán. Muévanse rápido antes de que vengan". Así ocurrió.
—¿Con cuántos pilotos contaban?
—Las FAR contaban con diez pilotos de combate, pero solo tres éramos experimentados. Los demás tenían pocas horas de vuelo en los diez aviones dados de alta, por el tesón de los técnicos y mecánicos, que hacían adaptaciones para que volaran aquellos vetustos equipos, prácticamente a riesgo de los tripulantes.
—En los momentos en que se está produciendo el desembarco de Girón, ¿habló con Fidel?
—Sí. Eso ocurrió en la madrugada del 17 de abril. A las 04:45 Fidel llamó a la base y pidió que me pusiera al teléfono. Me recogieron en un jeep.
Al llegar a la Torre de Control tomé el auricular y respondí: "A sus órdenes, Comandante en Jefe".
—Fidel, ¿qué le dijo?
—"Carreras, en Playa Girón se está llevando a cabo un desembarco. Despeguen y lleguen allí antes del amanecer. Húndanme los barcos que transportan las tropas y no me los dejen ir. ¿Entendido?".
"A sus ordenes, Jefe", respondí esperando ansioso unos segundos. "¿Eso es todo?".
A mi requerimiento agregó: "¡Patria o Muerte!".
"¡Venceremos!", contesté lleno de entusiasmo.
—¿Qué sintió en esos momentos?
—¡Imagínate! Yo era un simple capitán y de repente estaba recibiendo las órdenes directamente del Comandante en Jefe. Para mí, no en aquel momento, hoy en día si me vuelve a llamar, me siento profundamente emocionado.
Me habló con una firmeza, un entusiasmo, que me dejó estremecido por dentro y realmente me inyectó más valor para cumplir la misión que me había encomendado porque, de verdad, nuestros aviones estaban destartalados.
—Al comenzar las hostilidades, ¿cómo estaba la correlación de fuerzas?
—Cuatro días antes del inicio de la agresión, la correlación con el enemigo era aproximadamente a su favor 5-1 en el caso de los aviones, y 12-1 en el de los pilotos.
—¿Cuántas misiones realizaron?
—En menos de setenta y dos horas, diez pilotos con ocho desvencijados aviones, realizamos setenta misiones.
—¿Cuántos aviones derribaron?
—Nueve bombarderos B-26. Hundimos dos barcos de transporte de tropas, tres barcazas LCT de transporte de tanques y cinco barcazas de desembarco.
—¿Conoce el número de bajas enemigas?
—Solo en sus aviones murieron catorce pilotos. De ellos, cuatro instructores norteamericanos.
—¿Qué significa para usted ser Héroe de la República de Cuba?
—Es la máxima responsabilidad que puede tener un revolucionario. Jamás pensé llegar a ostentar ese gran honor que me ha conferido la Revolución. Me siento con una gran responsabilidad ante mi pueblo y ojalá la vida se me alargue un poquito para poder ayudar más. Me siento muy orgulloso de poder llevar esa estrella en mi pecho.
—¿Pensó alguna vez llegar a General?
—Nunca. Mi aspiración, te voy a decir la verdad, era llegar al grado de capitán. Para mí, todos los ascensos que me han dado han sido sorpresivos. En el acto de ascenso en que me hicieron General de División —19 de marzo de 1994—, invitaron a toda mi familia, a mis compañeros. Cuando vi a Raúl poniéndome por un lado los grados y por el otro a Almeida, me vino a la mente cuando conocí a aquellos jóvenes que acababan de bajar de la Sierra. Sentí una profunda emoción.
Algunos me han preguntado si no me pesan mucho las estrellas. Les he respondido que el peso que llevo sobre mis hombros es el mismo peso que llevan todos los revolucionarios.
—En su trayectoria como piloto, ¿en qué momento ha sentido miedo?
—En varias ocasiones. El miedo existe. En los combates de Girón me dañaron dos veces. Me impactaron en el cilindro número uno del Sea Fury. Tuve muchas probabilidades de morir.
También un encierre que me hicieron entre dos B-26 que me perforaron el tanque del ala izquierda, pero por suerte, ya se había consumido el combustible. En esos momentos sentí miedo, pero aun en esa situación, recordé la llamada de Fidel y me dije: Bueno... estamos cumpliendo.