El príncipe con suerte
Apenas llevábamos tres meses en Costa Rica cuando ocurrió la votación en la Comisión de Derechos Humanos y ese gobierno se prestó para presentar una resolución en contra de Cuba. Incluso lo hicieron en inglés, prueba de que se la habían pasado los estadounidenses, pues no tuvieron tiempo para la traducción.
Como es lógico nosotros rechazamos aquella resolución, arremetimos contra el gobierno de Costa Rica y la decisión de ellos fue retirarme el exequatur, que era el permiso que daba la posibilidad de ejercer como cónsul general en el país.
Con esa decisión ellos se cubrían de no declararnos persona non grata, pero a la vez significaba no tener el permiso para ejercer
nuestra función consular. Pero al Comandante en Jefe no le gustaba
quedarse dado en ninguna circunstancia. Recuerdo que las indicaciones de lo que debíamos hacer nos las dio por la televisión desde
una Mesa Redonda.
Dijo que no íbamos a pagar por ninguna sinvergüencería y que si el gobierno de Costa Rica no nos deseaba allí que nos pagara el boleto de avión y nos retornara a Cuba. Los expertos en La Habana le dijeron al Comandante que como éramos solo mi esposa y yo, no había otra opción que regresarnos, que lo oportuno era retirarnos y enviar a otros compañeros, pero Fidel siempre fue bien sabio en política exterior e instaba en que no podíamos permitir las injusticias.
Insistiendo en el tema, el Comandante le preguntó a los que más sabían: «¿Y la esposa qué hace?». «Es funcionaria del Minrex», le respondieron. «¿Y ella está acreditada?», preguntó de nuevo. «Sí, ella tiene también exequatur». «Bueno nómbrenla cónsul general interina».
Y como el gobierno costarricense había dicho que no tenía nada en contra de ella, no le quedó más remedio que aceptarla. Entonces, a los efectos internos de Cuba yo era el cónsul general, y para el gobierno de Costa Rica el esposo acompañante de la cónsul general. Así estuvimos más de dos años y en la siguiente reunión de embajadores que tuvimos en La Habana, el Comandante en Jefe intercambió sobre ese episodio y me dijo: «Usted no es un príncipe consorte, usted es un príncipe con suerte».