Fidel
Soldado de las Ideas
Y creo honradamente, sin creer que la obra de la Revolución es una obra perfecta, porque no hay obra perfecta; sin creer que la Revolución no tenga defectos; ni creer tampoco que nosotros no los tengamos: ¡Cuántas equivocaciones habremos cometido, las que sabemos y las que no sepamos! Pero, la suma de todo lo hecho es extraordinariamente positiva; los errores cometidos son errores de buena fe, los errores que se hayan cometido.
Sin embargo, es una buena prueba de lo que es capaz nuestro pueblo este hecho de que ni siquiera el ataque mercenario haya sido capaz de interrumpir la obra de la Revolución. Cuando en la mañana del 15 de abril los aviones del imperialismo dejaron caer su fardo de bombas y de metralla sobre varios puntos de nuestro país, cuando estábamos evidentemente ante los primeros síntomas de la agresión cobarde y criminal, nuestro pensamiento en ese instante, más que en los propios hechos o en las propias medidas de tipo militar —pues nosotros estábamos absolutamente convencidos de que derrotaríamos cualquier enemigo que invadiera nuestra tierra.
Nuestro país está enfrascado en una lucha dura, en una lucha importante, está jugando un rol muy importante en América y en el mundo. Eso debería ser para todos nosotros un motivo de orgullo, y no en balde a los cubanos hoy todo el mundo nos mira con verdadera admiración y reconocimiento.
Sin embargo, este pueblo tiene un gran mérito, y tiene el mérito de haber derrotado la tiranía, tiene el mérito de haber conquistado la liberación nacional, y tiene el mérito de empezar una obra que si él no va a recibir los mejores frutos de ella, tendrá la satisfacción de que el día de mañana las generaciones venideras tendrán que reconocerle a este pueblo todo lo que está haciendo por su felicidad en el futuro.
Es esta la segunda ocasión en que nos reunimos con ustedes; la vez anterior fue en el Teatro Blanquita, y en aquella ocasión les dimos una tarea a ustedes. También estaban reunidos los empleados de comercio, que efectuaron su congreso hace unas semanas, y en aquella ocasión se juntaron ustedes con los empleados del comercio, y hablamos de la importancia que este sector tenía para la Revolución, ya que ustedes tenían un trato directo con el público, y además tenían que discutir mucho.
Hace algo más de 24 horas que llegamos a la URSS; hemos hecho ya los primeros contactos con el pueblo soviético, y las impresiones que aquí vierto no son para nuestros enemigos —si nuestros enemigos quieren equivocarse es cosa de ellos—, ¡hablo para el pueblo soviético y hablo para nuestro propio pueblo! Nosotros, soviéticos y cubanos, es lógico que nos comprendamos. Los soviéticos nos comprenden a nosotros, porque nuestra Revolución, nuestros actuales esfuerzos, nuestros riesgos, nuestras dificultades, les recuerdan su propia revolución. Y nosotros, los cubanos, podemos comprender a los soviéticos, porque sus éxitos, sus triunfos, sus extraordinarios avances, los podemos apreciar mejor que nadie, porque sabemos con cuántas dificultades, obstáculos y enemigos se encuentra una revolución verdadera en su camino.
Para nosotros, un pueblo revolucionario en un proceso revolucionario, valoramos las creaciones culturales y artísticas en función de la utilidad para el pueblo, en función de lo que aporten al hombre, en función de lo que aporten a la reivindicación del hombre, a la liberación del hombre, a la felicidad del hombre. Nuestra valoración es política. No puede haber valor estético sin contenido humano.
Todos nosotros debemos tener esto presente para nunca bajar la guardia, ¡para nunca bajar la guardia, nunca! Nosotros debemos tener esto presente para evitar que después de las grandes victorias el pueblo se descuide, porque el tiempo que nosotros obtenemos después de cada victoria debemos aprovecharlo bien, no confiarnos, no dormirnos sobre los laureles de las victorias, sino saber tener muy presente que después de cada derrota el imperialismo volverá a atacarnos, el imperialismo volverá a agredirnos, el imperialismo volverá a lanzar contra nosotros su ofensiva criminal.Y eso, para nosotros era una vieja lección, porque nosotros empezamos a aprender esto en la guerra, en las montañas. Y alguna vez explicamos esto al pueblo: el flujo y el reflujo de la Revolución y de la contrarrevolución, el flujo y reflujo de la ofensiva revolucionaria y de la ofensiva contrarrevolucionaria.
La Revolución en el poder no era el poder de una minoría privilegiada, la Revolución en el poder representaba el poder de las grandes masas del pueblo. La Revolución no se iba a defender, frente a sus enemigos, con un ejército de profesionales de las armas.
El Comité de Defensa de la Revolución es la organización que complementa a todas las demás organizaciones de la Revolución. Es la organización que le permite trabajar a aquellos ciudadanos que no pueden trabajar en ninguna otra organización de la Revolución.
Nosotros decíamos, refiriéndonos al provecho que el país va a sacar de los jóvenes que regresan, cómo aparte del trabajo material en Camagüey, el valor en otros aspectos que ha tenido para la Revolución la Columna. Debemos señalar en adición a esto, en adición a las aptitudes desarrolladas, los conocimientos adquiridos, la superacción revolucionaria y política, lo que la Columna ha demostrado al país en el orden revolucionario, en el orden moral.
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