En Fidel está la brújula
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Salón de actos de la Biblioteca Nacional José Martí, 16 de junio de 1961. Un nutrido grupo de escritores y artistas responde a la convocatoria de la dirección del Gobierno revolucionario a fin de exponer criterios, ventilar preocupaciones, aclarar dudas, despejar problemas y abordar cuestiones relacionadas con la creación artística literaria y su promoción.
Fue el primero de tres encuentros; el último tendría lugar en el propio local el 30 de junio, jornada en la que Fidel, al resumir el ciclo, pronunciaría un discurso que a partir de aquel momento se conoció como Palabras a los intelectuales, piedra sillar de la política cultural revolucionaria.
Al introducir la reunión, Osvaldo Dorticós, a la sazón Presidente de la República, compartió una convicción y un deseo: la responsabilidad histórica de los protagonistas de la vida intelectual al «poner sus talentos, sus capacidades artísticas y su sensibilidad al servicio del pueblo y la Revolución», y la necesidad de intercambios absolutamente abiertos y cordiales: «más que orientar venimos aquí a ser orientados por ustedes, a discutir para arribar a conclusiones».
Desde entonces, el diálogo permanente y fecundo entre las vanguardias política e intelectual ha devenido esencial en la formulación, aplicación y sucesivas reactualizaciones de la política cultural. Hasta cuando se ha debido rectificar y reencauzar situaciones y procesos, el diálogo ha sido un factor dinamizador y decisivo.
Sesenta años después aquella experiencia seminal se potencia y multiplica como principios de acción de las instituciones culturales, las organizaciones de creadores (Uneac y AHS) y la actual dirección política y del Gobierno.
Para una y otra vanguardia, en Fidel está la brújula. Tal como afirmó el Primer Secretario del Comité Central del Partido y Presidente de la República, Miguel Díaz-Canel Bermúdez, en la clausura del 8vo. Congreso del Partido: «En la batalla ideológica debemos acudir a Fidel, quien nos enseñó no solo que la cultura es lo primero que hay que salvar, sino que para salvarla tenemos que ser interlocutores constantes de nuestros intelectuales y artistas».