Fidel Castro, un agradecido, viaja a Caracas
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Estaba en la Sierra Maestra. Como Comandante en Jefe del Ejército Rebelde dirigía las operaciones finales contra la dictadura de Fulgencio Batista. El 7 de diciembre de 1958 llegó a su Comandancia un valioso alijo de armas procedente de la solidaria Venezuela. Lo había enviado el contralmirante Wolfang Larrazábal, el mismo militar que un año atrás había tenido bajo su mando a los navíos que precipitaron la caída del dictador Marcos Pérez Jiménez.
El agradecido Fidel Castro le escribió por esos días una carta en la que expresaba: «Hay que llevar dos años luchando contra todos los obstáculos, las armas confiscadas antes de llegar a Cuba, los frutos de los sacrificios económicos de tantos compatriotas perdidos la mayor parte por la persecución de los gobiernos, para comprender con cuánta emoción y gratitud recibimos la ayuda que usted nos envía en nombre de Venezuela».
Ese es Fidel. Esa es Venezuela, el primer país en reconocer al Gobierno Revolucionario cubano, nación que, apenas triunfó la Revolución, recibió al Comandante agradecido, quien cumplía su primer viaje al exterior visitando la tierra de Bolívar.
Al Libertador lo había honrado el 21 de enero de 1881, José Martí, quien, a su llegada a Caracas procedente de Nueva York, y «sin sacudirse el polvo del camino, no preguntó dónde se comía ni dónde se dormía sino cómo se iba a la estatua de Bolívar».
La capital venezolana recibió a José Martí con admiración, y en un homenaje que le brinda la intelectualidad caraqueña en el Club de Comercio, Martí dice: «Así, armado de amor, vengo a ocupar mi puesto en este aire sagrado, cargado de las sales del mar libre y del espíritu potente e inspirador de hombres egregios; –a pedir vengo– a los hijos de Bolívar un puesto en la milicia de la paz».
Al finalizar su visita a Caracas, Martí escribe una carta a su amigo Fausto Teodoro Aldrey, que resume con una bella frase: «De América soy hijo y a ella me debo», y concluye su misiva expresando: «Deme Venezuela en qué servirla: ella tiene en mí un hijo».
Fidel Castro, el más grande de los discípulos de José Martí, a quien llamó el autor intelectual del asalto al cuartel Moncada, viajó a Venezuela 78 años después que lo hiciera el Apóstol, pero con los mismos propósitos y compromisos.
Fue el 23 de enero de 1959, cuando solo habían transcurrido 15 días de su llegada triunfante a La Habana al frente de la Caravana de la Libertad. Cumplía una invitación expresa a participar en los festejos por el primer aniversario del derrocamiento del dictador Marcos Pérez Jiménez.
Su visita tuvo una acogida popular sin precedentes en la patria de Bolívar. La prensa de Caracas publicó entonces que más de 300 000 venezolanos ovacionaron a Fidel en la Plaza del Silencio, además de las decenas de miles que vitorearon su paso por la ciudad y en distintos eventos organizados en su honor.
Durante un acto en el Congreso venezolano, Fidel fue recibido como «…un hijo de Venezuela porque tiene carta de naturaleza del país. Venezuela, madre de libertadores, debe premiar como un hijo a quien ha sabido libertar de la opresión y el terror a un país hermano».
A lo que Fidel respondió: «De ahora en adelante, sepan los tiranos que para hacer daño a Venezuela hay que contar con Cuba, así como hay que contar con Venezuela cuando se piense en dañar a los cubanos».
En esa visita se reunió con estudiantes, profesores y otras personas en la Universidad Central de Caracas.
Allí abordó un tema que por su actualidad quiero citar. Explicaba el líder cubano: «Hoy, en la comparecencia ante la Cámara de Diputados, propuse que se reunieran los delegados de los países democráticos en la Organización de Estados Americanos y propusieran la expulsión de los representantes de los dictadores (Aplausos y exclamaciones). Hablaba, precisamente, de que esos organismos internacionales no habían servido para nada, y que había que adoptar una actitud enérgica y firme en relación con los problemas de América. Por lo tanto, la postura del Gobierno Revolucionario de Cuba será una postura firme y sin vacilaciones de ninguna clase, porque ha llegado la hora de que los pueblos sepan defenderse y sepan plantear sus derechos. ¡Basta ya de sumisión, basta ya de cobardía y basta ya de vacilaciones!». (Aplausos).
El periodista cubano Luis Báez, que viajó en la comitiva de prensa de la primera visita de Fidel a Caracas, recordó el mensaje del Comandante en Jefe Fidel donde expresaba: «Cuando volamos sobre los cerros caraqueños me daba la impresión que estaba en la Sierra Maestra. Reciba el pueblo de Caracas y de Venezuela mi más profundo agradecimiento por esta oportunidad que me brinda de asistir al aniversario de su liberación. Estoy emocionado con este cielo tan azul, que se ve más bonito porque lo embellece la libertad».
Un pasaje que no puede obviarse de aquella histórica visita de Fidel a Caracas 60 años atrás, es que en uno de los actos, en la Universidad, donde los estudiantes lo aclamaban, estaba como invitado el poeta chileno Pablo Neruda, quien leyó allí su poema Un canto para Bolívar. Cuando concluye se dirige a la presidencia donde estaba Fidel, a quien saluda y exclama: «Si algún día se escribe la historia de este poeta quiero que se diga que una vez vio, habló y estrechó la mano del genuino libertador de Cuba».
En el gran acto en la Plaza del Silencio, ante los miles de venezolanos que lo aclamaban, Fidel había preguntado: «¿Hasta cuándo vamos a permanecer en el letargo? ¿Hasta cuándo vamos a ser piezas indefensas de un continente a quien su libertador lo concibió como algo más digno, más grande? ¿Hasta cuándo los latinoamericanos vamos a estar viviendo en esta atmósfera mezquina y ridícula? ¿Hasta cuándo vamos a permanecer divididos? ¿Hasta cuándo vamos a ser víctimas de intereses poderosos que se ensañan con cada uno de nuestros pueblos? ¿Cuándo vamos a lanzar la gran consigna de unión? Se lanza la consigna de unidad dentro de las naciones, ¿por qué no se lanza también la consigna de unidad de las naciones?».
Parece como que Fidel nos está hablando hoy, advirtiendo, instando a que cumplamos el deber sagrado de luchar por la libertad e independencia de nuestros países, todos unidos.
En la actualidad hay nuevos impostores que se adueñan de Gobiernos y Estados de la región, en nombre de una llamada «democracia», mutilada por quienes quieren imponer como patrón la intervención y la injerencia en los asuntos internos de otros pueblos.
Veamos el caso de la misma OEA inservible que citaba Fidel –ahora reciclada y cadavérica–, que se empeña en destruir a Gobiernos y líderes populares que han llevado adelante grandes programas sociales en beneficio de los millones de seres humanos pobres y hambrientos que habitan nuestras tierras.
Es por ello que tenemos que recordar la historia y actuar siempre con el estandarte de los conceptos expresados por Fidel durante toda su existencia, y unirnos en la defensa de aquel país al que el Comandante en Jefe hizo su primera visita, Venezuela, hoy amenazada por el poder imperial norteamericano y por personeros de la extrema derecha, que levantan la bandera neoliberal y se presentan genuflexos ante sus amos de Washington.