Que vibra en la montaña
Su ejemplo como un árbol que crece,
su voz como una lluvia que convoca
a sembrar, su voz que une y desata
la cólera dormida, sabio trueno
hundido en las entrañas de la patria.
Su voz clara, que entendieran los pequeños,
cae como lluvia, ácido para el injusto, agua que come
el turbio sueño. Su gesto alzado sobre un pueblo,
como una estrella sobre el mar, convoca, grita, dice
que es la verdad sencilla como manos
de campesino, sencilla como hilos
de savia, y esa sencilla
verdad es nuestro tejido diario, el pie con que avanzamos,
nuestra oscura morada, nuestro nombre. Vamos.
Y en un cielo propio, comunal, diario,
escribir lo que nos dictan húmedos muertos
anclados en el río, sólidos en el tiempo.
Los brazos y los párpados se abren, sólo
queremos ver y abrazar, nube frente a nube, amor, descendemos de un gesto,
como niños subimos por sus brazos, tú tienes una patria, tú,
alzados hermanos que vamos por su senda
donde él nos diga, donde
nos digan nuestros ojos
cautos, por siempre abiertos, asidos al temblor que espuma su palabra.