Abogado de toga verde olivo
En Cuba, los patronos tenían abogados,
y los obreros, no.
En aquellos embudos romanos con que el rico
nos dejaba lo estrecho, tomando lo mayor,
tenían abogados los terratenientes,
y los guajiros, no.
¡Hasta los bandoleros, hasta los criminales
tenían abogado defensor!
El pueblo, solo brazos clandestinos
y clandestina voz.
Un día Fidel Castro, como José Martí,
se quitó su muceta de doctor,
y se puso la toga del coraje
roja como la llama de la Revolución.
Desde entonces, los pobres tuvieron su abogado.
La defensa fue un trueno de sangre y de valor.
Por su defensa drástica, fue vilmente acusado.
Jamás un acusado fue tanta acusación.
Los pequeños y viles jueces de la mentira
ataron en la cárcel sus brazos y su voz.
Pero en los tribunales de la Historia
se quedó su palabra de aplazado crisol.
Luego, el Gran Abogado continuó la defensa
con toga verde olivo mojada de sudor.
Su palabra fue el rayo en la montaña
quemando las cadenas de lo atroz.
Su defendido, el Pueblo, vio la aurora
de la liberación.
El Acusado fue a los Tribunales
de la Historia, y la Historia lo absolvió.
Nacieron Leyes generosas
como la luz del sol.
Nació para la América Latina
la esperanza en el cáliz de una flor.
Los indios y los negros de América ¡Ya tienen
un abogado defensor!