Discurso pronunciado por el Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz en la Sesión Plenaria celebrada por el Comité Conjunto de Instituciones Cívicas Cubanas, en el Salon de Actos del Colegio Medico Nacional, el 16 de marzo de 1959
Fecha:
Distinguidos representativos del Conjunto de Instituciones Cívicas:
Pocas veces, en los dos meses y medio largos que llevamos en estas faenas de dirigirle la palabra al público, me he podido encontrar con una tarea más difícil que la de esta noche, precisamente, por la complejidad del auditorio.
Pero primeramente quiero decir que para mí fue una grata invitación, la invitación a hablarles a las Instituciones Cívicas.
Cuando me visitó, o nos encontramos —cosa que ocurre con bastante frecuencia— el Presidente del Conjunto de Instituciones Cívicas y yo, me explicó el deseo de esta reunión, y el interés de esta reunión, según sus palabras —que él ha expresado aquí también esta noche—, para evitar desorientaciones y confusiones en la masa que integran las Instituciones Cívicas. Pero, además, otro motivo de carácter no político, sino más bien sentimental, influyó en el interés y el valor que para mí tenía esta reunión, y era el recuerdo de los días difíciles y duros de la Revolución, cuando el Conjunto de Instituciones Cívicas, que desde los primeros tiempos de la tiranía comenzó a perfilarse como factor moral de gran importancia en la lucha por la reconquista, o si se quiere, para hablar más realmente, por la conquista de nuestras libertades, porque nunca habíamos sido realmente libres; en aquellos días difíciles, en el mes de marzo de 1958, tuvo lugar aquel manifiesto y aquel pronunciamiento del Conjunto de Instituciones Cívicas, que fue uno de los más valientes y revolucionarios que se hicieron por aquellos días (APLAUSOS).
Hasta nosotros llegó, en la Sierra Maestra, una copia de aquella declaración que tuvo que salir publicada clandestinamente y que llevaba las firmas de todas las instituciones aquí representadas hoy. Para nosotros aquella declaración fue un motivo de aliento y fue un respaldo moral, y, como bien se sabe, solamente el aliento, solamente la moral y solamente la fe hicieron posible la victoria del pueblo.
Después vinieron días aun peores, fue a consecuencia del fracaso de la Huelga de Abril, uno de los reveses más duros que sufrió la Revolución en toda su etapa; sin embargo, pudo ser superado, porque ya estaban juntos todos los sectores del país, y, a pesar del desaliento pasajero, no tardó en reaccionar de nuevo el pueblo.
Aquel respaldo de las Instituciones Cívicas, siempre fue como un pilar básico de la Revolución que les dio prestigio dentro y fuera de Cuba, y no solo eso, sino que también después del triunfo, cuando la Revolución hubo de afrontar la campaña de calumnias que se desató contra ella en los primeros días, los integrantes de las Instituciones Cívicas nos ayudaron a librar aquella batalla en defensa del prestigio de la Revolución; por tanto, al reunirme aquí, dos cuestiones interesaban, o dos motivaciones existían para desear esta reunión: una, una cuestión de gratitud y de reconocimiento, no de gratitud personal, sino de gratitud en nombre de la Revolución, que contó con ustedes en sus horas difíciles; otra, una motivación de orden práctico, la conveniencia de evitar eso a que se refería el Presidente de las Instituciones, la confusión y la desorientación entre los elementos que integran el Conjunto de Instituciones Cívicas.
Decía el doctor Raúl Velasco que la clase media estaba como entre dos extremos, y en el medio de dos intereses contrapuestos; podía haber dicho que era algo así como la tierra de nadie. Hasta qué punto sea cierto, bueno, depende de muchas circunstancias; pero si ha de depender de la claridad con que tengamos que hablar nosotros, si ha de depender de los beneficios que Cuba va a recibir de la Revolución, si ha de depender de lo que por justicia se entiende y se ha entendido siempre, si ha de depender de lo que convenga o no convenga a Cuba, yo no podría afirmar nunca que la clase media estuviese entre dos intereses, ni que la clase media fuese tierra de nadie, sino que la clase media será tierra de la Revolución (APLAUSOS).
¡Qué temor podemos albergar nosotros a hablarle con claridad a cualquier sector del país! Nosotros sabemos que, al fin y al cabo, estarán contra la Revolución solo aquellos que sean incapaces de algún sentimiento noble, de algún sentimiento generoso, de algún sentimiento humano, de algún sentimiento patriótico (APLAUSOS). Yo no puedo ver a nadie con prejuicio alguno, o a través de mentiras o de convencionalismos. Cuando me dirijo a mis compatriotas, lo hago suponiendo en todos un gran fondo de nobleza y un gran fondo de generosidad, porque tal es realmente el corazón y el carácter de los cubanos, y no se ha caracterizado, precisamente, el pueblo cubano por las pugnas de clases ni por los odios de clases. Yo diría que no existen siquiera marcadas conciencias de clase en Cuba, a tal extremo que muchas veces en los partidos políticos nos hemos encontrado una proporción similar de obreros, de campesinos, de profesionales, de hombres de negocios, y, en general, no hemos estado divididos por estratos, sino más bien por secciones que no han sido horizontales, sino más bien verticales.
Nuestros problemas no han sido propiamente problemas entre cubanos; más bien podría decirse que han sido problemas entre no cubanos y cubanos, y tal ha sido desde el principio hasta hoy. Los que han prevalecido aquí han sido intereses extranjeros; desde hace rato que viene Cuba luchando contra intereses foráneos, y así surgió a la vida la nación cubana.
La primera lucha, aunque tibia, pero lucha y resistencia al fin y al cabo, la ofrecieron aquí nuestros pacíficos indios contra los españoles que vinieron de Europa y ocuparon, por la fuerza y para “civilizar” a nuestra hermosa tierra y a sus pacíficos habitantes. Civilizaron a sus habitantes convirtiéndolos en esclavos, llevándoselos a los lavaderos de oro a buscar ¡pepitas!, matándolos —como hizo en Caonao, si mal no recuerdo, Don Pánfilo de Narváez—; además, quemándolos vivos porque, sencillamente, querían defender su pedacito de tierra. Al fin y al cabo, de tanto que los civilizaron y de tanto que los hicieron trabajar, los exterminaron. Quedaron algunos por Guantánamo, por la Sierra Cristal, por la Sierra Maestra que aparecen, de vez en cuando, en alguna geografía o en algún reportaje. Así comenzaron los intereses foráneos a pugnar con los intereses nacionales.
Después, vinimos a constituir una nacionalidad de la mezcla de razas y producto de los siglos —al fin y al cabo, somos una buena parte hijos de aquellos mismos españoles—; después nos tocó a los hijos de aquellos españoles sufrir cosas parecidas a las que habían sufrido los indios: después que éramos cubanos porque habíamos nacido aquí, después que éramos cubanos porque iba formándose un carácter y una nacionalidad cubana, nos tocó seguir pugnando con los intereses de una nación extranjera, aunque fuese nuestra madre España, como se le llamaba —y lo digo sin ningún desprecio por España, pero simplemente analizando la verdad histórica—, y comenzó entonces la lucha de los cubanos por su independencia, que duró casi un siglo.
Fuimos los últimos y fuimos solos. Mientras los demás lucharon juntos y aprovecharon la feliz circunstancia para esas naciones de que España estaba invadida por un ejército extranjero, nosotros tuvimos que luchar solos —más que solos, solitos— contra aquella potencia más poderosa que nosotros, que tenía grandes recursos militares, grandes generales, armas modernas, relaciones internacionales y todos los medios para obligarnos a una lucha larga, que duró en su etapa más activa cerca de 30 años.
Y por mantener aquellos privilegios que tenían sobre nuestro pueblo, por mantener aquellas ventajas que tenían sobre nuestro pueblo, por mantener aquellos derechos que decían tener sobre nuestro pueblo, asesinaron a muchos cubanos, torturaron a muchos cubanos, encarcelaron y desterraron a muchos cubanos, y cometieron contra el pueblo de Cuba todo género de abusos y de excesos. Allí también estaban defendiendo según ellos, un derecho que tenían sobre nosotros.
Tuvimos grandes hombres, grandes héroes, grandes patriotas; tuvimos un gran pueblo. Fue una lucha extraordinariamente desigual y, por tanto, extraordinariamente heroica; una lucha que iba a culminar con la victoria, porque de eso, nosotros, que tuvimos que librar una lucha similar, no tenemos la menor duda, y, sin embargo, los cubanos no lograron la victoria. Prácticamente se la arrebataron; y, a decir verdad, no solamente nos la arrebataron, sino que nos enseñaron a darles las gracias a los mismos que nos la habían arrebatado (APLAUSOS).
Y ya lo dije en cierta ocasión: nunca como ahora hemos tenido oportunidad de ver las cosas bien claras; y las hemos visto, precisamente, a causa de la oportunidad de conocer lo que es un proceso revolucionario en el poder. ¡Cómo tiene uno que defenderse de las arremetidas de los oportunistas, de los arribistas, de los que, incapaces de sacrificarse en la lucha, vienen a “coger los mangos bajitos” en la hora del triunfo! (APLAUSOS.) Cómo, a pesar de todos los esfuerzos, esfuerzos inhumanos que uno realiza, le es virtualmente imposible defenderse por entero de ese fenómeno y tiene que resignarse con que al menos los arribistas, los oportunistas, los desviacionistas, no se apoderen ni influyan decisivamente en el poder, y que, a pesar de ellos, la Revolución siga adelante, porque son esos instantes de conmoción, son esos instantes, como el que acaba de ocurrir en Cuba, en que toda la organización del Estado se desploma, y es necesario echar a andar de nuevo la maquinaria del Estado con un pueblo que, además, no está preparado para esas tareas, de lo cual no tiene la culpa, es una consecuencia de todo lo de atrás.
En esos instantes de “río revuelto”, salen inmediatamente “los pescadores” a pescar en el río revuelto. No han de recoger mucha cosecha, ni tampoco ocurrirá en este caso el milagro de los peces, porque no se van a multiplicar, y las ganancias, a pesar de los éxitos iniciales de algunos de ellos, van a ser pocas.
Pero si eso nos ha ocurrido a nosotros, con todo el respaldo del pueblo, con una buena voluntad en la inmensa mayoría de la nación, con tantos sectores y tantas personas decentes queriéndonos ayudar, con el Ejército Rebelde en los cuarteles (APLAUSOS), ¿qué no les ocurriría a los pobres mambises, a los que ni siquiera dejaron entrar en Santiago de Cuba?
Desde luego que no faltará quien se haga cruces, quien se asombre, quien se ponga malo del hígado cuando uno dice estas cosas, y es lógico, porque nos enseñaron a ser cobardes, porque nos enseñaron a ser tímidos, porque nos enseñaron a ser miedosos y porque nos enseñaron a ser poco patriotas (APLAUSOS). Entonces, ante las verdades se asustan, aunque sean verdades históricas. Nos casaron con la mentira y nos han obligado a vivir con ella en vergonzoso contubernio; nos acostumbraron a la mentira, y nos asustamos de la verdad. Nos parece como que el mundo se hunde cuando una verdad se dice, ¡como si no valiera más la pena de que el mundo se hundiera, antes de que vivir en la mentira! (APLAUSOS.)
¡Qué no les ocurriría a los pobres mambises, a quienes obligaron a cortarse sus bigotes y sus barbas, y los mandaron a regresar a una tierra que ya no era ni de ellos, sino de los que tal vez hicieron negocios durante la guerra, de los chivatos, de los confidentes, de los guerrilleros, de todo el mundo, menos de los mambises!
Y aquí, ¿quiénes se quedaron?, ¿quiénes prosperaron a lo largo de aquellos dos años de ocupación extranjera?, ¿quiénes se fueron acomodando a la mal llamada república que nacía? Pues los “inteligentes” —tan inteligentes que no habían peleado durante toda la guerra (RISAS)—, los “vivos”, los “simpáticos”, los “cortesanos”, los que sabían inglés; porque los mambises, ¡de inglés no sabían una palabra! (RISAS Y APLAUSOS.)
No podían hablar con el gobernador, porque el gobernador, posiblemente, no sabía castellano (RISAS Y APLAUSOS) y el que le daba los consejos era el que pronunciaba bien el idioma extranjero, y el que aquí se trepaba era el que halagaba los oídos del extranjero. Pero el mambí, el revolucionario, si ahora que nosotros hablamos el castellano, y tratamos además de hablarlo claro, pasamos el trabajo que pasamos y todavía hay quien se queja de los oportunistas y de los arribistas, ¡qué no sería en aquellos tiempos! ¿Qué revolución pudo salir de todo aquello? Lo que salió fue la Enmienda Platt, en contradicción con una declaración que decía que Cuba era “de hecho y de derecho un pueblo libre e independiente”. No lo fue, ¡ni de hecho ni de derecho! (APLAUSOS.)
La Enmienda Platt formaba parte de la Constitución de la República, y los pobres mambises tan decepcionados habrían de estar, tan escépticos, tan tristes y tan viejos, que hasta la aceptaron, y eso dice mucho. Aquello fue el principio del conformismo, de la resignación en el infortunio y en la adversidad, de la sumisión que ha caracterizado la vida de nuestro pequeño, pero bueno; nuestro sufrido, pero digno pueblo cubano. El último en liberarse, el que peleó solo, el que le arrebatan la victoria y lo obligan a vivir como ha vivido durante 50 años: entre intervenciones directas o indirectas, entre malversaciones, entre fraudes, entre tiranías, entre frustraciones, entre traiciones y entre todas las desgracias que, juntas o separadas, le puedan haber caído a ningún pueblo. A lo mejor eso lo ha ayudado a ser lo que es hoy; quizás sin esos sufrimientos fuese un pueblo muelle, un pueblo cómodo y un pueblo carente de virtudes.
Martí dijo que la tiranía fomentaba virtudes en los pueblos, y a nosotros las tiranías que hemos estado padeciendo, porque son varias y algunas no nos las hemos quitado todavía, como por ejemplo: la del hambre, la de la miseria, la del analfabetismo, la de la falta de higiene, la del desempleo, ¡y para qué seguir, porque son como veinte y nada más nos hemos quitado una o dos!
El pueblo nuestro tuvo su esperanza en el año 1933. Hubo otro conato de revolución, cuando creyó el pueblo —este pobre pueblo que tantas ilusiones se ha hecho por gusto, que de milagro no ha muerto de desengaño—, en el año 33, que la Revolución había triunfado. Cintillos en los periódicos: “Triunfó la Revolución”; discursos en la plaza pública: “Triunfó la Revolución”; (discursos en la plaza pública: “Triunfó la Revolución”;) escritos de “viva la Revolución”. ¿Y qué fue lo que triunfó? Triunfó, una vez más, la traición; la traición de un señor que se alzó con los sargentos, muchos de los cuales habían sido esbirros y criminales de guerra, pero que les echaron la culpa a los oficiales, se lavaron las manos, se pintaron de patriotas y de revolucionarios, dieron un cuartelazo por cuestiones de ropa y de comida más que de ideales. Cuando vieron que la jefatura se desplomó, se quedaron allí, se pusieron estrellas de coronel. Creyó el pueblo, por unos días, que aquello podía ser útil para algo; se olvidó de aquellos guardias rurales, con el machete, el revolvón y el fusil; se olvidó de que aquellos sargentos eran los mismos sargentos del machadato, y a los cuatro meses, según cuenta el “Libro Blanco” del Departamento de Estado americano —porque ustedes saben que en Washington existe la costumbre de publicar las “Memorias” cada 25 años, según tengo entendido—, allí aparecen todas las conversaciones del señor Jefferson Caffery —¿es “Caferry”? (RISAS)— con Batista; y de ahí sacó el “panegirista” aquello de: “Un Sargento llamado Batista.” Y aquel sargento llamado Batista fue influido decisivamente por aquel embajador llamado Caffery; se alzó con las armas, frente al Gobierno Revolucionario, lo derrocó, e instauró su dictadura durante 11 años.
Al cabo de 11 años —la guerra mundial pasada; mucho hablar de “democracia”, de “derechos humanos”, de “libertades”—, y un poco impresionado tal vez por todo aquello, el tirano se repliega, hay unas elecciones, gana la oposición, y los que ganaron, los que ganaron, dejaron allí a todos los sargentos del 4 de septiembre, convertidos ya no en coroneles, sino hasta en generales; dejaron a los guardias rurales, con sus fusiles, sus machetes y sus revólveres; empezaron a robar, empezaron a negociar, empezaron a lucrar, y aquí, al cabo de ocho años, el sargento llamado Batista —por desgracia para Cuba— volvió a tomar el poder, tranquilamente, con los mismos soldados, los mismos cabos, los mismos sargentos, los mismos capitanes, comandantes, coroneles y generales que había dejado allí.
¿Eso es política?, ¿eso es Revolución?, ¿eso es sentido común?, ¿eso es sentido de la responsabilidad? ¿Quién pagó esos “platos rotos”?, ¿quién ha pagado aquí los “platos rotos” desde hace 50 años? (EXCLAMACIONES DE: “¡El pueblo!” Y APLAUSOS.) Y al pueblo le tocó, una vez más, sufrir las consecuencias de todo eso. Inmediatamente vinieron los pactos o, mejor dicho, vinieron los pretextos de los pactos y de veinte mil cosas más, y resulta que a esta isla —que, por suerte, es una isla, que no tiene fronteras con nadie, que no tiene guerras con nadie— le empiezan a mandar cañones, y le empiezan a mandar tanques “Sherman” de 35 toneladas, y le empiezan a mandar fusiles, y le empiezan a mandar bazookas, y le empiezan a mandar misiones militares, y le empiezan a mandar todo cuanto era necesario, no para ganar ninguna guerra, porque esos pobres diablos no pudieron ni ganarnos a nosotros la guerra, que en cierto momento éramos 12... (APLAUSOS).
Armas, no para ganar una guerra, sino armas para mantener oprimido al pueblo de Cuba; armas para mantener secuestradas nuestras libertades; armas para mantener aquí los privilegios de todos aquellos señores que aquí acabaron hasta con la quinta y con los mangos (RISAS Y APLAUSOS). Porque valdría la pena nada más que analizar los negocios que hicieron con el BANDES, con la Financiera Nacional, y con todos esos organismos de crédito, para ver que no había un solo negocio donde no llevasen un tanto por ciento mayoritario; donde no había un solo negocio que no fuera para favorecer a los amigos y a los incondicionales de la camarilla; donde todo se organizó y se preparó para enriquecer a una manada de sinvergüenzas, a una manada de bandidos, porque no se pueden calificar con otra palabra. Bandidos a mano armada, porque para mantener esos gajes, esos negocios y esos privilegios, asesinaban aquí a mujeres, a niños, a ancianos, a jóvenes, a estudiantes, a ricos, a pobres, a obreros, a comerciantes y a todo el mundo (APLAUSOS). Para mantener todos esos privilegios, asesinaron y torturaron a más de 20 000 cubanos; mantuvieron durante siete años el terror, el luto y la tragedia, y nos dejaron después de eso el cuadro desolador de una república desbarajustada y arruinada.
Si salimos de eso, afortunadamente no se lo debemos a nadie, sino a nosotros mismos; única y exclusivamente al pueblo cubano (APLAUSOS), que luchó solo una vez más, solito una vez más, y sin que nadie lo ayudara, porque las ayudas recibidas fueron insignificantes, esporádicas y con mucho trabajo. Solito el pueblo de Cuba, frente a todas aquellas armas modernas y aquellos aviones, y aquellos tanques y aquellos recursos, porque la desigualdad era todavía mayor de la que existía en la época de la independencia; y solito el pueblo cubano conquista su libertad, empieza a aplicar la justicia por primera vez en cuatro siglos, porque aquí, desde el primer indio que asesinaron los españoles hasta el último joven que asesinó la tiranía de Batista, todos los crímenes habían quedado impunes; aquí, al revés de las novelas, de los cuentos de hadas y de las películas, el malo siempre ganaba (RISAS) y el bueno siempre perdía. Y así, cuando por primera vez el pueblo triunfaba y aplicaba por primera vez en cuatro siglos la justicia, todavía no habíamos terminado la primera semana de libertad y ya se había desatado contra Cuba la más criminal y la más calumniosa campaña que se haya desatado contra ningún pueblo.
¿Aquí qué factor fue el predominante? El factor extranjero. Nosotros somos hoy la consecuencia de todo eso: un conformismo, una impotencia, un desgano mortal en nuestro pueblo, que se vio obligado a soportar durante décadas y décadas, esa especie de fatalismo histórico que es la causa principal de nuestros males, porque viendo las cosas de Cuba desde aquí, no leídas en un periódico, o en un libro de historia, o en un manifiesto, vistas desde aquí, se asombra uno de las cosas que han pasado en Cuba; no comprende uno cómo han podido pasar tantas cosas, no llega siquiera a comprender claramente cómo ha sido posible que pasaran, porque era preciso que un pueblo viviese en la impotencia más absoluta, o en la falta de moral más absoluta, o en la inmadurez más absoluta, o en el fatalismo más absoluto, para que hayamos vivido como hemos vivido desde los inicios de la república, porque solamente la imprevisión, la falta de honradez, la falta de moral, la falta de plan, la falta de justicia, la falta de amor a Cuba, es lo que ha presidido la vida política en nuestro país.
Que hay clase media, ¿por qué si aquí todo el mundo debiera ser clase media? (APLAUSOS.) ¿Por qué si en nuestra patria no debiera existir un solo pobre? ¿Por qué si esta es una de las islas más ricas y fértiles del mundo? ¿Por qué si aquí pueden vivir 30 millones de habitantes? ¿Por qué si Holanda, si Dinamarca, si esos países con más habitantes, con menos tierras, con menos fertilidad, son incomparablemente más ricos que nosotros? ¿Por qué si en Cuba había medios naturales de sobra para que todo cubano tuviese lo necesario para vivir decorosamente y, además, le sobrara? Si aquí cuando se sacan unas cuentas elementales y analizamos lo que se han robado, lo que se han llevado, lo que le han esquilmado al pueblo, habría para haberle construido una casa a cada familia, 20 escuelas en la aldea más pequeña, 10 000 carreteras, hospitales, acueductos, industrias, y haber desarrollado la vida económica del país de manera que este fuese hoy el pueblo más feliz y el pueblo más rico del mundo, y que no lo ha sido por el egoísmo, por la explotación, por la intervención de factores extraños en nuestra tierra, y por la forma dolorosa e infecunda en que se ha desarrollado la historia de nuestro pueblo.
Desde el principio fue la malversación, desde el principio fue el privilegio, desde el principio fue el caos, desde el principio fue el juego, desde el principio fue el vicio, desde el principio fue el parasitismo, desde el principio fue la imprevisión. ¿Por qué si no dejaron comprar nuestras tierras a 20 centavos para que hoy existan los latifundios que existen en Cuba? ¿Por qué se permitió que las tierras del Estado se perdieran y fuesen devoradas por los geófagos? ¿Por qué se permitieron aquí tantas cosas y se hicieron tantas concesiones antinacionales, que nuestra isla era más colonia todavía de lo que era antes de que nuestra isla fuese a parar en ser lo que es hoy?
Si ustedes analizan el cuadro actual de Cuba, es realmente un cuadro desolador; no es desolador en cuanto a que no pueda superarse —desde luego que no estaría aquí si no creyera que todo eso lo vamos a superar, ¡y bien superado! (APLAUSOS)—, pero analizan a Cuba en todos los órdenes, en el orden educacional, en el orden económico, en el orden industrial, en el orden agrario, en el orden de la salubridad, en los seguros sociales, y se encuentran que todo es un verdadero desastre
Si observan la agricultura, si suben a un avión y recorren la isla de un lado a otro, se encuentran extensiones enormes de tierras invadidas por el marabú, por la manigua o completamente abandonadas; se encuentran nuestras caballerías de tierra produciendo 50 000, 60 000, 30 000, en fin, un promedio de 45 000 arrobas por caballería, cuando en otros países se producen 200 000 y hasta 250 000; se encuentran los potreros produciendo 12 reses por caballería; se encuentran los pueblos que carecen absolutamente de todo, cómo no lo vamos a saber nosotros que desde que llegamos al pueblo más pequeño de Cuba, nos encontramos con que nos piden el centro escolar, porque no tienen centro escolar, o tienen alquilada —¡oigan bien, alquilada!— una casa que está derrumbándose; que no tienen hospitales, y cuando tienen hospitales no tienen médicos; y cuando tienen médicos y tienen hospitales, no tienen camas; y cuando tienen camas, médicos y hospitales, no tienen medicina, y cuando tienen las cuatro cosas no tienen presupuestos (APLAUSOS); que no tienen acueductos, y que si tienen acueductos no tienen filtros y se toman un agua fangosa y contaminada, y les falta alcantarillado, o la red de distribución es insuficiente por completo, y les falta pavimentación, y les faltan industrias, y les falta trabajo, amén de faltarles campos deportivos, bibliotecas... (UNA VOZ DICE: “¡Como Güines!)... ¡Como todos, como todos absolutamente, no como Güines solo! (APLAUSOS.)
¡Que levante la mano aquí un pueblo al que no le falte nada! ¡Y yo diría que levantaran la mano los pueblos a los que les falte todo! No tienen servicios públicos: si quieren un teléfono, es más probable que se saquen primero el premio de la vieja lotería a que le pongan un teléfono (RISAS); no tienen corriente eléctrica, porque existían un millón de planticas chiquitas que tenían que producir el precio del kilowatt carísimo y, además, lo aumentaban por dos en algunos casos; y había lugares en que se alumbraban con candiles, como en Holguín, que había barrios enteros que no usaban luz eléctrica porque era muy cara. Ahora mismo, a raíz de una disposición —que se hizo para empezar, para ponerle fin nada más que a ese mal endémico y empezar a buscar el modo de resolverlo de verdad—, a raíz de una disposición abaratando o equiparando la luz eléctrica con la capital, en Holguín organizaron una fiesta que la llamaron “el entierro del candil” (RISAS), como símbolo de que al fin iban a tener luz eléctrica, y enterraban el candil; en Sagua de Tánamo valía veinte o veintitantos centavos el kilowatt; en San Germán, en Mayarí, en Pinar del Río y, en fin, en una serie de pueblos de Cuba.
Nosotros sabemos que esas planticas no pueden producir el kilowatt barato, pero es que hay que cortar por lo sano y hay que empezar. Que se reúnan todas, como ya se están reuniendo, y elaboren planes de acuerdo con el Gobierno Revolucionario, y vamos a llevar adelante la electrificación del país por todos los medios posibles (APLAUSOS), y vamos a resolver el problema de una vez. Pero si nosotros no hacemos una rebaja vertical, el problema no se resuelve nunca y sigue como hasta hoy, porque todo el mundo muy cómodo, cobraba su kilowatt muy bien, más o menos con eso sostenía su negocio y sus ganancias, y el pueblo seguía sin luz.
Hablo de los que tienen el chance de tener luz porque la mitad de la población de Cuba no tiene ni a 50 centavos el kilowatt, no tiene ni el menor chance de encender un bombillo en su casa. Yo estoy seguro de que si a todos los que estamos aquí nos dicen que de ahora en adelante tenemos que alumbrarnos con velas, nos íbamos a sentir la gente más desdichada de la tierra, y es posible que muchos de nosotros no pensemos nunca que la mitad del pueblo de Cuba nunca ha visto un bombillo en su casa; esa es una de las realidades de las que nosotros solemos olvidarnos.
En el orden económico, ¿cómo ha vivido el hombre de campo y el hombre de pueblo del interior? Pasa usted por una estación de ferrocarril, pasa usted por un pueblecito, y se encuentra a los hombres mustios, con los brazos cruzados, la gente descalza, infinidad de mendigos, una plaga de muchachos y de personas vendiendo dulces, vendiendo emparedados, vendiendo caramelos, vendiendo frutas, vendiendo cualquier cosa, y a veces en uno de esos trenes son más los vendedores que se montan que los pasajes que lleva el vagón (RISAS).
Va usted, en cambio, a Estados Unidos y se encuentra que tiene que cargar las maletas en las estaciones, porque no encuentra ni maleteros, y aquí nosotros tenemos que buscarnos un problema para ver a cuál de los 60 maleteros le damos la maleta. Una sensación de pobreza, una sensación de miseria, una sensación de tristeza; y cuando va por esos caminos del interior de la república no se encuentra más que bohíos, miserables bohíos donde viven amontonadas las familias, hombres y mujeres, niños y niñas en la más espantosa promiscuidad, durmiendo en el suelo, comiendo una vez al día, y un padre de familia que trabaja tres meses al año, lo que gana lo debe, no tiene dónde sembrar, siembra en las guardarrayas si se lo permite el mayoral, el resto del año no gana nada. Y yo les preguntaría a las familias que están aquí qué harían si tuvieran que sostener los gastos de su casa, de sus hijos, la ropa, los zapatos, de cinco o seis muchachos, y ganaran 300 pesos al año. Pues les parecería inconcebible, les parecería un imposible.
Si aquí casi hay una revolución cuando usted rebaja los alquileres, por ejemplo, ¿cómo explicarse que no haya habido 50 revoluciones con tantos cientos de miles de personas que no ganan 300 pesos al año? Y han tenido que vivir como han vivido, porque a ellos les rebajaron más: les rebajaron toda la tierra, que la compró el extranjero a 20 centavos; les rebajaron toda la tierra, que los geófagos se apoderaron de ella mediante métodos fraudulentos; les rebajaron todo, porque no les dieron nunca nada, porque no tuvieron escuelas, porque no aprendieron a leer y a escribir, porque no tuvieron nunca médicos, porque nunca tuvieron medicinas, porque nunca tuvieron alimentación adecuada, porque nunca fueron a un cine, porque nunca fueron a un parque, porque nunca leyeron una novela, porque nunca vieron una película, porque nunca vieron un televisor, porque nunca se dieron un viaje a Estados Unidos, ni un viaje a Europa.
Tan seres humanos como nosotros son, tan sensibles al dolor como nosotros son. Como nosotros sufren tanto cuando tienen la desgracia de perder a un hijo, o a un hermano, o a su esposa; tan sensibles al dolor como nosotros son cuando ven a sus hijos pasando hambre (APLAUSOS), y tan sensibles y más sensibles que nosotros son, porque cuando el hombre sufre y sabe por qué sufre y se explica por qué sufre, encuentra más resignación que el que en su ignorancia no sabe ni por qué sufre ni se explica por qué sufre; y cuando, además, se siente inferior a los demás, porque no sabe nada, y se siente víctima de todos y de todo.
Así han vivido durante 50 años nuestras familias. Así, si se hiciera una estadística de la mortandad entre los niños del campo y los niños de la ciudad; si se hiciese una estadística comparativa entre la edad media que vive una mujer en el campo y la edad promedio que vive una mujer en la ciudad y si esa comparación no se hiciese entre el campo y la ciudad, sino se hiciese entre el campo y los sectores pudientes de la sociedad, se encontraría con que la mortandad infantil en el campo sea posiblemente cien veces mayor, y que las mujeres de los campesinos vivan las dos terceras partes de la edad que vive cualquier señora de los sectores pudientes del país.
En aquella falta de higiene, en aquella falta de alimentación, la mujer que tiene que alimentar a cinco, a seis y a siete hijos, porque suelen ser más generosas con la naturaleza de lo que suelen ser las mujeres de la sociedad... (APLAUSOS)..., porque a la patria le dan esos hijos que son los que en las horas difíciles de Cuba han peleado y han muerto; esos hijos de campesinos, que fueron los que pelearon en el 95 (APLAUSOS) y que fueron los que lucharon, fundamentalmente también, en esta etapa.
Esas mujeres les dan su vida a sus hijos, y los pocos años que viven los viven padeciendo todas las calamidades físicas, porque nosotros, con nuestros médicos en campaña, pudimos comprobar el porcentaje altísimo de madres campesinas, cuyo estado de salud era realmente calamitoso y no podía explicarse de otra manera, cuando una mujer atiende su casa, atiende y alimenta a numerosos hijos, hasta trabaja en el campo y nunca toma leche, nunca come carne, nunca se alimenta con vegetales, y no come más que malanga, cuando aparece la malanga, o arroz, o aquellos alimentos que tienen un porcentaje muy bajo de cualidades nutritivas.
Es de explicarse el porcentaje alto de mujeres que mueren en la mitad o en las dos terceras partes de lo que vivirían normalmente. Y si hacen el estudio en los niños, se encontrarán el 95% de los muchachos, raquíticos, sin dientes, sin calcio, sin vitaminas, comidos de parásitos; y a esos son los hombres que luego les exigimos tantas horas de trabajo en el campo, les exigimos tanto esfuerzo, para alimentar al resto del pueblo, al que trabaja en la ciudad, ¡y también al que no trabaja en la ciudad! (APLAUSOS.)
El que come algo, alguien lo siembra; el que come algo, alguien lo produce —produce, o como médico, o como ingeniero, o como arquitecto, o como obrero, o en algún sentido produce algún bien a los demás, aporta algún beneficio a los demás—, pero hay otros, hay muchos, que no aportan más que su “viveza”, hay muchos que no aportan más que su “habilidad”, y hay muchos que no aportan más que su “buena suerte”, porque o sus padres fueron millonarios, o tuvieron “relaciones” y resolvieron todos los problemas de la vida material. Y hay que tener en cuenta que en la sociedad hay que alimentar a los niños, hay que educar a los niños, que no pueden producir; hay que sostener a los ancianos, que no pueden producir; hay que ayudar a los enfermos; hay que ayudar a los inválidos; hay que ayudar al maestro, que no trabaja en el campo o en alguna industria, pero educa y prepara; hay que producir para el médico; hay que producir para todos los trabajadores intelectuales; y, además, hay que producir para mucha gente que no produce nada ni presta ningún servicio en la sociedad, ustedes lo saben.
¿Y cómo producen? ¿Es que acaso producen con máquinas? Porque si cada campesino que produjera tuviese una máquina, trabajaba una hora y descansaba; no ganaba más, pero trabajaba una hora. Nos encontramos, sin embargo, que nuestra agricultura, en muchos aspectos, tiene 3 000 años de retraso; y se cultiva con un azadón, con un pico, con una yunta de bueyes, con un arado de palo, y obligamos a ese campesino a producir para el que trabaja y para el que no trabaja con las maquinarias y las herramientas que existían hace 3 000 años.
Y no es lo único que aquí tiene 3 000 años de retraso. ¡Nuestro derecho tiene tres mil años de retraso! (RISAS.) Y lo he dicho. Todavía aquí existen, por ejemplo, instituciones romanas, como el “préstamo pignoraticio” —que creo es como se llama legalmente—, vulgarmente “la casa de empeños” (RISAS), en la cual, aunque la ley diga que el máximo interés es tanto, lo que le cobran es cinco veces más que el interés que marca la ley; y aunque la ley dice que aquella prenda hay que rematarla en pública subasta, aquí el prestamista la remata en el despacho o en la trastienda de su casa de empeños, y no le da cuenta a juez, ni le da cuenta a nadie; cuando se le vence el plazo, si no paga, se la quita.
Aquí existe un derecho de propiedad romano. Un señor llega, en el año 5 o en el año 10, compra una caballería de tierra urbana, no construye, no deja construir a nadie allí; las familias tienen que ir a construir a 10 kilómetros de su trabajo; esperan que otros trabajen, que otros hagan carreteras, que otros construyan edificios, y entonces, cuando el solar que costó 15 centavos el metro aumenta a 40 pesos el metro, lo venden. Entonces, como ese es un gran negocio, al cubano le gustaba, antes que poner una industria, comprar solares, porque el solar era un magnífico negocio: no tenía que aportar un centavo más, no tenía que aportar un minuto de trabajo más, ponerle una cerca, estar prevenido por si alguien le quitaba media pulgada de aquel solar, pasar de cuando en cuando un susto cuando se hablaba de una avenida que iba a pasar por tal o más cual punto, y tenía una magnífica inversión. Eso se llamaba “magnífica inversión” en Cuba.
¿Resultado? Que el hombre de la ciudad, que es el que más necesita de una casa, porque no la puede hacer de guano, como la hacen en el campo, tiene que ser más o menos de cemento —no puede dormir en el medio de la calle; no puede dormir en un parque, porque si quisiera dormir en un parque aquí no hay ni parques (RISAS); si quisiera dormir debajo de una mata, ¡aquí no hay ni matas! (RISAS.)—, tenía que vivir, ¿dónde? En un edificio, que costó tanto, sobre un solar que costó más cuanto. Entonces el que ganaba el mismo sueldo, como maestro, como profesional, que el que se ganaba en otro lugar de la república, se encontraba con que, por ejemplo, aquí en la ciudad, el sueldo le alcanzaba menos que a nadie, porque ya solamente con pagar el solar aquel —no propio, no; los alquileres que se derivaban de un edificio construido en un solar carísimo, con un dinero recibido a un interés carísimo—, tenía aquí que pagar la tercera parte de su sueldo solamente en alquileres.
¿Quién enriqueció aquel solar? El estado que construyó una carretera; el vecino que construyó un edificio. Todos enriquecieron el solar menos el que lo compró; sin embargo, todos tienen que pagar más caro el solar, y el único que lo disfruta es el que lo compró.
Así, cuando aquí se iba a poner una industria, al que iba a comprar el terreno para poner la industria, le costaba más el terreno que las máquinas; y, además de eso, venía el gobierno y le pedía 500 000 pesos para darle permiso. El que iba a construir una casa, porque ha sido el sueño de cada cubano tener una casa propia, ni siquiera empezaba a tenerla, porque se asustaba nada más que de pensar que cada metro le iba a costar 20, 25 ó 30 pesos, y no construía. Ni se construían las casas particulares para las familias, que es el sueño de cada cubano; ni se hacían industrias, que es una necesidad fundamental de la economía de la nación.
El préstamo para una industria era carísimo, el solar era carísimo, venía el gobierno y le hacía una exigencia, ¡y así queríamos nosotros tener industrias, así queríamos nosotros que el país prosperase!
Aquí todo el mundo, cualquiera, escribe un editorial diciendo que lo que hay que buscar es fuentes de trabajo, que la solución de los problemas de Cuba es buscar fuentes de trabajo; pero nadie dice cómo. La frase es muy bonita, pero muy demagógica también cuando no se dice el cómo. Y no se dice el cómo, porque no se quiere decir el cómo; se quiere decir una frase bonita y quedar bien con todo el mundo, porque si se dice el cómo, hay que decir que para que haya industrias es necesario que haya quien compre, porque si no hay quien compre, no hay industrias.
Nosotros podemos hacer algunas industrias para vender afuera azúcar, tabaco, frutas, algunas cuestiones, en general, de alimentos; pero nosotros no podemos competir con los relojes suizos, nosotros no podemos competir con las grandes industrias extranjeras, nosotros tenemos que desarrollar una industria de consumo nacional, para venderle al pueblo de Cuba, cuando el pueblo de Cuba consuma lo que debe consumir, coma lo que debe comer, vista lo que debe vestir, calce lo que debe calzar y reciba lo que debe recibir.
Pero le escriben que aquí lo que hay que buscar son fuentes de trabajo, y, sin embargo, no le dicen que para que haya fuentes de trabajo tiene que haber industrias, y para que haya industrias no puede haber latifundio; que mientras el campesino esté ganando 300 pesos al mes —no, al mes es lo que debe ganar, ¡y lo que va a gana! (APLAUSOS)—, mientras esté ganando 300 pesos al año, no puede prosperar aquí ninguna industria; y para que el campesino gane lo necesario para poder consumir artículos industriales, es preciso que no haya latifundios. Pero los que escriben que el problema se resuelve, que la tarea del gobierno es buscar fuentes de trabajo, no dicen una sola palabra de que hay que ponerle fin al latifundio (APLAUSOS); no dicen que cuando el 30% de los ingresos de la familia en la ciudad se va en alquiler no hay industria que prospere, porque ese dinero va a parar directamente a los bancos y después va a invertirse en nuevas construcciones, o en solares, o en hipotecas, o en “garrotes”, y no hay quien compre.
Se dice que hay que buscar fuentes de trabajo, y nadie hace una campaña a favor de los artículos de consumo nacional; se dice que hay que buscar fuentes de trabajo, y nadie habla de proteger nuestras industrias mediante leyes arancelarias; se dice que hay que buscar fuentes de trabajo, pero no hay el valor, ni el civismo, ni la honradez, de decir las demás cosas que hay que hacer y sin las cuales nunca habrá fuentes de trabajo. O, si no, ¿qué es lo que vamos a inventar? ¿Una maquinita de hacer pesos y repartir pesos a todo el mundo aquí, para resolver el problema del desempleo?
¿Cómo va a trabajar el campesino si no tiene tierra? ¿Cómo va a trabajar el hombre en la ciudad si no tiene industrias? ¿Cómo puede establecerse una cosa sin las demás medidas? ¿Por qué aquí hay tanto miedo? ¿Por qué aquí hay tanta hipocresía? ¿Por qué aquí la gente se da tanto “golpe de pecho” patriótico y nunca acaba de decir lo que conviene a la nación? (APLAUSOS.)
Existen teorías económicas, teorías económicas hechas a la medida de los intereses creados, de los grandes intereses creados. Se han inventado una serie de teorías, teorías que corresponden a una organización económica que tiene todavía las leyes de Roma rigiendo los destinos de la sociedad; de una economía que usa los métodos de agricultura que se usaban hace 3 000 años; de una economía donde todo es anarquía, donde no le dicen a nadie cuánto maíz tiene que sembrar, o cuánta papa, o cuánto tomate, o cuánto café, o cuántos frutos menores; donde todo el mundo produce por la libre, lo mismo pollo, que maíz, que azúcar, y, en fin, todos los demás artículos. Desde luego, el azúcar está regulado, se ha regulado; en el tabaco hay alguna regulación de cuota. Y constantemente nos enfrascamos con estos problemas de que hay que quemar tabaco, de que hay que dejar caña en pie, de que los productos bajan de precio y no solo bajan de precio, bajan de precio para los campesinos, sino que los que los compran, como compran lo que necesitan, al precio que les conviene, se lo venden tres veces más caro al pueblo.
Aquí la vianda, los frutos menores, carísimos; el pescado, carísimo. Hay pescadores a los que les pagan 13 centavos por la arroba de pescado, y el pescado vale 30, 35 y 40 centavos la libra. ¡Eso es muy honrado! Desde luego, hablar de que esto no es justo y de que hay que tomar medidas contra esto, es exponerse a que lo quieran crucificar a uno y le empiecen a endilgar todos los epítetos y todos los calificativos, como si lo único aquí que pudiera conformar a alguna gente es que uno se cruzara de brazos, porque pusieron un letrerito en la máquina que decía: “Gracias, Fidel”, y dejara esto como está; que, desde luego, no se iba a quedar como está, porque iba a ser el caos, el infierno, la ruina. Si esto sigue nada más que un poquito más como estaba, cuando ya aquí todos los retiros sociales están arruinados; cuando, por ejemplo, el transporte solamente tiene 15 000 jubilados, y necesita un millón de pesos al mes y no tiene un solo centavo; cuando las reservas monetarias estaban por el suelo, porque el dinero se lo habían llevado en valores extranjeros, ya que el desnivel en la balanza de cambio está constituido, fundamentalmente, por el dinero que se llevaron para afuera, dinero robado, porque robaban en todos los órdenes, y se llevaban el dinero para tenerlo seguro en el extranjero, y aunque el cambio fuese, más o menos normal, el desequilibrio no podía ser normal...
Uno no quiere ni pensar en lo que habría sido del país si dura seis meses más la tiranía. Es inconcebible lo que iba a pasar aquí. ¡Ah, pero parece que a algunos los contenta nada más que uno se cruce de brazos! Y cuando a la república, honradamente, si queremos salvarla, tenemos que hacerle una operación quirúrgica, ¡algunos quieren que le pasemos mercuro cromo, para que se nos muera la república!
Ya he hablado del campo. Si vamos a la ciudad nos encontramos con que 200 000 familias viven en cuartos y en habitaciones de 10, de 15, de 20 pesos, hombres y mujeres juntos. Luego queremos que haya moral, luego queremos que haya virtudes, y hay gente que habla de la moral y defiende la moral, y protesta de que se tome una sola medida para poner fin a ese foco de vicio y de inmoralidad, porque en esas condiciones materiales es muy difícil librarse de todos los peligros que atentan contra la virtud y contra la moral. Y se encuentran personas muy moralistas que, sin embargo, dicen que nosotros somos algo así como unos bándalos, las hordas de Atila o algo parecido, cuando tomamos una medida revolucionaria que tiende a ponerle fin a esa situación que mucha gente, de palabra, dice que debe ponérsele fin, pero cuando se le va a poner fin, protestan.
¿En 50 años han resuelto el problema de los solares aquí, las construcciones de edificios? ¿Lo han resuelto? ¿Y para cuándo lo iban a resolver?, porque cuando se pusieron baratos los alquileres no construían, y, por supuesto, el salto que tenía que dar quien pagaba 10, 15 y 20 pesos a 60, era muy alto. Ahora nos dicen que nosotros no estamos propugnando construcciones para el pueblo.
¡¿Ah, pero se van a acordar ahora del pueblo?! Y además, nosotros no estamos pensando en este pueblo; estamos pensando en un pueblo que va a tener más ingresos de los que tiene ahora y que podrá vivir en las casas que está construyendo el Instituto de Ahorro y Viviendas.
Y en las playas, ¿qué pasaba con las playas? Aquí al que más y al que menos le gusta irse a bañar al mar cuando llega el verano. No hay cubano que no sueñe con irse a bañar al mar. Cuba tiene playas preciosas, pero aquí los gobernantes permitieron que las playas buenas fuesen cercadas, fuesen urbanizadas, y al pueblo le dejaron los dientes de perro (APLAUSOS).
Cuando venimos nosotros y queremos rectificar ese error, problema que no hubiéramos afrontado si los gobernantes hubiesen sido un poco honestos, un poco equitativos, un poco previsores, impidiendo que alguien se apoderara de las playas. No tendríamos nosotros que buscarnos ahora 10 000, 20 000, 25 000, 30 000 enemigos, cuando decimos que las playas deben ser de todos los cubanos, y que todos los cubanos, y no unos cuantos nada más, tienen derecho también a bañarse en el mar (APLAUSOS).
Si el plan del Instituto de Ahorro y Viviendas se hubiera aplicado desde los inicios de la república, entonces los tahures no hubiesen recibido más de 2 000 millones de pesos producto del juego, y, en cambio, cada familia en Cuba tendría su propia casa; cada familia se habría ahorrado lo que paga de alquiler; la ciudad sería distinta, porque con toda la imprevisión y la improvisación que ahí ha existido para la solución de esos problemas, ustedes van por esas calles y dan asco. No hay una sola fachada pintada, no hay quien se gaste un centavo en pintar; ni pinta el inquilino porque no es de él, ni pinta el dueño porque no va a gastarse en pintura, porque la casa era del año tal y más cual, y la rebajaron una vez, o se la pueden rebajar luego, y no pinta.
¡Y luego queremos turismo! Y queremos que venga un turismo distinto del que viene a jugar. Pero, ¿quién puede atravesar con gusto por esas calles? Tal vez la costumbre no nos permita hacer la observación, pero dan asco las calles, los solares de las casas. ¡Qué cosa tan distinta del tipo de ciudad nueva que vamos a hacer, donde la escuela está al lado de la casa, donde los parques están al lado de la casa, las áreas verdes, los campos deportivos, el teatro, en fin, todo está racionalmente distribuido!, y no como aquí, que quien vive en La Habana Vieja tiene que mandar a su hijo, a lo mejor, a Marianao, o tiene que mandarlo a un campo deportivo en las afueras de la ciudad, o a una piscina que está a kilómetros de distancia, y viven con el temor de que el niño cuando salga a la calle lo mate un automóvil, porque no se hizo nada con racionalidad.
¡Y qué distinta esta ciudad de las que nosotros vamos a hacer, donde ni siquiera las calles atravesarán los lugares donde están las familias y donde están los niños, porque para eso existen procedimientos cómodos, procedimientos modernos, o, si no tan modernos, que son invención de nuestros propios arquitectos (APLAUSOS), y que brindarán a las familias comodidades que jamás soñaron, en casas donde el alquiler que pagan será para ellos, será como un dinero que guarden en una alcancía, porque están pagando un alquiler para convertirse en dueños de las casas.
¡Hasta ahora no era así! Si una familia vivía 10 años, si vivía 15 años, si vivía 20 años en una casa y dejaba de pagar dos meses, la botaban, la lanzaban a la calle; todo lo que había pagado, nada era para ella. ¡Ah!, me dirán que es muy legal el negocio, pero yo digo que no es muy honrado, yo digo que no es justo. No llamaré ladrón a nadie que tuviera un edificio, no, porque hizo las cosas de acuerdo con la ley. Pero sí digo que esa era una mala ley, sí digo que esa era una ley injusta; que lo que debió preocupar a los gobernantes no era hacer tales leyes y más cuales leyes para garantizar por todos los medios ese negocio, sino crear instituciones como las que hemos creado nosotros, para que ninguna familia fuese explotada, para que el 30% del ingreso no fuese a parar a una actividad no productiva, y para que el que lleva 10 años, ó 15 años, ó 20 años pagando, no lo boten a la calle el día que se queda sin empleo y se pasa dos meses sin poder pagar alquileres.
Yo digo que esa es una ley injusta, y que son malos gobernantes los gobernantes que no previeron ese problema (APLAUSOS) y echan sobre nuestros hombros la desagradable tarea de tener que tomar medidas rectificadoras que convierten en enemigos nuestros a quienes quizás fueron simpatizantes hasta hace unos días, a quienes en lo personal no nos ha hecho ningún daño y a quienes en lo personal tampoco se lo queremos hacer, pero que sí justo es que se comprenda que nosotros estamos regidos por deberes ineludibles, que si no los hacemos se hunde la patria y traicionaremos a la Revolución (APLAUSOS), que costó mucha sangre para que no sirva de nada.
Y no se trata ya solamente de que sea útil la sangre de los que cayeron en esta lucha. Es necesario que nosotros, a quienes se nos enseñó historia, a quienes se nos enseñó a cantar el himno, a quienes se nos enseñó a venerar a nuestros mártires, a nuestros apóstoles y a nuestros héroes, es necesario que nosotros hagamos de alguna manera útil la sangre de Maceo, la sangre de Martí, la sangre de Ignacio Agramonte, la sangre de todos los que han caído (APLAUSOS) hasta hoy inútilmente, porque yo quiero que me digan si valían la pena tantos sacrificios para que el pueblo de Cuba viva como ha vivido hasta hoy, sufra lo que ha sufrido hasta hoy y se frustre como se ha frustrado hasta hoy.
Aquí se permitió, como decía antes, que compañías extranjeras, o geófagos sin escrúpulos se apoderasen de la tierra. Si los gobernantes hubiesen adoptado disposiciones para que eso no hubiera ocurrido, si hubieran defendido el patrimonio nacional, que compraron por unos centavos los grandes intereses extranjeros, no nos veríamos nosotros hoy en la necesidad de tomar estas medidas que concitan contra nosotros a poderosos intereses. Si se hubiera gobernado al país con justicia desde que la república se inició; si se hubiesen hecho las cosas rectamente, ni siquiera habría habido tiranía; la Revolución no habría sido necesaria, y no necesitaría el país la operación quirúrgica que necesita, por dolorosa que sea.
Aquí nos hablan de patriotismo constantemente, nos dicen y nos enseñan el himno, que dice que “morir por la Patria es vivir”; y se dice que ser patriota es estar dispuesto a darlo todo por la patria, darlo todo y hasta la vida; ser patriota supone la disposición de dar por la patria hasta lo que más pueda apreciar el hombre, que es su propia vida. ¿Dónde está el patriotismo de los que empiezan a combatir y anatematizar la Revolución que, por tomar algunas leyes reivindicadoras y justas, lesiona algunos intereses? (APLAUSOS.)
¿Que perdemos algo? Aquí todos estamos perdiendo. Aquí ha perdido el pueblo durante mucho tiempo, y cada uno de nosotros hemos perdido mucho, y lo peor es que los que más protestan hoy, los que más escriben hoy y empiezan a elaborar teorías, que tiempo tuvieron de elaborarlas antes; los que no hablaron con sinceridad al pueblo nunca, se escandalizan de que venga uno a decirles la verdad.
Permitieron esas cosas, permitieron que el extranjero se apoderara de la tierra; permitieron que miles, que cientos de millones de pesos fueran a parar a los bancos extranjeros producto de dinero robado; permitieron que el juego extorsionara al pueblo durante décadas; permitieron el garrote; permitieron los desalojos campesinos sin hablar una sola palabra; guardaron silencio ante el abuso que se cometía contra el pueblo; jamás protestaron del plan de machete; jamás denunciaron el hecho insólito de que aquí los llamados soldados de la república estaban al servicio de las compañías que les pagaban un sueldo extra para, cada vez que hubiese un conflicto con los campesinos, enviar allí al mayoral con la pareja de la guardia rural a maltratarlos, o a encarcelarlos, o a desalojarlos de la tierra.
Se ha hablado de justicia. No hay aquí hombre o mujer que no pronuncie la palabra justicia tres veces al día, y hemos vivido bajo una perenne injusticia, de que las leyes, y los códigos, y las medidas se han tomado para proteger los intereses de una minoría privilegiada, mientras que esas leyes y esas medidas se han aplicado, inflexiblemente, contra el pueblo. O si no, yo les pregunto a ustedes: ¿Cuándo es que han visto un millonario en la cárcel? (EXCLAMACIONES DE: “¡Nunca!”) Y, por lo general —no siempre, desde luego—, quien llega a millonario es porque lo heredó, o porque fue un genio de las finanzas, o porque hizo un negocio sucio, o porque se lo robó (RISAS). Por lo menos hay que admitir que una buena parte de los millonarios se robaron el dinero, o una parte, una tercera parte si quieren (APLAUSOS).
¿Y dónde está la justicia, si no hemos visto uno solo en la cárcel? ¿O es que la cárcel es nada más que para el infeliz, y los gobiernos son para hacer leyes contra el infeliz y tomar medidas contra el infeliz? Aquí, a quien era un malversador o un ladrón ni siquiera se le trató con desprecio, y ustedes saben perfectamente bien cómo esos señores eran tratados en la calle con todas las consideraciones y nadie tenía por una deshonra que su hijo se casara con la hija de aquel malversador que era millonario, o viceversa, que su hija se casara con el hijo, o entrar en la familia, recibir los beneficios. Y en los lugares aquí “de sociedad” —porque yo no me explico por qué la palabra sociedad la emplean para hablar de un sector y no de toda la sociedad, lo cual, en cierto sentido, demuestra el estado mental de ánimo de que la sociedad son ellos solos y que los demás no forman parte de la sociedad—, en esos lugares nunca se levantó nadie para despreciar a un malversador, a un millonario que se robara el dinero del pueblo, a un criminal. Porque ustedes ven a esos criminales fusilados, yo he visto fotografías por ahí de muchos de esos criminales en actos sociales, y muchos “rendez vous”, y mucha amistad, más no solo eso: Búsquense las crónicas en los días subsiguientes al ataque al Palacio Presidencial, el 13 de marzo, y verán cómo mucha gente fue aquí a felicitar al tirano, porque había logrado salvar su “preciosa vida”. Y la vida preciosa del tirano era la muerte del pueblo; pero el pueblo qué importaba o qué importó nunca aquí, porque los cuatro miserables pesos, para alguna gente, valen más que toda la nación, valen más que el honor, valen más que la virtud y valen más que todo (APLAUSOS).
Y así, cuando se empieza, o se van a tomar las medidas necesarias para rectificar todo eso, se concita inmediatamente la conjura, y empieza la campaña de calumnias, y empiezan a buscar comparaciones que no existen, y empiezan a hacerle imputaciones a nuestra Revolución, cuando nuestra Revolución es tan cubana como nuestras palmas, cuando nuestra Revolución surge tan solo de las necesidades, de los sentimientos y de la idiosincrasia de nuestro pueblo, y cuando estamos haciendo una Revolución que es inexpugnable desde el punto de vista ideológico, porque postula la justicia social, dentro de un respeto absoluto a la dignidad, a los derechos y a las libertades del hombre.
Nosotros estamos haciendo leyes revolucionarias, pero a nadie le hemos quitado el derecho a escribir; estamos haciendo leyes revolucionarias, pero a nadie le hemos quitado el derecho a desfilar por las calles en manifestación pacífica; estamos haciendo leyes revolucionarias, pero a nadie le hemos quitado el derecho a reunirse, a criticar, a hablar y hasta a calumniar, porque hemos llegado a extremos tales en nuestro respeto a las libertades, que las agencias cablegráficas, cínicamente, descaradamente, han hecho desde Cuba, y sin que nadie las moleste, las peores campañas contra la Revolución Cubana (APLAUSOS).
Esas son cosas en las que no quieren reparar, no quieren reconocer y, claro, buscan comparaciones imposibles con una Revolución que es cubana enteramente, que tiene raíces cubanas, y que será orgullo de nuestra patria —y hablo de un orgullo nacional, no de un orgullo personal, porque si bien en los pueblos el orgullo es necesario para que sepan defender lo suyo, en las personas el orgullo puede ser despreciable, sobre todo, cuando más que orgullo es vanidad—, porque esta Revolución nuestra tendrá que figurar en la historia de las grandes revoluciones. En el futuro tendrán que contar a la Revolución Cubana entre las grandes realizaciones del hombre, entre los grandes acontecimientos históricos de la humanidad, y aquí, donde hay muchos que se ponen contentos cuando su país obtiene un triunfo, por modesto que sea, no han reparado en toda la grandeza y en todo el orgullo que constituye para nuestro pueblo el convertirse en la admiración de todos los pueblos de América y del mundo (APLAUSOS).
Frente a los sistemas que se disputan en el mundo la hegemonía, frente a las ideologías que se disputan en el mundo la hegemonía, surge la Revolución Cubana con su ideología propia, con sus ideas nuevas, con su doctrina nueva, a convertirse en un acontecimiento importante en la historia de la humanidad.
Que no vengan, ni soñando, a comenzar las campañas tendenciosas y falsas; a querer confundir aquí al pueblo acusando a la Revolución Cubana, endilgándole calificativos determinados, llamándonos, en dos palabras, comunistas, porque eso se pasó diciendo la dictadura durante siete años, eso se pasaron diciendo los Masferrer, los Díaz Balart y los Otto Meruelo, y eso empiezan a decir ya quienes no van a tardar mucho en darse el abrazo con los Díaz Balart, con los criminales de guerra, con los Batista, los Ventura y los Masferrer (APLAUSOS).
Llamarnos comunistas, ¿por qué? Llamarnos comunistas, ¿para qué? ¿Acaso para asociarse a los intereses extranjeros enemigos de Cuba? ¿Acaso para asociarse a las oligarquías internacionales, que han visto en el triunfo de la Revolución Cubana y en la destrucción de la maquinaria militar de la tiranía un peligro para sus intereses retardatarios y antipatrióticos? (APLAUSOS.)
¿Acaso están invocando la ayuda extraña? ¿Acaso están agitando los conflictos internacionales para que nuestra pequeña isla sea un día objeto de la agresión? (APLAUSOS.) Pues están cometiendo la más criminal de las faltas, están cometiendo la peor de las traiciones. ¡Si quieren llamarnos comunistas porque no perseguimos a los comunistas, que nos llamen comunistas porque no perseguimos a nadie! (EXCLAMACIONES Y APLAUSOS.) Porque nosotros hemos proclamado el respeto a todas las creencias religiosas, el respeto a todas las ideas políticas, y empezamos por no temerle a ninguna. ¡Quienes creen en la suya no temen a las otras! (APLAUSOS PROLONGADOS.)
¿Qué quieren, que para defender sus intereses egoístas venga de nuevo el extranjero a nuestra tierra? ¿Qué quieren, otra Enmienda Platt? (EXCLAMACIONES DE: “¡No!”) ¿Qué quieren, nuevas intervenciones en nuestra patria? (EXCLAMACIONES DE: “¡No!”) ¡Pues están cometiendo el peor de los crímenes, porque están aspirando a lo mismo que asesinar a toda la nación cubana!, porque aquí es necesario, serenamente, repetir, como dijo Antonio Maceo, que “quien intente apoderarse de Cuba, recogerá el polvo de su suelo anegado en sangre” (APLAUSOS). Y aquí no van a recoger ni el polvo, porque nuestro pueblo ha concebido una esperanza, ¡y cuando los pueblos, como los hombres, conciben una esperanza, no se resignan nunca más a vivir sin ella! (APLAUSOS.)
Mientras no la conciben, se resignan; pero después que la han concebido no hay quien pueda arrebatársela. Y yo tengo la más completa seguridad de que en defensa de su suelo, en defensa de su nacionalidad, aquí pelean los hombres y las mujeres, los niños y los ancianos (APLAUSOS), porque, en definitiva, es lógico que aquí nadie quiera volver al pasado. Es lógico que todos, sabiendo que hemos de morir algún día de muerte natural o de accidente, y que la vida, después de todo, es bastante breve y que no vale la pena vivirla si no se vive dignamente, ¡aquí este pueblo prefiera la muerte al pasado! (APLAUSOS.)
Cometen, pues, un crimen los que estén ideando campañas traicioneras para concitar contra nosotros agresiones externas. Porque, ¿qué quieren? ¿Que volvamos a un pasado donde viva el pueblo tal como vivía? ¿Tener otra vez un ejército que era instrumento de los grandes intereses? Pues se equivocan, porque si vuelven aquí no van a tener a quien mandar; se van a encontrar esto solo, y no veo qué sentido tiene ni qué justificación tenga tratar de convertir nuestra patria en un cementerio o en un campo de ruinas.
No comprendo qué derecho tienen los que tanto daño les han hecho ya a los hijos de esta tierra, los criminales de guerra, los grandes intereses, porque son solamente los grandes intereses los que se empeñan en confundir, los que se empeñan en crear aquí complicaciones, los que se empeñan en crearnos hasta problemas religiosos, cuando la Revolución no se ha metido con ninguna religión y cuando una parte numerosa, numerosísima, de los sacerdotes fueron revolucionarios y ayudaron a la Revolución (APLAUSOS), para que vengan los intereses creados a invocar hasta el nombre de Cristo, ¡como si bajo el nombre de Cristo, que fue tan justo y tan humano, pudieran cobijarse tantas inmoralidades y tantos egoísmos! (APLAUSOS.)
Son solamente los grandes intereses, porque el pueblo en general, los hombres que hoy llaman clase media, que no existirá en el futuro, porque habremos reducido a los grandes ricos al nivel de la clase media y habremos elevado a los pobres al nivel de lo que hoy se llama la clase media... (APLAUSOS). Solamente son los grandes intereses, porque hay casos como el de un señor que perdió mil pesos mensuales con la rebaja de alquileres que explicaba cómo con el arroz se había ganado 30 000, porque era un pequeño importador que al tomarse una medida redistribuyendo las grandes cuotas, ese pequeño importador, que por un lado perdió mil pesos, por otro ganó 30 000.
Así que ese es el caso, naturalmente, aislado, la excepción; pero la realidad es que todo el pueblo se va a beneficiar con las medidas revolucionarias. ¿Por qué? Porque hay que ser un egoísta o un insensible para vivir en medio de la tristeza, en medio de la miseria que hasta hoy ha existido en Cuba, porque eso solo ha servido para suscitar el resentimiento en los que se consideran víctimas de esa opulencia, eso solo ha servido para suscitar el odio, y nadie se puede sentir bien, aunque tenga mucho, si se siente odiado; nadie se puede sentir feliz entre tantas personas infelices; nadie se puede sentir bien en medio de tanto mal.
El resultado de todo eso es que se despertó un afán desmedido de dinero y de riqueza. ¿Por qué? Porque aquí la virtud no valía nada, porque aquí el honor no valía nada, porque aquí la moral y la capacidad no valían nada. No valía más que el dinero; solo el que tenía dinero era respetado, solo el que tenía dinero era servido, solo el que tenía dinero era considerado, y la consecuencia lógica era que se desatara en nuestro pueblo un afán desmedido de dinero, para obtenerlo de cualquier forma (APLAUSOS).
Es que no solo de pan vive el hombre; es que no solo con dinero se puede ser feliz, y es que, además, nosotros no prohibimos que se gane dinero. Que ganen, que se gane todo el dinero que se quiera, pero prestando un servicio útil a la nación. Comprando solares y esperando que se multipliquen por cincuenta, no se le presta un servicio útil a la nación; comprando tierras para cobrarlas después a un precio mayor de las maquinarias que se necesitan para poner una industria, no se le presta ningún servicio a la nación.
Nosotros hemos dicho que vamos a llevar adelante un reajuste, un cambio en las actividades; que basta ya de pensar en ganar dinero, en hipotecas, en garrote, en solares, en alquileres. La Revolución tiende a convertir a cada ciudadano en propietario de sus casas, para que no tengan que pagar más alquileres (APLAUSOS); la Revolución tiende a abaratar los solares, para que si valen 30 pesos valgan 3 pesos, y todo el que quiera construir su casa pueda encontrar tierra y pueda comprar un solar donde construirla. Y no solo eso, sino que le presta el dinero para que la construya, sin entrada y a un bajo interés, y, además, exime de impuesto por diez años al que construya su casa (APLAUSOS).
Cómo va a ser más feliz el pueblo, aunque hoy implique sacrificio, aunque hoy implique reajuste, ¿ahora, pagando muchas familias 60, 70, 100, pagando 20 pesos en un cuarto donde viven diez, o el día en que todo el mundo tenga su casa? ¿Qué es lo ideal? Que todo el mundo tenga su casa, y que entonces valga la pena cruzar por algunas de nuestras ciudades y que por lo menos estén pintadas las fachadas, si es que no nos vemos obligados, en el futuro, a derrumbar todos los edificios de esta Habana tan mal construida, para hacerlos nuevos otra vez (RISAS). Y nadie se asuste ni vayan a creer que le vamos a hacer a La Habana como al Buró de Investigaciones (RISAS). Quiero decir que en el futuro tenemos que resolver el problema de esos miles de solares, ¿o ustedes no saben que hay miles de solares en La Habana? Solamente en el barrio de Cayo Hueso hay 400, por vía de información. ¿Y los tenemos que dejar ahí?
¿Dónde están los parques de nuestras ciudades, dónde están las áreas verdes, dónde están los campos deportivos? El hecho de que hayamos vivido tan mal no implica que en el futuro tengamos que resignarnos a vivir tan mal. La ciudad que creció sin que nadie le trazara un plan, creció sola; uno añadía una casa sobre otra, otro añadía una calle, y así, luego, cuando había que hacer una avenida, había que destruir cien casas o había una revolución de los vecinos, porque no estaban dispuestos a permitir que la avenida pasara por allí.
Nuestra ciudad da lástima, y digo “nuestra ciudad” como digo todas las demás ciudades; dan lástima, y algún día tendrán que ser... No diré que somos nosotros los que vamos a hacer eso, porque no tenemos tanto interés en ser nosotros, que bastantes enemigos, por querer estar cumpliendo con el deber, nos estamos buscando; y, además, estamos dispuestos a seguírnoslos buscando, desde luego... (RISAS Y APLAUSOS). Es preciso que se entienda que nosotros no le queremos hacer daño a nadie, ni le hacemos daño a nadie gratuitamente, o que le tengamos odio a nadie aquí. Yo declaro aquí que no le tengo odio a nadie, yo declaro aquí que comprendo todo lo que ocurre en Cuba y ha ocurrido, porque bajo esa norma se ha desenvuelto nuestra república.
Además, ¿por qué desesperarse? Es lógico que toda ley resulte que perjudique uno más que a otro, pero eso pasa con cualquier ley. Toda ley es injusta desde el momento en que dice que es igual para todos, y resulta que todos no somos iguales, y se aplica la misma ley a uno que tiene un carácter y a otro que tiene otro; se aplica una ley igual a seres que somos diferentes. Ya se sabe que una ley a algunos los perjudica más que a otros; pero, ¿por qué desesperarse? Si yo creo que una de las mejores cosas que está haciendo la Revolución es poner los ricos a pensar (RISAS Y APLAUSOS), porque antes no se preocupaban por nada, no se preocupaban; tenían sus centrales, tenían sus grandes tierras y no se preocupaban de mejorar la agricultura, de obtener un rendimiento más alto por unidad de tierra, de buscar otras industrias, establecer otras industrias.
Todo el mundo que ganaba el dinero y lo quería tener seguro, iba y lo invertía en un solar, o en una hipoteca, o en un edificio de apartamentos. Ahora, como ha surgido la necesidad de reajustar, como se están estableciendo una serie de medidas revolucionarias, se han puesto a pensar y no se imaginan ya la cantidad de proyectos que tienen para diversificar la industria, para poner nuevas industrias, para hacer programas de desarrollo, en fin, para obtener ganancias, pero de otra manera de la que las habían obtenido hasta ahora.
En consecuencia, la Revolución va a obtener el apoyo de la inteligencia de los ricos, porque no es que sean bobos, sino que estaban acomodados a la situación, y como ahora se imponen una serie de cambios, están buscando la manera de hacer lo que deben hacer, que es adaptarse. Y si hemos dicho que ni el latifundio, ni el negocio de los alquileres, ni el de los solares, ni el del garrote, ni el de la hipoteca... La hipoteca hemos dicho que no la vamos a tocar, porque no queremos perjudicar el crédito, porque se necesita el crédito para el desarrollo agrícola y el desarrollo industrial; tendremos que limitar los intereses en los casos de las personas afectadas por la ley de rebaja de alquileres.
Pero hemos dicho bien claro que la industria tendrá todas las garantías y todo el estímulo necesario para desarrollarse, con una sola condición, que se paguen salarios altos. Hemos dicho que los bancos cubanos tienen todas las garantías y todo el estímulo. No diré que los otros no tengan garantías, pero sí diré que no tendrán estímulo; los estímulos se los daremos al banco cubano (APLAUSOS), porque aquí hay gente “patriota” que, cuando oyen cualquier rumor, salen corriendo, van al banco cubano, sacan el dinero de allí y lo ponen en el banco americano. Es el complejo que tienen. Pues yo digo que están más garantizados en los bancos cubanos que en los bancos americanos (APLAUSOS), sin que esto implique que yo diga que los bancos americanos no tienen garantías. Yo no digo eso; pero que tampoco tienen ningún privilegio, y que es una tontería sacar el dinero de un banco cubano, al primer rumor, y llevarlo al banco americano.
Un día salió una noticia de que le íbamos a poner un impuesto al capital inactivo. Yo no entiendo eso; esa teoría anacrónica no sé cómo se la metieron en la cabeza a la gente, si hoy el Estado tiene los órganos de crédito adecuados para movilizar todo el capital que sea necesario, ¿para qué le va a poner impuesto a ningún capital inactivo? Esa es una medida de una época vieja, en que no había Banco Nacional, ni Banco de Fomento Agrícola e Industrial. Todo lo contrario, estamos pensando en medidas para movilizar el crédito con un interés bajo, a través del Banco de Fomento Agrícola y el Banco de Fomento Industrial, que serán dos bancos distintos, y que prestarán con intereses más bajos, porque están organizados de manera que los intereses se cobran muy altos, porque tienen que pedir el dinero prestado a un interés determinado para prestarlo a un interés más alto.
Hay gente que cree que estamos todavía en la época de la botija y de las monedas de oro, de los “duros” aquellos, como les llamaban, en que la moneda tenía un valor en sí, y el avaro la escondía en una botija y la enterraba en el patio de su casa (RISAS). Los sistemas monetarios han evolucionado extraordinariamente; hoy la moneda está constituida por un papel que representa un valor determinado. Se necesita estar viviendo en el siglo pasado para sacar el dinero del banco e ir a esconderlo en su casa porque le tengan miedo a una medida del gobierno, cuando —como yo dije el otro día— con cambiar el color de los billetes lo resolvíamos todo, se quedaba todo el mundo sin dinero (RISAS); pero nadie piense eso, que nadie está pensando en esas cosas.
Para que vean si el Gobierno Revolucionario ha sido cuidadoso y ha sido prudente, por no arruinar los bancos y no arruinar las cajas de retiro, hemos cargado sobre nuestras espaldas los 1 200 millones de pesos que Batista se hizo prestar por la fuerza (APLAUSOS). Precisamente para no arruinar a nadie, para no crear hecatombes, para que nadie tuviera que suicidarse aquí, hemos respetado esas deudas, hemos cargado con ellas, porque entendemos que rechazar esas deudas era crearnos grandes obstáculos, en un momento en que la Revolución tiene que normalizar el país y marchar hacia adelante lo más rápidamente posible.
¿Es como para asustarse de las medidas que hemos tomado y de las que se están tomando? ¡No es para asustarse tanto, señores! Lo malo sí es asustarse más allá de la cuenta, y comenzar a hacer campañas contrarrevolucionarias y comenzar a calumniar a la Revolución, porque van a terminar asociados a los criminales de guerra, van a terminar asociados a los enemigos de Cuba; y al pueblo no lo van a conquistar, y sin pueblo no hay esperanzas de tomar el poder otra vez; sin pueblo no tienen la más mínima posibilidad, porque están derrotados en el campo de la opinión pública, en el campo de la razón histórica, en el campo militar y en todos los órdenes están derrotados.
Lo que podrían conseguir combatiendo la Revolución es hacerla más fuerte; lo que podrían conseguir combatiendo la Revolución es que las medidas revolucionarias fuesen todavía más drásticas; y lo que pueden conseguir los grandes intereses creados combatiendo la Revolución es perder hasta el apellido, por no decir que el “don”, porque el “don” ya está perdido aquí, ya aquí no hay “dones”; aquí hay ciudadanos, ciudadanos que se respetan por sus cualidades, ciudadanos que se respetan por su honor y por sus virtudes, no por su dinero.
Yo no veo que obtengan ninguna ventaja en combatir la Revolución, en vez de adaptarse a la Revolución. Ahora, eso sí, no tratar de adaptar la Revolución a sus intereses, porque a la Revolución no la van a adaptar a sus intereses. Por lo menos, alguna vez le tocaba al pueblo ganar; alguna vez el pueblo, que es el bueno en esta historia, tenía que ganar. No siempre iba a ser el pueblo el traicionado, no siempre iba a ser el pueblo el abandonado; algún día tenían que venir hombres leales al pueblo. Aquí, me acuerdo que decía algo el Presidente de las instituciones, cuando hablaba de que el deber de ellos sería, entre otros, combatir a los gobernantes si fueran a hacer las mismas cosas que antes. ¡Me temo que se va a quedar con las ganas el Presidente de las Instituciones Cívicas...! (RISAS.) Porque, ¿que nos equivoquemos? Admitido, nosotros no somos infalibles. ¿Que actuemos de mala fe? ¡Jamás!, porque tenemos la seguridad de que jamás nos dejaremos llevar por la mala fe, ni por el odio, ni por el resentimiento.
Aquí vuelvo a repetir aquello de que “si se nos acaba la paciencia, buscaremos más paciencia; y si se nos acaba, volveremos a buscar más paciencia, cuantas veces sea necesario” (APLAUSOS). Seremos ecuánimes, aunque firmes; porque ya de gente “cambia-casaca” está cansado el pueblo de Cuba. Actuaremos con serenidad, incluso frente a todas las contingencias. No quiere decir eso que vayamos a estar impotentes, ni que vayamos a estar indefensos.
Cuando se nos combata con las armas de la razón, combatiremos con las armas de la razón; y si se nos combate con argumentos, combatiremos con argumentos. Para eso hemos conquistado, ustedes y nosotros, el derecho a que cada cual exprese su pensamiento libremente, escriba libremente y hable libremente.
Se quiere hacer ver que hay como cierta coerción. Bueno, si la opinión pública es una coerción, entonces admito que hay alguna coerción. Es que el que escribe no quiere ponerse contra la opinión pública, ni el comerciante se quiere poner contra la opinión pública, ni el escritor se quiere poner contra la opinión pública, ni el político se quiere poner contra la opinión pública, ni el revolucionario se quiere poner contra la opinión pública. ¿Por qué? Porque la opinión pública está con los que tienen la razón; puede confundirse transitoriamente, pero la opinión pública está con los que tienen la razón.
¿Eso qué es? ¿Es el imperio de la fuerza? No, es el imperio de la opinión pública. ¿Por qué se estuvo luchando aquí? Por el imperio de la opinión pública. ¿En nombre de quién se habló? En nombre de la opinión pública; lo que pasa es que cuando no se tiene razón, cuando no se tiene moral, cuando no se tienen argumentos, no se le puede hablar a la opinión pública, y eso es lo que pasa.
Algunos dicen que yo me molesto cuando me atacan. ¿Quién dijo? A mí me pueden atacar todo lo que quieran, lo que sí me molesto cuando atacan a la Revolución, porque la Revolución es nuestra obra, porque la Revolución es un interés sagrado del pueblo, y nosotros estamos en el deber de defender la Revolución. Y nosotros solos no; aquí siempre, cuando se ha atacado a alguien, inmediatamente ha respondido. Cuando cualquier escritor es señalado o es criticado, inmediatamente responde; pues nosotros no, hay 20 000 críticas que no les hacemos ni caso; ahora, cuando algo ataca a la Revolución, la defendemos, y la defendemos con argumentos, y la defendemos con el derecho que tenemos, igual que todos los demás cubanos. Porque si algo hemos establecido es que aquí todos somos iguales, es que aquí no hay privilegios para nadie, es que aquí no hay nadie superior a nadie; y nosotros somos, sencillamente, en el gobierno, parte del pueblo, y actuamos como puede actuar cualquier ciudadano del pueblo.
Será difícil combatir al Gobierno Revolucionario, porque el Gobierno Revolucionario está actuando con justicia, está actuando con razón y está actuando con honradez. Ocurre, naturalmente, que aquí robarse 20 millones de pesos, para algunos no fue nunca una falta; ahora, ser honrado y dictar una ley en beneficio del pueblo, para algunos es un crimen. Eso, naturalmente, molesta mucho a quienes saben que no nos van a comprar con ningún dinero; que no nos van a sobornar, ni nos vamos a dejar tentar por nada: ni por el poder, porque, en definitiva, ¿qué es el poder en sí, sino un calvario para todos nosotros?
Créanme que nosotros trabajamos tanto como pueda trabajar el más poderoso, el más rico latifundista y seguro que ganamos menos que lo que gana él. Trabajamos más que él, y en esta Revolución renunciamos más que él; en esta Revolución perdemos más que él: perdemos hasta la salud, perdemos dinero, porque, ¿cuánto ha perdido el que más ha perdido en alquileres aquí? ¿Mil mensuales? ¿Diez mil? ¿Veinte mil? Pues yo pierdo 100 000 mensuales, porque si me hubiera dedicado a escribir libros, y novelas, y cosas de esas, les aseguro que me hubiera ganado dos o tres, o cuatro millones de pesos. Si me pusiera nada más que a escribir la historia de la Revolución, con el interés que yo sé que hay dentro y fuera de Cuba, esos libros se venderían en Estados Unidos, en Cuba y en toda la América Latina.
Cuando lo vaya a hacer, posiblemente no le interese a nadie; posiblemente todo el mundo haya escrito un libro ya; posiblemente nadie compre ese libro (RISAS). Sin embargo, ese tiempo que yo pudiera dedicar a escribir un libro, lo dedico a servir al país, y pierdo más que cualquier latifundista, y pierdo más que el que haya perdido más en los alquileres; y con seguridad que cuando concluya el Gobierno Revolucionario, voy a tener mucho menos que él. Y, además, lo que uno ha escrito, discursos y folletos, lo publican por ahí “por la libre”, y lo venden, y hacen negocio con lo de uno (RISAS Y APLAUSOS).
¡Ni me preocupo, ni protesto! Todos tenemos que perder algo y todos tenemos que sacrificar algo. Otros han perdido más que nosotros. ¿Es que alguien quiere su dinero más que a sus hijos? Pues hay muchas madres que han perdido a sus hijos. Ayer una madre vestida de negro, con lágrimas en los ojos, se me acercó y me dijo que había perdido a su hijo, pero que estaba contenta; que había perdido a su hijo, pero que estaba contenta, porque la Revolución estaba cumpliendo su obra. En aquella frase lo dijo todo: “Yo perdí lo que más quería, pero estoy contenta, porque muchas madres salvaron a sus hijos; perdí lo que más quería, pero estoy contenta porque el pueblo va a ser feliz; perdí lo que más quería.”
¿Quién tiene derecho a alzar su voz frente al sacrificio de esa madre? ¿Quién tiene derecho a alzar su voz frente a la generosidad de esa madre? ¿Y cuántas madres han perdido a sus hijos? ¡Qué importa perder algunos pesos, si otros han perdido la vida, si otros han perdido algo más que la vida: han perdido a sus hijos, han perdido a sus hermanos, han perdido a sus esposos! ¡Qué importa perder unos pesos!, pesos que sobran y que van a sobrar, porque donde la virtud valga, donde el honor valga, donde la capacidad valga, los pesos sobran, las influencias sobran, las relaciones sobran (APLAUSOS). Porque antes no decían de una persona que era muy capacitada, muy virtuosa, muy buena, sino: “Tiene muchas influencias, tiene muchas relaciones.” Al estudiante le decían que tenía que ir a buscar relaciones, y al médico le decían que tenía que buscar relaciones, y al ingeniero le decían que tenía que buscar relaciones.
Ustedes, que son en gran parte profesionales, conocen mejor que nadie por qué caminos marchaba Cuba. Había una sola universidad y, sin embargo, muchos profesionales no tenían donde ganarse la vida. La capacidad de qué servía si aquí lo que valían eran las influencias, si aquí lo que valían eran las relaciones. Estudiar, ¿para qué? (RISAS Y APLAUSOS.) Hoy la Revolución abre perspectivas ilimitadas, no solo a todos los profesionales, sino a todos los profesionales que van a surgir, no de una universidad, sino de tres universidades.
¿Qué sería del país si seguía como iba? ¿Si no tenían trabajo los que salían de una universidad, cómo lo iban a tener los que salían de tres y los que iban a salir de seis? (APLAUSOS.) ¿Dónde iban a trabajar los miles y miles de maestros que hay en Cuba? ¿Dónde iban a trabajar los miles y miles de jóvenes que están estudiando en las escuelas del hogar, en las escuelas normales, en las escuelas de kindergarten, de maestras de kindergarten, y en todos los centros de preparación de maestros, si era triple el número de maestros que se graduaban al número de aulas que se abría; triple el número de profesionales que se graduaban que el número de posibilidades que se abría para ellos? ¿Qué iban a hacer, incluso, los que se graduaran en la Universidad de Pinar del Río, si los que se graduaban en la de La Habana no tenían donde trabajar? (RISAS.)
Ahora, ¿cuáles son hoy las perspectivas? Va a haber trabajo para los miles de maestros que están sin trabajo, se van a abrir posibilidades ilimitadas para todos los profesionales de todas las universidades, aunque tengamos que controlar el problema de las profesiones, porque las universidades deben actuar de acuerdo con los intereses y las necesidades del país; no dar lugar a una superproducción de determinados profesionales y a faltas de otros profesionales.
Las universidades deben producir sus profesionales de acuerdo con las necesidades del país, porque de lo contrario arruinan a todos los profesionales, de lo contrario invierten su tiempo y su dinero en preparar hombres que no van a tener empleo. Pero, como un signo de nuestra Revolución, como un acontecimiento cuyo primer lema es la honradez y la verdad, las universidades van a recibir más ayuda que nunca, y dentro de breves semanas se estarán levantando, simultáneamente, tres ciudades universitarias, en Oriente, en Las Villas y en La Habana (APLAUSOS), y se irán estableciendo facultades universitarias en las demás provincias, en la misma medida en que vayan siendo necesarias.
No hacer una universidad por complacer, sino porque sea necesaria al país. Lo otro sería demagogia, que es lo que se ha hecho aquí siempre con todas las cosas. En la misma medida en que se hagan necesarias, se irán estableciendo las facultades universitarias en las distintas provincias, y llegarán a tener sus universidades, porque las posibilidades y las perspectivas que se le presentan por delante a Cuba son extraordinarias.
Y así, las escuelas y las universidades tendrán atención preferente igual que la escuela. Nadie está contra la escuela privada, lo que vamos a hacer es redimir a la escuelita pública (APLAUSOS), lo que vamos a hacer es poner la escuela pública a la altura de las mejores escuelas privadas, y, si es posible, mejor (APLAUSOS). Si el Estado tiene más recursos, si el Estado puede pagar mejores sueldos, ¿por qué el Estado no va a elevar el nivel material y cultural de las escuelas públicas? Las escuelas públicas tendrán todo lo necesario para dar una educación integral a los niños, y habrá las ciudades escolares industriales de 5 000 niños, y las ciudades escolares en el campo, que serán de 20 000 niños. Y haremos, en ese orden, lo que no se ha hecho en ningún país del mundo, como estamos ya realizando algunas obras como las del Instituto de Ahorro y Vivienda, que no existe en ningún lugar del mundo. Esto es para que vean bien claro que nosotros, nuestras instituciones revolucionarias, no las estamos copiando de nadie (APLAUSOS).
Estimo que al menos algunas cosas queden aquí aclaradas. Yo vine tranquilo a hablarles a ustedes. Es posible que haya aquí uno o más perjudicados por las medidas revolucionarias; sin embargo, yo he visto que todo el mundo ha aplaudido aquí (APLAUSOS). ¿Qué quiere decir? Quiere decir que hay patriotismo en las instituciones cívicas, que hay espíritu revolucionario en las instituciones cívicas. Y a la pregunta de que si pueden ser útiles, yo digo no que pueden ser útiles, sino que son necesarias. Es necesarísimo el respaldo de las instituciones cívicas a la obra revolucionaria (APLAUSOS), y nos han ayudado y nos deben seguir ayudando, como hicieron los rotarios, los leones, los caballeros católicos, los masones, todos los componentes de las instituciones cívicas, lo mismo católicos que protestantes, de unas instituciones que de otras, a raíz de la campaña contra Cuba, que todo el mundo escribió defendiendo la Revolución.
Hay que seguirla defendiendo. ¿Que algunos resulten un poco impresionados? Es lógico, las cosas que se están haciendo hoy, nunca se habían hecho en Cuba. ¿Que algunos intereses resultan perjudicados? Está bien; pero, ¿y todas las demás cosas que en el orden moral y en el orden material está aportando la Revolución a todo el pueblo, los sectores que está beneficiando, lo que significa para la industria cubana, por ejemplo, la consigna de consumir artículos nacionales? (APLAUSOS.)
¿Cuántas ganancias no significará para muchos industriales esa campaña? Sin embargo, yo no les he pasado cuenta ni les he cobrado un centavo por la campaña que estoy haciendo (APLAUSOS). Ocurre que algunos se perjudican, pero otros se benefician. Eso es estimular la economía en un sentido determinado: que se beneficien los industriales; que el rentista se vuelva industrial; que el latifundista se vuelva industrial. Aquí no le hemos cerrado la oportunidad a nadie, le abrimos la oportunidad a todo el mundo. Ahora, le queremos abrir la oportunidad también al pueblo. Vamos a arreglar esto de manera, no que vivan unos cuantos, sino que puedan vivir todos. Y yo les digo que si trabajamos todos, el premio que recibiremos será un gran premio, el premio de convertir a Cuba en el pueblo más próspero y más feliz del mundo.
Algunos pensarán que yo soy un poco soñador, pero siempre recuerdo aquella frase de Martí que decía, que el verdadero hombre no mira de qué lado se vive mejor, sino de qué lado está el deber. Ese es el único hombre práctico, cuyo sueño de hoy será la ley de mañana (APLAUSOS).
Muchas cosas que aquí parecían un sueño ayer —el que hubiera, entre otras cosas, honradez absoluta en los gobernantes, por no citar más que una sola, parecía un sueño ayer—, hoy se han convertido en leyes. Si trabajamos lo podremos todo.
Yo acabo de llegar de la Ciénaga de Zapata —no tuve tiempo ni de cambiarme la camisa, llegué a la hora no de la cita, sino a la hora exactamente en que me vieron llegar aquí (RISAS)—, ¿y qué vi allí? Pues una cosa más de las que han pasado en Cuba. Cincuenta años oyendo hablar de la Ciénaga de Zapata, 50 años oyendo hablar de proyectos tales y más cuales, y que allí se podía hacer y deshacer, y después de visitar la Ciénaga de Zapata, de observar allí sobre el terreno, estudiar los proyectos que había y ver algunas obras que se han hecho por allí para desecar aquello, pienso que es un crimen más que la Ciénaga de Zapata no hubiese sido desecada hace muchos años (APLAUSOS).
De acuerdo con los planes que tenemos, estamos elevando el nivel de ingreso; pero, al mismo tiempo, tenemos que ahorrar divisas, porque mientras más divisas ahorremos, más elevamos el nivel de nuestros ingresos. Aquí hay que ahorrar divisas para elevar las reservas porque se robaron las reservas, y es, además, una vergüenza y una indignidad que nosotros estemos importando cosas que podemos producir aquí, dándoles trabajo a miles de cubanos (APLAUSOS).
La Ciénaga de Zapata, decía, es uno de los tantos ejemplos del abandono de los gobiernos por la naturaleza y por Cuba. Aquí todos los árboles los tumbaron, aquí acabaron con todos los bosques, aquí acabaron hasta con el Parque Nacional, que quedaba por allá, por Mayarí; aquí los campos están desolados, la erosión arrasa con nuestra tierra, la agricultura está atrasada y enormes extensiones de tierra productiva están abandonadas.
La Ciénaga de Zapata, nada más fácil en el mundo que desecarla, no es ni siquiera una ciénaga —bueno, es una ciénaga, pero no está bajo el nivel del mar, no es ni siquiera como las tierras que los holandeses recobran del mar, está a más de un metro sobre el nivel del mar, no hacen falta más que canales—; pues bien, antes del día 30 de este mes, la Ciénaga de Zapata comenzará a ser desecada, y antes de un año y medio habremos recobrado 15 000 caballerías de tierra, de la tierra más fértil en la Ciénaga de Zapata (APLAUSOS).
¿Cómo lo vamos a hacer? Pues lo vamos a hacer con el dinero que están dando los pueblos, los niños en las escuelas, los sindicatos, las industrias, para la reforma agraria. Con ese dinero, sin ningún impuesto, con una parte de ese dinero vamos a desecar la Ciénaga de Zapata y vamos a obtener allí terreno para situar 24 000 familias campesinas (APLAUSOS) que van a tener, produciendo arroz, un ingreso aproximado de 2 000 pesos al año, unas diez veces más de lo que perciben hoy, que equivalen a 48 millones de pesos, solamente en 24 000 familias. ¿Produciendo qué? Pues produciendo arroz, que hoy importamos cerca de 40 6 50 millones; no solo el que consumimos hoy, sino el que vamos a consumir en los próximos años, como consecuencia del aumento de la población y del aumento de ingresos en la población.
Para el año que viene estará sembrado en la Ciénaga de Zapata todo el arroz que hoy se importa (APLAUSOS); tendrán tierras 24 000 familias, y trabajarán 50 000 personas, solamente en lo que era un pantano, una ciénaga.
Pero, ¿la Ciénaga de Zapata es lo único que hay que desecar aquí? Antes de 15 días, antes de fin de mes, o aproximadamente coincidiendo con el fin de mes, habrá 20 dragas abriendo canales del norte hacia el sur, y una draga abriendo un canal de la Bahía de Cochinos hacia la Laguna del Tesoro (APLAUSOS).
¿En qué basamos este optimismo? En las tierras que allí se han desecado con unos canales, unas 100 caballerías, y son tierras productoras de arroz de la mejor calidad, que había una draga allí desecando para un particular. Ignoro cómo anden los derechos sobre esa parte de ciénaga desecada; no quiero mencionar, por no hacer imputaciones infundadas, pero tengo mis ideas sobre eso.
La Ciénaga de Zapata es del Estado —no sé si aparecerá algún dueño ahora que hemos dicho que la vamos a desecar (RISAS)—, una tierra maravillosa, completamente llana, que se puede dedicar lo mismo a cultivar arroz, que a sembrarla con pangola —la hierba que más rendimiento produce y que puede permitir criar hasta 60 y más cabezas de ganado por caballería, actualmente se crían 10 y 12—, frijoles o infinidad de artículos más. Tierras abandonadas donde no había más que hacer unos canales.
Y así como está la Ciénaga de Zapata está toda la isla. La isla es una especie de Ciénaga de Zapata, donde hay que ponerse a trabajar, y donde pueden vivir, no 24 000 familias, donde pueden vivir 24 millones de familias, porque los holandeses son más que nosotros, tienen que estar ganándole al mar pulgada a pulgada la tierra, tienen un invierno, sacan una sola cosecha, y nos hacen competencia aquí con la leche condensada, el queso y todo eso (RISAS).
Así que tenemos, simplemente, que ponernos a trabajar. Si nos ponemos a trabajar y a luchar por la Revolución sin temores, si cuando por un lado recibimos un perjuicio, pensamos que por otro podemos recibir un gran beneficio, que todos hemos perdido algo, que hay que ser generoso, que la patria está por encima de todo, que más que el dinero vale la vida, ¡y hasta la vida hay que sacrificarla cuando la patria lo exige!; si nos limpiamos de prejuicios, si pensamos no como en tiempos pasados, sino conscientes de que vivimos tiempos nuevos, grandes tiempos que serán no para la desgracia, sino para la felicidad de nuestro pueblo, para la felicidad, la grandeza y la gloria de todos los cubanos, no hay que temer, no hay que preocuparse. Ustedes todos, en bloque; ustedes todos, en masa, estarán con la Revolución. Contra la Revolución estarán solo los egoístas o los que no son capaces de comprender que el mundo marcha, que los pueblos tienen que avanzar (APLAUSOS), que las sociedades humanas han adelantado mucho en lo técnico, pero en lo social y en lo moral están muy atrasadas (APLAUSOS); que hay que poner las sociedades humanas a la altura de los adelantos de la ciencia y de la técnica, porque si no se va a dar el caso paradójico que el hombre va a conquistar, incluso, los espacios, va a llegar a otros planetas y todavía las sociedades van a estar con miles de años de retraso.
Es esa quizás la tragedia mayor del hombre en esta era: su falta de adaptación, en lo social, al adelanto de la ciencia. La ciencia ha permitido tales adelantos mecánicos y técnicos que, si todo el mundo trabajara, con una hora alcanzaba para producir todo lo que cada uno de nosotros necesita. Si adaptáramos nuestra sociedad, la sociedad humana, a los tiempos modernos, se podría lograr la felicidad que hoy el mundo no encuentra, porque vive bajo la zozobra de las tragedias de las guerras, de las grandes tragedias, y amenazado de suicidio con los mismos adelantos que ha ideado la mente humana. Han fabricado artefactos mortíferos capaces de exterminar la humanidad, y nosotros aquí, sobre todo, que no tenemos ni bombas atómicas, ni cohetes dirigidos interplanetarios, y ni siquiera tenemos un refugio contra todo eso. Estamos en el medio, que somos los que vamos a coger todas las bombas, al parecer, porque veo que aquí hablan de defensa del continente y de muchas cosas, pero mientras allá en Estados Unidos todo el mundo prepara refugios antiaéreos y se prepara para esa guerra, nosotros, que tenemos bases aquí, ni siquiera tenemos un hoyito donde meternos si hay ataques atómicos. A cada rato leo que están haciendo prácticas de defensa civil y veinte mil cosas, y me pregunto: ¿Y nosotros qué hacemos si hay una guerra y nos atacan?
Pero, bueno, es un inconveniente por un lado, pero es mejor que seamos una potencia chiquita, porque con eso, en vez de gastar nuestras energías y nuestras fuerzas en hacer barcos y acorazados, y portaaviones, aviones, cohetes dirigidos, y bombas atómicas, de hidrógeno, de nitrógeno y de cuantas cosas más han inventado, nos dedicamos a trabajar aquí y a invertir toda nuestra energía en crear riquezas para el pueblo de Cuba. ¿También es un crimen pensar así? ¿También hay que temblar cuando se habla así? Pues no estoy diciendo más que una verdad —incluso, la estoy diciendo a tiempo— de las verdades que aquí nadie se atreve a decir, porque nos educaron bajo el miedo.
Por eso yo digo que vamos a alcanzar un grado de progreso que ninguna gran potencia va a alcanzar, porque vamos a dedicar toda nuestra energía en producir bienes para el pueblo de Cuba; bienes útiles, no artefactos mortíferos, porque nosotros no tenemos aquí fronteras y no tenemos problemas con nadie, y lo que sí hacemos es defender este pedacito de tierra contra cualquiera que se meta con nosotros, y defenderlo como lo hemos defendido siempre: más que con armas, con vergüenza y con dignidad (APLAUSOS).
Decía que cómo vive el mundo. Vive bajo la zozobra de su propio exterminio; vive bajo la zozobra de que los inventos técnicos lo lleven a un desastre, porque parejamente con el adelanto técnico, no ha podido construir resortes morales, no ha podido controlarse a sí mismo, y existe un tremendo desequilibrio entre el adelanto técnico y el adelanto social.
Vamos a ver si ahora que el mundo anda con sus tragedias y sus amenazas de guerra y sus problemas, nosotros, que somos un pueblo pequeño y que somos, además, por suerte, una isla, nos dedicamos a forjar nuestra felicidad, sin meternos con nadie, pero que nadie se meta con nosotros (APLAUSOS).
Vamos a luchar por eso, que los problemas del mundo son mucho más serios que los problemas de los alquileres (RISAS), y son mucho más serios que los problemitas que la gente saca a relucir aquí y que, en definitiva, al lado de la tragedia de la humanidad, no son nada.
Vamos a unirnos, vamos a portarnos como hermanos, vamos a ser generosos con nosotros mismos y no como fieras que se devoren unos a otros, por intereses o por privilegios, y vamos a luchar por Cuba todos, porque Cuba es lo único que tenemos y tenemos que cuidarla mucho para que no nos la quiten. Antes que todo somos cubanos, antes que todo tenemos que defender lo que tenemos y antes que todo tenemos que forjarnos nuestro propio destino.
A esa obra grande es a la que sin temor invito a las Instituciones Cívicas, a la que sin temor invito a estos sectores aquí representados, a las puertas de cuyo patriotismo tocamos antes, tocamos hoy y tocaremos siempre.
(OVACION.)