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Campana de La Demajagua: robo y rescate de una reliquia

Fecha: 

09/11/2010

Fuente: 

La demajagua

Autor: 

Hace 63 años –noviembre de 1947- Cuba entera se estremeció por un suceso relacionado con la campana que llamara a los cubanos por primera vez a la lucha en La Demajagua: la reliquia resultó robada de la Universidad de La Habana.
 Fidel Castro y un grupo de estudiantes con la campana de La Demajagua, en 1947

Y si entonces no se perdió para siempre fue por las manifestaciones de los estudiantes de esa institución (entre los que se encontraba Fidel Castro) y de miles personas en Manzanillo que se volcaron a las calles y declararon a su urbe «ciudad muerta».  

¿Qué pasó en realidad aquellos días de octubre y noviembre de 1947? El presidente de la República, Ramón Grau San Martín, quien pretendía la reelección, comisionó a su ministro de Gobernación, Alejo Cossío, para que buscara en La Ciudad del Golfo la reliquia histórica, la cual presidiría el acto por los 79 años del grito independentista. Pero en realidad era un truco publicitario.

Según relata el periodista Pedro Antonio García en la revista Bohemia, el enviado del mandatario viajó a Manzanillo el 6 de octubre. Mas, los pobladores lo recibieron con total repulsa. Incluso, uno de los concejales locales le dijo a la cara: “Ladrones, la campana no. Se lo han llevado todo y ahora quieren llevarse hasta la campana. ¿Dónde está el dinero destinado a las obras de Manzanillo?… No se llevarán la campana, no se la dejaremos llevar, porque lo que harían con ella sería ultrajarla”.

Por eso, Cossío retornó cocido en pena a la capital del país.

Fue entonces cuando Fidel Castro, vicepresidente de la escuela de Derecho de la Universidad de La Habana, le propuso a la dirección de la Federación Estudiantil Universitaria (FEU) –en la cual se encontraba Alfredo Guevara- que “tomara en sus manos la situación sin pérdida de tiempo y trajera la histórica reliquia a La Habana” para protestar en un gran mitin contra el Gobierno de turno.  

Al propio Fidel se le encomendó pedir prestada la campana. El futuro abogado, acompañado de Lionel Soto, se presentó ante el  presidente de la Delegación de Veteranos, el soldado Manuel Berro Reyes, y ante Modesto Tirado Avilés, presidente de los hijos y nietos de Veteranos de Manzanillo.

Los manzanilleros aceptaron entregar temporalmente la pieza. A principios de noviembre de 1947 el dirigente estudiantil viajó en tren a La Habana con la campana.

Según el sitio digital A la bahía, del sectorial de Cultura en Manzanillo, “el traslado fue realizado desde el Ayuntamiento para el ferrocarril utilizando un carro Pullman de bombero de Manzanillo. En la estación estaban por parte de los veteranos Manuel Berro Reyes, el Comandante Ramón Hernández, el soldado Blanes y Don Modesto Tirado Avilés”.

LLEGADA DE LA CAMPANA  A LA HABANA

Junto a Fidel y a Soto viajaron veteranos manzanilleros de la guerra de independencia. Llegada a la terminal habanera, la campana fue transportada en hombros por estudiantes universitarios, quienes la colocaron en un vehículo; este, según el trabajo periodístico de Pedro Antonio García, “marchó por las calles Zulueta, Neptuno, Belascoaín, San Lázaro hasta la Universidad, donde una multitud delirante vitoreó su llegada”.

El valioso cascabel fue situado en el salón de los Mártires de la FEU, cubierto por una bandera de Carlos Manuel de Céspedes y quedó bajo custodia de los estudiantes, quienes, por disposición de Fidel, montaron turnos de guardia.

Sin embargo, en la madrugada 6 de noviembre, por un descuido incomprensible, la campana fue robada del recinto universitario. Un grupo gansteril, comandado por Eufemio Fernández Larrea, cumpliendo órdenes del ministro de Educación, José Manuel Alémán, y del propio presidente Grau, penetró armado en la Universidad y sustrajo el precioso objeto.

Se pretendía así “hacer agua” el mitin convocado para la noche de ese día. De todos modos la congregación se realizó; tuvo como incentivo la indignación masiva por el robo.

En el acto, cuenta en un servicio especial la periodista de la Agencia de Información Nacional, Adelina Vázquez, Fidel calificó el hurto de «inaudito y de ultraje a la reliquia de la República». También remarcó: «para los apóstatas autores del hecho nuestra repulsa y desprecio».

Las protestas comenzaron a llover entonces en la capital y en Manzanillo, cuidad que prácticamente se paralizó. La situación se tornó tan compleja que los ladrones, tras haberla escondido en un apartamento del Vedado, tuvieron que deshacerse de esta: la lanzaron al portal del general del Ejército Libertador, Enrique Loynaz del Castillo. Él, al percatarse, la llevó al mismísimo Grau, quien, en conferencia de prensa, anunció el «hallazgo».

No obstante, las manifestaciones se mantuvieron: algunos en el Gobierno pretendían dejar la campana en La Habana; unos propusieron el Capitolio como paradero final y otros empezaron a hablar de legislaciones del Congreso para buscarle otro puesto distinto al del Ayuntamiento de Manzanillo.

Esa ciudad volvió a enardecerse con el lema colectivo de “Que nos devuelvan la campana”; los estudiantes también se acaloraron. Finalmente, el 12 de noviembre de 1947 la pieza fue devuelta, por avión, al Ayuntamiento de Manzanillo. En ese lugar permaneció hasta que en 1968, en la inauguración del Parque Nacional La Demajagua, se trasladó a ese sitio, en el que tañe oronda todavía.

VIAJE A LA POSTERIDAD

Esta historia y los relatos vinculados con Céspedes bastarían para hacer a la campana singular. Sin embargo, ella es protagonista de muchos otros hechos extraordinarios.

Con 59 centímetros de altura y 204 libras de peso, la campana de bronce fue situada en La Demajagua en 1860, cuando era propietario de la hacienda Francisco Javier de Céspedes, hermano de Carlos Manuel. Días después del bombardeo de La Demajagua, el 17 de octubre de 1868, fue trasladada al cercano ingenio La Esperanza, en el que estuvo un tiempo; luego, al cerrar tal local, quedó a la intemperie hasta 1900.

En octubre de ese año, por gestiones del puertorriqueño Modesto Tirado, primer alcalde de Manzanillo y comandante del Ejército Libertador, se transportó solemnemente al salón de sesiones de la alcaldía de la Ciudad del Golfo, según relatan Hortensia Pichardo y Fernando Portuondo en el libro Dos fechas históricas.

De allí salió en 1918 hacia La Habana, a raíz de los 50 años del 10 de octubre. En el gobierno de Machado, en 1926 y 1929, según el sitio web A la bahía hubo intentos de llevarla nuevamente a la capital para hacer propaganda política, pero los manzanilleros lo impidieron.

Después de ser ubicada en el Parque Nacional La Demajagua fue desmontada de ese sitio solo en tres ocasiones: el 30 de marzo de 1987, cuando jóvenes de Granma la llevaron al V Congreso de la UJC, celebrado en abril en la capital cubana; en octubre de 1991 cuando se transportó a Santiago de Cuba para el IV Congreso del Partido; y en febrero de 1995 para la Sesión Solemne de la Asamblea Nacional del Poder Popular con motivo de los 100 años del levantamiento del 24 de febrero.

Desde hace 15 años no ha sido movida de La Demajagua. Allí permanece, con su palpitar constante, para seguir estremeciéndonos la sangre y llamándonos al combate, más allá de este tiempo.

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