Incidencias y Coincidencias
En vísperas del señalado aniversario, Santiago echaba a un lado
los vestigios de tristeza
sin estar aún totalmente restañadas sus heridas.
Sin embargo, cedió paso al ensueño y sus deseos de vivir,
lo cual, allí, suele concretarse en un radiante resonar /
de soles y guitarras,
o bien permite ver a la ciudad suspensa por un sonido jubiloso
de tambores.
Las celebraciones raigales de los pueblos, son precisamente /
la esencia
misma de sus guías,
preocupaciones o latidos que vienen del fondo de la tierra;
roncas quebraduras de un ayer que necesita precisar su contenido,
sosegar ciertas fugacidades que acompañan a todo /
destino trascendente,
ese que compacta los más diversos y puros sentimientos.
Sesenta años es un bostezo de la historia: sobre todo ahora, /
que está
poniendo las acciones en su sitio;
a cada héroe en su lugar; a cada líder frente a frente /
a sus actos, ya sean
hombres o mujeres;
que los prejuicios ruedan hecho trizas; que retroceden viejas ideas
no vencidas del todo,
no creemos favorable, aunque sepamos que se trata /
de puras estrategias,
cubrir con un ligero manto de silencio, nada menos /
que a él, que fue,
junto al mejor amigo, el primero en descorrer las cortinas /
de la aurora.
Desbordantes de amor y de entusiasmo, sus queridos camaradas
quebraron circunstancias y aprensiones
y comprobaron que el silencio no puede respirar sobre la verdad
de un hombre justo.