La felicidad imposible

A los pueblos pobres del mundo, que no tenemos la menor culpa del colosal enredo creado por el imperialismo, ubicados en este hemisferio al Sur de Estados Unidos, los demás situados al Oeste, Centro y Sur de África, y los otros que puedan quedar indemnes de la guerra nuclear en el resto del planeta, no nos queda otra alternativa que enfrentar las consecuencias de la catastrófica guerra nuclear que en brevísimo tiempo estallará.

Saber la verdad a tiempo

La sociedad norteamericana es la menos preparada para soportar una catástrofe como la que el imperio ha creado en el propio territorio de donde partió.
Ignoramos cuáles serán los efectos ambientales de las armas nucleares, que inevitablemente estallarán en varias partes de nuestro planeta, y que en la variante menos grave, se van a producir en abundancia. Aventurar hipótesis sería pura ciencia ficción de mi parte.

Cómo me gustaría estar equivocado

El fanatismo deportivo crece incesantemente, cautivando a cientos y tal vez miles de millones de personas en todo el planeta.
Habría que preguntarse cuántos, en cambio, han conocido que desde el 20 de junio naves militares norteamericanas, incluido el portaaviones Harry S. Truman, escoltado por uno o más submarinos nucleares y otros buques de guerra con cohetes y cañones más potentes que los de los viejos acorazados utilizados en la última guerra mundial entre 1939 y 1945, navegaban hacia las costas iraníes a través del canal de Suez.

La contienda inevitable

¿Quiénes se quejan cada vez más sino los trabajadores, los profesionales, los que prestan servicios a la población, los jubilados, los que carecen de empleo, los niños de la calle, las personas desprovistas de conocimientos elementales, que constituyen la inmensa mayoría de los casi siete mil millones de pobladores del planeta, cuyos recursos vitales se agotan visiblemente?

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