Poemas

COMANDANTE...!

Yo he seguido el rumbo de tu bandera desvelada
y la tensa y segura dirección de tu pecho.
Yo sé dónde vienes y quién eres
por el tendido heroico de tu sueño,
por la arboladura estrellada
del Granma, nuevo Nordstrand,
que te trajo a la playa de Niquero.


Eres de Oriente, y tu raíz ardida
la alimenta la sangre del Turquino, y el fuego
de la Sierra Maestra, cuyas vigilias maternales
nutrieron y formaron, con su piedra, tu cuerpo,
para que no pudiera vencerte la fatiga,
ni el hambre, ni la sombra, ni la tiniebla, ni el siniestro
torrente del horror y del martirio; para que no pudieras,

¡oh, claro Comandante,
dormir sobre almohadas muertas,
sino sobre la llama de los grandes gritos insurrectos!


Lejos de la mentira;
lejos del pulular infecto
de las ratas hediondas, de los roedores asqueantes
del sátrapa de turno, podrido como ellos;
lejos de las blanduras tibias; lejos
de toda la carroña que en la ciudad arrastra
banderines de pus, de baba y de cieno;
lejos de la comparsa miserable
de los farsantes, de los fariseos,
de los sepulcros blanqueados
para quienes la Patria no fue nunca
ni deber,
ni agonía,
sino tan solo hartazgo,
festín de oprobio y vil comercio.


La Sierra,
con los nervios júbilos de sol y sus ríos,
con los vegetales ardores de sus nervios;
con su piedra cerrada;
con las altas espadas de sus vientos;
con los pendones turbulentos de sus nubes;
con la cólera de sus tempestades y sus truenos,
te dio sus invulnerables escudos,
su coraje tremendo,
porque tú eras el propio impulso de su sangre;
la propia exaltación de su fuego;
porque tú fuiste a ella, como la espada del decoro,
defendiendo las altas insignias de tu pueblo;
levantando los altos dolores de la Patria;
secando las enhiestas lágrimas sin pañuelo
de las madres crucificadas;
desafiando las furias de la noche, los recios
huracanes del crimen
y la muda tiniebla del espanto y del miedo.

¡Estaban, junto a ti, los campesinos
y los obreros...!
¡Los latidos profundos de la Sierra Maestra...!
¡Los puros y terribles estremecimientos
de la montaña enardecida
al paso de los clarines guerreros...!
Nada podía vencerte...!
Nada podía vencer tu indómito denuedo,
porque sobre tus hombros, ¡oh, claro Comandante,
llevabas encendida, la estrella de tu pueblo...!
Esa misma que irradia en el triángulo rojo;
la que amanece en cada libertador anhelo;
la que, cuando despiertan los bronces aherrojados,
corona con su frente la llama del incendio
redentor, y levanta los pétalos quemantes
para que ardan las sombras de los caminos irredentos...!


Los que son enemigos de la estrella, se apartan
de su luz poderosa. Son aquellos
que en la sombra trabajan levaduras infames
y ácidos de cloaca. Los sucios guerrilleros
enemigos de los trabajadores;
los que odian a los negros;
ladrones de la tierra campesina;
ladrones del jornal de los obreros;
muchos que sudan agua de sotana
y se abrazan a Judas por los treinta dineros!


Ahí están, en la sombra, trabajando
por dividir al pueblo,
al servicio de la traición y del crimen
y del invasor extranjero.
Mientras sonríe en la baja tiniebla
la garra imperialista en acecho!
La que le dio las armas al verdugo
para matar a nuestros hermanos indefensos!


Pero,
¡oh claro Comandante...
aún están desnudos los aceros,

y la Sierra Maestra es una aurora de clarines
despertada por ti, que convoca al esfuerzo
vigilante y unánime,
para que, unidos todos, brazo a brazo, marchemos
a la definitiva redención de la Patria;
de la Patria sin amos, sin yugos y sin siervos;
de la Patria (con todos y para el bien de todos);
de la Patria soñada por Martí, tu Maestro!


¡Unidos todos, todos,
pues la Patria lo pide, sin oscuros recelos;
sin prejuicios cobardes que no sirven
más que para ayudar al enemigo artero;
unidos todos, todos,
con los latidos redentores puestos
en el camino heroico, sin que nada
detenga nuestros pasos; sin que el miedo
al sacrificio, al hambre y a la muerte
pueda detenernos...!
¡Unidos todos, todos,
los blancos y los negros,
los campesinos,
los trabajadores,
los ricos y los pobres...
¡Todos los cubanos verdaderos...!
¡Unidos todos, todos.
Nada podrá vencerte, ni vencernos...!


¡Aunque todas las garras imperialistas nos ataquen;
aunque todas las fuerzas, obscuras y traidoras,
en las sombras trabajen el golpe traicionero...
mientras esté a tu lado,
fuerte y unido, el pueblo;
mientras lleves la estrella de la Patria en tus hombros
y la Sierra Maestra ilumine tus sueños,
nada podrá vencerte, oh claro Comandante...!
¡Nada podrá vencerte,
ni vencernos...!!

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