Rescates desde el ALBA
Date:
20/01/2010
Source:
Periódico Granma
Los vecinos habían asegurado que escuchaban gritos. Desde dentro de la edificación devastada, los lamentos, casi imperceptibles luego de 24 horas de la debacle, indicaban que en el mercado había sobrevivientes. La noticia aceleró el corazón de Luis Fernández. Horas atrás había zarpado de su tierra para auxiliar a Haití, y su mayor desazón hubiera sido no ser útil a un pueblo tan agobiado.
El espectáculo era aterrador. Un centro comercial de tres pisos había quedado en ruinas. Más que una sacudida, parecía que desde arriba una fuerza sobrenatural había presionado un piso contra otro, haciendo añicos todas las paredes laterales.
Para los haitianos que se concentraban en los alrededores esperando a que se hiciera el milagro de volver a ver con vida a quienes así imploraban, la llegada de los rescatistas devino esperanza, palabra perdida por estos días de la tierra haitiana. En el grupo iba el joven Luis, con él también llegaba allí su Venezuela querida.
Han pasado varios días del hecho, pero hay sucesos que ocurren en un segundo y terminan marcándonos eternamente. Para los muchachos de la Fuerza de Tarea Humanitaria Simón Bolívar, las 14 horas que duró el rescate son imborrables.
Cuenta el capitán Manuel Medina, al frente del equipo de bomberos, que al llegar hicieron una inspección de la estructura, aseguraron la zona y se desplegaron. "Habíamos ubicado tres personas con vida en dos zonas diferentes. Llegar a uno de ellos parecía imposible, pues estaba aprisionado entre un montón de escombros. Después de muchas horas, y cuando ya casi lo teníamos en nuestras manos, comenzó una réplica muy fuerte que nos obligó a evacuar. Cuando regresamos, todo había colapsado, lamentablemente no pudimos hacer más nada por él".
Sobreponerse a tamaña angustia era urgente. Otras dos personas, esta vez mujeres, esperaban para ser rescatadas. Habían quedado atrapadas en un pasillo del centro comercial, alcanzarlas también resultó una odisea. Pero esta vez, ni siquiera la ira de la naturaleza logró detener al equipo que le arrebató dos vidas al temblor de tierra. Las nítidas pulsaciones de las víctimas y los gritos de los espectadores eran la recompensa a tanto riesgo. Ya Luis tendría entonces el primer motivo para enorgullecer a su patria.
Aunque con un poco más de experiencia, el general Pérez Cassar, de la Defensa Civil de Nicaragua, no se detiene en calificar de milagroso lo que sucedió este lunes en Haití. Luego de seis días del terremoto, su equipo de rescatistas salvó la vida de dos jóvenes que se encontraban atrapados en el sótano de un edificio de siete pisos. El trabajo había comenzado bien temprano, pero la noche fue testigo del acontecimiento .
—¿Qué sienten cuando encuentran vida?
"No hay corazón que lo aguante. Es una satisfacción inmensa cuando sentimos los latidos de la víctima. Somos viejos militares, supuestamente más rudos y, sin embargo, es tanto el sentimiento que muchas veces nos ponemos a llorar. Y aunque ya estamos acostumbrados a atender a la población en situación de desastre, el hecho siempre sobrepasa los límites de lo que uno quiere aparentar".
Así hablan estos hombres, curtidos en la faena del rescate pero intacta la sensibilidad. Por eso no es extraño que cuando desandan la devastada Puerto Príncipe, muchos haitianos pongan sus manos en el corazón y hagan signos de victoria con los dedos. Quizás los lugareños, entre tanta tragedia, no sepan que con estos hombres van también los rescates del ALBA.
Ha sido Haití la nación que ha vuelto a poner sobre la mesa la necesidad de la alianza entre los pueblos. Como dijera el Comandante en Jefe Fidel Castro, tan nombrado en estos lúgubres días aquí, esta es la oportunidad para saber cuánto puede durar el espíritu de cooperación.
—Capitán Medina ¿cuándo retornan a Venezuela? "Ese día no está escrito, hasta que haga falta estaremos aquí".
Parece que entre los rescatistas la palabra regreso no existe.
El espectáculo era aterrador. Un centro comercial de tres pisos había quedado en ruinas. Más que una sacudida, parecía que desde arriba una fuerza sobrenatural había presionado un piso contra otro, haciendo añicos todas las paredes laterales.
Para los haitianos que se concentraban en los alrededores esperando a que se hiciera el milagro de volver a ver con vida a quienes así imploraban, la llegada de los rescatistas devino esperanza, palabra perdida por estos días de la tierra haitiana. En el grupo iba el joven Luis, con él también llegaba allí su Venezuela querida.
Han pasado varios días del hecho, pero hay sucesos que ocurren en un segundo y terminan marcándonos eternamente. Para los muchachos de la Fuerza de Tarea Humanitaria Simón Bolívar, las 14 horas que duró el rescate son imborrables.
Cuenta el capitán Manuel Medina, al frente del equipo de bomberos, que al llegar hicieron una inspección de la estructura, aseguraron la zona y se desplegaron. "Habíamos ubicado tres personas con vida en dos zonas diferentes. Llegar a uno de ellos parecía imposible, pues estaba aprisionado entre un montón de escombros. Después de muchas horas, y cuando ya casi lo teníamos en nuestras manos, comenzó una réplica muy fuerte que nos obligó a evacuar. Cuando regresamos, todo había colapsado, lamentablemente no pudimos hacer más nada por él".
Sobreponerse a tamaña angustia era urgente. Otras dos personas, esta vez mujeres, esperaban para ser rescatadas. Habían quedado atrapadas en un pasillo del centro comercial, alcanzarlas también resultó una odisea. Pero esta vez, ni siquiera la ira de la naturaleza logró detener al equipo que le arrebató dos vidas al temblor de tierra. Las nítidas pulsaciones de las víctimas y los gritos de los espectadores eran la recompensa a tanto riesgo. Ya Luis tendría entonces el primer motivo para enorgullecer a su patria.
Aunque con un poco más de experiencia, el general Pérez Cassar, de la Defensa Civil de Nicaragua, no se detiene en calificar de milagroso lo que sucedió este lunes en Haití. Luego de seis días del terremoto, su equipo de rescatistas salvó la vida de dos jóvenes que se encontraban atrapados en el sótano de un edificio de siete pisos. El trabajo había comenzado bien temprano, pero la noche fue testigo del acontecimiento .
—¿Qué sienten cuando encuentran vida?
"No hay corazón que lo aguante. Es una satisfacción inmensa cuando sentimos los latidos de la víctima. Somos viejos militares, supuestamente más rudos y, sin embargo, es tanto el sentimiento que muchas veces nos ponemos a llorar. Y aunque ya estamos acostumbrados a atender a la población en situación de desastre, el hecho siempre sobrepasa los límites de lo que uno quiere aparentar".
Así hablan estos hombres, curtidos en la faena del rescate pero intacta la sensibilidad. Por eso no es extraño que cuando desandan la devastada Puerto Príncipe, muchos haitianos pongan sus manos en el corazón y hagan signos de victoria con los dedos. Quizás los lugareños, entre tanta tragedia, no sepan que con estos hombres van también los rescates del ALBA.
Ha sido Haití la nación que ha vuelto a poner sobre la mesa la necesidad de la alianza entre los pueblos. Como dijera el Comandante en Jefe Fidel Castro, tan nombrado en estos lúgubres días aquí, esta es la oportunidad para saber cuánto puede durar el espíritu de cooperación.
—Capitán Medina ¿cuándo retornan a Venezuela? "Ese día no está escrito, hasta que haga falta estaremos aquí".
Parece que entre los rescatistas la palabra regreso no existe.