Poemas

Para que nadie tenga que decir, en Fulgor de un nombre

Hora es ya que los ojos de Fidel
sean tus ojos, mis ojos, los de este y los de aquel.
Hora es ya que el oído de Fidel
sea tu oído, mi oído, el de este y el de aquel.
Hora es ya que la palabra de Fidel
sea tu palabra, mi palabra, la de este y la de aquel.

Así nadie tendría que expresar
incomprendido en su pesar:

¡Ay, si Fidel lo viera!
¡Ay, si Fidel lo oyera!
¡Ay, si Fidel lo palpara!
¡Qué dolor sentiría!
¡Como resolvería con una idea clara!

Duele profundamente ver que el gran dirigente, que adondequiera va,
tenga que estar aquí, tenga que estar allí, tenga que estar allá...
Y nosotros, ¿qué hacemos?

Si no lo asimilamos, cuando no lo tengamos,
¿con qué ojos veremos?,
¿con qué oídos oiremos?,
¿cómo caminaremos si su modo de andar
                                    (no interpretamos?

Para que nunca se nos muera,
hay que hacerlo Partido, clase obrera,
con los campesinos en estrecha unión.
Para que siempre, dondequiera estén con nosotros sus ojos
     sus oídos
     su palabra
     su hermoso corazón.

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