Poemas

FIDEL: LA ETICA DE NUESTRA AMERICA

Antes de que se implementara la sangrienta dictadura en marzo de 1952 sobre mi patria, ya Fidel Castro era una figura conocida en los medios juveniles y estudiantiles; sobresalía por sus luchas en el ámbito de la Universidad de La Habana y su protagonismo en las filas del Partido del Pueblo Cubano (Ortodoxo), que había fundado Eduardo Chibás para revertir la terrible corrupción que imperaba en aquella república mutilada.
 
Pero indiscutiblemente la estatura política y ética de Fidel creció luego del cuartelazo. La primera ocasión en que me impactó profundamente su personalidad fue en fecha posterior al 10 de marzo y anterior al Moncada. En el local del Partido Ortodoxo, situado en el céntrico Paseo del Prado habanero, un grupo de jóvenes polemizaba acerca de qué tipo de líderes estaban en condiciones de asumir la conducción del proceso que diera al traste con la tiranía y transformara radicalmente el desastroso estado de cosas en el país. Allí escuché a Fidel defender el criterio de que surgirían dirigentes totalmente nuevos y diferentes a los que por entonces habían tenido vigencia política. En el encendido debate -en el que algunos jóvenes, por cierto, manifestaban ideas viejas- me identifiqué con los razonamientos de Fidel.  
 
Del local de Prado salí con él. Recorrimos varias calles de La Habana y Fidel -su brazo sobre mi hombro, como muchas veces acostumbra a hacer- estuvo insistiéndome en el tema del debate. Me sorprendí cuando se interesó por mis visitas a las oficinas de la Federación Estudiantil Universitaria, donde un grupo de compañeros queríamos preparamos en el manejo de armas para las contingencias que se presentasen en el enfrentamiento a la tiranía. Sólo después del Moncada caí en la cuenta de que el que organizaba aquella actividad en las oficinas de la FEU, Pedro Miret, era también uno de los hombres que había participado en el asalto a la segunda fortaleza militar de la nación.  
 
Desde entonces he estado junto a Fidel y lo tengo como el más alto paradigma de nuestro tiempo. Es un genio de la política que se evidencia en su capacidad para sumar voluntades, garantizar la unidad de la nación en las más difíciles circunstancias y movilizar al pueblo hacia objetivos concretos y posibles. Audacia, realismo, firmeza en los principios, sabiduría estratégica e inteligencia para asumir la táctica correcta ante cada coyuntura son los elementos que configuran la enorme dimensión de su extraordinaria actuación política.  
 
Otra de sus virtudes reside en su capacidad para involucrar a las masas en la solución de los problemas. Esa capacidad le viene de la tradición martiana, de su compromiso de servicio público y de una muy cultivada sensibilidad social.  
 
Fidel no se puede explicar sin Martí, como tampoco sin la cultura del pensamiento occidental que tuvo sus cumbres en el legado científico social revolucionario de Carlos Marx, Federico Engels y Vladimir Ilich Lenin. Fidel simboliza la síntesis de la eticidad de Nuestra América, representada al grado supremo por el verbo y la acción martianos con 10 más avanzado de las concepciones filosóficas, políticas y sociales de la edad moderna. Se trata de una síntesis ejemplar que desdichadamente no encarnó en la práctica política socialista de la segunda mitad del siglo XX.  
 
La historia ha confirmado de manera trágica la certeza de Fidel cuando desde los años iniciales de la Revolución Cubana destacó el papel determinante de los factores morales en la lucha en favor del socialismo. Si Cuba resiste y no ceja en su camino, es porque los principios éticos que sustentan a la Revolución, y que Fidel expresa en su práctica política y social, es carne y sangre de nuestras más profundas convicciones y de nuestro proyecto revolucionario. La ética del socialismo cubano no se destruye como los estados o los muros.  
 
José Martí dijo: "Cuando hay muchos hombres sin decoro, hay siempre otros que tienen en sí el decoro de muchos hombres. Estos son los que se rebelan con fuerza terrible contra los que le roban a los pueblos su libertad, que es robarle a los hombres su decoro. En esos hombres van miles de hombres, va un pueblo entero, va la dignidad humana. Estos hombres son sagrados".  
 
La universalidad de Fidel Castro está en que contiene en su corazón todo el decoro político y moral que a muchos ha faltado en el siglo XX.

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