Speeches and Statements

Discurso pronunciado por el Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz en la Clausura del VIII Congreso de la Federación Latinoamericana de Periodistas (FELAP), en el Aula Magna de la Universidad de la Habana, el 12 de noviembre de 1999

Date: 

12/11/1999

Nota del compañero Fidel



Estimados lectores de Granma:

Como una deuda con los miembros de la Unión de Periodistas de Cuba y los de la Federación Latinoamericana de Periodistas, envío a Granma el discurso pronunciado en un plano familiar y casi confidencial en el Aula Magna de la Universidad de La Habana, el día 12 de noviembre de 1999, algunas de cuyas partes más delicadas revisé cuidadosamente. Me responsabilizo con todo cuanto en él se expone.

Fidel Castro

Queridos amigos:

Hoy será diferente a otras ocasiones. He tratado de saber qué ha estado pasando en estos días, ustedes mismos no me permitieron que me informara de eso, porque por haber llegado puntual, quizás con medio minuto de adelanto y corriendo más de lo habitual, estaba con la esperanza de que Tubal (Presidente de la Unión de Periodistas de Cuba, UPEC) me explicara cómo habían trabajado, qué programas tenían aquí esta noche —eso ni se sabía, yo no sé si él lo sabía (Risas)—, y me decían que se concluía el Congreso de la FELAP (Federación Latinoamericana de Periodistas) y se inauguraba el encuentro de periodistas españoles y latinoamericanos. Bueno, se inaugura, sí, porque se anuncia. Creo que hay dos portugueses y un español.

Trataba de comprender qué era eso, dos eventos, y pregunto: "¿Hay discurso aquí?" Dice: "No, no hay discurso, hay un coro." De modo que no podía ni siquiera orientarme, ni siquiera tener un poco de información; lo más que supe alrededor de las 7:30 p.m. eran algunos detalles de lo que había aquí, y nada más. Sí sabía que finalizaba el Congreso de la FELAP; eso lo sabía, un poco por la prensa y por algunos minutos en que pude ver la televisión. Digo: "¿Y dónde?" Me responden: "En el Aula Magna de la Universidad de La Habana." Me preguntaba por qué, y me digo: ¿Los habrán desalojado del Palacio de las Convenciones? (Risas) —sí, porque a veces desalojan—, ¿o será porque el Aula Magna tiene un simbolismo muy grande? Me agradó al escuchar que era por esto último. Y me dije: Quisiera estar allí aunque sea unos minutos, aunque solo sea para saludarlos. ¿Unicamente por aprecio y afecto por esta organización? No, no era solo por eso, era por la importancia que, a mi juicio, tiene hoy más que nunca esta organización.

Aunque sé que algunos de los periodistas han tenido ciertas dudas acerca de su papel, de sus posibilidades, de sus perspectivas; a pesar de que es pequeña y tiene muy pocos recursos, pienso que si se desea, y si se lo proponen ustedes y nos lo proponemos todos, esta organización puede ser el instrumento que estamos necesitando cada vez más.

He tenido el privilegio de participar, hace alrededor de siete meses, en un congreso de periodistas cubanos. Antes habíamos tenido un congreso de escritores y artistas de nuestro país, unas cuantas semanas antes puede decirse, y puedo asegurarles que en los largos años de Revolución no había tenido oportunidad de ver dos reuniones tan fecundas como esas, que llamamos congresos, y que tuvieron lugar en la primera mitad del año: a discutir, y a discutir de verdad problemas y temas de todo tipo.

Yo comprendo bien lo difícil que es ser periodista en un país socialista, digamos, en nuestro propio país, en que los medios, o los órganos de difusión no son propiedad privada de nadie, son propiedad, no voy a decir del Estado —sería imprecisa esa definición, el Estado es una institución cada vez más calumniada—; nosotros concebimos que la propiedad de estos medios es una propiedad del pueblo. Pudiera parecer una frase, una palabra, una consigna; quizás lo difícil sea usar de una manera eficiente y óptima esos medios, que son del pueblo y que tienen una asociación muy grande con eso que se llama Estado.

El gran sueño de la reacción a lo largo de este siglo, a lo largo del desarrollo del capitalismo, ha sido demostrar que el Estado no sirve absolutamente para nada, aunque ellos sí saben para qué sirve.

El Estado es ineficiente, el Estado es un desastre, de acuerdo con la filosofía de esos sectores reaccionarios; al Estado hay que desprestigiarlo, y yo incluso estaría de acuerdo, depende de cuál Estado.

El Estado, llamado a desempeñar un papel fundamental en una época de tránsito histórico, es una institución imprescindible, absolutamente imprescindible, y, en ese sentido, lo que nosotros quisiéramos hacer desaparecer son las ineficiencias del Estado que los revolucionarios no hemos sido capaces de construir mejor. El viejo Estado de los capitalistas, el de los explotadores, es el Estado que quisiéramos ver desaparecer de una vez y para siempre.

De modo que hay dos tipos de Estado y dos conceptos de Estado diferentes, diametralmente opuestos: aquel perverso Estado tan bien engrasado y este Estado nuestro ineficiente. Al final, cuando cada cual haya cumplido su tarea, según soñaba Marx, que los dos desaparezcan.

Una de las cosas que más me atrajo a mí del marxismo fue la idea de que un día no existiera el Estado; una vez concluida su misión, aquel instrumento que habría de servir para crear una sociedad nueva no tendría razón de existir.

Hay muchos sueños en el marxismo y no estoy dando aquí una conferencia sobre marxismo ni mucho menos, ni siquiera haciendo una defensa, es una simple reflexión sobre un sueño, no una utopía. Hay una diferencia entre los sueños y las utopías, y a la vez mucha similitud entre los sueños y las utopías.

Martí dijo una vez que los sueños de hoy serán las realidades de mañana. Hay que empezar siempre soñando, hay que empezar creando utopías, y les habla un individuo que empezó siendo utópico, y por su propia cuenta, es lo más curioso. Cuando comencé siendo utópico, meditando sobre los problemas de la sociedad aquella que yo conocía, creo que no sabía siquiera nada de los utópicos; pero la verdad es que comencé siendo un soñador, un utópico, y hoy creo que soy un realista, un soñador y un utópico. Parte todo de una fe, la fe en el hombre, y si existe la fe en el hombre, entonces se tiene la convicción de que no existen sueños ni utopías que no puedan realizarse.

¡Qué lejos nos parece el comunismo y qué lejos realmente está! Qué lejos aquella fórmula de distribución: "De cada cual según su trabajo, a cada cual según sus necesidades." ¡Qué lejos estamos de aquella hermosa fórmula! Y qué sabio fue Marx cuando habló de dos etapas: una socialista y otra comunista, la primera presidida por la fórmula "de cada cual según su capacidad, a cada cual según su trabajo". Bien sencilla, sencillísima. Fue sabio, porque hoy es prácticamente la única por la que se puede luchar, un camino necesario del cual no puede prescindirse, y que a aquellos que nos enamoramos de la fórmula comunista nos parecía una fórmula injusta.

Para mí la fórmula socialista es una fórmula necesariamente injusta, pero está muy por encima de la repugnante sociedad capitalista en que los que realmente aportan según su trabajo apenas reciben nada, mientras los mayores holgazanes de la sociedad lo reciben todo.

Sí, ustedes también son proletarios, nadie se asombre; son proletarios del trabajo intelectual, proletarios del pensamiento, proletarios de las ideas, proletarios en la elaboración de mensajes; son proletarios, incluso, cuando salen corriendo a llevar un reportaje al periódico, y antes, cuando no existían las computadoras, tecleando desesperadamente en una máquina de escribir. Son, además, obreros asalariados.

No sé, ¿hay alguno aquí de la SIP? No, díganme la verdad, ¿hay alguno? Imagino que ustedes, como periodistas, viven de su trabajo, y que, aunque mal, les pagan algo, a unos más y a otros menos; luego son obreros asalariados. De acuerdo con la fórmula socialista, tal vez según su capacidad, como la capacidad no es igual en todos, los de más capacidad recibirán mucho más. Algunos pueden tener mucha menos capacidad, pero muchos más hijos, muchas más necesidades y, al final, no podría hablarse enteramente de una sociedad justa. Bueno, eso es lo que les ocurriría a ustedes en el socialismo; en el capitalismo ya sabemos bien lo que les ocurre.

Estas reflexiones —que no quiero extender— quizás sirvan para explicar la enorme felicidad que experimenté, en el congreso de que les hablaba en el primer semestre de este año, cuando pude ver con más claridad que nunca —y han pasado años de Revolución— cuán decisivo puede ser el papel de la prensa en el socialismo, cómo debe funcionar la prensa en el socialismo y qué inmensas, qué infinitas posibilidades tiene la prensa en el socialismo. Es como esas cosas que de repente se ven con una enorme claridad.

Han sido necesarios 40 años de Revolución, han sido necesarias experiencias de todas clases, ha sido necesario un período especial, ha sido necesaria una batalla ideológica descomunal, ha sido necesario caer en este mundo que llaman globalizado, donde, entre otras cosas, las más globalizadas son la desinformación y la mentira.

Quizás nunca en circunstancias como estas se podría comprender cuánto valen los medios de prensa cuando están al servicio del capitalismo y del imperialismo. El imperialismo y el capitalismo han subsistido en gran parte por factores subjetivos, y uno siente la impresión de que eso lo descubrieron primero los capitalistas que los marxistas.

Para mí los factores subjetivos tienen también una importancia enorme, y la propia historia no marcha linealmente, tiene avances, retrocesos, y de nuevo avances que se reanudan siempre intercalados con mayores o menores retrocesos.

Con nuestros periodistas hace unos días estuve conversando extensamente sobre estos temas. Los capitalistas descubrieron el valor de los factores subjetivos y descubrieron en los medios masivos el instrumento perfecto de influir de una manera avasalladora sobre esos factores subjetivos que constituyen ingredientes imprescindibles de la historia, de los avances históricos, o de la prolongación de sistemas inicuos, explotadores, monstruosos, inhumanos, que subsisten hasta que una crisis, que pudiéramos llamar nuclear, los hunde definitivamente.

Y digo nuclear porque solamente cuando en las sociedades se acumula tal cantidad de problemas, cuando se hacen absolutamente insostenibles, estallan, incluso por encima de los factores subjetivos, incluso por encima del dominio avasallador que pueda tener un sistema sobre los medios de divulgación, con los cuales controlan esos factores subjetivos, que podrían contribuir más a acelerar el curso de la historia y a hacer desaparecer un mundo lleno de injusticias, lleno de miserias y lleno de monstruosidades.

Quiero decir que los hombres progresistas, los hombres que desean un mundo mejor —hombres y mujeres, por supuesto—, tienen que comprender la importancia de esas herramientas con las cuales se forman conciencias, y pueden convertir esos factores subjetivos en instrumentos decisivos de la marcha de los acontecimientos históricos.

En esa reunión de que les hablaba se hicieron evidentes estas verdades. Claro, no es que se descubrieran ese día, fue producto de la batalla que veníamos librando, fue producto de leer durante muchos años, y cada vez más, las noticias de cuantos acontecimientos ocurren en el mundo, en este mundo tan globalizado, donde incluso si un gato muere en una esquina del Cairo, aparece en algún cable. Quien tenga el hábito de informarse, de emplear dos o tres horas todos los días en recoger y analizar información de lo que ocurre en el mundo, tiene idea de cómo funcionan los mecanismos de sembrar mentiras y de crear desinformación.

Yo he tenido esa posibilidad, y estoy expresando precisamente esa experiencia vivida, y vivida más que nunca en esta época de crisis, de hegemonismo unipolar y de globalización de las ideas reaccionarias, de las mentiras, que antes llegaban a un país, después llegaban a un continente y ahora llegan, en fracciones de segundo, a cualquier rincón del mundo.

En realidad, al campo socialista y a la URSS no los destruyeron fundamentalmente sus propios errores, los destruyó esa infernal maquinaria de la mentira, del engaño y de la desinformación; les hicieron creer, y no fueron capaces de contrarrestarlo, la ilusión de que esas sociedades de consumo, de que ese mundo occidental era lo más maravilloso que podía haberse concebido jamás. Aquellas revistas, donde se ha invertido tanto papel como el necesario para enseñar a leer y a escribir diez veces la población actual del mundo, dedicadas, por ejemplo, a la chismografía de lo que hicieron tales y más cuales personajes, frivolidades suficientes para enviar al infierno unas cien veces la población actual del mundo. Todas esas cosas, toda esa propaganda que no fueron capaces de contrarrestar aquellos que actuaban en nombre de ideales de progreso.

Me consta que la inmensa mayoría creía en esos ideales, pero no fueron capaces de descubrir o desarrollar los medios, las formas y los procedimientos para combatir el mar de mentiras y de ilusiones que les sembraban por todos los medios. No eran tontos aquellos que se empeñaban en lanzar emisiones radiales como la Voz de Estados Unidos de América, y de sus aliados, para que llegaran a todos los rincones del mundo y al seno de las sociedades de los países socialistas, todas las ilusiones y todas las mentiras que fueron enajenando a millones de personas en esos países.

Claro, no es un mérito de ninguno de nosotros los cubanos el haber podido descubrir y ver con mucha más claridad esas cosas; porque, bueno, unos eran inmensos países y había esquematismo, dogmatismo, al extremo casi de convertir la doctrina en una religión, burocratismo y montones de cosas más que permitieron o hicieron posible un retroceso de la historia, y que lo que debió haber sido perfeccionado, que necesitaba mucho perfeccionarse, fuese destruido. El elemento principal siguió siendo aquel instrumento, que tan hábilmente y tan eficientemente emplearon el capitalismo y el imperialismo.

Ya les mencionaba que se invertían inmensos recursos, y hablaba de frivolidades, chismes, tonterías que envenenaban a la gente, como pueden envenenar algunas de esas novelas frivolísimas que de tal manera encantan, capturan, conquistan y hacen prisioneras las mentes de millones de personas. Así también han manejado y manejan hoy más que nunca la mente, pudiéramos decir, de miles de millones de personas.

Está la enorme cantidad de papel, de los más lujosos, que se invierte simplemente en publicidad, y los millones de horas que se invierten al año en publicidad. Nosotros hace rato que no tenemos publicidad en la radio, en la prensa escrita o en la televisión, y nos vimos obligados en estos tiempos, para poder divulgar, por ejemplo, un importante evento deportivo, a poner algunos anuncios en la televisión. De repente, en medio de un emotivo y tenso juego, nuestra televisión y nuestro pueblo, especialmente aquellos que se preocupaban de modo especial por estas cosas, tenían que ver que se interrumpía el hilo del espectáculo para publicitar una mercancía, que podía ser el automóvil tal y más cual u otra cosa que la inmensa mayoría de la población no tenía la menor posibilidad de adquirir.

Hasta que a raíz de los últimos juegos de Winnipeg, en que por cierto el bandidismo y la corrupción en el deporte, como en otras tantas cosas, se hizo más evidente que nunca, decidimos —aunque tengamos que arrancarnos una mano, o, como se dice, aunque nos costara un ojo de la cara— acabar con la propaganda comercial en nuestras emocionantes competencias deportivas.

A veces una entrevista que nos han hecho en la televisión extranjera, y he tenido oportunidad de ver, es desesperante, y solo se soporta por costumbre, cuando se interrumpe cada tres minutos lo que se está diciendo para anunciar cualquier cosa, desde una untura de esas, un aceite para aplicarle a la piel a fin de que esté más tostadita o menos tostadita, más suave o no sé qué, artículos de perfumería, digamos, o algún artefacto para hacer ejercicios en las casas corriendo así y así, y tantos disparates, que a mí por lo menos me desesperan, es algo terrible.

Yo diría hoy que un ciudadano norteamericano no podría vivir sin esas interrupciones, porque ya las han convertido en un reflejo condicionado y si el novelón no se interrumpe para un anuncio, entonces aquello debe parecerle algo falta de motivación, de suspense y de interés, porque tiene que vivir en aquella angustia de ver qué fue lo que inmediatamente dijo después aquel señor que está hablando y qué ocurriría con lo que se narraba.

Imagínense, nosotros, que tenemos un periodiquito con ocho páginas viendo cómo lo utilizamos y hemos estado años con un solo periódico diario, qué sentiríamos cuando veíamos un periódico incluso de algunos de nuestros países del Tercer Mundo, donde sabemos que hay tanta hambre y miseria y tanto niño por la calle sin ir a la escuela, pidiendo limosnas, limpiando parabrisas, un periódico con 80 páginas de anuncios. En eso se utiliza el papel, la imprenta y muchas cosas. Y hablo de la prensa escrita.

Usted quiere buscar una noticia y tienen tres páginas completas de anuncios de cuanta cosa loca hay en el mundo para encontrar un materialito que le interesa un poco y cuando lo encuentra, después dice: pasa a la página tal, tiene que pasar otras 40 hojas para encontrar la página tal, donde continúa aquello que le están contando y que a usted le ha interesado.

De modo que en realidad, y tomando en cuenta la pobreza enorme de muchos de esos países, quizás, junto al veneno colosal que se recibe todos los días por esas vías, esté únicamente el beneficio del uso sanitario que pueda tener tanto papel.

Tenemos que resignarnos; incluso, ustedes, los periodistas, tendrán que resignarse a que si escriben algo bueno, en esos pocos espacios en que pueden escribir, corran la misma suerte que una gran cantidad de anuncios publicitarios (Risas).

Miren, más vale que yo no me embulle con este tema, o con estos temas, porque les quería nada más que reflejar algunas ideas y es la importancia que tiene la prensa, o, mucho mejor todavía, la importancia que tienen los periodistas o los que hoy llaman comunicadores. Yo prefiero seguir llamándolos periodistas, aunque sería capaz de comprender lo que se quiere decir con comunicadores. En nuestra universidad, creo que se llama ahora la facultad de Comunicación Social. Perfecto, tiene muy bien puesto ese nombre, cuando lo terminemos de entender cabalmente; pero admito, es más amplio, realmente es más amplio.

Eso fue algo que vimos con tanta claridad en ese congreso del que les hablaba y sobre el que traté un poco de ilustrarles, al considerar las posibilidades que nosotros, los comunicadores pobres —y yo no me atrevería jamás a la presunción de considerarme un periodista, pero sí tengo la necesidad de comunicarme; no soy un comunicador, sino alguien que tiene necesidad de comunicarse—, tenemos frente a ese colosal imperio y la infinita fuerza que poseen aquellos que están haciendo retroceder al mundo y amenazan con llevarlo al exterminio, cuyas ideas, cuyos conceptos y cuyas mentiras hay que destruir.

Creo, ciertamente, que en este momento que estamos viviendo, ya al entrar en el próximo siglo, sobre el que incluso se está diciendo una gran mentira, que uno lo ve y casi se desespera. Se afirma, por ejemplo, que el próximo milenio comienza el año 2000. Dicen sobre esto una mentira más, aunque admitamos que no sea más que una mentira convencional. Si quieren podemos celebrar y no tomando champaña, sino denunciando cosas que hay que denunciar, dos inicios de siglo y con ellos celebrar dos inicios de milenios. El 31 de diciembre de este año y el 31 de diciembre del próximo año, a las 12:00 y un segundo de la noche, de acuerdo con la ubicación geográfica de cada país, donde esté el ciudadano, porque tan relativo es todo que en 12 horas se producirán infinitos millones de años nuevos, siglos nuevos y milenios nuevos, de modo que cada ciudadano de este mundo lo va a celebrar, porque cuando el vecino de enfrente haya llegado a esa hora exacta, él todavía no ha llegado. Matemáticamente es así; lo señalo como un ejemplo, aunque en este caso, digamos, más bien cómico y risible, de las ignorancias, de las mentiras o de los convencionalismos.

El hecho real es que los comunicadores pueden salvar al mundo. Por lo menos los comunicadores en este país están empeñados en la tarea de salvar un pequeño país; pero un pequeño país que está luchando frente al más poderoso imperio que haya existido nunca, la más poderosa potencia en todos los conceptos, económico, militar, tecnológico que haya existido nunca, y que, además, para nosotros significa el inconveniente de ser no solo nuestro vecino muy próximo, sino, además, nuestro enemigo más empecinado. Al parecer, quiso el azar "privilegiarnos" a nosotros de alguna manera.

En esa lucha estamos envueltos, somos el único país del mundo al que ese país le hace una guerra económica directa. A los demás los saquea, a los demás les roba, de los demás se va apoderando rápidamente, a buen ritmo podríamos decir, con unos papeles que imprimen: los bonos de la tesorería y los dólares norteamericanos. Fíjense si es así que es el país cuyos ciudadanos menos ahorran en el mundo, en este momento están por debajo de cero y sus ciudadanos gastan más que el ingreso promedio personal. Así son los que más gastan y los que más compran en el mundo.

Cuando nació el capitalismo, se suponía que los recursos monetarios financieros necesarios salían del ahorro que harían, digamos, los burgueses, o los pequeñoburgueses, porque los pobres casi nunca han podido ahorrar algo; de los ahorros salía el capital con que se invertía en el exterior o en el interior. Hoy el capital sale de las imprentas del sistema de la reserva de Estados Unidos. Creo que es allí donde están las máquinas.

Vean qué mundo, vean qué orden económico mundial y vean por qué, cuando esas cosas ocurren, inevitablemente se tendrán que producir, no guerras nucleares, sino explosiones sociales nucleares, la crisis que va a poner fin a todo eso. No lo dude nadie en absoluto, eso es insostenible por dondequiera que se analice y se vea.

Por eso hablé, sí —no por elogiarlos a ustedes, sino expresándoles una convicción profunda—, de la importancia del papel de los comunicadores y del papel que estaban haciendo aquí, y luchando contra quiénes. Y que nos han concedido hoy, yo diría, para honra de Cuba, en un mundo donde hay tanta cobardía política, en un mundo donde hay muchos políticos muy débiles, o tantos políticos tan débiles, para ser más exacto, el honor inmenso de ser el único país, no solo bloqueado, desde luego, todos lo saben, sino también el único país al cual ese imperio superpoderoso prohíbe vender alimentos y medicinas, en su desesperación por alcanzar el imposible objetivo de lograr que nos rindamos.

Vean a qué nivel rasero está ya la moral de ese sistema y la decadencia del mismo.

Ustedes mencionaron hoy las votaciones en Naciones Unidas. Vean qué nivel de descrédito, a pesar de su inmenso aparato de propaganda machacando todos los días contra este pequeño país. No, Dante no habría sido capaz de pintar un país como la Cuba que pintan esos medios, esa infernal maquinaria del imperialismo sobre nuestro pequeño y admítanme, aunque sea con rubor, decir heroico país, no por méritos propios, sino por las circunstancias que mencionaba de tener por vecino y adversario a tan poderosa potencia. Si realmente nuestro enemigo fuese un pequeño adversario, sin ningún poder, entonces de Cuba ni siquiera se hablaría en el mundo.

Ha usado todos esos medios, y, a pesar de eso, se vieron cosas tan increíbles como las que tuvieron lugar en esta última votación, de alguien que llegó tarde y fue a la tribuna a explicar que no aparece su voto, pero que su posición es esta, esta y esta en favor de la Resolución cubana; otro que apretó un botón y no aparece entre los nombres de los que votaron, y dijo: "Oiganme, yo he venido aquí a decir que yo apreté ese botón y que apoyamos la Resolución de Cuba." No, eso no se había dado jamás, un fenómeno de ese tipo; y un individuo allí en representación de Estados Unidos negando que el bloqueo exista, que el bloqueo en alimentos y medicinas exista.

No, yo me he divertido realmente en estos días, porque los he visto embarazados, confundidos, enredados, enmarañados, pónganles el calificativo que quieran, de forma tal que los lleva a la histeria. ¿Y de qué han valido sus medios? ¿De qué ha valido pintar un infierno de Cuba y habérselo hecho creer a no se sabe cuánta gente? Y se lo dice un testigo, que es alguien que recibe a muchas personas que visitan a Cuba y cuando comprenden que este no es el infierno que pintan, comienzan a criticarnos como si nosotros tuviéramos la culpa, o como si tuviéramos toda la culpa de que las cosas que ocurren en Cuba y las cosas que ha hecho la Revolución Cubana no se conozcan en el mundo, y casi nos acusan de imbéciles porque no hemos hecho conocer esto.

Por ejemplo, a cuántos millones de personas en el mundo habría que explicarles esa votación de 157 votos contra dos, en realidad fueron 155, más los dos que declararon allí su posición y las razones por las que no habían podido votar, más un tercer país que al otro día declaró lo mismo, porque no estaba el Embajador, fue allí y pidió a la organización que hicieran constar en acta que no había estado allí, porque tuvo que estar ausente ese día, pero quería exponer que su posición era de apoyo, 158; y seis países que siempre apoyaron la Resolución cubana y que por la pobreza tremenda que están padeciendo muchos de los países del Tercer Mundo, estaban en mora ya que no habían podido pagar su cuota.

¿Por qué ese apoyo, a pesar de tantas calumnias? Me viene a la mente lo que ocurrió este año con la famosa Resolución de Ginebra: el día previo a la votación, a las 12:00 de la noche teníamos 25 votos a favor, 6 votos por encima del imperio, es decir, votos en contra de la Resolución yanki, y antes de las 8:00 de la mañana, unas horas después, teníamos 1 voto menos que ellos: 20 votos a favor ellos y 19 nosotros. Los más grandes personeros de ese país, desde la distinguida Ministra de Relaciones Exteriores, el distinguidísimo Vicepresidente de ese país, hasta el ilustrísimo Presidente de Estados Unidos, llamando por teléfono desesperadamente. Y no voy a mencionar circunstancias, no voy a mencionar a ninguno de esos países, porque de verdad querían votar por nuestro país.

Lo que determinó aquello en el último minuto fue una abstención, que se volvió negativa, y 5 países a favor nuestro, a los cuales aquellos les demandaron, les exigieron y prácticamente les impusieron que se abstuvieran. Eso ocurrió en un período de siete u ocho horas, porque cuando se dieron cuenta de que estaban perdidos, no durmieron esa noche. ¡Ah!, ellos no se imaginan cuánto humillan a un gobernante cuando de tal forma lo obligan a incumplir su deseo, e incluso su compromiso.

Eso fue allí en Ginebra, allí tenían asegurada la paliza; pero había un número menor de participantes, muchos menos que en la Asamblea General. Tienen un grupo de aliados que en esos temas están incondicionalmente junto a ellos, y producto fundamentalmente de la calumnia.

Ustedes hablaban de los miles de periodistas asesinados en los últimos años, en América Latina y en el mundo, y yo me rompía la cabeza tratando de hallar el nombre de un periodista cubano asesinado en 40 años de Revolución; me rompía la cabeza, tratando de asegurarme de que no padecía amnesia, buscando el nombre de un periodista cubano torturado por la Revolución, el nombre de un periodista cubano golpeado por la Revolución.

¡Ah!, han existido quienes han deshonrado ese noble título actuando no como periodistas, sino como servidores de ese superpoderoso imperio, como mercenarios, traidores a su pequeña patria, que incluso les aseguró que gracias a la Revolución pudieran estudiar cualquier carrera universitaria, entre ellas la de periodismo.

Y cualesquiera que fuesen nuestros errores, nadie tiene derecho a traicionar su patria; nadie tiene derecho a venderse y a trabajar como mercenario del enemigo no solo de nuestro pueblo, sino del enemigo de la humanidad. ¡Son traidores a la patria y traidores a la humanidad!

Pero aun por ser traidores nadie les ha dado nunca un golpe, nadie los ha eliminado físicamente, nadie ha cometido con ellos un acto de crueldad. Si se enferma cualquiera de esos mercenarios, va más pronto a un hospital de lo que va un ministro, o un dirigente de la salud del país. Se han sancionado incluso algunos traidores cuando han cometido delitos graves, cuando han hecho daño al país, y no con la muerte, no con golpes, no con torturas, y disfrutan de los mismos derechos y seguridades que todos los demás ciudadanos.

Desde luego que hay los que se marcharon y hay los que viven del negocio de prestarse a las mentiras y a las calumnias del imperio. Peor aún: se autotitulan periodistas algunos que nunca han redactado una hoja ni leído un texto de periodismo. Es el imperio quien otorga tales títulos. Mezclan gente de toda calaña y los califican de supuestos periodistas independientes, ¡nada menos que independientes!, cuando son la quintaesencia de la dependencia y del mercenarismo.

Asignarles tales calificativos constituye una ofensa tan grande para tan digna profesión, como bautizar con el nombre de José Martí a una emisora norteamericana que opera desde Miami, con una antena encaramada en un globo, que está a no se sabe cuántos metros de altura y cuya potencia quieren ahora, en su rabia y en su desesperación, duplicar en capacidad, de 50 000 watts a 100 000; porque aquellos talentosos y geniales poseedores de las más impresionantes tecnologías no han logrado ni que su televisión se vea, ni que sus estaciones de radio se escuchen, salvo algunas emisoras en determinados espacios, porque nuestros modestísimos técnicos siempre inventan el recurso para callarlos. Son miles de horas las que emiten semanalmente, ¡y miles de horas de mentiras!

Esa es la democracia, esa es la libertad de prensa. No, no, son los medios de prensa y los medios masivos puestos al servicio de los tipos más grotescamente mentirosos, profesionales de la mentira, de la calumnia y de la traición.

La propaganda fundamental la hacen desde allá; ¡ah! también la hacen desde aquí. Ahora hay con motivo de la cumbre mil y tantos periodistas extranjeros. Sí, algo parecido a lo ocurrido durante la visita del Papa, cuando miles de periodistas vinieron al país, muchos de ellos periodistas honrados, procedentes de muy distintos lugares; pero también muchos que fueron enviados para observar la caída de las murallas de Jericó, al sonido de unas supuestas trompetas, porque ellos creían que la visita del Santo Padre a nuestro país significaría el derrumbe de la Revolución en cuestión de horas, primero, porque se autoengañaron ignorando la fortaleza ideológica, política e intelectual de nuestro pueblo —ese error lo han cometido no se sabe cuántas veces—; segundo, porque se equivocaron con el Papa.

Recientemente —hay algo que no he dicho y se lo voy a contar aquí a ustedes— leí un cablecito, de esos cablecitos que tengo que leer todos los días. Este anunciaba una nueva biografía del Papa Juan Pablo II —por un tal no sé quién, autor yanki, ¡ah!, y, además, oficializada—, que habría de salir en estos días, en una edición de 900 páginas, y, según decía el cable, se entrevistó durante los últimos años diez veces con Juan Pablo II, considerando al Papa una singular personalidad —y lo es, sin duda, yo mismo lo he expresado así varias veces—, pero de acuerdo con las cosas que se afirmaban en ese cable, única fuente de información que poseo en este momento, ¿qué imagen pretenden presentar de él en ese proyecto de biografía? La de una especie de domador de leones, algo que está realmente bien lejos de la imagen bondadosa que uno tiene de este Papa.

En esta misma Aula Magna estuvo el Papa, aquí dictó una conferencia. Ahí, desde ese asiento (Señala una de las sillas donde se sienta el público), escuché la conferencia del Papa; no estaba en el programa mi presencia ese día, pero quise venir a escucharlo. Está muy lejos de ser esa persona que puede deducirse del cable: un Papa domador de leones.

Aun cuando se trata evidentemente de una biografía concebida y elaborada durante años, ¿qué es lo primero que comienza diciendo el cable sobre el libro que dedica un capítulo a Cuba? ¡Ah!, nada bueno. Cuenta que el libro expone las interioridades, los detalles de lo que califica como la más severa prueba de la estrategia del Papa en el segundo decenio de su mandato —la llama así, estrategia, un término militar—: Su viaje a Cuba. De inmediato narra las palabras y proezas del vocero del Vaticano, Navarro Valls, uno de los enviados del Papa en los meses que precedieron la realización de la visita. Es una persona que conozco, he tenido el honor de conocerlo, he conversado con él hasta de cuestiones que pudieran llamarse filosóficas, aunque sobre este tema, especialmente hablé con un excelente sacerdote y teólogo que estaba a mi lado (Monseñor Marini, asistente del Papa y hoy obispo), quien me causó una agradable impresión por su comportamiento discreto y sus razonamientos profundos y ecuánimes. Eso ocurrió después de una cena, cuya conversación de sobremesa se prolongó horas. Navarro enfrente y el sacerdote al lado. Yo había planteado un problema teológico preguntando cuál era la posición de la Iglesia Católica ante la posibilidad de la existencia de vida inteligente en otros planetas del universo. Así que conozco bien a Navarro Valls: sé lo que habla, lo que piensa y lo que dice, más de una vez he conversado con él. Su comportamiento fue siempre respetuoso y medido.

Lamento mucho, y ojalá fuesen inciertas las interpretaciones tendenciosas, inexactas y groseramente falsas que de sus palabras hace el autor de la biografía, que narra el cable.

Es evidente que el redactor de ese cable, un reportero de la agencia Notimex en Roma, recibió las primicias y hasta es probable que le entregaran el texto; es posible incluso que algún condimento de su propia cosecha haya puesto en su versión del proyecto que le entregaran.

La primera idea que enfatiza el despacho cablegráfico es que la visita del Papa a Cuba fue impuesta a Castro. Descubrí ese día, en realidad, con mucha tristeza, que por primera vez en mi vida me hayan impuesto algo, y que por primera vez en la historia de esta Revolución, a nuestro pueblo, a nuestro gobierno, a nuestro Partido, a nuestra patria, le hayan impuesto algo. Me repugnó, realmente, aquella frase.

Claro, había otras cosas. En ese cable se habla de una carta, real o supuesta, que según el autor del libro el Papa le escribió a Brezhnev para impedir la invasión de Polonia. No conozco de ese material, ni sé si le envió el Papa una carta a Brezhnev; si es así, seguro que en los archivos de la CIA y de los Servicios Secretos de Estados Unidos estarán las copias, porque es conocido que, cuando Rusia se "democratizó" hasta el infinito, sus archivos secretos fueron a parar a manos de la inteligencia de Estados Unidos, de modo que ellos sabrán mejor que nadie del contenido de esa carta. Yo no la conozco, no sé cómo es; en el cable solo se mencionan algunas frases entrecomilladas. Seguramente en el libro aparezca completa.

También esta gestión se enmarca en la tesis de un Papa domador de leones: el Papa, con su carta, impidió la invasión de Polonia.

Conocí bien a Brezhnev y demás dirigentes soviéticos de su época. Métodos, estilos, ucases, errores. Pero eran sumamente cautelosos en su enorme preocupación por evitar determinados riesgos en sus relaciones con Occidente. No fueron pocas nuestras contradicciones y los temores que vimos reflejados en ellos cuando Cuba decidió enviar tropas a Angola para enfrentar la invasión de los racistas sudafricanos en ese país.

Considero que los soviéticos no podían invadir Polonia; podría enumerar un montón de razones, la principal de ellas el elevado riesgo de que un disparate de tal magnitud, en pleno corazón de Europa, habría podido conducir a una guerra nuclear mundial.

Cualquiera que sepa un poco de historia y tenga dos dedos de frente puede concebir presiones fuertes y hasta palabras gruesas por parte de la URSS; pero ese país, enfrascado ya en la aventura de Afganistán, no estaba tampoco en condiciones políticas de lanzar simultáneamente las tropas contra Polonia, un pueblo valiente con tradiciones combativas y decenas de millones de habitantes, lo que, aparte del importante y decisivo factor político, habría sobrecargado y caotizado su dispositivo militar en medio de una gran tensión mundial.

Es loable que el Papa escribiera una carta; es loable que él argumentara y razonara contra esa remota posibilidad, pero se exagera incuestionablemente por el torpe afán de presentarlo como un domador de leones, al afirmar que con su carta paró la invasión de Polonia.

No le neguemos al Papa importante influencia en los acontecimientos políticos de su país natal, no le neguemos al Papa el peso de su opinión, era un importante factor de carácter subjetivo que se sumaba a las reales y objetivas razones por las cuales Polonia no fue ni podía ser objeto de una invasión soviética.

Algo peor: se cuenta en ese libro, según el muy mencionado cable, un mensaje del Papa a Bush, tratando de persuadirlo de que no iniciara la guerra contra Iraq, a lo que Bush respondió que era imposible; y que pocas horas antes de iniciarse los combates —dice textualmente el despacho cablegráfico— el Papa llamó al presidente George Bush, y, "aunque se declaró una vez más contrario al uso de la fuerza, le dio su apoyo".

Pintan así al Papa apoyando aquella guerra. Realmente no concibo a este Papa apoyando una guerra. Quien lo conozca, quien lo haya escuchado, quien sabe que tiene una enorme cultura, convicciones profundas, conocedor de casi todos los idiomas, de todas las filosofías y todas las religiones, no puede imaginarse al Papa asumiendo tal postura.

Creo que si el Papa no puede convencer a alguien de que no desate una feroz y destructiva guerra, su reacción sería: Lo lamento mucho, es triste, es doloroso, van a morir miles, decenas de miles de personas; van a morir cientos de miles de niños en ese país, de hambre, de falta de medicinas —como ha ocurrido. Es imposible admitir la idea de que el Papa le deseara la victoria al jefe de un imperio que hace unos cuantos años mató en Viet Nam más de 4 millones de seres humanos, invalidó físicamente no se sabe a cuántas personas, envenenó tierras y bosques por decenas de años y ocasionó, con su brutal e injusta agresión, traumas psíquicos, que no se borrarán mientras vivan, a decenas de millones de vietnamitas de todas las edades.

No hay que ser miembro de su iglesia, no hay que ser creyente para estar absolutamente convencido de que eso es imposible, es falso.

¿Cómo se pretende hacer una biografía del Papa dándole tal carácter? ¿Acaso eso ayudaría a la Iglesia Católica que, igual que las demás iglesias, aspira a propagar su doctrina, su religión, aspira a expandirse por el mundo?

Y en lo que se relaciona al capítulo sobre nuestro país, ¿cómo puede haber gente capaz de la infamia de reciprocar las atenciones, las consideraciones, la delicadeza y los gestos que tuvimos con el Papa, gestos sinceros, hospitalarios, respetuosos, familiares, con tan groseras mentiras?

Por la televisión hablé horas, esclareciendo acontecimientos históricos y despejando prejuicios a fin de persuadir a los militantes del Partido y de la juventud, a la masa combativa y revolucionaria de nuestro heroico pueblo, constituida por millones de personas, para que, a pesar de diferencias filosóficas o políticas, diésemos un ejemplo asistiendo sin un cartel, sin una consigna y con el más absoluto respeto a los eventos de nuestro ilustre visitante.

Le entregamos el país prácticamente al Papa. No hubo un hombre con un fusil, o un revólver en la calle. No ocurrió siquiera un accidente de tránsito con motivo de las movilizaciones. Fue —según dijeron después muchos en el Vaticano— la más organizada y la más perfecta visita que hiciera el Papa. ¡Ciento diez cadenas extranjeras de televisión, miles de periodistas, nada más que para trasmitir la visita! Todos los medios, el transporte necesario, que fue casi el total que dispone el país, las instalaciones y plazas escogidas por los representantes del Papa fueron puestos, sin excepción alguna, a su disposición. Inspeccionaron en detalle los salones y sitios que les interesaba del Consejo de Estado. Solicitaron el Aula Magna de la Universidad de La Habana; la plaza "Antonio Maceo", de Santiago de Cuba; la "Ignacio Agramonte", de Camagüey, y, por último, la Plaza de la Revolución, en la capital de la República. Todas les fueron concedidas. Para la misa de Santa Clara se les ofreció la plaza "Ernesto Che Guevara". Fue desestimada. Se hizo necesario crear con premura una plaza en los campos deportivos de la Facultad de Educación Física de Villa Clara. El principal canal de la Televisión Cubana fue puesto al servicio de la visita papal para trasmitir las misas, las homilías y los discursos que en cada una de ellas se pronunciaron. Fue una cabal expresión de nuestra tradicional hospitalidad, la decencia, la cultura, la valentía política de nuestro pueblo, y, sencillamente, una inequívoca muestra de respeto al Papa como personalidad eminente, jefe de una institución religiosa milenaria, del mismo modo que hemos sabido expresar nuestro respeto y reconocimiento a todas las religiones que se practican en nuestro país.

La invitación oficial a visitar Cuba se la hice llegar personalmente al Papa el 19 de noviembre de 1996, cuando me entrevisté con él en el Vaticano, donde me recibió con intachable amabilidad y respeto.

Muchas de las medidas adoptadas para garantizar la brillantez y el éxito de la visita no las solicitó nadie, fueron iniciativas de Cuba.

¿Es justo, es decente, presentar la visita del Papa a Cuba como algo que se nos impuso?

El que más y mejor trabajó entre los enviados del Papa, el padre Tucci, un noble y consagrado sacerdote, organizador de los viajes del Papa desde hace 17 años, con el cual me reuní varias veces, ni siquiera se menciona en ese cable.

Independientemente de las intenciones de los que cooperaron con la elaboración de esa biografía, cuyo autor evidentemente dispuso de amplio acceso a los archivos del Vaticano y sostuvo largas e íntimas conversaciones con Navarro Valls, cuyas palabras transcribió, manipuló e interpretó a su antojo, con incuestionable odio hacia Cuba, ¿en qué puede beneficiar a la Iglesia Católica tan injusta imagen como la que se trata de trasmitir tanto del Papa como de Cuba?

Se conoce que el Papa tenía deseos de visitar a Viet Nam; si después alguien va a decir que el Papa domó a los vietnamitas y que un emisario suyo le impuso la visita a Viet Nam, disminuirán mucho las posibilidades de que los vietnamitas se arriesguen a recibir al Papa.

Se sabe que el Papa desearía visitar a China. Si los chinos leen un libro de ese tipo, con la concepción de un Papa domador de leones, va a ser difícil que los chinos acepten una visita del Papa. Se trata de un disparate completo, nada cristiano, nada diplomático y nada político. Estoy absolutamente seguro de que Juan Pablo II se sentirá molesto y amargado con esta burda manipulación de su viaje a Cuba, donde recibió tantas atenciones, muestras de respeto, consideración y afecto.

Les he contado esta historia. Una prueba más de cómo se emplean los medios y cómo se crean leyendas sobre nuestra patria, que da lugar incluso, como les explicaba antes, a que los visitantes nos critiquen cuando descubren que este país no es el infierno de Dante, por no haber sido capaces de hacer conocer al mundo la verdad.

Les estuve explicando la satisfacción y el aliento que dejó el congreso de la Unión de Periodistas de Cuba. Fue un congreso que duró varios días más de lo programado. Terminaba todos los días por la madrugada, y el último día creo que terminó casi al amanecer, si mal no recuerdo. ¿A qué hora? (Le dicen que a las 8:30 de la mañana.) Cuatro días y medio discutiendo, hablando sobre nuestros problemas, analizándolos con profundidad y espíritu crítico.

Claro que nuestra difícil situación se agravó por el uso no óptimo de los recursos de los medios de comunicación en nuestra batalla contra el imperialismo; porque ese ha sido el objetivo fundamental de la Revolución, luchar por la justicia social y humana, y luchar contra aquellos que se oponen en el mundo a esa justicia, que es la razón de ser de la Revolución.

En esos días, repito, discutimos las enormes posibilidades de los medios de comunicación en una revolución y en un Estado socialista revolucionario. Pero en esa ocasión tomamos más conciencia que nunca de que la batalla no era nuestra batalla, de que los menos importantes en la misma éramos nosotros, y que ya la lucha de nuestro país y la lucha de nuestros comunicadores se convertía en una batalla por el mundo. Eso fue, créanmelo, algo que estimuló extraordinariamente. Lo vimos con más claridad que nunca, y no quedó punto que no se tocara, lo analizamos todo.

Si hoy se gradúa este curso es fruto de ese congreso, porque allí se dijo: "Aquellos cursos con participación de periodistas latinoamericanos qué lástima que se hayan reducido casi a cero." El estado en que estaba la institución era lastimoso en cuanto a medios y capacidad de becas. Se concibieron una serie de medidas para aplicar de inmediato en muchos sentidos: ¡No se imaginan ustedes lo que hemos avanzado en siete meses!

Allí fue cuando se decidió crear las brigadas de periodistas que fueran a reportar lo que hacían nuestros médicos, en los lugares más recónditos de países centroamericanos y del Caribe. Allí surgió esa idea, que tuvo un valor enorme porque ayudó a mantener la comunicación entre nuestro pueblo y aquellos médicos; entre los médicos y los familiares, y los familiares y ellos; ayudó a fortalecer el espíritu de aquellos hombres que estaban haciendo un trabajo heroico, en lugares donde a veces había que caminar tres y cuatro días por un sendero pantanoso para llegar a una remota comunidad donde no había agua potable ni electricidad, y a veces ni un radio. Establecieron el mecanismo de comunicación entre el país y los más destacados, los más heroicos apóstoles del humanismo con que en el día de hoy cuenta nuestro pueblo.

Sí, porque nuestro país ha tenido maestros muy heroicos, como aquellos 2 000 que se fueron a las montañas de Nicaragua, por donde pasaron muchos miles en varios años. No podría ahora decir la cifra exacta, no recuerdo con precisión cuánto duró aquel programa, pero bien puede ser que por allí pasaran de 8 000 a 10 000 maestros, viviendo en las condiciones más inconcebibles, donde a veces había un solo cuarto donde moraban el matrimonio, su numerosa familia, el caballo y el maestro, o la maestra, no residían en un hotel de cinco estrellas. Estaban a muchos días de distancia, y hasta en condiciones físicas algunas veces riesgosas para la salud, porque todos ellos tenían en Cuba determinados hábitos de mejor alimentación.

Quisimos, en determinado momento, reforzar la alimentación, ver cómo les enviábamos algo para evitar que por caída de las defensas fuesen afectados por alguna enfermedad. No era posible, porque cuando les mandamos los primeros paqueticos de refuerzo alimenticio, lo que hacían de inmediato era repartir lo que les enviábamos, fuese chocolate, leche en polvo, cualquier cosa de ese carácter, entre los niños y la familia, algo muy lógico. Nosotros recordamos con vergüenza la estupidez de intentar reforzarles la alimentación. Era un imposible.

Por eso cuando digo héroes, apóstoles, no hablo solo de estos médicos, me refiero a lo que ocurre en este momento. Hoy no tenemos maestros en esas tareas en el exterior, hoy no tenemos combatientes enfrentados a las tropas racistas y fascistas de Sudáfrica, hoy no tenemos otras actividades similares; hoy por hoy es la actividad que están desempeñando nuestros médicos lo verdaderamente impresionante, y la que van a realizar pronto será cinco o seis veces más que la que están haciendo ahora. Porque nuestro país ha creado un enorme potencial humano, no invirtió el papel en revistas de chismografía o en publicidad, no invirtió los recursos en eso, los invirtió en formar médicos hasta llegar a ser el país con más alto índice per cápita de médicos del mundo, en formar maestros hasta llegar a tener el más alto índice per cápita de profesores y maestros en el mundo; formó profesores de educación física y deportes, que están relacionados con la educación y la formación integral y no con el deporte profesional, hasta tener el índice per cápita más alto entre todos los países del mundo; tal vez también en el nivel de investigadores y personal científico y en otros campos estemos entre los primeros lugares.

En eso hemos invertido nosotros nuestros modestísimos recursos, en medio de un bloqueo que dura ya 40 años, el cual supimos resistir cuando ya no era solo el bloqueo de Estados Unidos, sino cuando a ese bloqueo se sumó la antigua Unión Soviética. En el instante en que se desintegró y desapareció prácticamente se liquidó el comercio, hasta que comenzó a mejorar un poco; pero sin alcanzar la sombra siquiera de lo que teníamos.

Han pasado casi diez años de doble bloqueo sin que se cerrara una sola escuela, un solo círculo infantil, un solo policlínico; sin que quedara un solo trabajador sin un ingreso garantizado; no se dio un solo caso de esa índole; nuestro país logró incrementar el número de médicos en estos años de período especial en 30 000 aproximadamente.

Treinta mil nuevos médicos se incorporaron en esta última década, ¡y qué médicos, qué preparación!, porque ya los programas los veníamos haciendo desde antes. Veintiuna facultades universitarias, todos los hospitales y centros asistenciales del país convertidos en centros docentes. No se sabe lo que vale eso ahora, toda la experiencia acumulada, para extenderla en aquellos países que necesitan formar urgentemente especialistas. Pueden tener un maestro per cápita o un profesor per cápita, porque a cualquiera de esos especialistas cubanos que están cumpliendo su misión en el exterior, basta ponerle un joven recién graduado de medicina, con los textos correspondientes, y se hace especialista en la mitad del tiempo en que se forman en los hospitales docentes.

He mencionado esto porque son cosas de nuestra patria de las que no se habla jamás o muy excepcionalmente, en ninguna de las noticias que se emiten en el mundo. Basta un mercenario al servicio del imperio, arrestado y sancionado a unos pocos años de cárcel, muy por debajo de la sanción que los actos de traición reciben en Estados Unidos, y entonces aparece durante un año entero, todos los días, en los cables y medios de prensa. Y no estoy culpando a los periodistas extranjeros; incluso en los últimos tiempos hemos tenido más contactos con ellos por motivo de algunos eventos, y hemos descubierto personas capaces, y un porcentaje alto de personas con las que se puede hablar y que son sensibles a la verdad.

¡No!, no se les puede responsabilizar, aparte de que hemos tenido la desgracia de haber recibido algunos que eran asalariados puros de Estados Unidos y que trabajaron en estrecha coordinación con la Oficina de Intereses de ese país. Algunos, ni siquiera muchos, ni siquiera la mayoría, ni siquiera una pequeña minoría, pero hubo casos que eran notablemente indignantes por el papel que desempeñaban en nuestro país, promoviendo actividades subversivas, cumpliendo órdenes de Estados Unidos, exaltando mercenarios, creando falsos líderes y figuras que nada más se conocían por cables y que no arrastran ni a 10 personas en este país.

Esa era la tarea que más interesaba al imperio: dividir, desestabilizar, crear artificialmente figuras y exaltarlas con inescrupulosos procedimientos. No los culpo, porque los periodistas también viven de un trabajo, de un salario. Yo preguntaba por eso si había alguien de la SIP aquí, porque sencillamente ustedes saben que los cables se emiten hacia las sedes, y son las sedes las que deciden lo que se publica. Esa es la libertad de prensa con que cuentan, como regla, los que se ven obligados a laborar con las grandes empresas de la publicidad y la información, muchos de los trabajadores intelectuales de la prensa.

Organos tan prestigiosos, como el New York Times, cuando de la Casa Blanca le llamaron para que no publicara la información que poseían sobre la inminente invasión de Bahía de Cochinos, no publicaron una sola palabra, con lo cual se embarcaron ellos y embarcaron a Estados Unidos, con la humillante derrota que sufrió en esa invasión.

Hay cosas que no las ordena el gobierno, realmente, en la prensa del mundo capitalista. Una parte de ella se declara enemiga acérrima de todo lo que sea progreso; otra parte tiene posiciones asociadas por encima de todo a los intereses nacionales; y otra parte, sencillamente, se autocensura. Digamos, una parte, junto a los peores intereses; otra parte, próxima al gobierno, o a las posiciones del gobierno; y otra que, por un sentido patriótico, o un falso sentido patriótico, no publica aquellas cosas que consideran no convienen a su país. Quiero decir con esto que si hay una derrota humillante en Naciones Unidas no publican la noticia, ni otras muchas; si se ha creado histeria contra Cuba, o se han sembrado imágenes tales y más cuales, no se arriesgan a decir algo positivo de Cuba.

Al considerarnos adversarios del gobierno de Estados Unidos, por instinto prácticamente, por costumbre, por tradición, no publican determinadas noticias que están en contradicción total con el crimen del bloqueo o en contradicción total con la política del gobierno del imperio. Son las distintas causas por las que no se conoce la verdad en el mundo.

No es que les digan: "Oigan, no publiquen esto." Ellos tienen una línea, una práctica. Entonces, ¿dónde está realmente la libertad de prensa? ¿Dónde?

Admitido, yo no digo que exista una falta total de libertad de prensa, de vez en cuando hay un periodista que escribe unas cuantas verdades. Hay periodistas que hacen análisis, investigaciones y otros esfuerzos; hay muy buenos periodistas norteamericanos. ¡Ah!, pero publican una vez nada más; el segundo artículo ya no llega, porque las presiones bajan desde la Casa Blanca hasta niveles bastante modestos, que aconsejan en nombre de supuestos intereses nacionales no tocar esto o lo otro.

Hasta los órganos más serios de Estados Unidos llegan presiones que impiden publicaciones de artículos y materiales determinados, y, en general, por otro lado, se hacen eco de clichés estereotipados sobre nuestro país. Hay clichés infalibles, invariables, cuando van a hablar de Cuba, un solo adjetivo. Hasta cuando combaten la monstruosidad del bloqueo, el argumento es: ha fracasado, lleva 40 años y no ha logrado los objetivos para alcanzar de verdad un cambio democrático, un respeto a los derechos humanos, un régimen pluripartidista, etcétera, etcétera, etcétera. No aparecen consideraciones éticas o de aspecto humano.

Hasta cuando recomiendan rectificar algo declaran, como lo hace también el señor Clinton, que es para lograr destruir la Revolución Cubana. Quieren destruir —y lo digo sin chovinismo— la mejor obra social y la más humana que se ha hecho en este siglo (Aplausos).

¿Cuál país del Tercer Mundo redujo el analfabetismo a cero y en qué tiempo? ¿Qué país del Tercer Mundo alcanzó un nivel promedio de nueve grados para la población en un brevísimo lapso de tiempo? ¿Qué país en este mundo tiene una población con los conocimientos y la cultura política de nuestro pueblo, donde cualquier joven sabe dónde está China, Viet Nam, la Cochinchina, como se decía antes, o un país remoto del Pacífico, que la inmensa mayoría de los políticos norteamericano no saben dónde están?

¿Qué país sabe de historia universal, digamos, y de los problemas esenciales que pasan en cualquier parte del mundo? ¿Qué pasó en Viet Nam, qué pasó en el Sahara, qué pasó en Sudáfrica? ¿Qué pasó en cualquier país latinoamericano, en Argentina, en Uruguay, en Chile? ¿Qué pasó en Centroamérica? ¿Qué pasó con las guerras sucias? ¿Quién armó y entrenó a los torturadores y criminales más grandes que han existido en este mundo? ¿Quién es el culpable de que aquella invasión mercenaria tipo Girón, en un país hermano de Centroamérica, diera lugar a 150 000 muertos, y entre ellos alrededor de 100 000 desaparecidos?

Son los "apóstoles" de la democracia, de la justicia, de los derechos humanos, los que pactaron con gobiernos fascistas en aquel momento en que concluyó la Segunda Guerra Mundial, se llevaron a los técnicos nazis en armamento, que contaron en Estados Unidos con los medios para fabricar bombas más perfectas, misiles y todos los armamentos sofisticados con que hoy dominan o pretenden dominar el mundo.

¿Qué país robó más cerebros? Baste decir que este continente graduó en varias décadas 1 500 000 médicos, de los cuales 750 000 están en el extranjero y casi todos en Estados Unidos.

Los países industrializados le han robado en los últimos 40 años a América Latina un número de profesionales —no recuerdo con exactitud la cifra. Solo sé que el costo de la formación de esos profesionales, según una investigación realizada, fue no menos de 30 000 millones de dólares; se los llevaron sin pagar un centavo.

No son los graduados en las universidades de Estados Unidos los que van a Haití, a Centroamérica, a Suramérica, a contribuir al desarrollo de esos países con sus conocimientos.

Robando cerebros han despojado de muchas de las mejores inteligencias a este hemisferio, y hoy ya todo el mundo admite que la inteligencia, los conocimientos, la información son el factor fundamental del desarrollo. Se han llevado realmente muchos de los mejores, no han pagado un centavo; no crean que nos saquean solo a través de las altas tasas de interés, deuda pública, intercambio desigual, explotación brutal de la mano de obra barata de nuestros países.

Cuba no sufre eso en igual grado. Hemos logrado elevados niveles de educación; hemos sobrepasado a Estados Unidos, el país más rico del mundo en educación elemental; ya estamos por encima de ellos en el índice de mortalidad infantil, casi un 10% menos. Un índice mejor, sí, y, además, bien repartido en todas las provincias. En un momento ellos tenían un promedio de 10 por 1 000 nacidos vivos, ahora siete y tanto —este año no se sabe si será 7 u 8, está por precisar—, y este año precisamente es casi seguro que tendremos alrededor de 6,5, cuando parecía imposible bajar de 7. Es por todos esos médicos, por su consagración, por los trabajadores de la salud, por lo que hacen por salvar una vida.

Es por eso que digo que ningún país hizo la obra que llevó a cabo nuestro pueblo, más humana, más justa. ¡Ah!, pero nosotros somos, para millones de personas en el mundo, torturadores, violadores de derechos humanos, totalitarios. Sí, somos totalitarios, porque hemos establecido el totalitarismo de la justicia, el totalitarismo de un espíritu verdaderamente humano (Aplausos).

Democracia, pluripartidismo, ¿cuántos partidos quieren y para qué los quieren?, porque nosotros les podemos mostrar los que quieran. Les podemos mostrar alrededor de 7 u 8 millones de partidos.

Estoy hablando de un pueblo que sabe leer y escribir, y donde los jóvenes votan desde los 16 años, jóvenes que saben de política y que saben lo que hacen, hijos de un país donde los ciudadanos son los que postulan a los candidatos a delegados de circunscripción en asamblea libre y abierta, donde el Partido se tiene a sí mismo prohibido intervenir y también se lo prohíbe el sistema electoral; sistema que ese mismo Partido impulsó, y donde la Asamblea Nacional, producto final del proceso, está compuesta por casi un 50% de esos delegados surgidos directamente de la base primaria que es la circunscripción, lo que no ocurre en ninguna otra parte. Que lo investiguen en lugar de lanzar consignas huecas.

Como decía recientemente en una entrevista de prensa, hace muy poco, que nosotros teníamos la fórmula para aquellos que dicen que son disidentes: vayan a las asambleas donde se postulan los candidatos y a las elecciones donde los eligen, que si la Revolución pierde la mayoría, pierde el poder. Basta con que ganen. Que se postulen en una circunscripción, en la base, en la zona, porque las circunscripciones están divididas por zonas, los postulan en una o varias de ellas; que vayan allí donde se reúne el pueblo para que los postulen los ciudadanos, que vayan a las elecciones donde los elijan y no necesitan nada en absoluto para tomar el poder en este país. No es el Partido el que postula y pone en la lista, en las primeras posiciones, al que quiera elegir después de una somera investigación sobre el estado anímico de los electores, que les permite saber casi con exactitud matemática cuántos van a elegir y la dirección del partido dice: "Estos van a ser los tres diputados: el uno, el dos y el tres de nuestra lista." Eso no ocurre aquí.

Cualquier ciudadano tiene derecho a postular, a elegir y a ser elegido. Lo que necesita es únicamente mérito. No ocurre porque tenga equis suma de dinero, no porque pueda pagar toda la propaganda que se hace del mismo modo que se anuncia la Coca-Cola, el cigarro tal y más cual, la marca tal u otra de automóvil, que ustedes saben tiene una enorme influencia en el resultado final. Si no los tuviera, este mundo no gastaría un millón de millones de dólares en publicidad comercial cada año. Con los recursos que se gasta en uno solo de esos años sería suficiente para construir todas las escuelas que el mundo necesita y de óptima calidad, y con una pequeña parte de la cifra anual, darles alimento escolar a todos los niños que lo requieran y pagarles un salario decoroso a los maestros.

¿No le parece a cualquiera que razone que eso sería un poquitico mejor que gastar un millón de millones en propaganda venenosa y embrutecedora, para sembrar en la cabeza de miles de millones de humildes, de personas pobres, el sueño de un automóvil lujoso de la última marca, el reloj más exquisito que fabricaron en Suiza, las modas más elegantes de París, de Londres, de Nueva York y hasta con qué cuchilla afeitarse, qué refresco tomar y con qué televisor ver los programas?

¿Por qué se gastan un millón de millones? Porque el que no hace propaganda queda eliminado. ¿Por qué gana un candidato que tiene publicidad asegurada? O como dicen los mismos norteamericanos, se retiran porque nada más tienen 18 millones. La señora Dole, por ejemplo, se acaba de retirar, porque solo disponía de 18 millones y en cambio Bush contaba ya con alrededor de 70; se declaró vencida: Dieciocho no alcanzan y me voy para mi casa. ¡Esa es verdadera democracia! ¿Quién se atreve a cuestionarlo?

El dinero para publicidad y la publicidad para introducirle a la gente en la cabeza por quién tiene que votar, y para sembrarle en ella tan brillante y transparente idea política, hay que arreglarle, además, al candidato el peinado, la figura, seguir estrictamente las instrucciones de los creadores de imagen, escribirle los discursos que debe pronunciar y persuadir a las masas de su enorme talento de estadista y enormes virtudes morales para ser un gran presidente. ¿Quién elige verdaderamente en ese sistema? El dinero y la publicidad, esos son los grandes electores.

Tales electores no existen en este país totalitario; los grandes electores son los 8 millones de ciudadanos, desde los 16 años de edad, que, además, van a votar. En aquella superdemocracia están tan convencidos los ciudadanos de toda la basura y de toda la hipocresía que, si conscientemente no lo han intelectualizado, lo ven por instinto, y de tal manera aprecian el derecho a votar que el día de las elecciones se van para la playa, ejemplo increíble. Aquí, donde no es obligatorio votar, vota mucho más del 95% de los electores, y en algunos casos hasta el 98%, 99%, según la circunscripción, y gente que va a votar de verdad, algunos incluso para tachar la boleta o para escribir alguna cosa contrarrevolucionaria; pero los que van a votar, y a votar honestamente, son mucho más del 90% de nuestros electores.

Ustedes conocen cómo es el cubano. Si se dan el lujo de recibir públicamente las instrucciones de los funcionarios de la Oficina de Intereses de Estados Unidos, ¿qué, van a tener miedo a no votar? ¿Puede eso ser objeto de coacción en este país? No, el que conozca al cubano sabe que eso es absolutamente imposible.

¡Ah!, estos son unos descarados, los de la SINA. Les puedo decir que hoy tenían, por ejemplo, con motivo de la Cumbre, en su plan de sabotaje a la misma, tres reuniones con tres grupúsculos contrarrevolucionarios, en tres lugares diferentes en la capital, donde citaron a varios periodistas. Ahora, como ustedes saben, hay un enjambre de periodistas procedentes de todas partes. Muy bien, el periodista tiene interés, curiosidad en ir a un lugar o a otro a ver qué pasa, le avisan para que vea qué doctrina maravillosa están defendiendo. Bien, por supuesto, un funcionario de la SINA no podía faltar, un funcionario de otro país que no quiero mencionar porque, al fin y al cabo, no se dedican a lo que se dedica la SINA y pueden haberlo invitado; desde luego, había más periodistas que gusanos. Realmente de estos se reunieron 11, según me contaron los que los contaron.

Hubo dos reuniones más: una era de reflexiones sobre no sé qué cosa —debe haber sido sobre la inmortalidad del cangrejo—, que esperaban no sé a cuántos, y la otra... ni me acuerdo. Así que tres, finalmente a una fueron 11 y más periodistas que participantes; a otra fueron nueve y a otra fueron cinco. Vean qué arrastre, qué caudal de fuerza, porque saben que el pueblo está muy consciente de sus traidoras acciones. La SINA no ha podido disimular la desvergüenza con que ha trabajado ni el papel de estos cómplices en los planes contra la reunión iberoamericana.

Dicen que iban a desfilar con unos letreros. Nosotros tenemos los letreros de los cuatro o seis que provocaron un incidente contra los estudiantes preuniversitarios y tecnológicos que realizaban una fiesta en un parque y los exhibimos por televisión al pueblo y a todas las agencias de prensa para que los copien y los divulguen; de aquellos letreros lo que más nos decepcionó y nos indignó —si nos indignamos por algo— fueron las dos faltas colosales de ortografía en un letrero con cinco palabras. Digo: ¡Caballeros, qué vergüenza, después del esfuerzo tan grande que hemos realizado en este país para que la gente supiera leer y escribir bien!

¡Ah!, ¿quieren saber? El invento sugerido por sus preceptores yankis era desfilar recorriendo seis cuadras. Suerte que estaba la fiesta de los estudiantes por allí y estaban también los profesores.

Bueno, yo lo siento, no pude verlo, pero ya localizaron ayer a los cuatro —ustedes no sé si habrán seguido eso— que iban en un camión. Nosotros dijimos: "Vamos a localizar a los cuatro." Porque se dijo que alguien le dio un martillazo a una cámara de televisión de un reportero extranjero, y figúrense lo que van a decir, que le han entrado a martillazos al equipo de un periodista. ¡Nada!, el fascismo más crudo imperante en Cuba, alguien desde un camión le dio un martillazo a una cámara de televisión. Nos interesamos en saber con toda precisión quiénes eran, de qué camión se trataba, saber lo que pasó. Cuando yo hablé ante la televisión con las agencias de prensa habían pasado unas pocas horas, no pudimos localizar en tres horas el camión. ¡Ah!, pero ayer mismo, inmediatamente que vieron por televisión lo que se dijo, que queríamos localizar el camión, se presentaron el hombre del martillo, y dos compañeros que estaban a su lado, al ministerio donde trabajan, que es el Ministerio de Comercio Interior, cargan materiales. Se presentaron espontáneamente, estaban preocupados: "Fuimos nosotros, nos enteramos por la televisión y venimos aquí a explicar lo ocurrido."

Hoy les hicieron una entrevista por televisión a los cuatro, incluido el chofer del camión; eran los cuatro testigos que faltaban, creíamos que eran tres y fueron cuatro los que pasaron en el camión por el lugar del incidente. Contaron la historia de lo ocurrido y lo que hicieron. Y esta noche, alrededor de las 8:20 p.m. iban a trasmitir la entrevista para que no quedara nada sin publicar: el dueño del martillo y la versión de los que iban en el camión.

En este momento nosotros no sabemos nada, nos perdimos el episodio. Me alegro mucho más de haberlo perdido para poder conversar un poco con ustedes. Hablaron ya los cuatro, así que veremos mañana las opiniones. Aquí es por televisión. Se dice: "Por ahí no aparece nunca el que mató a alguien, no aparece nunca el que hizo una cosa grave contra un periodista." Aquí aparecen por la televisión en tiempo récord aquellos que están siendo imputados y sobre los cuales corren noticias por el mundo. Se investiga e interroga ante todo el pueblo.

Miré la hora, creo que me he extendido un poquitico (Risas), y les prometo que esto no dura más, ni puede durar mucho más. Tenemos, incluso, que ver algunas cosas. Estamos a punto de iniciar la Cumbre; a mí se me habían olvidado totalmente las cosas que tenía que hacer con motivo de la misma (Risas).

Realmente aprecio mucho las cumbres iberoamericanas, todo el mérito que tienen. Aprecio, pues, las cumbres políticas; pero aprecio mucho también las cumbres intelectuales, y para mí eso son ustedes, especialmente intelectuales valientes, porque todos hemos pasado nuestro período especial. Ustedes han pasado estos años, y nosotros también; pero de estos años vamos a sacar una tremenda fuerza, hemos hecho nuestra la más hermosa y la más grandiosa de todas las causas, y sabemos que esas causas se defienden, se consolidan, avanzan y triunfan, a través de las ideas y a través de la trasmisión de ideas y de mensajes; a través de la trasmisión de verdades, para crear esos factores subjetivos que aceleran el curso de la historia, ya que no podemos esperar sencillamente a que estallen las sociedades, a que estalle el sistema frente a un mundo multimillonario en habitantes, que no sepa ni qué pasa, que no sepa ni qué pensar, ni sepa qué hacer, ni a qué atenerse, y ni siquiera si existe una posibilidad o una esperanza.

Los que creemos de verdad que existe una posibilidad o una esperanza, fundada en razones sólidas, podemos trasmitir esa esperanza, podemos persuadir de esa posibilidad: hagamos nuestro trabajo. Y no es cosa de partidos, ni significa esto que estemos contra los partidos; mientras más haya, y verdaderamente de izquierda, mejor, porque ni están todos los que son ni son todos los que están.

Recordaba un cablecito leído en estos días. Leí que hasta, incluso, al Partido Demócrata, digamos, por ejemplo, el de la guerra de Viet Nam, el de la invasión de Bahía de Cochinos, el del bloqueo a Cuba, que lo creó, y fue apoyado por los sucesivos presidentes del mismo partido... Digo el mismo partido, porque tanto el Demócrata como el Republicano son tan exactamente iguales, que han constituido un verdadero sistema monopartidista, o, digamos, el más perfecto sistema monopartidista que existe en el mundo, a través de ese fabuloso mecanismo de dos partidos tan iguales como dos gotas de agua.

A uno de esos dos partidos, hermanos gemelos, gemelos monovitelinos —y ustedes saben que esos gemelos, por si a alguno se le ha olvidado, son aquellos que nacen de un solo óvulo que se divide en dos partes, y son tan igualitos que pueden prestarse a confusiones y a intercambio de esposos o de esposas, si les da por vivir en una misma residencia—, el Partido Demócrata de Estados Unidos, lo mencionaron con bastante fuerza en un reciente congreso de la Internacional Socialista como posible candidato al ingreso; sí, el de la Torricelli y la Helms-Burton, el promotor y todavía sostenedor del bloqueo genocida contra Cuba, a pesar de que muchos de sus miembros salvan el honor de oponerse a tan monstruoso crimen. Dejando a un lado brutales guerras genocidas, como la que acaba de tener lugar en Europa y nuevas concepciones estratégicas de la OTAN, se supone que ese movimiento representa una parte importante de la izquierda mundial en incontenible avance hacia el porvenir, hacia el progreso, hacia la justicia, hacia la democracia, hacia la libertad. ¡Cuánto hemos avanzado por terceras y confusas vías!

Realmente, con todos sus defectos, preferimos nuestro socialismo (Aplausos); preferimos el totalitarismo de la verdad, de la justicia, de la sinceridad, de la autenticidad, el totalitarismo de los sentimientos verdaderamente humanitarios, el totalitarismo del tipo de multipartidismo que nosotros practicamos.

Preferimos el totalitarismo de ocho millones de partidos, y ocho millones de partidos unidos, porque postulan y porque eligen, porque trazan pautas, porque aprueban y apoyan políticas, y porque las discuten desde la base hasta las más altas instituciones del Estado. Es preferible a 80 partidos, o es preferible al milagro de dos partidos en uno, que tiranizan a la sociedad norteamericana, ejemplo luminoso, faro y guía para el mundo.

Es preferible ser ciegos para no ver jamás esa luz, y marchar caminando incluso solos, sin un perro que nos acompañe, porque hasta nuestros propios pies, nuestro propio instinto nos llevaría a seguir por el camino verdadero.

Hagamos luz, porque hay posibilidades de hacer luz, porque el hombre no es ciego. Lo pueden embrutecer con algunas de las cosas que dije aquí, y lo están embruteciendo: ¡Antídoto contra el embrutecimiento, que es mucho peor que el SIDA, es lo que hace falta! ¡Remedios contra el embrutecimiento! ¡Vacunas contra el embrutecimiento! Y esa vacuna la tienen ustedes, esa vacuna es la verdad, dirigida a un objetivo: a la razón del hombre y al corazón de los hombres.

No les está hablando alguien que se pare por primera vez aquí, o un estudiante de esta universidad hace más de 50 años, y a quien cualquiera habría podido tomar por loco, por soñador, por utopista. Y, en verdad, soy capaz incluso de darles la razón si me tomaran por lo primero, por pensar como ya pensaba en aquella sociedad, en aquel mundo en que vivía y en aquella universidad con 15 000 estudiantes matriculados, donde el macartismo y los medios masivos —la prensa escrita, el cine, la radio; no había todavía televisión—, las publicaciones, revistas, libros, con muy raras excepciones, moldeaban las mentes en el odio al socialismo, la admiración sumisa y lacayuna a la grandeza del imperio que "nos dio la independencia" que con tanta sangre conquistaron nuestros padres, de tal modo que, aunque siempre rebeldes, combativos e idealistas, el número de estudiantes universitarios antimperialistas conscientes se había reducido a menos de 50. Era la triste época en que la mente de todo un pueblo estaba bloqueada y engañada por los medios de divulgación en poder de la burguesía y los terratenientes aliados al imperialismo, servidores del imperialismo, lacayos incondicionales del imperio.

¿Acaso la inmensa mayoría de la actual sociedad norteamericana no está vacunada con la más eficiente vacuna del mundo contra todo lo que huela a socialismo, cuando las mentes han sido secuestradas y convertidas en receptoras de ideas inculcadas al estilo con que se inculca el gusto por un refresco o un cigarrillo llenándoles la cabeza de todos los absurdos prejuicios y mentiras del mundo?

Ese sistema económico, social y político, saqueador del mundo es el que nosotros denunciamos, el que nosotros impugnamos, al que nosotros le negamos el más mínimo derecho de considerarse sistema democrático, justo, humanitario; toda una inmensa mentira.

¿Quiénes pueden persuadir en el mundo? Los comunicadores, los que trasmiten mensajes, y cuanto mayor sea la eficacia, la gracia, el arte, la transparencia, la valentía con que, sin concesión alguna, los trasmitan, más personas conquistarán, más mentes se liberarán de la mentira.

Desde luego, no asustarse, no desanimarse, ese sistema no se salvaría ni aunque ninguno de ustedes escribiera una palabra en favor del cambio verdadero y vital.

Ellos a cada rato, cuando hablan de Cuba, hablan de cambio. Pretenden ignorar que el más grande cambio que ha ocurrido en mucho tiempo, y el más radical, es este con que Cuba ha logrado, incluso, no solo existir, sino resistir. Hablan de cambio, es la palabra de moda, y lo que está verdaderamente sobre el tapete, o lo que, al menos, constituye una urgentísima necesidad es cambiar este infame orden mundial existente, y cuando cambie, habrán cambiado todos los países del mundo, hasta la propia sociedad norteamericana.

Cualquiera que sepa un poco de aritmética, no voy a decir mátemática, sabe que no hay quien salve a esa sociedad de una crisis peor que la de 1929, mucho peor, cuando un 50% de los ciudadanos de ese país tiene sus ahorros invertidos en acciones de las bolsas de valores; en el año 1929 era solo un 5%.

Cambiará el mundo, nada podrá evitarlo. Pero nuestro deber es ayudarlo a cambiar, y cuanto antes mejor, sin esperar que la crisis se convierta en un big-bang, que todavía está expulsando estrellas hacia el infinito. Debemos aspirar no a un big-bang, sino a un big-change —y me he vuelto casi traductor de inglés, con lo mal que suelo pronunciarlo—, a una big-revolution (Risas y aplausos). Lo digo porque lo creo y porque es inevitable.

¿Quién tendría la razón cuando Luis Suárez me invitó aquí a hablar, o me estaba exhortando a hablar? Cuando él me presionaba y comprometía a dirigirles la palabra en la clausura del congreso, sin que yo supiera nada de lo que ustedes han hecho ni de lo que han discutido, con un manifiesto que ni siquiera pude leer o escuchar bien allí, yo lo que iba a decir aquí era: "Eso no es posible, porque aquí hay cosas demasiado serias y demasiado importantes para que yo vaya a esa tribuna a improvisar unas palabras."

No he hablado, simplemente me he dejado llevar por la atmósfera, la alegría de verlos a ustedes aquí, las convicciones que tengo de lo que pueden hacer, y por eso dije: "Bueno, les voy a contar un poquito de nuestro congreso de periodistas que tuvo lugar a principios de este año."

Hace unos días volvimos a tener un congreso, algo que se llamó un consejo ampliado. Pero, ¿saben? Invitamos a todos los delegados que habían estado en el Congreso y lo que tuvo lugar realmente fue un segundo congreso. ¡Con qué satisfacción allí se pudo explicar en el informe que se habían cumplido todos los acuerdos e incluso se habían sobrecumplido!

¡Ah!, se han convertido los órganos de prensa en órganos docentes, algo increíble e inconcebible, lo que se hizo con los médicos; ya tienen sus programas de enseñanza de computación y tengo entendido que a fines del próximo año todos nuestros periodistas pasarán al tercer milenio habiendo recibido un curso intensivo y eficiente en esta materia. Todos los periodistas dominando la computación, todos sin excepción (Aplausos); todos con posibilidades futuras de comunicarse entre ellos y de comunicarse con el mundo a través de Internet y a través de las computadoras, a nivel global, no solo nacional (Aplausos). ¡Qué bueno que nuestros compañeros periodistas se pudieran comunicar un día con sus hermanos periodistas de América Latina a través de la computadora y a través de Internet!

¡Ah!, todos, en un futuro no lejano, estarán estudiando un idioma, ya están cursándolo 200 de ellos; no había suficientes espacios, se buscaron, se adaptaron unos edificios y pronto habremos duplicado a 400 el número de matrículas en el estudio de un idioma. Como es lógico, fundamentalmente será el inglés, al cual no nos queda más remedio que confiscar, porque necesitamos un instrumento, y ya que ellos han impuesto el inglés en el mundo, no nos vamos a poner a inventar ahora un dialecto, los cuales, sin embargo, hay que respetar y preservar celosamente, porque son creaciones de la cultura humana; no lo digo, pues, con desprecio, pero no podríamos comunicarnos en un dialecto.

Otros idiomas son muy importantes, pero muy difíciles, por ejemplo, el chino. Por eso muchos de esos países estudian el inglés. Dominio de otro idioma, y dominio del inglés, y no será el único. Ahora solo lo que tenemos que calcular es el tiempo exacto en que los casi 3 000 periodistas cubanos dominarán un idioma, con excelentes laboratorios, excelentes programas, que no son, por suerte, muy costosos.

¡Ah!, ¿por qué hemos duplicado nuestra capacidad de matrícula? Ya estamos pensando no solo en cursos sobre las técnicas de escribir en términos periodísticos y otros conocimientos, sino, incluso, sobre las técnicas de narración. Todos los órganos de prensa, de radio, televisión, periódicos, convertidos en centros docentes, donde los periodistas estudiarán sistemáticamente. Los estudios de computación van a marchar rápido, porque bastan para ello 40 ó 50 centros; aparte de las escuelas, aparte de los cursos directos y casi especializados de computación, estarán los cursos en los propios órganos de prensa.

Todas estas ideas se han ido desarrollando, y a medida que vemos el éxito en una de ellas, añadimos otras ideas y las desarrollamos.

Tenemos mucha esperanza en este camino, en la posibilidad de elevar al máximo posible el nivel de nuestros comunicadores. La bibliografía que haga falta, en todos los lugares donde haga falta. No les podemos enviar 2 000 ó 3 000 volúmenes a cada periodista, pero sí disponer de lugares donde haya equis número de los volúmenes no solo sobre periodismo, sino sobre conocimientos culturales generales.

No lo tomen como un chovinismo, como una vana y pueril ambición; pero les puedo asegurar algo que deseamos para nuestros periodistas y que ojalá fuese posible para todos los periodistas de América Latina y para todos los periodistas del mundo: que nuestros periodistas se constituyan, con el transcurso del tiempo, en un contingente que pudiera calificarse como el mejor preparado del mundo. No voy a decir que los mejores del mundo, que es muy diferente a decir, como conjunto y como promedio, los periodistas con mayor preparación del mundo, para trabajar por el mundo y para el mundo, para librar una batalla universal.

¿Se quieren óptimos reporteros? Envíelos allá donde hay algo que reportar, allá donde están los médicos, allá donde esté cualquier grupo humano haciendo cosas extraordinarias. ¡Ah!, no tenemos los millones de las transnacionales; no, no tenemos capital financiero, pero tenemos ya un excelente capital humano.

Los médicos de que les he hablado y que ya están trabajando en número muy superior a 1 000, y que en un tiempo no lejano serán unos cuantos miles, expresan ese capital humano capaz de marchar a los lugares donde no irían, como regla, los médicos de los países industrializados.

Aquel que tiene una buena residencia, tres automóviles, cuatro televisores y cuantos cachibaches domésticos producen sus industrias, e incluso viste hasta la última moda del último modisto o modista de París, de Nueva York o de California, es muy difícil que se aleje de la familia y se vaya por un tiempo indefinido, que puede ser un año, año y medio o dos, a lugares donde hay víboras, mosquitos y calores, donde se requiere una increíble capacidad de abnegación y sacrificio.

Ni por 100 000 dólares lo hacen los de los países ricos, porque ellos con 50 000 ó 60 000 prefieren permanecer donde están. No han sido formados en otra concepción y otros ideales. Lo más que hacen, algunos que son generosos y filantrópicos, es organizar un equipito durante una semana para ir a un país; no es malo, es bueno, es divulgar técnicas, atender casos difíciles. No pasan de eso, salvo admirables excepciones, no pasan de una semana en tales misiones.

Luego ellos tienen infinito capital financiero y casi cero capital humano. Nosotros estamos haciendo las cosas con cero capital financiero y —no voy a decir infinito— un cuantioso capital humano creado en estos 40 años. Les pregunto si un país del Tercer Mundo fragmentado en mil pedazos, en permanente y eterna inestabilidad, sin programa y sin nada parecido, podría haber hecho eso.

Son estos hechos los que alimentan nuestra convicción, nuestra firmeza, nuestra esperanza; son estos los argumentos con los que podemos combatir, y no les pido a ustedes que nos defiendan, les pido la más elevada conciencia de estas realidades del mundo de hoy, la denuncia de los horrores del sistema que estamos padeciendo, que pueden liquidar, incluso, la especie humana.

Este sistema abominable —lo decía aquel día hablando con un grupo de periodistas en un receso— no solo encamina la humanidad hacia su exterminio físico, sino que la destruye espiritualmente; convierte a cada ser humano en un egoísta, en un competidor ciego el uno del otro, en enemigo de todos los demás; a cada uno de los ciudadanos de un país, en avaros, egoístas, falsos, mentirosos.

¿Pueden educar a un pueblo políticos que no hacen más que sentir lo que no dicen y decir lo que no sienten? Digamos, el mismo Presidente Clinton —con todo respeto— tiene un discurso para Nueva York, otro para la Florida, otro para el estado de Washington; uno donde hay hispanos, otro donde hay asiáticos y otro donde hay ciudadanos de origen africano; un discurso para cada uno de ellos; un discurso para cada país que visita. A veces un presidente se equivoca, como le ocurrió a Reagan, que les estaba hablando a los brasileños pensando que se encontraba en Bolivia. Ustedes oyeron hablar de eso. No sé si es un lapsus linguae o un infarto cultural, en realidad son dos países inconfundibles.

Pero ellos no tienen la culpa, no lo aprendieron en la escuela, no suelen tener una sólida preparación política. Sería mejor decir que el sistema se lo impide. Si solo tienen el concepto de la competencia y de la lucha individual entre todos los seres humanos, si solo creen en el poder de sus armas y de sus riquezas, ¿cómo pueden ser educados en un concepto humanista del mundo de mañana?

Converso, discuto con muchos políticos, de distintos niveles, no solo norteamericanos, entre los que he visto, por cierto, personas bien preparadas y serias; pero a veces me horrorizo. Es así: Tres asistentes de un lado y tres del otro, y, sobre cualquier tema, este pasa un papelito, el otro pasa otro. Es trágico. Además, una falta de educación, porque si usted tiene que esperar que acaben de pasarse papelitos y tratar de adivinar qué tema fue el que suscitó eso, cuál fue el punto álgido que despertó un reflejo condicionado, en que tienen que asistir a nuestro ilustre invitado con un dato, se interrumpe el hilo de la conversación y se tiene la impresión de una descortesía.

No quiero mencionar país, porque en cualquier país tenemos muchos amigos; pero he visto personalidades de países que, presumiendo estar entre los más informados del mundo, o países que cuentan con los medios de información más avanzados, sus ciudadanos están absolutamente desinformados, no saben nada acerca del mundo, y poseen, incluso, títulos universitarios. No pueden leer, no pueden estudiar. Muchas veces nosotros enviamos documentos a importantes personalidades, con la esperanza de que los asistentes los lean; les entregamos también a los asistentes. Casi nunca podemos comprobar que algún material importante, de acuerdo con sus intereses políticos, hayan tenido tiempo de leerlo; pero, peor, muchas veces ni siquiera los asistentes.

Les estoy contando experiencias que hemos tenido que vivir. No les alcanza el tiempo para estudiar, no pueden leer, envueltos en una vorágine de actividades que muchas veces se reduce, durante todo el tiempo, todos los días libres, a ir tocando, de puerta en puerta, en la casa de los electores. ¿Sentido de intereses nacionales? ¡Muy pocos!; en los discursos y en las actitudes de cada uno de los representantes de algunos de esos países, no se ve más que la defensa de los intereses de la etnia, o del grupo económico, o del grupo social que radica en su área electoral.

Nosotros hemos planteado siempre a nuestros diputados que ellos tienen que defender los intereses del distrito por donde son elegidos; pero tienen que defender siempre, y por encima de todo, los intereses nacionales, que no sea el problema de "me ocupo de este lugar y no me importan los demás".

Hoy nosotros, en vísperas de una cumbre, decimos que de lo que menos nos preocupamos es de nuestros propios intereses, y lo que hemos hecho en la discusión de documentos es preocuparnos por los intereses de los demás; más que por eso, por los intereses colectivos de nuestra área, de América Latina y del Caribe. Es cierto que hay una globalización, se marcha inevitablemente en esa dirección. ¿Cómo va a ser? Dependerá mucho de la claridad que tengamos ahora y de lo que seamos capaces de hacer hoy.

¿Qué podemos ofrecerles a ustedes? La exhortación de que no se desanimen por nada ni por nadie; la exhortación de que no se intimiden ante el enorme poder de los dueños de los órganos de prensa y de los grandes medios, que hoy no son nacionales, son muchas veces transnacionales, y que amenazan la integridad; amenazan, por encima de todo, la cultura de todos los países del mundo, como gran instrumento de dominación.

Nosotros constantemente buscamos mecanismos, métodos, para trasmitir el mensaje. Realmente los mensajes van dirigidos a decenas y decenas de miles de personas. Los grupos de solidaridad, valientes e infatigables amigos de Cuba, aun en condiciones adversas y sin recursos materiales, desempeñan un extraordinario papel en la batalla contra la desinformación y las mentiras. Hay casos en que venden un 20% de conferencias o discursos impresos, y con lo que recaudan imprimen de nuevo 1 000, que distribuyen allí donde no llegan otros medios de información.

Estamos buscando cada día nuevos procedimientos para hacer llegar el lenguaje escrito, hacer llegar el mensaje televisado a través de casetes, a través de Internet y a través de todos los medios posibles. Habiéndonos roto la cabeza en esto, tenemos posibilidad de enviar muchos mensajes a muchas partes simultáneamente.

Un periódico, digamos, que se vende en la calle, con una edición de 10 000 ejemplares, llega a los 10 000 núcleos de los que lo compraron, y a veces nosotros trasmitimos 100 000 mensajes dirigidos a quienes deseamos informar. Podemos trasmitir millones de mensajes, y tenemos idea de cómo hacerlo. Hay medios de contrarrestar el gigantesco poder del monopolio de los medios de información y de los dueños; los esclavos, los periodistas, los proletarios de la prensa tienen por delante posibilidades infinitas.

Ya que no tuve el privilegio de participar en el congreso de ustedes, ya que los he tenido sentados ahí tanto tiempo, ya que he creado un desastre en vísperas de la Cumbre, no por las cosas que he dicho, porque lo que he dicho no me importa si llega a conocerse, aunque les estoy hablando discretamente y en familia: el desastre lo creo por una cuestión de tiempo, al haber sobrepasado ya las 12:00 de la noche. Se me ocurre una compensación, si ustedes quisieran verlo así, generosamente, que hagamos un congreso de periodistas latinoamericanos (Aplausos).

Nosotros al principio de este mismo año reunimos cientos de economistas de diversas partes del mundo, con empleo de distintos idiomas —hablo de economistas extranjeros, no recuerdo si fueron 500 ó 600, además de una amplia delegación cubana—; si de nuevo realizaremos una reunión similar de economistas a principios del año próximo; si va a tener lugar dentro de unos meses un congreso de estudiantes latinoamericanos con 5 000 delegados, ¿por qué no organizamos un congreso de periodistas latinoamericanos? Lo estoy sugiriendo.

Claro, me gustaría que fuera aquí, porque si es en otro lugar lo más probable es que no pueda participar, sería demasiado problema. Yo cuesto más caro, créanme, cuando viajo, porque tengo que llevar hasta dos aviones para desinformar, para que no sepan en cuál voy; vaya, cuesto mucho más caro cuando viajo que si este país invita a 200 ó 300 periodistas proletarios, con criterios propios. No, no, no queremos solo marxistas, no, no se trata de eso, no hay la menor objeción en que participen personas de todos los credos o filosofías; queremos periodistas honestos con criterios propios para discutir estos problemas, ¡verdaderos periodistas independientes!, para abordar las vías y métodos de lucha, y entre ellos un número de delegados cubanos, algunas decenas; no nos quedará más remedio, si es que no queremos pelearnos con un número demasiado elevado de miembros de la Unión de Periodistas de Cuba.

La cuestión del número es importante. Se pueden hacer reuniones, incluso, de varios cientos. Si se realiza en un teatro muy grande, ya no se ve la gente; si lo hacen en un local donde puedan reunirse unos 300 ó 400, la experiencia nos demuestra que es posible discutir verdaderamente en familia. ¿El tiempo? Bueno, el tiempo que sea necesario, pero del estilo del que hicimos, porque discutiendo, pensando, meditando, planteando problemas, dificultades, entonces, se encuentran muchas soluciones, lo aseguro.

Qué cosa tan excelente sería no ya este modestico congreso que ha organizado la FELAP, que es modestísimo, porque hay solo 30 ó 40 delegados. ¿Cuántos son los que vinieron a esto? (Le dicen que 40.) Cuarenta. Es verdad que Lenin creo que organizó el partido bolchevique de la Unión Soviética en un congreso de 10 ó 12 delegados. Pienso que si reunimos aquí a 300 ó 400 periodistas con las características señaladas, entonces podemos llamarlo congreso. No mayor, porque sería menos fructífero; no mayor, porque eso está en los límites ya de lo que puede dar un congreso como los que hemos realizado este año. De periodistas cubanos hemos tenido dos en siete meses.

Permítanme decirles que hay un espíritu elevadísimo en nuestros periodistas, tareas a montones, y cuando parecía que nos sobraban, ya estamos inventando y tomando iniciativas para incrementar el número de periodistas, a pesar de que hay solo dos periódicos que salen diariamente, pero considerando todas las publicaciones para niños, revistas, y los medios televisivos y radiales, estamos preparándonos para la gran tarea que nos espera. El entusiasmo es grande. El hombre lo que necesitó siempre fue una gran causa. Nunca habrá hombre grande sin causa grande. Cuando hay una gran causa, mucha gente, mucha gente, casi todos pueden llegar a ser un gran escritor, un gran periodista, un gran comunicador. Nuestros periodistas tienen hoy esa gran causa, la tienen bien definida y la comprenden perfectamente bien.

Si hacemos una reunión de ese tipo, la FELAP tendrá mucha más fuerza. Y créanme, los propietarios no quieren sindicato, ni colegio, ni organización de los esclavos, de una forma o de otra los quieren mantener en cadenas y con grilletes.

Digamos: ¡Proletarios de todas las esferas de la divulgación en el mundo, edúquense y uníos! (Aplausos.)

Dije lo de edúquense, porque es lo que estamos haciendo nosotros cuando tomamos conciencia de la enorme necesidad de una superación constante. Nuestra organización nacional de periodistas se convierte en una universidad, en un centro de estudio superior de periodismo, donde el tiempo de aprendizaje no tiene límites. Pensamos así, indefinidamente. Es tal como vemos y concebimos hoy el papel de los periodistas en el siglo que comienza (Aplausos).

(Una delegada le dice algo.)

Me consideran miembro de la FELAP, ¿lo apoyan ustedes? (Exclamaciones de: "¡Sí!") Gracias.

Les ruego que se pongan a pensar en esta idea, de un congreso más o menos como el que hemos estado tratando de diseñar, con todo el tiempo suficiente, trabajando mañana, tarde y noche, para abordar problemas, no solo de nuestros países, sino los cruciales problemas del mundo de hoy. Ya que hablamos de globalización, tenemos que globalizar nuestros hábitos de pensar, apartándonos de pensar solo en localidad, pequeña, mediana o grande, y ubicarnos en el planeta donde estamos obligados a vivir.

Los de cultura realizaron igualmente un grandioso congreso. Fue sumamente fructífero. Claro, pero no son tan homogéneas las actividades de la cultura como las del periodismo. Aquellas suelen ser más complejas, no es posible medir los logros con la misma rapidez.

Crece en nuestro país considerablemente el número de intelectuales y su fecunda obra. Menciono la palabra intelectual, partiendo de un concepto —del cual hablé a nuestros periodistas—: los periodistas son trabajadores intelectuales. Muchas de las mejores novelas las han escrito periodistas, que saben redactar, que tienen conocimientos de la vida, elevada cultura y rica imaginación. Gabriel García Márquez comenzó siendo periodista, un periodista de Prensa Latina cuando se creó esta agencia, y así otros muchos han resultado ser excelentes autores. Yo diría que el escritor debe tener las técnicas del periodismo y el periodista debe tener las técnicas de los escritores, de los novelistas.

Posiblemente la sala del Palacio de las Convenciones donde realizamos el congreso de la Unión Nacional de Escritores y Artistas de Cuba, y poco después el de los periodistas, sea el lugar mejor para el tipo de encuentro que estoy planteando. Así que ahora la tarea es de ustedes y todo dependerá de ustedes.

¿Me puedo marchar con la esperanza de que les gusta la idea? (Aplausos y exclamaciones de: "¡Sí!")

Entonces digo como Julio César —según dicen que dijo, porque yo creo que el 90% de tales dichos son leyendas que inventó alguien a posteriori, lo he visto por experiencia, al ver como cada cual tiene su visión de importantes hechos que hemos compartido—: "Alea jacta est."

Como ven, sé inglés y sé latín (Risas y aplausos).

¡Muchas gracias!

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