La diplomacia de la verdad
En enero de 2001 me correspondió abrir la misión cubana en Costa Rica tras 20 años de ruptura de relaciones diplomáticas entre los dos países. Había mucha hostilidad porque allí estaban asentados cubanos muy reaccionarios vinculados a las organizaciones contrarrevolucionarias Hermanos al Rescate y Alpha 66. Las relaciones se iniciaron a nivel consular. Yo había ido como cónsul general de Cuba y, a su vez, era el jefe de la misión diplomática.
Al mes de estar allí, una madrugada cerca de las 3:00 a.m. me llamaron del despacho del Comandante en Jefe para informarme que él había leído en unos cables internacionales sobre un evento de la organización no gubernamental británica Save the Children que se celebraba en San José de Costa Rica, donde de manera descarada acusaban a nuestro país de promover la prostitución infantil, y me pedía información al respecto.
Le dije que nada sabía, pero indagaría. Llamé a esa hora a un periodista brasileño amigo, residente allí, y ya a las 6:00 a.m. me tenía hasta el número del celular de quien auspiciaba el foro. Al amanecer logré hablar con el británico radicado en Costa Rica. Me presenté como tal y le planteé mi deseo de participar en el evento
por los temas abordados, pero el hombre se la llevó al vuelo. Me dijo que le daba pena, pero que en la mañana serían las conclusiones y ya era muy tarde para acreditarme.
Esa mañana mientras buscábamos en la sede diplomática información sobre todo lo que Cuba había hecho en defensa de la infancia y la juventud; y preparábamos una nota aclaratoria para entregar a la prensa, entró una llamada de La Habana. Era de nuevo del despacho de Fidel.
Le expliqué al compañero que estaba del otro lado de la línea que me habían negado entrar a las sesiones y, en ese momento, al parecer el Comandante no se contuvo, cogió el teléfono y me dijo: «Mira Juan Carlos, usted tiene que tratar de ir a ese evento. Pida permiso, solicite la palabra, si no se la conceden, tire la maleta y
párese encima de la mesa». Y yo lo único que le decía era: «Comandante, tenga la seguridad que nosotros cumpliremos y para ello haremos lo que sea». Inmediatamente me preguntó: «¿Cuántos son ustedes ahí?». Le respondí: «Mi esposa, un inversionista, el representante de Cubana de Aviación, dos profesores universitarios y yo». «Pues con ese equipo vaya para allá y diga la verdad sobre Cuba porque está bueno ya de mentiras. Aquí hemos hecho mucho por la niñez y la juventud».
Como hacía tan poco tiempo que estaba en Costa Rica y ni carro tenía aún, alquilamos uno y salí con el equipo para el hotel donde sesionaba el foro. Al llegar había un receso, pregunté por el mismo hombre que me había negado participar y me atendió una mujer que casualmente era su asistente. Me le presenté e increíblemente me dejó pasar. Ella sí mordió el anzuelo.
Cuando se reanudó la sesión me sentó hasta en la presidencia y concedió la palabra. Empecé diciendo al auditorio que lamentaba no se hubiera invitado a ninguna organización cubana para mostrar lo que habíamos hecho en materia de la niñez, la juventud y la mujer, y que como representante cubano tenía la obligación de aclarar lo que se había expresado el día antes de nuestro país, y les manifesté la voluntad de intercambiar todos los criterios vertidos allí. Expuse los argumentos y a la vez el equipo repartió a los delegados los documentos elaborados por nosotros. Entonces todo comenzó a girar en torno a Cuba.
Mientras hablaba vi entrar a un hombre que a todas luces era el británico organizador. Ya yo estaba listo para tirar la maleta y subirme en la mesa, como me había indicado Fidel. Entonces él le pasó un papelito a su asistente y ella, temblorosa, tomó el micrófono y rogó salir del salón a las personas que no estuvieran acreditadas.
Le dije al auditorio que evidentemente se referían a mí, porque estuve dispuesto a pagar la inscripción y me la habían negado, pero el objetivo estaba cumplido: habíamos dicho la verdad. Los medios de prensa estaban atentos a aquel momento de tensión.
En eso una delegada de México se levantó y dijo: «Si expulsan a Cuba, México se retira». Y los invitados latinoamericanos empezaron a corear: «Cuba sí, yanquis no». Al final los que se subieron en las mesas, en señal de apoyo a Cuba, fueron los participantes. La prensa lo reportó todo y la noticia era: «Cubano irrumpe en clausura de evento sobre derechos infantiles».
El Comandante leyó los reportes y esa misma tarde me llamó indagando: «¿Cuéntame, cuéntame cómo fue eso Juan Carlos?». Le expliqué y se reía a carcajadas, disfrutaba aquella victoria. Entonces me dijo: «Eso es lo que tenemos que hacer. No podemos ocultar nuestra verdad. Donde ustedes estén siempre defiendan a Cuba». Aquella fue una lección de lo que es la diplomacia de la verdad.