Organizaciones religiosas y la UPEC rechazan cambio de política norteamericana hacia Cuba
La fuerte retórica anticubana del discurso del presidente norteamericano, Donald Trump, el pasado 16 de junio, continúa recibiendo muestras de rechazo y testifican la percepción de la sociedad civil de que la llegada de este presidente a la Casa Blanca marca un retroceso en las relaciones bilaterales entre Estados Unidos y Cuba.
La Asociación Cultural Yoruba de Cuba, la Federación de Espiritistas de La Habana, la Asociación Abacuá de Cuba y la institución religiosa Bantú de Cuba emitieron una declaración conjunta donde denuncian la intención del Presidente de «aumentar los sufrimientos de la familia cubana e intentar dividir a nuestro heroico pueblo».
Los religiosos cubanos, aseguran, «no renunciaremos jamás a nuestros principios antimperialistas, anticolonialistas y antianexionistas. Continuaremos forjando el futuro más convencidos que nunca en la grandeza de nuestra obra».
Para la Unión de Periodistas de Cuba (UPEC), «en estas jornadas de indignación nacional, hemos tenido el privilegio de abrir nuestros micrófonos, cámaras, páginas, sitios web y redes sociales a la brava y original voz de la sabiduría popular. Y nos creció el amor y el orgullo por lo que somos, por la terca, bella e irreductible identidad cubana».
La UPEC asegura que esta es una política fracasada, que ha generado una reacción unánime en los cubanos: Frente al aullido desequilibrado del enemigo, «los cubanos optamos por la razón, la fidelidad y la firmeza del pensamiento revolucionario (…) La historia y la verdad del pueblo de Cuba constituyen un ensalmo inspirador e invencible».
El Consejo de Iglesias de Cuba, institución líder del movimiento ecuménico cubano, añade que el restablecimiento de las relaciones entre Cuba y Estados Unidos «había sido el sueño y la lucha de muchos entre los que también se incluían las iglesias y las religiones en ambos lados».
El cambio de política de Trump hacia Cuba implica un notable retroceso respecto a la de su antecesor, quien reconoció la independencia y soberanía del pueblo cubano, y a su gobierno como un interlocutor legítimo e igual.
Este repliegue, añade el Consejo de Iglesias, extravía «un camino, que aunque frágil, asentaba seguros pasos en una estrategia de convivencia donde todos podían beneficiarse y prometía un futuro de paz y entendimiento; no solo entre las dos naciones sino para toda la región».
Los cubanos y los norteamericanos «podemos hacer mucho por nuestra región –reconoce el Consejo– y por esta humanidad. No es lógico que existan leyes o resoluciones que impidan el acercamiento y esa voluntad de los pueblos».