Cuando el Gobierno comenzó a ser verdaderamente revolucionario
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A partir del 16 de febrero de 1959, tras Fidel asumir como primer ministro, con la responsabilidad de dirigir la política general del país, se promulgaron las leyes de beneficio popular que reclamaba la ciudadanía
Habían transcurrido 37 días del derrocamiento de la tiranía batistiana y era evidente que el Gobierno Revolucionario “no funcionaba con la acometividad que las circunstancias reclamaban”, como años después describió uno de sus integrantes, el veterano combatiente de los años 30 Luis Buch en un libro de su autoría. Por diversas razones no se habían promulgado las leyes radicales de carácter social que se habían prometido en el programa del Moncada y el pueblo comenzaba a impacientarse. Y al igual que su pueblo, también Fidel.
En la noche del 6 de febrero de 1959, tras su regreso del Oriente cubano, el Jefe rebelde tuvo que acudir a la refinería Shell, en Regla, donde había surgido un conflicto laboral. En su diálogo con los obreros, hizo un análisis objetivo donde, si bien reconoció que las demandas proletarias eran justas, demostró que la paralización de la economía del país como consecuencia de una huelga en ese sector tan estratégico perjudicaría al pueblo y eso era lo que precisamente convenía a los enemigos de la Revolución. Entre otros asuntos, se refirió a la propuesta del cierre de los salones de juego en los hoteles que algunos exigían, con el apoyo del presidente de la república Manuel Urrutia.
El Comandante en Jefe razonaba: “Nuestras condiciones económicas actuales no nos permitirían suspender los juegos en los casinos […] Es muy fácil escribir en un despacho olvidándose de que hay medio millón de desempleados y cientos de obreros que trabajan en los centros de diversión, en los cabarets, en los casinos”. Urrutia, que veía por la pequeña pantalla esta intervención, comentó en voz alta: “Yo creo que cuando Fidel habla del gobierno, se está refiriendo a mí”.
No fue esa la única vez que el joven abogado de 32 años tuvo que enfrentar un plan que afectaba a la economía del país. Para combatir al desempleo, algunos sesudos idearon la creación de cuatro turnos de seis horas en los centrales azucareros, lo que hubiera hecho irrentable la zafra de ese año. En una reunión con líderes de la CTC, explicó: “¿Y ustedes saben cuál es la medida fundamental para acabar con el desempleo? ¿Ustedes saben cuál será la medida más beneficiosa para los obreros azucareros? La Reforma Agraria”.
La crisis interna en el Gobierno Revolucionario se intensificó en los siguientes días porque Urrutia persistía en sus concepciones burocráticas. Enrique Oltuski, titular de Comunicaciones, rememoraría años después que en la medianoche del 12 de febrero consultó su reloj y comprendió que aquello no podía continuar así: “Llevábamos reunidos desde las dos de la tarde. Discusiones interminables, resultados escasos. El Consejo de Ministros no funcionaba. En la punta de la mesa presidía Urrutia. Era un radical en todo lo que tuviera que ver con el delito, los criminales de la dictadura, el juego, pero un conservador en cuanto a los cambios sociales y políticos […]
“Estaba el grupo de ministros que provenía de las filas revolucionarias. Las ideas no estaban claras para nosotros, actuábamos individualmente, no había un líder que en el Consejo coordinara nuestras acciones. Cundía el malestar entre nosotros: Faustino [Pérez], Armando [Hart], Julio Camacho [Aguilera], Luis Buch, yo, nos preguntábamos qué hacer”.
Fueron a ver a Fidel. Faustino rompió el hielo: “El Consejo de Ministros no funciona. Tienes que hacerte cargo del Gobierno”. Oltusky añadió: “Este no es nuestro gobierno. Si tú no te haces cargo, nosotros no queremos seguir siendo ministros”. Fidel les sugirió dialogar en un lugar seguro. Escogieron la casa de Oltusky. “Vamos a ver primero de qué gobierno estamos hablando”, dijo el Jefe rebelde y sacó de su bolsillo una pequeña libreta azul. Hizo una detallada explicación de sus concepciones sobre lo que debería abordarse en lo adelante: la Reforma Agraria, la rebaja de los alquileres y las tarifas eléctricas, los problemas de la vivienda, la salud y la educación, la corrupción, la política exterior…
“¿Es este el gobierno que queremos?”, preguntó a los presentes. Todos asintieron. “Entonces acepto. Hay que hablar con Urrutia y sobre todo con Miró, porque es el cargo de primer ministro el que debo asumir”. Solo puso como condiciones de que debía tener el control directo de la política general, sin menoscabo de las facultades que, conforme a la ley, le correspondían al presidente de la república. Y que mantendría su uniforme verde olivo y su barba pues ambos significaban “la rebeldía de la Sierra Maestra y de nuestra Revolución y no me los quito de ningún modo”.
Para que su labor fuera efectiva, el Consejo de Ministros resolvió modificar el artículo 146 de la Ley Fundamental y en vez de “representar la política general del Gobierno”, le correspondería dirigirla como primer ministro, además de “despachar con el Presidente de la república los asuntos administrativos y, acompañado de sus ministros, los propios de los respectivos departamentos”.
El 16 de febrero de 1959 devino un hito en la historia de la Revolución Cubana al asumir Fidel como premier de la nación. En el acto, trasmitido por radio y televisión, el líder histórico de la Revolución afirmó: “Estaré aquí mientras cuente con la confianza del Presidente de la República y mientras cuente con las facultades necesarias para asumir la responsabilidad de la tarea que se me ha impuesto. Estaré aquí mientras la máxima autoridad de la república –que es el Presidente-, lo estime pertinente o mi conciencia me diga que no soy útil”.
Ese mismo día, al sesionar el Consejo de Ministros, se adoptaron una serie de leyes, como la conversión de la Renta de la Lotería Nacional en un nuevo organismo, el Instituto Nacional de Ahorro y Vivienda (Inav), que presidido por la veterana combatiente Pastorita Núñez, construiría repartos para el pueblo en todo el país, como el llamado posteriormente Camilo Cienfuegos, en el hoy municipio capitalino de Habana del Este.
Se dictó también una suspensión por 180 días de los despidos a trabajadores por sus patrones. I, se amplió el presupuesto para la Comisión Nacional de Deportes y se eliminaron impuestos sobre proyectos de monumentos que nunca se habían ejecutado.
En los días siguientes, se autorizaron créditos para terminar las obras de diez hospitales en construcción (uno de ellos, el de Santiago de Cuba, llevaba 14 años en esa condición). Asimismo, el Consejo de Ministros aprobó la intervención de la Cuban Telephone Company, monopolio yanqui que con la complicidad del tirano Batista había arbitrariamente aumentado las tarifas telefónicas, las cuales la Revolución rebajó considerablemente. Semanas más tarde, ya en mayo, se promulgó la ley más radical de esa primera etapa: la Reforma Agraria.
Y cumplió así lo que antes había afirmado ante un grupo de dirigentes obreros: “Si el Gobierno Revolucionario no hace leyes revolucionarias, entonces no es un gobierno revolucionario. Si el Gobierno Revolucionario no hace la Reforma Agraria, entonces no es un gobierno revolucionario”.
*Periodista y profesor universitario. Premio Nacional de Periodismo Histórico por la obra de la vida 2021
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Fuentes consultadas
Los libros Gobierno Revolucionario Cubano: génesis y primeros pasos, de Luis M. Buch; Gente del llano, de Enrique Oltusky, y Fidel en el año de la Liberación. Tomo 1 enero-marzo, de Eugenio Suárez y Acela Canet.