DISCURSO PRONUNCIADO POR EL COMANDANTE EN JEFE FIDEL CASTRO RUZ EN LA CLAUSURA DEL XVI CONGRESO DE LA CTC, CELEBRADO EN EL TEATRO "KARL MARX", EL 28 DE ENERO DE 1990
Fecha:
Distinguidos invitados;
Compañeras y compañeros delegados al XVI Congreso:
Algunos se preguntarán tal vez si vengo muy emocionado a esta tribuna, pero no es así, porque es imposible vivir más emociones que las que hemos vivido en estos días.
Todo el congreso fue —pudiéramos decir— un motivo de ininterrumpida emoción, que culminó en la noche de ayer con la marcha unida de obreros, estudiantes y todo el pueblo, desde la escalinata universitaria hasta la estatua de José Martí, cuyo aniversario —como todos conocemos— se celebra hoy. Prefiero reflexionar con calma y ecuanimidad.
Hemos participado en todos los congresos obreros desde el triunfo de la Revolución, de modo que estamos en condiciones de apreciar los cambios, y, en esta ocasión, teníamos plena conciencia de que nos encontrábamos en el congreso obrero que se corresponde a la etapa más decisiva de la historia de la Revolución.
Los demás congresos tuvieron lugar en condiciones normales, y este congreso tiene lugar en condiciones excepcionales.
Algo que me pareció ver desde el primer minuto fue la extraordinaria combatividad de los delegados, el espíritu que aquí reinaba. Creo que fue excelente la idea de que ustedes vinieran con sus trajes de milicianos.
Se podía apreciar, además, una generación nueva de cuadros sindicales, una representación de una clase obrera mucho más preparada, mucho más instruida, mucho más educada, mucho más política, mucho más consciente y tan revolucionaria como lo haya podido ser en cualquier época de nuestra historia una masa de delegados obreros.
Como ayer sugería, tiene lugar el congreso en medio de una confusión universal, y no se sabe lo importante que es tener la cabeza clara, la mente clara y las ideas claras, en un momento de confusión universal. No sé si fuera totalmente correcto hablar de confusión universal, ya que la confusión tiene lugar, fundamentalmente, en el campo progresista, en el campo de las ideas verdaderamente democráticas, en el campo de las ideas socialistas, en el campo de las ideas revolucionarias; porque los imperialistas no están confundidos, los capitalistas no están confundidos, ellos saben perfectamente bien lo que se traen entre manos, y saben perfectamente bien lo que se está jugando en estos instantes en la historia de la humanidad.
Meditaba sobre estas cuestiones en el día de ayer —en cierta ocasión, cuando no estaban los invitados, y, en otro momento, delante de los invitados—, y yo me preguntaba: ¿Comprenderán bien este congreso? ¿Entenderán lo que aquí está sucediendo? ¿Se imaginarán, acaso, que hemos reunido a un gran grupo de tontos o de gente sin criterios, sin pensamiento; a un grupo de cobardes, incapaces de exponer sus ideas o sus inconformidades, o exigir tajantemente determinados derechos o determinadas prerrogativas? ¿Pensarán si es democrático o no es democrático nuestro congreso?
Hubo hasta quienes se asombraban, mientras otros se admiraban, de que un número de miembros del Buró Político estuviera aquí presente en este congreso; se preguntaban si eso acaso coartaría la libertad de expresión de los delegados, si los inhibiría para poder expresar su pensamiento. Porque claro que esto es algo no usual, esto no es lo que ocurre en el mundo, y mucho menos lo que ocurre en el mundo capitalista, de donde proceden muchos de nuestros invitados, y no hay que olvidarse que cuando hablo de mundo capitalista hablo de dos mundos capitalistas: el mundo capitalista desarrollado, de las sociedades de consumo, que se hizo rico saqueando al mundo durante siglos, además de saquear a su propia clase obrera, y el mundo capitalista subdesarrollado, constituido por las antiguas colonias, que fueron saqueadas también durante siglos y a las cuales hoy se les hace virtualmente imposible el desarrollo.
En esos países no se reúnen todos los ministros a dialogar con los obreros, no se reúne todo el gobierno a rendir cuenta a los representantes de los trabajadores, a responder cada pregunta de cada delegado. Eso no se ve, ni se verá jamás en un país capitalista y, lo que es más triste, no se vio siempre en todos los países socialistas, aquellos que se divorciaron de las masas. No se ve a la dirección del partido gobernante presente en un congreso de trabajadores para rendir también cuenta, y para explicar y responder cualquier pregunta de cualquiera de los delegados.
Por eso esta cosa inusual llamaba la atención, a algunos con satisfacción, a otros con alguna suspicacia y a unos pocos con extrema suspicacia, que se corresponde con esta época de suspicacia extrema en este mundo.
Había otras cosas también inusuales, como era ver a la clase obrera y a los representantes de la clase obrera preocupados, en primer término, con todos y cada uno de los detalles de la producción, por una cosa muy sencilla: porque no es el congreso de los propietarios capitalistas.
En una reunión de empresas de una república burguesa, los representantes habrían estado hablando de todos los detalles y los problemas de la producción, incluida la tecnología: qué hacer para ahorrar materias primas, para ahorrar energía, para ahorrar recursos, para recuperar una pieza, para hacer que funcione con disciplina y con eficiencia capitalista cada una de las actividades de la producción y de los servicios.
En una reunión de propietarios en una república socialista, tendrían que actuar como actúa la reunión de propietarios capitalistas, porque aquí están los propietarios de las riquezas del país, aquí están los propietarios del país (APLAUSOS).
No habló nadie en este congreso en nombre de la United Fruit Company, no habló nadie en nombre de las companías que fueran propietarias de las empresas de níquel, no habló nadie en nombre de las compañías eléctricas, o telefónicas, o ferrocarrileras, no habló nadie en nombre de las decenas y decenas de compañías y monopolios que eran propietarios de los centrales azucareros, o de unos pocos miles de grandes propietarios de nuestras tierras, o de nuestras minas, o de nuestras fábricas; ni uno solo se escuchó aquí.
Tampoco tal vez en un congreso obrero en un país capitalista hablen los propietarios, sino hablan los trabajadores, los explotados, los que entregan una elevada cuota de plusvalía en cada hora de trabajo; hablan los marginados, los oprimidos, los esclavizados. Porque solo después de una revolución socialista trabajador y propietario, trabajador y dueño de la riqueza del país es la misma cosa, y no en el sentido de propietarios de una empresa, o propietarios como colectivo de una fábrica, como algunos han querido introducir de contrabando en el pensamiento socialista, sino como propietarios de todas las fábricas y como propietarios de todas las riquezas del país, que es el único y verdadero sentido que puede tener la propiedad socialista, que no puede ser simple y sencillamente la propiedad de determinados medios de producción por un colectivo de trabajadores. Entendí siempre, y entenderá siempre, que no puede haber otra concepción del socialismo que la propiedad de todo el pueblo sobre los medios de producción; solo así entonces es posible tener un congreso como este, ¡solo así! (APLAUSOS) Porque si no, lo que tendríamos sería la contradicción y la lucha, por ejemplo, entre los propietarios de los medios de transporte y los propietarios de las fábricas; no tendríamos cosas parecidas a la cadena puerto-transporte-economía interna tan famosa, sino la guerra entre el puerto, el transporte y la economía interna.
La propiedad privada por grupos en nuestro concepto no es ni será jamás socialismo, no pasará de ser algo más que un capitalismo por grupos; es como nosotros lo entendemos, aunque respetamos —está casi de más decirlo— a aquellos que interpreten de otra forma el socialismo.
Nuestros invitados han visto aquí cómo se ha desenvuelto este congreso y la batalla de cada uno de los delegados por los intereses de todo el pueblo, por los intereses de toda la sociedad, independientemente de que cada uno exprese o pueda expresar, además, las peculiaridades y problemas de un sector determinado, como tanto se discutió aquí, citando un ejemplo, el transporte y los problemas del transporte, y la forma de organizar el transporte para que beneficie a la economía, para que beneficie al pueblo; o los problemas de la construcción, de la agricultura, de la ciencia, de la técnica. Sería largo e innecesario repetir aquí cuáles fueron todos los temas que hemos analizado en este congreso, y en qué lugar del mundo, si no en medio de una revolución socialista profunda, se podría escuchar esa frase que tantas veces de escuchó aquí: No venimos a pedir, ¡no venimos a pedir! En qué lugar extraño, en qué planeta, en qué rincón de este mundo se puede ver así y escuchar esa frase en un congreso de trabajadores: No venimos a pedir, ¡venimos a dar! Y eso es lógico que a algún invitado le haya podido producir la impresión de que, en vez de en un avión, lo montaron en un cohete y lo trasladaron a otro planeta (RISAS Y APLAUSOS).
Así ha sido nuestro congreso. Pero fue algo más que eso, porque fue un congreso que transpiraba internacionalismo, que transpiraba espíritu revolucionario, que transpiraba por todos los poros patriotismo, decisión y voluntad de lucha; fue un congreso que transpiraba por todos los aspectos la unidad de nuestro pueblo (APLAUSOS). ¡Unidad, unidad, unidad!, qué cosa tan extraña; a muchos en este mundo debe parecerles también cosas de otro planeta.
Eso lo comprende cualquiera que lee la prensa, los procesos políticos que tienen lugar en sociedades atomizadas, o que se están atomizando, siguiendo los caminitos trillados de la filosofía occidental y capitalista. Esto tiene que ser evidente para cualquiera que vea —como se ve— 10 partidos, 15 partidos, 25 partidos, 35 partidos, ¡cuarenta partidos en unas elecciones!, tantos partidos que parten real y verdaderamente por un solo punto a la sociedad: por el eje, por la espina dorsal (RISAS Y APLAUSOS). Qué maravilla para el imperialismo yanki, que tiene un solo partido; aunque uno se disfrace con el emblema creo que de un burro o de un elefante, y otro con otro —los expertos en eso deben saberlo—, pero es en realidad el partido del capitalismo, el partido del imperialismo, el partido de los monopolios, el partido de las transnacionales, en que virtualmente no se distingue para nada la política de uno y de otro, porque al unísono los grandes crímenes son apoyados por ambos supuestos partidos: la invasión a Granada, aplaudida por ambos partidos; la guerra criminal contra Panamá, aplaudida por ambos supuestos partidos. La guerra fría, la carrera armamentista y todos los crímenes que el imperialismo ha cometido durante tanto tiempo, han recibido siempre el apoyo de ese único partido del capitalismo y del imperialismo.
¡Qué maravilla para ellos que nuestros pueblos, nuestras sociedades estén fragmentadas en mil pedazos! ¡Qué facilidades tan extraordinarias para mantenerlos atrasados, subyugados, explotados, dominados!
¡Lo que dieran los imperialistas por tener a este pueblo dividido en dos fragmentos, en tres fragmentos, en cien fragmentos! ¡Qué fácil sería entonces desembarcar aquí y pisar con sus botas en el corazón de nuestro pueblo! ¡Qué maravilloso sería para el imperialismo que este pequeño país que con tanta energía, con tanto valor, con tanta decisión se le ha opuesto durante tantos años pudiera ser vencido y ocupado fácilmente!
Por eso nosotros resaltamos tanto la unidad, y por eso cuando en días recientes conversaba con un grupo de parlamentarios europeos que abordaban este tema, les decía: ¡Nuestro Pacto de Varsovia y nuestra OTAN es la unidad del pueblo! (APLAUSOS) Con esa unidad, este pequeño país se defiende, se ha defendido y se defenderá contra ese colosal imperio reaccionario y agresor que tenemos enfrente; ¡y no permitiremos jamás nada que debilite la unidad de nuestro pueblo, que divida a nuestro pueblo! De modo que respecto a esto no puede quedar ninguna duda, y esa unidad detrás de las ideas revolucionarias, detrás de la concepción social más justa que ha conocido jamás la humanidad, que es la idea del socialismo y del comunismo, será mantenida y defendida a cualquier precio. Debemos decirlo en voz alta, ¡debemos decirlo en voz alta! En estos tiempos en que parece un crimen hablar de socialismo, y más crimen aún hablar de comunismo (APLAUSOS Y EXCLAMACIONES DE: "¡Socialismo, socialismo!").
Cuando Ross decía, hace unos minutos, que no todos los delegados son comunistas, yo pensaba más bien de otra forma: todos los delegados no son miembros del Partido Comunista, o no son miembros de la juventud comunista, pero todos los delegados que he visto actuar aquí son comunistas (APLAUSOS), como lo es nuestro pueblo, aunque solo un número son miembros del Partido y de la juventud.
¿Qué haría un partido comunista sin una clase obrera comunista? ¿Qué haría un partido comunista sin un pueblo comunista? (APLAUSOS)
Así hemos analizado los problemas. Y hemos estado aquí no solo para presenciar un espectáculo inusitado; hemos estado aquí todos los días del congreso, precisamente, para saber cómo piensan nuestros trabajadores, para saber cómo sienten, qué desean y cómo consideran que deben resolverse los problemas. Hemos estado aquí, precisamente, para recoger nuestro programa de trabajo, nuestra agenda en los próximos años, en los próximos meses y en los próximos días, extraída de ese informe, de esas resoluciones y de esos debates. Para eso ha estado aquí presente la dirección del Partido —aunque no todos, como es lógico—, para eso ha estado aquí presente todo el gobierno nacional; no faltó un solo ministro, ni un solo vicepresidente del Comité Ejecutivo. Por eso no había que mandarlos a buscar a su oficina cuando surgía un tema o había que dar una respuesta.
¿Qué podía ser más importante para nosotros en este país, donde hay tantas cosas importantes y tantas organizaciones de masa importantes, que este congreso obrero?
Hemos discutido y hemos analizado los problemas y las medidas que debemos tomar, cual si viviéramos en tiempos normales. Desde luego que tenemos que trabajar para tiempos normales, tenemos que trabajar todos los días, a todas horas, y tenemos que hacer nuestros programas, nuestros planes, pero no significa esto que los tiempos sean normales. Hemos estado conscientes todos de que los tiempos que estamos viviendo no son ni pueden ser normales. Estamos muy conscientes, y debemos estarlo cada día más, de que vivimos en tiempos inciertos.
Discutimos aquí qué hacer con el acumulador, cómo ahorrar el combustible, cómo ahorrarlo todo, cómo llevar a cabo los planes, pero no sabemos si esos ahorros de que hablamos pueden ser suficientes. Quién sabe a qué tiempos podemos enfrentarnos, tanto en el terreno económico como en el terreno militar, a partir de la actual situación internacional.
No tenemos duda de que estamos haciendo los mayores esfuerzos por hacer bien las cosas; no tenemos la menor duda de que estamos rectificando muchas cosas, y de la forma en que teníamos que hacerlo: no de manera precipitada, no de manera impensada, no de manera improvisada, sino, realmente, dando pasos sólidos en cada uno de los aspectos fundamentales de la vida y del desarrollo del país; no tenemos duda de que el esfuerzo es mayor que nunca, como no tenemos duda de que de transcurrir los próximos años en las mismas condiciones internacionales en que transcurrieron quinquenios enteros, trabajando como estamos trabajando hoy, podríamos hacer prácticamente lo que nos propusiéramos.
No es que no fueran fecundos los años anteriores, no. Cuando analizamos algunos simples datos, como la electricidad, vemos que hoy alcanza prácticamente al 90% de nuestra población y en el transcurso de este año rebasará ese 90%; nuestras producciones de cemento —ese producto sobre cuyo ahorro se discutía ayer—, de unas 700 000 toneladas alcanzamos hoy producciones que se acercan a los 4 millones, que se invierten en el desarrollo económico y social del país.
Del mismo modo podríamos hablar de muchas ramas y de lo que se ha hecho en cualquiera de ellas: en la marina mercante, de unos poquitos barcos, unos barquichuelos, tenemos hoy toda una flota que no es, sin embargo, todavía suficiente; o las construcciones de carreteras y de caminos, que han rebasado en estos años de Revolución los 30 000 kilómetros —estoy citando cifras conservadoras—; o las presas, los embalses que hemos hecho. Se ha multiplicado más de cien veces la capacidad de almacenamiento de agua que poseía el país, y ahora estamos construyendo más presas que nunca, más los canales magistrales, más los sistemas de riego, etcétera, en un esfuerzo integral.
No es que hayan sido años perdidos, ni mucho menos, lo podemos apreciar en el hecho de que hoy prácticamente no hay un joven que ingrese en una importante industria, o en un servicio importante que no tenga 12 grados, en un país que tenía un millón de analfabetos, o disponer de casi 300 000 profesores y maestros, en un país donde la mitad de la población en edad escolar no tenía aulas ni profesores; o esos índices de salud que tiene hoy ya nuestra población. Poder escuchar de provincias enteras que tienen ya una mortalidad infantil inferior a 10 por cada 1 000 nacidos vivos; o que nos dijeran, como nos dijeron aquí, que en Güines, donde está presente el médico de la familia, la mortalidad infantil ascendió solo a 5 por cada 1 000 nacidos vivos.
Hemos tenido enormes avances en muchos terrenos, a pesar de deficiencias, de errores, de tendencias negativas; pero cuando estamos superando eso, cuando estamos venciendo esos errores, esas deficiencias, cuando estamos haciendo las cosas con mucho más sentido común y, sobre todo, cuando las estamos haciendo pensando con nuestra propia cabeza y con nuestra propia cabeza interpretando las ideas revolucionarias, las perspectivas que hoy se abren de un esfuerzo revolucionario mucho más sólido y mucho más prometedor, no pueden compararse con ningún otro momento de la historia de la Revolución; pero es que precisamente este momento es el que coincide con uno de los períodos más inciertos y más problemáticos en el terreno internacional que hayamos conocido en estos años de Revolución.
Durante décadas, nuestros planes, nuestros programas anuales y quinquenales se basaron en la existencia de un campo socialista, en la existencia de numerosos países socialistas en Europa oriental, con los cuales concertamos acuerdos, convenios y establecimos estrechas relaciones económicas, además de la Unión Soviética.
Contábamos con mercados seguros para nuestros productos, fuentes suministradoras de importantes equipos y variadas mercancías, hicimos un esfuerzo en esa dirección, un esfuerzo en integrar y complementar nuestra economía, y ese campo socialista hoy políticamente no existe. ¿Nos vamos a engañar nosotros mismos o les vamos a decir a nuestros pioneros que existe todavía ese campo socialista y que todo marcha a las mil maravillas en esos países?
Tenemos que seguirlo llamando de alguna manera. Si lo llamamos los países del campo socialista es por no emplear una palabra más y decir: países del ex campo socialista. Un campo socialista verdaderamente sería un conjunto de países integrados con determinadas posiciones políticas comunes, con programas de desarrollo, con perspectivas de cooperación a largo plazo.
El CAME existe —Dios me libre decir que el CAME no existe viendo a Carlos Rafael en aquella esquina de la presidencia—; no, el CAME sigue existiendo, formalmente sigue existiendo. Incluso se lucha por mantener esa institución, se está luchando y nuestro país está dando la batalla para que la institución se mantenga, por lo menos, como un grupo de países que puedan hacer algunas coordinaciones económicas en atención a los intereses comunes creados durante años, en atención a las necesidades económicas comunes que puedan existir entre esos países.
Se puede hacer una asociación de ese tipo o se puede mantener y hay que luchar por mantenerla. Es nuestro deber hacer el esfuerzo por preservarla como una organización económica; pero, claro, fíjense si hay cambios en el CAME, que allí se acostumbraba a llamar compañeros a los que estaban en la reunión y ya el término de compañero ha sido abolido por unos cuantos que al dirigirse a los demás no dicen compañeros, sino que dicen: señores, señoras o señoritas —si hay alguna allí— (RISAS Y APLAUSOS), la terminología se va cambiando.
Los propósitos declarados de algunos de estos países es construir el capitalismo, en algunos de ellos están ya construyendo el capitalismo y en la mayor parte de estos países hay fuertes corrientes procapitalistas. Se habla mucho en ellos de propiedades privadas y de economía de mercado. Una usted la propiedad privada con la economía de mercado y tendrá capitalismo, o tendrá un proceso de construcción del capitalismo. En algunos de ellos ha sido declarado abiertamente y allí están los asesores norteamericanos promoviendo la construcción del capitalismo.
El sentimiento anticomunista es cada vez mayor en unos cuantos de estos países, pudiéramos decir que en casi todos, excluyendo a la URSS, un fuerte y creciente sentimiento anticomunista. En casi todos exigen, en primer lugar, la eliminación del artículo constitucional que le asignaba el papel de vanguardia al partido comunista en el poder.
Que esté o no en una constitución el papel de vanguardia de un partido no es esencial. ¿Significa acaso que estoy haciendo una concesión a las corrientes neoliberales y burguesas? Digo que no, porque al principio nosotros no la teníamos inscrita en la Constitución y, sin embargo, tuvimos un movimiento, y después un partido que hizo la Revolución y dirigió al Estado durante muchos años, y durante muchos años más lo va a seguir dirigiendo (APLAUSOS)
Pudo haberse puesto o no, porque lo que le dio ese papel dirigente fue la historia, fue la lucha, no la Constitución de la República, y la Constitución de la República no es la madre de la historia, ni es la madre de la Revolución, nuestra Constitución socialista es hija de la historia, es hija de nuestra Revolución. Y, si usted quiere, a la niña le pone un nombre u otro, un adorno u otro adorno, la viste de un color o de otro; pero no le quite el carácter de hija a la Constitución, ni de madre a la Revolución y a la historia.
En nuestro país la Constitución socialista no creó un partido, sino que en nuestro país un partido comunista creó una constitución socialista (APLAUSOS PROLONGADOS). Del mismo modo que no existe el socialismo en Cuba porque haya una constitución socialista, existe una constitución socialista porque hubo primero socialismo en Cuba. Esa es la cuestión de orden constitucional, pero una cuestión simplemente táctica. Actualmente nosotros lo tenemos inscrito y ahora sí que no lo quitamos ya (EXCLAMACIONES Y APLAUSOS PROLONGADOS).
Repito, podía estar o no estar; pero ahora que está, y cuando los yankis, los imperialistas y los reaccionarios lo primero que exigen es eso, como arma, como instrumento de lucha contra el socialismo, lo primero que nosotros no haremos es eso. Allá después si se acaba el imperialismo, o qué sé yo, hayan pasado los años, y a los futuros legisladores les da por hacer más preciosista nuestra Constitución, podrán hacer algún cambio de esos, que sería más bien de tipo formal. Pero nosotros no, eso está claro, porque tal como vemos el futuro, vemos en la realidad al Partido dirigiendo indefinidamente.
Ni Carlos Marx, ni Lenin, ni Engels dijeron qué día se acababa el partido, no lo dijeron; dijeron que un día desaparecería el Estado, algo más que el partido. Todavía, por lo que se ve, está lejos el momento en que se acabe el Estado, y tendremos que seguir lidiando con este aparato, qué vamos a hacer. Está por decidir teóricamente, y, sobre todo, más que en la teoría, en la práctica, qué día y en qué mundo el Estado haya desaparecido. Entonces, de verdad, ya no será como alguien que se monte en un cohete para ir a otro planeta, sino que habremos cambiado este planeta (APLAUSOS).
Carlos Marx dijo que ese día la humanidad habría salido de la prehistoria. Y lo creo, lo creí siempre y lo sigo creyendo, que el día que desaparezca la explotación del hombre por el hombre, el día que toda la humanidad se rija por principios socialistas o algo más, por principios comunistas, habría terminado la prehistoria. Porque, realmente, lo que la humanidad ha vivido hasta ahora es la prehistoria, y lo que ve todos los días es la prehistoria: ve el imperialismo, el capitalismo y los crímenes monstruosos cometidos durante siglos, que incluyeron el exterminio de comunidades enteras.
Los yankis exterminaron la población india de Estados Unidos. Ahora dicen que defienden las nacionalidades, y ellos empezaron por desaparecer a los indios. Los mandaron para reservaciones, casi como se llevan a los animalitos al zoológico. ¡Ahí llevaron ellos a la población indígena!, virtualmente la exterminaron. Los capitalistas, los colonialistas y los imperialistas exterminaron naciones enteras, o comunidades humanas enteras que no eran ni siquiera todavía naciones; esclavizaron a cientos de millones.
No se sabe los crímenes que han cometido, y los crímenes que estamos viendo todos los días: lo que hicieron en Panamá hace unas cuantas semanas, esas no son cosas de una sociedad civilizada, de un mundo civilizado, realmente, son cosas de la prehistoria.
Por eso digo: la vida todavía no ha resuelto cuándo podrán cumplirse algunas de las que fueron las aspiraciones más maravillosas de los fundadores del socialismo científico y de los grandes revolucionarios de nuestra época; por tanto, estos instrumentos son indispensables, y lo serán quién sabe por cuánto tiempo más.
Exigen que cese el artículo tal de la Constitución, pero inmediatamente empiezan a exigir que se disuelvan los partidos comunistas, y en algunos lugares les arrebatan por la fuerza los locales que les quedan, en otros se los confiscan, o les exigen que se disuelvan; y algunos efectivamente se han disuelto, otros están en vías de disolverse; algunos han hecho solemne promesa de disolverse, cuando menos se han fragmentado. Y detrás de esto un anticomunismo feroz.
¿Cómo se puede hablar de socialismo enarbolando las banderas del anticomunismo? El anticomunismo es la definición del antisocialismo; porque no me digan que se puede hablar de socialismo —aunque este es un término muy socorrido— en el reino de la propiedad privada; no puede hablarse de socialismo bajo el imperio del capitalismo y de la propiedad privada sobre los medios de producción. ¡Eso nunca lo dijo ningún teórico del socialismo! Y la confusión es tal, que se habla de socialismo incluso en países del mundo donde solo existe el más feroz y exigente capitalismo. Se trata de un disfraz, una hojita de parra.
¿Cómo se puede ahora hablar de socialismo en algunos países de Europa oriental enarbolando las banderas del anticomunismo?, cuando el comunismo se ganó precisamente el odio de la reacción, por querer abolir el sistema de propiedad privada. ¿A quién van a confundir con estos cuentos? Y es creciente, y se aprecia cada vez más la tendencia anticomunista. El anticomunismo fue siempre la bandera del fascismo.
Entonces, bueno, se puede luchar porque se mantenga el CAME; será una asociación mixta, ya no será como dicen sus estatutos: una unión de países socialistas con objetivos socialistas. Si se mantiene esa asociación mixta, si cambian los estatutos y tiene alguna utilidad, nosotros permaneceremos en esa institución, ¡si tiene alguna utilidad! —repito—, si tiene algún sentido, y puede tenerlo, puesto que se han creado intereses fuertes entre las economías de estos países.
Por lo pronto sabemos que hay muchos grandes oleoductos que van de la Unión Soviética hacia ellos, grandes gasoductos, grandes líneas de ferrocarril, grandes líneas trasmisores de electricidad, que cuando ya pasó la hora pico en un país, empieza a ser la hora pico en otro y se transfieren, incluso, energía eléctrica a través de sistemas intercomunicados. No dudo que unos cuantos de esos países que quieren construir hoy el capitalismo, o se encaminan hacia él, tengan una tremenda necesidad de esos gasoductos, oleoductos, líneas de comunicación, líneas eléctricas, suministro de materias primas que tal vez no puedan ir a conseguirse en otros lugares, y, por lo tanto, existe cierta base económica para que se mantengan determinados vínculos entre los que un día formaron parte de la comunidad socialista, o de la llamada comunidad socialista de Europa.
Pero no podemos engañarnos, nosotros no somos poseedores de grandes oleoductos o gasoductos, o de líneas eléctricas, o de comunicaciones por ferrocarril; nosotros exportamos algunas materias primas, exportamos algunos alimentos; no creo que sean despreciables en ningún sentido, desde luego, pero no tienen el mismo poder que tiene la energía, no tienen el mismo poder que el combustible, el petróleo, el gas, la electricidad, etcétera.
No sabemos ni quién será el gobierno que va a estar en esos países, no sabemos quiénes estarán en el año 1990. Esperamos que todavía en 1990 se cumplan algunos de los acuerdos comerciales existentes, en virtud de planes anteriores; pero seguridad no tenemos, ni podemos tener ninguna. En algunos de estos países han ocurrido tantos desórdenes, huelgas, trastornos y parálisis de la producción, que no sabemos siquiera si esos productos que histórica y tradicionalmente han venido, van a seguir viniendo.
Esto es en cuanto al año 1990, ¿y en cuánto al año 1991? ¿Se imaginan el plan quinquenal 1991-95?, sobre qué bases, con quién vamos a acordar esos planes, qué productos podrán ser garantizados con seguridad, qué mercados para los nuestros, a qué precio pagarán el azúcar? ¿Acaso intentarán pagar el azúcar al precio del basurero mundial del azúcar, que es el llamado mercado mundial? La inmensa mayoría del azúcar en el mundo se distribuye a través de precios conveniados.
El azúcar que compra Estados Unidos a los pocos suministradores que le quedan —porque ellos fueron a la autarquía, al autoabastecimiento en el azúcar—, tiene precios que no son los del mercado mundial. Toda el azúcar que la Comunidad Económica Europea compra a los países del Tercer Mundo que están de alguna manera asociados a ellos, tiene un precio que a veces es dos o tres veces el del mercado mundial. El precio del mercado mundial viene a ser el precio del basurero del azúcar, de los excedentes de azúcar.
¿Y qué, vamos a vender el azúcar al precio del basurero y comprar bisuterías? (EXCLAMACIONES DE: "¡No!") Porque también es verdad que no todas las mercancías que se compran siempre son de la mejor calidad, lo que pasa es que nosotros nos hemos vuelto los campeones en usar máquinas y equipos que en ocasiones tenían no pocas deficiencias. Por eso nos hemos vuelto inventores, por eso nos hemos vuelto racionalizadores, porque a veces la tuerca tal falla y le ponemos otra. Han venido a ser útiles los equipos, pero no siempre son equipos sofisticados, no siempre son equipos de la máxima calidad, no siempre, y los hemos comprado y hemos sabido utilizarlos.
Otras veces son algunos productos químicos, útiles, valiosos, no decimos que no, compramos de todo. Entiendo que ha sido beneficioso este tipo de intercambio, y de un año para otro no tenemos ninguna seguridad de cuál va a ser el comercio en el año 1990; hay una parte importante de los productos que consumimos que vienen de esa área, y sobre eso no tenemos ninguna seguridad en 1990 y la incertidumbre es total de 1991 a 1995.
Pongo aparte las relaciones económicas con la Unión Soviética. Las relaciones económicas con la Unión Soviética no se han visto muy afectadas por estos procesos, hasta este momento; por el contrario, debo decirlo con toda honradez, los soviéticos han expresado en todo este tiempo, y continúan expresando, la máxima voluntad de mantener las relaciones económicas con nosotros y continuar con los mismos o similares principios el intercambio comercial entre nuestros dos países (APLAUSOS), y la Unión Soviética juega un papel fundamental.
Los problemas que nosotros hemos empezado a tener son los que se derivan de las propias dificultades que está teniendo la Unión Soviética, se derivan, repito, fundamentalmente de eso. Pueden ocurrir también los que se deriven para ella de la situación que se está produciendo en los países que formaban parte de la comunidad socialista, los otros países de Europa oriental, y, claro, cualquier dificultad que tenga la Unión Soviética, cualquier dificultad seria, se tiene que revertir inevitablemente en los suministros a nuestro país. De modo que hay que estar consciente de que es una cuestión de suma importancia para nuestro país la estabilidad de la Unión Soviética.
Cuando llegan noticias de desestabilización en la Unión Soviética, es lógico que nos preocupemos profundamente; cuando llegan noticias que amenazan de una forma o de otra la integridad de la Unión Soviética, es lógico que nos preocupemos profundamente; cuando llegan noticias de conflictos internos dentro de la Unión Soviética, es lógico que nos preocupemos profundamente; cuando llegan noticias de que partes de la Unión Soviética quieren separarse de ella, es lógico que nos preocupemos profundamente, y que veamos la gran importancia que tiene para nosotros y también para el mundo la integridad de la Unión Soviética, porque vemos con claridad el peligro de que puedan desencadenarse movimientos nacionalistas de todo tipo, lo cual podría poner realmente en grave riesgo la integridad de la Unión Soviética. Todos leemos los periódicos y todos leemos las noticias que de allí llegan.
Hay otro fenómeno: surgen corrientes dentro de la Unión Soviética que se oponen al tipo de relaciones económicas que actualmente existen entre la Unión Soviética y Cuba; se puede apreciar en alguna prensa, algunos artículos injustos, ¡profundamente injustos!, que empiezan a hacer campaña de opinión contra las relaciones económicas entre la Unión Soviética y Cuba.
Digo con toda franqueza y con toda honradez que las relaciones económicas de la Unión Soviética con Cuba han sido muy importantes para nosotros; que la política de la Unión Soviética en estos años de Revolución fue generosa con nuestro país. Pero nosotros no somos un país de pordioseros, nosotros no somos un país al que nos regalen las cosas. Sí hemos recibido créditos como lo han recibido todos los países del Tercer Mundo, incluso los más ricos, los que son grandes exportadores de petróleo; porque Venezuela, por ejemplo, es el más grande exportador de petróleo de América Latina y recibió créditos por más de 30 000 millones de dólares.
¿Qué país del mundo, por cuantiosos que sean sus ingresos, derivados del privilegio de disponer de ciertos productos, no ha recibido créditos? Nosotros hemos recibido créditos de la URSS como todos los países del Tercer Mundo lo han recibido de diversos países; incluso, países desarrollados han recibido créditos. Uno de los países que ha recibido más créditos es Estados Unidos, para citar un ejemplo, y uno de los países más endeudados del mundo es Estados Unidos; luego, si los países desarrollados han recibido créditos, ¿qué tiene de extraño que Cuba recibiera créditos de quien era su amigo, su aliado? Era y es su amigo; dije primero era para explicar bien la idea, en el sentido de que se trataba de amigos y de países estrechamente vinculados.
Ahora, ¿cuánto cuesta producir una tonelada de azúcar en la URSS?, y nosotros exportamos millones de toneladas de azúcar a la Unión Soviética a un precio que no es superior al que a ellos les cuesta. ¿Cuánto cuesta producir el níquel y el cobalto en la Unión Soviética?, y nosotros exportamos decenas de miles de toneladas de níquel y cobalto a la Unión Soviética y demás países de Europa oriental en intercambio que es beneficioso para todas las partes.
Nosotros producimos alimentos como el cítrico, no solo azúcar, y hemos empezado en los últimos años a exportar otras mercancías. En este mismo año 1990 pasarán de 200 millones de rublos el valor de los productos de la industria farmacéutica, de la biotecnología, de los equipos médicos y del mobiliario médico que exportemos a la Unión Soviética. Están surgiendo otros importantes renglones en nuestro país de exportación a la Unión Soviética.
A nosotros no nos regalan las cosas, las compramos y las pagamos; y si nuestra azúcar ha recibido un precio más alto que el precio del basurero mundial, ha sido, sin embargo, un precio justo, porque ponía fin al fenómeno del intercambio desigual. En los primeros años la Unión Soviética nos pagaba más o menos al precio del mercado mundial, hasta que la propia Unión Soviética comprendió que mientras los productos industriales que exportaban a Cuba subían cada vez más de precio, los productos que Cuba exportaba bajaban de precio en el llamado mercado mundial, como ocurre en general con los productos del Tercer Mundo, y eso se convertía en un robo, en un saqueo. Nosotros hemos planteado muchas veces el tipo de relaciones económicas justas que se establecieron entre la Unión Soviética y Cuba.
Hay ahora gente dentro de la Unión Soviética —no en el gobierno, no en el partido, pero sí en los medios masivos y en el Parlamento— partidaria de suprimir este tipo de relaciones económicas que existe entre la Unión Soviética y Cuba. De modo que vemos dos peligros: los peligros que se deriven de las dificultades propias de la Unión Soviética que le impidan cumplir, aunque quiera, los compromisos, aunque haga, como está haciendo, por cumplir lo más posible esos compromisos, y las corrientes, indiscutiblemente asociadas a la reacción y al imperialismo, que propugnan abiertamente el cese de este tipo de relaciones. Es por ello que digo que vivimos tiempos de incertidumbre.
Vemos también manifestaciones de una gran demagogia en determinados sectores que adquieren creciente fuerza en la Unión Soviética. Una evolución en sentido negativo de estos acontecimientos, lógicamente tendría una repercusión muy grande y muy negativa en los suministros que recibe nuestro país y en la economía de nuestro país. Esto lo saben los yankis, y más en este momento de borrachera y de euforia triunfalista, y están contando con las dificultades que vamos a tener, que ya seguro vamos a tener por lo que ha ocurrido en la comunidad socialista y las dificultades mucho mayores que podamos tener por lo que pueda ocurrir. Ellos tienen grandes esperanzas de que la Unión Soviética no pueda superar sus dificultades, o que las dificultades sean tales que eso se revierta directamente en las relaciones económicas entre la URSS y Cuba.
Y lo dicen, no se ocultan para decirlo; lo tienen en sus planes, independientemente de sus viejos planes agresivos, e independientemente de su envalentonamiento, de su arrogancia, de su euforia, que los llevó a cometer monstruosidades tales como la invasión de Panamá; monstruosidad como crimen contra la ley y el derecho internacional, pero, además, monstruosidad política, que demostró un desprecio total hacia la opinión pública internacional y en especial hacia los países de América Latina. Estas son cosas que debemos conocer y tener muy presentes, con gran sentido de la realidad.
Muchas más cosas se creen los reaccionarios y los imperialistas en el mundo: creen, por ejemplo, que no podremos vencer las dificultades que se nos presenten, esa es su esperanza; confunden esta Revolución autóctona, nacida de las entrañas de nuestro pueblo, con otras revoluciones o procesos políticos que fueron extraordinariamente influidos por coyunturas especiales de la situación internacional; confunden muchas cosas. Tal vez piensen igualmente que habría que viajar a otro planeta para ver un pueblo capaz de resistir todos esos problemas. Hablan eufóricos de que vamos a quedar aislados, de que vamos a quedar solos, de que vamos a tener grandes problemas, y tienen la seguridad de que no podremos resistir.
Pero no solo los enemigos, hay muchos amigos en el mundo que están preocupados, y sinceramente preocupados, por esta situación, por los problemas que puedan presentársele a Cuba derivados de esta situación, y se preguntan: ¿Cómo podrán resistir? Se preguntan aquellos que quieren, que desean sinceramente que podamos resistir; no faltan algunos, incluso, que casi nos dan el pésame, algunos que nos lloran en vida, y algunos que creen que aquí la Revolución se puede desplomar, como se desplomaron otros procesos políticos en meses recientes.
Los enemigos, por supuesto, sueñan día y noche con eso. Creo que cada día que pasa y ven que la Revolución Cubana sigue existiendo, es como una gran pesadilla al amanecer, una pesadilla en pleno día. Hay otros, como dije, que sinceramente se preocupan por estos problemas, se preocupan por la situación de Cuba; pero no se trata siempre de un simple problema de solidaridad. Muchos hay que, incluso, no han sido amigos tradicionales, muchos que no tienen nada que ver con el socialismo y el comunismo. Hablo de gente democrática y progresista, y de algunos que ni siquiera son tan democráticos ni tan progresistas. Pero, desde luego, entre toda la gente democrática y progresista del mundo hay preocupación por Cuba y, entre otras, mucha gente, ya por otros factores, por otras razones, preocupadas por la marcha de los acontecimientos en relación con el Tercer Mundo.
El 7 de diciembre nosotros hablamos de que, de continuar el desarrollo de ciertas tendencias muy negativas, el mundo iría marchando de la bipolaridad hacia la unipolaridad bajo el dominio de Estados Unidos. Eso que expresé el 7 de diciembre, sé que constituye hoy una profundísima preocupación de los líderes de los países del Tercer Mundo; están sumamente preocupados por el riesgo de un mundo donde Estados Unidos sea el dueño.
Mencionábamos nosotros algunos actos intervencionistas, descarados, y señalábamos, incluso, el caso de Filipinas, independientemente del contenido interno del problema, cómo despegaron sus aviones para intervenir en un problema interno de ese país; cómo desembarcaron unidades especiales en El Salvador durante la ofensiva de los patriotas salvadoreños; las amenazas contra Panamá. Apenas transcurridas dos semanas de aquellas palabras, se produjo la bárbara agresión contra Panamá, los ataques genocidas contra el pueblo de Panamá, como confirmación irrebatible de las tesis que estábamos sosteniendo; días después estaban moviendo acorazados y portaaviones para un bloqueo de las costas de Colombia, con el pretexto de combatir las drogas.
En América Latina la preocupación es muy grande, ¡muy grande!, y la preocupación por Cuba es sincera; porque, objetivamente, Cuba es una trinchera de la independencia de América Latina, ¡Cuba es la primera trinchera de la independencia de América Latina! (APLAUSOS)
Cuba ha sido capaz de resistir más de 30 años, con Cuba pasó de todo en estos 30 años. De muchas formas benefició Cuba a la América Latina. En los primeros tiempos fue negocio unirse al bloqueo económico de Estados Unidos contra Cuba, porque gracias a ello se repartieron nuestras cuotas azucareras, de varios millones de toneladas de azúcar; después se las quitaron, pero hubo fiesta durante largo tiempo, disfrute por la agresión a Cuba.
Gracias a Cuba en Estados Unidos se acordaron que existía América Latina y uno de sus presidentes inventó la Alianza para el Progreso, que consistió en donaciones y préstamos por muchos miles de millones de dólares. Gracias a Cuba los imperialistas empezaron a preocuparse un poco mejor del trato que debían dar a América Latina, y abrieron puertas al crédito y tuvieron un tratamiento más deferente, por miedo a que surgieran revoluciones como la de Cuba en el resto de América Latina.
Es decir, fue mucho el provecho que América Latina sacó de nuestra Revolución; pero, entre otras cosas, más respeto, un poco más de respeto hacia la América Latina. Por eso —como dijimos en alguna ocasión— a partir de la Revolución Cubana los pueblos de América Latina fueron más libres, fueron más independientes y empezaron a actuar de otra forma en la esfera internacional: con más libertad, con más dignidad. Eso se ha visto en los años recientes en varios ejemplos: en las batallas que los imperialistas impusieron con terribles presiones en Ginebra, en relación con la cuestión de los derechos humanos. Eso se vio ahora con motivo de la postulación de Cuba para miembro temporal por dos años del Consejo de Seguridad, se manifestó unidad e independencia en América Latina.
Los gobiernos de América Latina saben que si Estados Unidos pudiera salirse con el sueño de aplastar a la Revolución Cubana, la independencia de los demás pueblos de América Latina sufriría un golpe terrible; porque aquellos países no tienen la unidad de nosotros, no tienen la capacidad defensiva nuestra: todo un pueblo unido y preparado para la defensa.
Los pueblos de América Latina y los políticos más conscientes de América Latina no tienen que ser, necesariamente, prosocialistas, no tienen que ser ni siquiera progresistas, para comprender que la liquidación de la Revolución Cubana convertiría a Estados Unidos en una potencia incontenible en este hemisferio; que el dominio imperialista se multiplicaría, que la euforia y la arrogancia se harían infinitas. Eso lo saben, y saben que nuestro país constituye la primera trinchera.
Esto se sabía desde la época de Martí, no ahora, hace casi un siglo, cuando Estados Unidos era mucho menos poderoso, no constituía el imperio tan poderoso que es hoy, y Martí escribió allí en vísperas de su muerte, que todo lo que había hecho y haría era para impedir a tiempo, con la independencia de Cuba, que Estados Unidos cayera sobre la América Latina con una fuerza más. Lo vio Martí hace casi un siglo, qué extraordinaria visión. Hoy esa es una realidad mayor que nunca, porque Cuba no solo dejó de ser una posesión yanki, sino que se convirtió en un baluarte contra el dominio y la expansión del imperialismo yanki. Eso que fue verdad hace casi un siglo, es diez veces, veinte veces, treinta veces más verdadero hoy día, y los pueblos de América Latina lo comprenden, los gobiernos lo comprenden.
Durante mucho tiempo los engatusaron y los engañaron con el temor del comunismo, y ahora los mismos yankis dicen que el comunismo está desapareciendo y que el comunismo va a desaparecer de la faz de la Tierra; ya no pueden agitar ese fantasma, y lo que existe en nuestro hemisferio es la otra realidad, que si el imperialismo lograra liquidar, aplastar a la Revolución Cubana, trataría a los presidentes de las demás naciones como simples alcaldes y quizás peor que alcaldes, como alcaldes con menos autonomía que la que tiene un alcalde en Estados Unidos; trataría a las naciones soberanas de América Latina como alcaldías, y por teléfono trataría de darles órdenes.
No quiere decir esto que los pueblos se resignen a esa suerte, porque ningún pueblo se resignará jamás a semejante suerte; pero vean ustedes cómo la invasión a Panamá no ha suscitado la resistencia que debía suscitar: antipatía sí, pero condena enérgica y resuelta no, por el tremendo nivel de dependencia económica en que hoy se encuentran con relación a Estados Unidos las naciones de América Latina.
Si Cuba cayera, adiós quien sabe por cuánto tiempo al grado alto de independencia política, al grado de libertad que en la esfera internacional han alcanzado esos países, que serían después víctimas fáciles de cualquier agresión de Estados Unidos. Por eso están, con razón, hondamente preocupados por la suerte de Cuba. Creo que estos son temas dignos de meditarse.
Nuestro pueblo ha venido, durante años, preparándose contra determinados peligros. Hace 10 años venimos reforzando nuestras defensas, venimos aplicando la concepción de la guerra de todo el pueblo, y venimos preparándonos, ¡diez años, qué suerte! Hemos elaborado planes para todas las variantes, comenzando por el bloqueo militar total del país, en cuyo caso aquí no podría llegar ni una bala. Eso lo sabemos desde antes de estos problemas, por la superioridad en armas convencionales que tiene el imperio en esta zona del mundo, la superioridad aérea y naval, que haría imposible que llegara una sola bala desde el exterior.
Podrían imponer un bloqueo total, y nosotros elaboramos nuestros planes para resistir un bloqueo total; podría limitarse a un bloqueo, o podría ser más bloqueo con hostigamiento militar, o podría ser bloqueo con guerra de desgaste contra nuestro país; o podría ser, al final, bloqueo con invasión a nuestro país. Frente a todas estas variantes hemos elaborado nuestros planes, y hemos estado preparándonos en el país con la convicción de que cualquier variante, por costosa que fuera, más tarde o más temprano, sería derrotada, incluso la peor de todas, la de invasión y ocupación del país (APLAUSOS).
Hemos organizado el país en zonas de defensa. Hombre, mujeres, niños, jóvenes, y ancianos están organizados; todo el país está organizado para cobrar un precio impagable a los agresores, para ocasionarles tanto daño y tantas bajas que no les quedara otra alternativa que retirarse del país.
Hemos trabajado seriamente con todas esas variantes.
Qué visión tan grande la de nuestro Partido; qué útiles han sido todas las energías gastadas en estos años, trabajando con esa concepción que parte de la participación de todo el pueblo en esa lucha. Sin embargo, pueden venir otras variantes para las cuales tenemos que prepararnos. Nosotros llamamos a ese período de bloqueo total, período especial en tiempo de guerra; pero ahora tenemos que prepararnos por todos estos problemas, e incluso hacer planes para período especial en tiempo de paz.
¿Qué significa período especial en tiempo de paz? Que los problemas fueran tan serios en el orden económico por las relaciones con los países de Europa oriental, o pudieran, por determinados factores o procesos en la Unión Soviética, ser tan graves, que nuestro país tuviera que afrontar una situación de abastecimiento sumamente difícil. Téngase en cuenta que todo el combustible llega de la URSS y lo que podría ser, por ejemplo, que se redujera en una tercera parte, o que se redujera a la mitad por dificultades de la URSS, o incluso que se redujera a cero, lo cual sería equivalente a una situación como la que llamamos el período especial en tiempo de guerra. No sería, desde luego, tan sumamente grave en época de paz, porque habría aún determinadas posibilidades de exportaciones y de importaciones en esa variante. Debemos prever cuál es la peor situación a que puede verse sometido el país a un período especial en tiempo de paz y qué debemos hacer en ese caso. Bajo esas premisas se está trabajando intensamente.
En realidad, todos esos problemas catastróficos que han estado ocurriendo en el campo socialista durante los últimos tiempos, no estaban previstos, los hechos ocurridos en los países con los cuales habíamos establecido sólidos vínculos económicos, que nos ayudaban a defendernos del bloqueo imperialista, y que servían de base al desarrollo del país.
Puede haber situaciones intermedias, no tan graves, pero graves. No sabemos, incluso, qué dificultades podremos tener en el propio año 1990. Estamos tratando de preverlas; pero hay cosas que se escapan de nuestra voluntad, y se escapan de nuestras manos. Un poco más allá, nadie puede saber qué dificultades se van a presentar después de 1990; sin embargo, el país tiene que hacerse el propósito más serio y más firme de enfrentar tales dificultades. Pero no digo simplemente enfrentar tales dificultades para sobrevivir, sino para enfrentar tales dificultades y, además, desarrollarse.
Nosotros sabemos cuáles son los puntos estratégicos en que tenemos que seguir trabajando. Digamos que los programas alimentarlos no se pueden detener, son estratégicos. Los que estamos haciendo en la voluntad hidráulica, nuevas fuentes de agua, sistemas de canales y de riego, no se deben parar en ninguna circunstancia. Si tenemos 3 millones ó 5 millones de toneladas de petróleo, hay que mantener esos programas, de una forma o de otra. Primero habría que parar cualquier otra cosa, antes que esos programas. Los programas de desarrollo de la industria farmacéutica, de la biotecnología y otros en esa rama que tienen grandes perspectivas en este país, no podemos ni debemos pararlos; los programas para el desarrollo de determinados recursos en moneda externa, como los programas que estamos haciendo en la esfera del turismo, no debemos pararlos. Es decir que en cualquier restricción, por grande que sea, que tenga que hacer el país en una situación de período especial en tiempo de paz, o en una situación muy difícil en la paz, derivada de estos problemas, en ninguna de esas situaciones debemos parar programas que son estratégicos para la alimentación del país o para el desarrollo. Llevaría más tiempo, nos sometería a una prueba muy fuerte, pero tendríamos que mantener el principio no solo de sobrevivir, sino también de desarrollarnos.
Creo que nuestro pueblo es capaz de eso, estoy absolutamente convencido; este pueblo, ustedes (EXCLAMACIONES DE: "¡Sí!"), el pueblo trabajador que ustedes representan (APLAUSOS PROLONGADOS Y EXCLAMACIONES DE: "¡Fidel, seguro, a los yankis dales duro!").
El imperialismo y la reacción mundial deben saber que la Revolución no puede ser derrotada. Nuestros amigos en todo el mundo deben saber que nuestro pueblo será capaz de resistir en cualquier circunstancia (APLAUSOS); deben saber que en Cuba no se derrumbará la Revolución, que en Cuba no se derrumbará el socialismo (APLAUSOS PROLONGADOS Y CONSIGNAS REVOLUCIONARIAS).
Recuerdo en los años de nuestra guerra de liberación, cuando el ejército batistiano cercó la Sierra Maestra y la bombardeaba todos los días, y no dejaba que entrara nada, ni sal, ni manteca, ni ropa, ni medicinas, que decenas de miles de campesinos permanecieron allí, no abandonaron la Sierra Maestra ni se rindieron. Aquello duró mucho tiempo y nadie sabía cuánto iba a durar, eran circunstancias muy duras —no es nuevo para nosotros—; unos vivieron más esa experiencia, otros la vivieron menos, pero todos éramos el mismo pueblo, todos éramos de la misma sangre. Estoy seguro de que en cualquier parte que hubiera ocurrido, el pueblo habría reaccionado igual.
Ahora nos toca a nosotros una responsabilidad tremenda —ayer, en breves palabras lo explicaba a los jóvenes en el Parque Central—,estamos viviendo un momento de incertidumbre y de grandes amenazas. Que hoy nos amenazan más que nunca. Que las amenazas no solo son económicas, son también militares. Los peligros de amenaza militar son grandes, como ustedes ven, están empecinados en seguir la hostilidad contra nosotros, en imponernos por la fuerza un canal de televisión, en nuestro espacio televisivo, ¡que es nuestro!, y que nadie tiene derecho a usar. Son provocaciones. ¿Quién sabe lo que pretenden?
El otro día dispararon y de milagro no mataron a algún centinela en la base de Guantánamo. Andan con sus acorazados y sus portaaviones dando vueltas por aquí alrededor del país. Están arrogantes, están enloquecidos, envalentonados, eufóricos; creen que ya el socialismo no existe y eso los hace más agresivos, eso los hace más peligrosos. Es decir que se inicia una nueva era, una nueva etapa. Pueden iniciarse momentos de pruebas muy grandes para nuestro pueblo.
Ayer pensaba en eso cuando les hablaba a los jóvenes, y también rememoraba nuestra historia, rememoraba nuestra Guerra de los Diez Años. No se ha escrito proeza semejante en ninguna parte; lo que hizo nuestro pueblo durante 10 años, luchando no solo contra un poderoso ejército español, sino también contra una parte importante de gente que había nacido en este país y se había enrolado en las filas españolas. ¡Diez años mantuvieron la guerra descalzos, casi desnudos, sin municiones, sin alimentos! Ya nuestro país vivió una etapa como esa, que tanto admiramos. ¡En aquellas terribles condiciones, cuando mucha gente llegó a la convicción de que no podían seguir luchando, aun en ese momento, como expresión de la voluntad irreductible y del heroísmo de nuestro pueblo, Antonio Maceo se yergue y frente al Pacto del Zanjón proclama en los Mangos de Baraguá su decisión de seguir luchando! (APLAUSOS)
Cuando en condiciones superdifíciles hubo un Zanjón, hubo también un Baraguá. ¡Y lo que quedó de nuestra historia, y por la cual llegamos un día a ser nación independiente, a pesar de ejércitos españoles primero y ejércitos yankis después, no fue por el Zanjón, fue por Baraguá! (APLAUSOS)
Esa es la lección suprema de la cual hemos sido privilegiados herederos.
Así se formó el alma de este pueblo y la tradición combativa de este pueblo en todos los momentos difíciles, en los más difíciles. El 10 de marzo de 1952 —vaya usted a recordarse de aquellos días y meses subsiguientes en que andábamos nosotros también recorriendo con antorchas las calles de la ciudad en homenaje a Martí—, no había ni un fusil, ni una bala, y aquello no impidió la lucha; y después, unos pocos fusiles, un puñado de hombres, tras los reveses posteriores al desembarco del "Granma", y aquello no impidió la lucha. La voluntad de Baraguá, el espíritu de no rendirse jamás y no desfallecer jamás en la lucha fue lo que hizo posible los éxitos, lo que hizo posible la Revolución, lo que hizo posible el socialismo, lo que hizo posible Girón, lo que hizo posible aquella entereza con que se plantó nuestro pueblo en la Crisis de Octubre, se plantó y está plantado todavía con la misma firmeza, qué importaba que las armas nucleares estuvieran listas para disparar contra nosotros (APLAUSOS).
Hay que decir que nosotros no cedimos ni un ápice y si de nosotros hubieran sido los proyectiles, estarían aquí todavía, de eso no hay la menor duda (APLAUSOS).
¿Qué fue lo que hizo posible resistir el bloqueo, desarrollar relaciones internacionales sólidas, cumplir después gloriosas misiones internacionalistas y la victoria cubana y africana de Angola? El tesón, la firmeza, la voluntad de lucha, el espíritu de Baraguá fue lo que triunfó allí. Ese ha sido el espíritu, la gran herencia que recibió nuestro pueblo.
Creo que esta generación es privilegiada, nuestros jóvenes, nuestros jóvenes estudiantes, nuestros jóvenes trabajadores, nuestro pueblo todo, porque pienso que es un privilegio hasta para el que tenga 100 años, porque es un privilegio estar viviendo este momento histórico (APLAUSOS). Es un privilegio y un singular destino el hecho de que muchos pueblos tengan los ojos puestos en Cuba, por esas razones que expliqué, y también muchos revolucionarios y cada vez más revolucionarios. A medida que se disipan las confusiones, se ve todo más claro y se ve lo que es Cuba, y Cuba se ha convertido en una trinchera, no solo de América Latina, sino de todo el Tercer Mundo, se ha convertido en una trinchera de las ideas revolucionarias, progresistas y justas del mundo.
Aquí no sentimos vergüenza de hablar de Lenin y enaltecer a Lenin; cuando otros andan quitándoles el nombre de Lenin a calles y a parques, y arrancando estatuas de Lenin, de Marx y de Engels, aquí las construimos (APLAUSOS), y las construimos no de mármol, ni de bronce, ni de acero, las construimos con nuestra conducta revolucionaria, con nuestro heroísmo, con nuestra posición digna, con nuestras convicciones profundas, elevando más que nunca las banderas del marxismo-leninismo, del socialismo y del comunismo (APLAUSOS PROLONGADOS). Y más que nunca levantamos el nombre de Martí, de Maceo, de Céspedes, de Agramonte y de toda la interminable legión de héroes de nuestra independencia, más que nunca. Cómo nos alegra el corazón ver en estos días levantarse la figura de nuestros patriotas, especialmente la de Martí. De modo especial ese trabajo que realiza la juventud en su periódico, esa consigna de "mi honda es la de David", esa búsqueda afanosa en el infinito caudal de ideas revolucionarias del pensamiento de José Martí, riqueza legítimamente nuestra. Y nuestras deben ser las riquezas, no solo de los hombres que aquí nacieron; nuestra debe ser también la de aquellos hombres extraordinarios que han nacido en otras partes del mundo. Qué enorme caudal de ideas revolucionarias, qué presente, qué oportunas esas ideas, qué banderas y qué lección para todos, incluso, para aquellos que creían que ya había pasado la etapa en la que tendrían su mayor vigencia.
Algunos tontuelos por ahí se han llenado la boca de basura —no voy a decir de aire— para decir que ya pasó la etapa heroica. ¡Qué almas en calzoncillos —como diría Palmero—, decir que tal etapa quedó atrás. Tontos de esos no faltan, y soñadores con que la Revolución puede ser destruida no faltan. No faltan tontuelos, no faltan zanjoneros. Ven un poco difícil la cosa y empiezan a predicar: "Bueno, hay que tener cuidado, porque las cosas, hay que pensar en algunas reformas." ¿Reformas de qué?, si la Revolución es la más grande y extraordinaria reforma de la historia porque todo en absoluto lo cambia (APLAUSOS).
¿Reformas capitalistas? (EXCLAMACIONES DE: "¡No!") ¿Reformas burguesas? (EXCLAMACIONES DE: "¡No!") ¿Reformas neoliberales? (EXCLAMACIONES DE: "¡No!") ¡Ni soñarlo! Deben saberlo todos que la Revolución no retrocederá un milímetro.
Como ayer les explicaba a ustedes, vean qué lección esa: hay quienes quisieron salvar el socialismo haciendo concesiones. Qué poco conocen la mentalidad voraz y monstruosa del imperialismo y de la reacción. Si les dan una uñita del dedo meñique, quieren una falange de ese mismo dedo; si les dan la falange, piden el dedo; si les dan el dedo, piden la mano; si les dan la mano, piden el antebrazo; si les dan el antebrazo, piden el brazo, y cuando les dan el brazo, les arrancan la cabeza (APLAUSOS).
¿Qué manera de defender el socialismo es esa de empezar por quedarse manco y cojo? Perder los brazos, perder las fuerzas, y quedarse sin otras cosas, quedarse sin corazón, por ejemplo, sin espíritu (APLAUSOS PROLONGADOS). ¿Qué manera de defender el socialismo y defender las ideas revolucionarias son esas? Por eso la Revolución Cubana no retrocederá un ápice.
Y les damos las gracias a aquellos que desde el exterior se sienten realmente preocupados y nos aconsejan: Hagan algunas cosas, hagan cambios. Nosotros decimos: Sí, vamos a hacer cosas revolucionarias, vamos a hacer cambios revolucionarios, vamos a hacer cada vez más y más revolucionarios, porque no somos todavía lo suficiente (APLAUSOS Y EXCLAMACIONES DE: "¡Fidel, seguro, a los yankis dales duro!").
No faltan tontos ni mentecatos, aunque sean pocos, con ilusiones, capaces de creer que aquí se pueden organizar quintas columnas al servicio del imperialismo, o de los objetivos del imperialismo. Chequeen bien a esa gente, ¡chequéenlos!, que muchos, incluso, no levantan abiertamente la bandera de la reacción y el imperialismo, sino quieren "perfeccionar" esta Revolución, igual que la quiere "perfeccionar" Estados Unidos; igual que han querido "perfeccionarla" por allá desatando una gigantesca ola contrarrevolucionaria, que empezó disfrazada de cambios, de reformas para "perfeccionar el socialismo".
¡Y aquí los hay! Esos sí que van a tener que ir a otro planeta para ver que tal cosa suceda. No lo digo en el sentido literal de que van a hacer ese viaje muertos, porque no sabemos si el cielo, la tierra o el infierno están en algún planeta o más allá de los planetas; lo que sí sabemos es que eso que sueñan no ocurrirá aquí en nuestra patria.
Los que crean que en Cuba pueden organizar una quinta columna, los que crean que aquí pueden repetir la historia de lo que ha pasado en otros países los que quieran aquí jugar a la contrarrevolución, se van a topar con las masas, se van a topar con el pueblo; van a tener masas, ¡sí!, pero las van a tener de frente (APLAUSOS) los que intenten hacerle el juego al imperialismo en este momento decisivo de la historia, en este momento en que se juega a todo, porque está muy pensado y es muy real que en Cuba Revolución, Socialismo e Independencia Nacional están indisolublemente unidos, porque si el imperialismo pudiera salirse con el sueño de aplastar la Revolución Cubana, seríamos menos independientes que Puerto Rico, menos independientes de lo que es Panamá hoy, no soltarían nunca más a este país, ¡nunca más!, y sabemos que en tales circunstancias desapareceríamos como nación; más vale que se deshagan de esas ilusiones.
Con eso no se puede aquí jugar, ¡ni admitiremos que juegue nadie! No lo admitiremos jamás (APLAUSOS). Y no seremos nosotros los que los aplastemos, no se puede matar cucarachas a cañonazos. Los va a aplastar el pueblo: ¡nuestros Comités de Defensa, los obreros de nuestras fábricas, los trabajadores todos, los estudiantes de nuestros centros, los jóvenes, los abuelos y hasta los pioneros! (APLAUSOS)
Que no se hagan ilusiones, que aquí hay un pueblo dispuesto a vender caro su vida, un pueblo dispuesto a derramar hasta la última gota de sangre por los valores en los que cree. Con ese pueblo no se puede jugar, con un pueblo que carga sobre sus hombros la responsabilidad que hoy carga Cuba, de ser primera trinchera de los intereses de América Latina y del Tercer Mundo, y de los valores revolucionarios y morales de este mundo. No pretendíamos tales cosas, pero hay un destino que ha puesto sobre nuestros hombros una responsabilidad muy grande en este momento, como freno, como trinchera, frente a la reacción, frente al imperialismo, frente a los explotadores, frente a los que saquearon al mundo durante siglos enteros y pretenden seguirlo saqueando. ¡Cuando un pueblo tiene sobre sus hombros esa responsabilidad, y ese pueblo es este, con ese pueblo no se juega! (APLAUSOS)
Nosotros saldremos de aquí a cumplir nuestras tareas, que las conocemos cada vez más y mejor; a esforzarnos más que nunca; a esmerarnos más que nunca en la defensa, en el trabajo, en el cumplimiento de nuestros deberes y nuestras obligaciones, en trabajar para el futuro, como hemos trabajado siempre; y siempre dispuestos a defender ese futuro que queremos conquistar, siempre dispuestos a defender lo que hemos conquistado ya, siempre dispuestos a defender nuestros ideales y a defender nuestra dignidad, nuestra independencia, nuestra libertad, nuestra patria.
Nos consagraremos a la defensa y al trabajo, a enfrentar problemas y resolverlos; los de ahora y los que vengan, mañana, o pasado mañana, o cuando sea. Y si no vienen, trabajaremos también con la misma consagración. Si hay paz, sabremos disfrutar la paz y sabremos aprovechar mejor cada día, cada hora, cada minuto, cada segundo. Ese es el espíritu con que debemos salir de este congreso histórico, muy histórico, en este momento decisivo, vísperas, quizás, de grandes pruebas.
Si esas pruebas vienen, un día como este, en que se cumple un aniversario más de su nacimiento, podemos decirle a Martí que hoy más que nunca necesitamos de sus pensamientos, que hoy más que nunca necesitamos de sus ideas, que hoy más que nunca necesitamos de sus virtudes. Pero también a Martí, a Maceo y a todos los que fueron como ellos, les decimos: hoy más que nunca, ¡nos sentimos orgullosos de ser sus seguidores, de ser sus más fieles e incondicionales discípulos y reafirmar, este 28 de enero, nuestras dos inmortales consignas, las que unen a Marx, Lenin y Engels con Martí, con Maceo, con Céspedes y con todos los héroes gloriosos de nuestra independencia y nuestra libertad!
¡Socialismo o Muerte!
¡Patria o Muerte!
¡Venceremos!