Trocha de Júcaro a Morón, huella histórica en Cuba
La Trocha de Júcaro a Morón está considerada por los historiadores como una de las huellas más significativas del dominio colonial español en Cuba. Construida en el siglo XIX por España, la línea fortificada pretendía impedir el avance de las tropas mambisas del oriente hasta el occidente de la Isla.
Fue en marzo de 1871 cuando el general Blas Villate de la Hera, conde de Balmaceda, le propuso al ministro de Ultramar de la Corona Española la construcción de La Trocha.
Se escogió esta zona del centro de la Isla para aprovechar la estrechez del territorio -68 kilómetros- desde el puerto de Júcaro, en la costa sur, hasta el poblado de Morón, en la norte, en la actual provincia de Ciego de Ávila.
Para la época, fue la obra más perfecta y sofisticada de los españoles en América Latina, por lo que pensaron que sería una barrera inexpugnable e infranqueable.
Pero la valentía, la audacia y el coraje de los cubanos que integraban el ejército libertador, comandados por los generales Antonio Maceo y Máximo Gómez, fueron mucho más fuerte que las ideas de los españoles.
Tal era el empeño de aquellos hombres por llevar la guerra de independencia hacia el occidente del país, que en varias ocasiones lograron cruzar con su ejército mambí la que decían que era una línea militar inviolable.
Para lograr sus objetivos necesitaron la ayuda de jefes insurrectos del territorio avileño, entre ellos el brigader José Gómez Cardoso y el coronel Simón Reyes Hernández, este último conocido como El Águila de la Trocha.
La línea fortificada contó con 68 fuertes a la distancia de un kilómetro cada uno, 67 blockhouse y 401 puestos de escucha, y estaba custodiada por más de cinco mil hombres que contaban con moderno armamento de infantería y 10 piezas de artillería.
A través de un ferrocarril de vía estrecha construido a lo largo de La Trocha podía moverse la tropa con rapidez de un lugar a otro.
El sistema defensivo estaba estructurado en tres escalones: primero una avanzada de caballería con dos mil hombres, luego la misma Trocha y finalmente una línea de fuertes al oeste.
Se utilizaban como medio de comunicación las señales, pues cada fortín tenía un rancho con capacidad para 200 hombres, aunque los ubicados en los poblados lo hacían a través del telégrafo.
Además, una torre óptica o heliográfica emitía señales lumínicas hacia otro torreón situado en el extremo oeste, algo alejado de Ciego de Ávila, o hacia el resto de los fortines, lo que permitía una rápida información de la presencia de las tropas insurrectas.
En la década de 1990 fue restaurado un kilómetro de la potente barrera y se convirtió en Monumento Nacional, como parte del patrimonio histórico de Cuba.
Hoy constituye uno de los símbolos que identifican a la central provincia de Ciego de Ávila.
Fue en marzo de 1871 cuando el general Blas Villate de la Hera, conde de Balmaceda, le propuso al ministro de Ultramar de la Corona Española la construcción de La Trocha.
Se escogió esta zona del centro de la Isla para aprovechar la estrechez del territorio -68 kilómetros- desde el puerto de Júcaro, en la costa sur, hasta el poblado de Morón, en la norte, en la actual provincia de Ciego de Ávila.
Para la época, fue la obra más perfecta y sofisticada de los españoles en América Latina, por lo que pensaron que sería una barrera inexpugnable e infranqueable.
Pero la valentía, la audacia y el coraje de los cubanos que integraban el ejército libertador, comandados por los generales Antonio Maceo y Máximo Gómez, fueron mucho más fuerte que las ideas de los españoles.
Tal era el empeño de aquellos hombres por llevar la guerra de independencia hacia el occidente del país, que en varias ocasiones lograron cruzar con su ejército mambí la que decían que era una línea militar inviolable.
Para lograr sus objetivos necesitaron la ayuda de jefes insurrectos del territorio avileño, entre ellos el brigader José Gómez Cardoso y el coronel Simón Reyes Hernández, este último conocido como El Águila de la Trocha.
La línea fortificada contó con 68 fuertes a la distancia de un kilómetro cada uno, 67 blockhouse y 401 puestos de escucha, y estaba custodiada por más de cinco mil hombres que contaban con moderno armamento de infantería y 10 piezas de artillería.
A través de un ferrocarril de vía estrecha construido a lo largo de La Trocha podía moverse la tropa con rapidez de un lugar a otro.
El sistema defensivo estaba estructurado en tres escalones: primero una avanzada de caballería con dos mil hombres, luego la misma Trocha y finalmente una línea de fuertes al oeste.
Se utilizaban como medio de comunicación las señales, pues cada fortín tenía un rancho con capacidad para 200 hombres, aunque los ubicados en los poblados lo hacían a través del telégrafo.
Además, una torre óptica o heliográfica emitía señales lumínicas hacia otro torreón situado en el extremo oeste, algo alejado de Ciego de Ávila, o hacia el resto de los fortines, lo que permitía una rápida información de la presencia de las tropas insurrectas.
En la década de 1990 fue restaurado un kilómetro de la potente barrera y se convirtió en Monumento Nacional, como parte del patrimonio histórico de Cuba.
Hoy constituye uno de los símbolos que identifican a la central provincia de Ciego de Ávila.
Fuente:
Prensa Latina
Fecha:
17/01/2012