DISCURSO PRONUNCIADO POR EL COMANDANTE EN JEFE FIDEL CASTRO RUZ EN LA CLAUSURA DE LA PLENARIA NACIONAL DE LOS JOVENES REBELDES, EFECTUADA EN EL TEATRO PAYRET, EL 23 DE OCTUBRE DE 1961
Fecha:
Señores miembros de las representaciones diplomáticas y de las delegaciones fraternales que nos acompañan (APLAUSOS);
Compañeras y compañeros de la Asociación de Jóvenes Rebeldes (APLAUSOS y EXCLAMACIONES DE: “¡Jóvenes Rebeldes, pa’lante y pa’lante, y al que no le guste que tome purgante!”);
Compañeritas y compañeritos de la Unión de Pioneros Rebeldes (APLAUSOS):
En un acto como este, se podrían decir muchas cosas. Pero como no va a ser el único, y además porque es un poco tarde (EXCLAMACIONES DE: “¡Nunca!”), voy a tratar de sintetizar —no hagan mucho caso (APLAUSOS Y EXCLAMACIONES DE: “¡Fidel, Fidel!”), a veces la síntesis ha sido más larga que el discurso. Pero bien, quisiéramos recoger algunas ideas. En realidad, lo que a nosotros nos debe ir interesando cada vez más, es lo esencial y lo concreto de cada cosa.
Hemos ido avanzando mucho en la comprensión de los problemas políticos y de los problemas sociales. Se puede decir que nuestro pueblo y nuestra juventud han realizado avances extraordinarios; y es necesario que cada vez más, nosotros vayamos captando cuáles son las cosas más fundamentales, más esenciales de nuestras tareas; que cada cual sepa, cada vez mejor, qué es lo que le corresponde hacer en este proceso histórico.
Entre todos los revolucionarios y entre todos los sectores de nuestro país, el que sin dudas de ninguna clase tiene por delante una tarea mayor y más fundamental es, precisamente, el sector juvenil. A ustedes les ha correspondido vivir, siendo muy jóvenes, esta etapa profundamente revolucionaria de la historia de nuestro país. A ustedes, los jóvenes y los niños, les ha correspondido vivir en el minuto, se puede decir, revolucionario más importante de la historia contemporánea en este continente; y el minuto, sin duda, más importante de la historia del mundo.
Es decir que el mundo está viviendo una etapa profundamente revolucionaria y una etapa, además, decisiva en la vida de la humanidad.
Empiezo por recordarles esto, porque en realidad ser joven hoy en nuestro país —como ustedes—, significa un verdadero privilegio; ser joven y no comprender esto, es un crimen. Ninguna hora de la historia de nuestro país ha significado lo que esta hora significa para nuestra juventud y para nuestros niños.
Más francamente todavía, nosotros tenemos —creo que todos los revolucionarios tenemos— más fe en los jóvenes que en los demás. Nosotros tenemos derecho a esperar lo mejor y lo más perfecto, precisamente de la generación joven. Más claramente, podemos afirmar que la Revolución se hace, sobre todo, para la gente joven y para los niños; la Revolución se hace, sobre todo, para las generaciones venideras.
La generación que hace la Revolución es la generación generosa, estoica, sacrificada, porque precisamente trabaja, más que para ella, para las generaciones que vienen después de ella. Pero hay, además, otra cosa muy curiosa: nuestra propia generación no se podrá comparar con lo que significará la generación venidera; miles, y decenas de miles, y cientos de miles, y millones de personas formadas ya, que ya tienen sus hábitos, sus costumbres, su manera de analizar las cosas, es imposible que lleguen a progresar lo que llegará a progresar nuestra actual juventud.
En la vida diaria uno se encuentra muchos casos que hacen que realmente la esperanza haya que ponerla en la gente joven, que la esperanza haya que ponerla en los niños.
Nosotros, en días recientes, visitábamos cierto sitio donde reside un grupo de familias pescadoras. Habíamos estado allí algunos meses atrás; las familias tenían 7, 8, 9 y hasta 10 hijos; se dedicaban a pescar en unos botecitos de remo, pescaban muy poca cosa; los niños estaban descalzos, mal alimentados, bastante débiles. En aquella ocasión nosotros les sugerimos que hicieran algo, les ofrecimos enviarles un barco para que pudieran hacer una producción más elevada, les propusimos que chapearan unos maniguales que había por aquellos sitios donde ellos residían, y les ofrecimos que les íbamos a enviar unas vacas para que los niños tuvieran leche.
Les enviamos el barco. De ahí no tuvimos más noticias de aquel sitio, hasta que volvimos por allí recientemente y preguntamos por el barco: “¿Y el barco?” “¿Qué barco?” —me preguntaron. “El barco que les ofrecí y les mandamos aquí.” Entre aquellos pescadores habíamos designado a uno para que se hiciera cargo del barco. Aquel pescador, que parecía el más despierto, no residía precisamente allí, pero tenía familiares allí; recibió el barco, y entonces por su propia cuenta tuvo el barco unos cuantos días en aquel puerto; después lo devolvió y pidió una lanchita más chiquita para él.
Nosotros, indagando qué había ocurrido con el barco, tuvimos la noticia. Y entonces yo les pregunté a los pescadores: “¿Y ustedes no sabían que el barco estuvo aquí varios días?” “Sí.” “¿Ustedes no fueron testigos de la conversación que tuvimos aquí?” “Sí.” “¿Y ustedes no le preguntaron a aquel señor que se encargó del barco, ni fueron a verlo, ni hicieron ninguna gestión por el barco?” “No.” “¿Y qué han chapeado aquí?” ¡Y habían chapeado un área donde se podía criar una chiva! (RISAS.)
Digo: “¿Nosotros no les sugerimos a ustedes que chapearan todo esto, que nosotros les íbamos a enviar varias vacas? Les ofrecimos más, les ofrecimos que les íbamos a regalar todo eso en vista de la situación de que aquí había más de 20 niños, y de que la situación de ustedes era de una pobreza extrema.”
Aquellos pescadores son gente revolucionaria, simpatizantes de la Revolución, gente buena, gente noble, pero en realidad aquella experiencia nos estaba enseñando que más de lo que les estábamos ofreciendo hacer no se podía ya. Se les había mandado un brigadista; ya algunos muchachos habían empezado a aprender a leer y a escribir. Pero nosotros nos dimos cuenta cabal de que qué más podíamos hacer por aquellos pescadores, como no fuera ya chapearles, traerles las vacas, ordeñárselas, llevarles el barco, pescar y entregarles el pescado (RISAS).
Y al lado de aquel cuadro, un sinnúmero de niños descalzos, raquíticos, hambrientos, que nunca tomaban leche. Entonces yo le pregunté a aquella familia de pescadores: Quiero que me digan una cosa: ¿Cuál va a ser el porvenir de esos niños? ¿Piensan ustedes que esos niños en el futuro van a dedicarse también a pescar biajaibas y ronquitos en unos botecitos de remos? ¿No comprenden ustedes que mientras eso sea así, no podrá vivir ninguna familia de ese trabajo y en nuestro país nunca habrá pescado? Esos niños, si se dedican a la pesca, tienen que pescar en el futuro cada uno de ellos por 20 de ustedes actualmente, y tienen que salir en barcos a alta mar a pescar en otros mares, incluso distantes de nuestras costas, si quieren producir.
¿Cuál es el porvenir de esos niños? Ya habían aprendido a leer y a escribir porque había estado allí el alfabetizador, y ellos realmente no sabían qué responder. Entonces decían: “Es verdad, no tienen porvenir.”
Entonces yo les dije: Por ustedes no se puede hacer más nada que lo que nosotros les hemos ofrecido; ya yo no tengo esperanza de que ustedes hagan nada, pero es una pena que esos niños vayan a seguir viviendo en esas condiciones. Entonces les ofrecimos enviarlos a una escuela.
Nosotros, realmente, no tenemos escuelas para esos casos, esa es la verdad, y los enviamos a la escuela que quedó organizada para los repatriados. Inmediatamente, con una alegría extraordinaria, todas aquellas familias se pusieron de acuerdo para mandar a los niños a la escuela. Y era la verdad, por aquellos pescadores se podía hacer realmente muy poco; sin embargo, por aquellos niños se podía hacer realmente mucho.
Y nosotros estamos seguros de que aquellos niños que estaban en aquellas condiciones, los de su propia familia, por más ayuda que les brindara la Revolución no iban a hacer más por ellos. Nosotros estamos seguros de que el día de mañana pues, de esos niños saldrán técnicos, o grandes pescadores, o marinos mercantes, o capitanes de navío; y, en fin, el porvenir de esos niños será completamente distinto al porvenir que tenían allí. Mandaron a los mayorcitos, los que tenían siete y ocho años; algunos tenían nueve años y parecía que tenían cuatro.
Cuando uno ve esas cosas, cuando sabe que eso pasa en muchos sitios del país, cuando se comprende perfectamente que por mucho que la Revolución haga, tropieza todavía con ciertas mentalidades que son mentalidades ya completamente adaptadas a una situación, que es muy difícil que hagan grandes esfuerzos, que es muy difícil que realmente cambien, es cuando uno se da cuenta realmente de lo que la Revolución puede hacer, sobre todo, más que para la presente generación, lo que la Revolución significa y lo que la Revolución va a significar para la gente joven, y, sobre todo, lo que la Revolución va a significar para los niños.
Esto significa que ustedes, los compañeros de la Asociación de Jóvenes Rebeldes, y ustedes, las compañeras y los compañeros que organizan y trabajan en la Unión de Pioneros Rebeldes, tienen una responsabilidad muy grande, tienen una tarea muy importante que desarrollar.
Nosotros, que hemos ido viviendo estos tres años de revolución, que sabemos lo que es una revolución por dentro, que sabemos verdaderamente lo que es una revolución por haberla vivido intensamente, que sabemos cada uno de los escollos, cada una de las dificultades, cada una de las mil dificultades que hay que ir venciendo cotidianamente, cada uno de los miles de problemas que hay que ir resolviendo incesantemente, que sabemos lo que es una revolución en el orden práctico, lo que es una revolución en el orden mental; nosotros, que sabemos que la Revolución en sí misma ha significado para tanta gente como un verdadero amanecer, como para otras gentes ha significado un trauma insuperable, que tenemos cientos y miles de ejemplos diarios, que tenemos una experiencia cotidiana, que todos los días podemos aprender algo nuevo, y que sabemos lo que significa un proceso revolucionario, el conflicto de ideas que significa, el profundo conflicto de clases que es una revolución, el tremendo choque de intereses; nosotros, que sabemos que la Revolución está inspirada, sobre todo, en los sentimientos más limpios, más entusiastas, que está inspirada en las actitudes más generosas y más heroicas de la mejor gente del pueblo, en su lucha contra las actitudes más egoístas y más mezquinas, en su lucha contra los espíritus y las ideas más reaccionarias, en su lucha contra lo peor de la sociedad; nosotros, que sabemos que la Revolución es la lucha de las partes más humildes del pueblo, de las partes más sufridas y más explotadas, que la Revolución es la lucha de la clase olvidada, de la clase atropellada, de la clase explotada contra la clase explotadora, la clase privilegiada, la que tuvo las escuelas, la que tuvo las universidades, la que tuvo la cultura, contra la clase que tuvo el monopolio de la riqueza, el monopolio de la enseñanza, el monopolio de la publicidad, el monopolio de la mentira. Porque solo sobre la mentira, solo sobre el engaño y solo sobre la ignorancia podía mantener su odioso sistema de explotación; que al pueblo, al trabajador, al campesino, al joven humilde, le dejaron la ignorancia, el analfabetismo, la miseria, la pobreza.
Nosotros, que sabemos y comprendemos cada día con más claridad esa verdad esencial de la Revolución, y que es la lucha de ese pueblo oprimido y explotado, muchas veces ignorante, muchas veces sin saber leer ni escribir, muchas veces incluso, en algunos sectores, ignorantes de la propia explotación y esclavización de que eran víctimas; nosotros, que sabemos eso, y que a pesar de eso vemos cómo la Revolución avanza, vemos cómo la Revolución progresa, vemos cómo la conciencia se yergue, cómo las inteligencias se despiertan, y cómo el pueblo oprimido de ayer, el pueblo sin escuelas de ayer, el pueblo de los analfabetos, el pueblo de los oprimidos, marcha victoriosamente hacia adelante; y realiza grandes tareas y obtiene impresionantes triunfos, a pesar de sus deficiencias, a pesar de su falta de escuelas y de universidades, a pesar de enfrentarse contra la clase que tuvo en abundancia todo aquello, ver al pueblo marchar victoriosamente a pesar de su inexperiencia.
Porque es la verdad: una de las características más sobresalientes de una revolución, es, precisamente, que esa revolución la llevan adelante muchos hombres y mujeres del pueblo, que van aprendiendo sobre la marcha, que sobre la marcha van adquiriendo la preparación, que sobre la marcha van estudiando.
Una de las características de la Revolución, es eso: que como los que empiezan a gobernar no habían gobernado nunca, que como los que empiezan a dirigir no habían dirigido nunca; es decir, nunca habían dirigido empresas, nunca habían dirigido el Estado, nunca habían dirigido la administración, y luchaban contra la clase que sí tenía toda esa experiencia, una de las cosas que resaltan en los revolucionarios —al lado de su extraordinario entusiasmo, su fe, su confianza en sí mismos—, es la inexperiencia para lo que está haciendo.
Nadie tiene derecho a considerarse un sabelotodo, nadie tiene derecho a considerar que sabe mucho. El revolucionario que empiece por creerse que sabe mucho y sabe más que los demás, sencillamente no sabe nada y sabe menos que los demás (APLAUSOS). Porque esa es una verdad, y que todos, absolutamente todos, sin excepción, todos los días aprendemos algo; todos los días tenemos algo nuevo que aprender, y si aprovechamos las lecciones de la vida diaria, cada día sabremos un poquito más que el día anterior.
Y, sin embargo, nosotros sabemos que con el decursar de los años no será así. Nosotros sabemos que los primeros años de la Revolución son los años más difíciles, son los años más arduos, son los años en que las inteligencias forjadas por las clases dominantes abandonan a la patria; en que las inteligencias forjadas por las clases explotadoras se ponen al lado de esas clases explotadoras, contra el pueblo. Nosotros sabemos que los primeros años de la Revolución son los años de la deserción de esas inteligencias; son los años en que muchas de esas inteligencias, lo que hacen, sencillamente, es abandonar a su país. Son los años difíciles en que un ingeniero bueno tiene que realizar la tarea de 10 ingenieros; que un médico bueno y revolucionario —o al menos un médico humano— tiene que realizar la tarea de 12 médicos; en que un profesor bueno tiene que hacer, él solo, el esfuerzo de un claustro de profesores; en que un técnico competente tiene que hacer el trabajo de muchos técnicos; en que un cuadro bueno y competente tiene que hacer el trabajo de muchos cuadros; en que un oficial valiente e inteligente tiene que hacer el trabajo de muchos oficiales.
Y así, con esas limitaciones, con esos obstáculos, con esas dificultades, tiene que avanzar la Revolución, ¡y avanza!; se enfrenta a esas dificultades, ¡y las vence! Y, sin embargo, ese no será el cuadro del futuro; esas no serán las dificultades del futuro. En el futuro, no habrá un médico para hacer el trabajo de 10. Algún día tendremos quizás 15 para hacer el trabajo de 10. No tendremos un ingeniero para hacer el trabajo de muchos, sino más ingenieros de los que tal vez hagan falta estrictamente. Y tendremos muchos profesores; y tendremos muchos técnicos; y tendremos, sobre todo, muchos cuadros dirigentes; y tendremos jóvenes con experiencia, o revolucionarios maduros que hayan empezado su aprendizaje desde ahora. Desde el primer día de la Revolución, compañeros extraordinariamente jóvenes, que ya hoy tienen sobre sus hombros responsabilidades vastísimas, responsabilidades que no tuvimos nosotros a su edad; compañeros de 15, 16 y 17 años, realizando trabajos y tareas que ni siquiera nos habríamos atrevido a soñar nosotros. Porque nosotros hemos visto jóvenes manejando armas complicadas, armas poderosas, cuando apenas tienen 16, 15 y hasta 14 años; cuando, tal vez en tiempos pasados, a esa edad los jóvenes todavía jugaban con armas de juguete.
Y hemos visto muchachos jovencitos convertidos en héroes, tripulantes de armas antiaéreas que se enfrentaron a la aviación mercenaria con incomparable heroísmo, que sobre sus pechos pudieran ostentar los más preciados galardones, la medalla de héroes; jóvenes que desde muy temprano han empezado a sentir sobre sus hombros esas responsabilidades, y que han acostumbrado su espíritu a las grandes proezas y a las grandes tareas sin, por ello, sentirse vanidosos infatuados.
En el futuro, la Revolución, nuestra patria, nuestra sociedad, contará con todo lo que hoy nos falta, y le sobrará de todo lo que hoy carecemos. En el futuro, nuestro país tendrá que marchar todavía más rápido, ¡podrá alcanzar éxitos todavía mayores!, porque tendrá en abundancia todo aquello con que la Revolución no puede contar hoy. Y no será entonces el pueblo de los ignorantes, no será el pueblo de los analfabetos, no será el pueblo de los explotados, será el pueblo que habrá tenido a su disposición cuantas universidades sean necesarias, cuantos institutos, escuelas técnicas, cuantos centros de enseñanza sean necesarios. Será el pueblo educado por la propia Revolución; será el pueblo donde todos los jóvenes, y todos los niños, hayan tenido la oportunidad de, desde aprender a leer y a escribir, hasta la de estudiar en un centro de enseñanza superior si tienen vocación, o si tienen cualidades para ello.
Y precisamente, nosotros, que sabemos eso, nosotros, que comprendemos estas verdades, tenemos que darnos cuenta de la misión tan importante que tiene la juventud revolucionaria, la tarea tan importante que es el trabajo entre los jóvenes y el trabajo entre los niños, porque, precisamente, esta es la hora de sembrar todo eso; esta es la hora de preparar las condiciones del futuro, ¡y el minuto que hoy perdamos serán años perdidos para el futuro! Cada hora, cada minuto que hoy se pierda, significará muchas horas y muchos minutos en el porvenir, porque esta hora es para la patria como la hora de la siembra para el agricultor, y la hora de la siembra no se puede dejar pasar, porque si la hora de la siembra se deja pasar en vano, no hay cosecha, y estos primeros años de la Revolución, son los años de la siembra para la gran cosecha que debemos tener en el futuro. Y ustedes, los jóvenes, ustedes, los compañeros miembros y dirigentes de la Asociación de Jóvenes Rebeldes, tienen en esto la tarea del agricultor; tienen en esto la misión de sembrar; tienen la misión de abrir los surcos. Ustedes tienen una responsabilidad muy grande, quizás más grande de la que ustedes mismos se habrán imaginado.
¡La organización de los jóvenes revolucionarios tiene que ser la gran escuela de la juventud! ¡La organización de los pioneros tiene que ser la gran escuela de los niños! Nosotros tratamos de hacer todo lo que está al alcance de nuestras manos; nosotros le prestamos todo el interés que merecen estas cuestiones, pero el trabajo, compañeros, es, sobre todo, un trabajo de ustedes; el esfuerzo tiene que ser, sobre todo, un esfuerzo de ustedes. Nosotros lo que deseamos es que ustedes comprendan esto cabalmente, profundamente.
Es bueno recordar —o señalar— que la Organización de los Jóvenes Rebeldes debe ser una organización de selección, es decir que no a todo joven, por el hecho de ser joven, por el hecho de desearlo, puede considerársele un joven rebelde (APLAUSOS).
La Asociación de Jóvenes Rebeldes tiene que ser a la juventud lo que el Partido Unido de la Revolución es al pueblo (APLAUSOS). Al Partido Unido de la Revolución deberán pertenecer los mejores ciudadanos por todos conceptos; de la misma manera, a las células o a los núcleos de la organización juvenil deben pertenecer los mejores jóvenes (APLAUSOS).
La organización debe ser una organización de jóvenes seleccionados en cada organización juvenil, porque una asociación de estudiantes es una organización juvenil. Todo estudiante de un centro de educación, de un instituto tecnológico, de una escuela técnica, de un centro universitario, pertenece a una organización, pertenece a la organización estudiantil de aquel centro, de aquel instituto, de aquella facultad, de aquella escuela.
Ahora bien, no todos los alumnos de un instituto tecnológico, o de un instituto preuniversitario, son miembros de la Asociación de Jóvenes Rebeldes. Es imprescindible que pertenezcan al núcleo de Jóvenes Rebeldes los más probados, los más convencidos, los más entusiastas, los más capacitados, en fin, los mejores jóvenes de cada sector juvenil, sobre todo de cada centro de enseñanza, o de cada sindicato, o de cada unidad militar formada por jóvenes.
Es necesario aclarar estos conceptos, porque a veces hay cierta confusión. Hay veces que un joven piensa que no puede ser Joven Rebelde porque él es miliciano. Si hay una batería de antiaéreas formada por brigadistas —porque tampoco todos los brigadistas son Jóvenes Rebeldes, deben ser brigadistas de los que han pasado duras pruebas—, dentro del sector donde ellos se desenvuelven, los mejores, los escogidos, constituirán el núcleo de Jóvenes Rebeldes (APLAUSOS).
Imaginemos una batería de antiaéreas integrada por jóvenes de 16 y 17 años; dentro de esa batería, dentro de ese grupo de 50, 60 ó 70 jóvenes, una parte, los mejores, los más cumplidores, los más abnegados, los más sacrificados, los más convencidos, los más firmes, los más serios, los más entusiastas, los primeros en todo, constituirán el núcleo de Jóvenes Rebeldes dentro de esa unidad militar. Y habrá dentro de las unidades militares también la Organización de los Jóvenes Rebeldes.
Dentro de cada instituto tecnológico, centro de enseñanza, habrá también el núcleo de los mejores; dentro de cada sindicato, de cada fábrica, de cada cooperativa, de cada granja, habrá también el núcleo de los Jóvenes Rebeldes, constituido por una selección de los compañeros más revolucionarios. Es decir que se requieren cualidades verdaderas de revolucionario, requisitos para pertenecer a los núcleos de los Jóvenes Rebeldes.
Ahora bien, ¿qué quiere decir eso? ¿Quiere decir que el compañero seleccionado para pertenecer al núcleo de los Jóvenes Rebeldes en un instituto, en una escuela, en un centro tecnológico, en una fábrica, debe mirar con desprecio a los demás jóvenes? ¿Quiere decir que se tiene que sentir una especie de ser superior a los demás? ¿Y qué tiene que estarle haciendo insoportable la vida a los demás, porque él es y el otro no es? ¿Sería esa la actitud correcta de un joven revolucionario? No. Cada actitud de autosuficiencia, superioridad y desprecio a los demás jóvenes, se vuelve, sencillamente, una actitud contrarrevolucionaria (APLAUSOS).
Sería una actitud sectaria, que estaría contra los fines de la organización y contra los intereses de la Revolución, porque en las filas de los jóvenes aspirantes a revolucionarios, o aspirantes a ser revolucionarios o Jóvenes Rebeldes, pueden encontrarse jóvenes que un día lleguen a ser superiores, incluso, a los que en esos instantes son miembros del núcleo de Jóvenes Rebeldes.
Y, además, porque la misión de ese revolucionario no es mirar por encima del hombro a los demás, no; la misión es ganarse a los demás, ser ejemplo para los demás, ser estímulo para los demás, el mejor compañero, el más modesto, el más sencillo, el mejor compañero, porque esa es la actitud verdaderamente revolucionaria.
Hay veces que un joven, porque tiene más cultura política que los demás, tiende a convertirse en un insoportable (APLAUSOS). Entonces, ¿qué ocurre? Que los demás jóvenes dicen: “¿Este es el revolucionario? ¡Yo no quiero ser revolucionario! (APLAUSOS.) Si este ‘pesado’ es el revolucionario, yo no quiero ser revolucionario.” De donde entonces, lejos de convertirse en un ejemplo, en un estímulo para los demás jóvenes, se convierten en un valladar, se convierten en un anticuerpo. Y desde el momento en que se convierta en un anticuerpo que impide que el espíritu revolucionario o el virus revolucionario penetre a los demás, estaría, sencillamente, haciendo un papel contrarrevolucionario (APLAUSOS).
Si se sabe más que los demás, si se tiene una cultura superior a los demás, lo que hay que hacer es emplear ese conocimiento y esa cultura superior para enseñar a los demás, para conquistar a los demás, para hacer revolucionarios a los demás.
De ahí la importancia que tiene el núcleo revolucionario, porque debe constituir un gran honor el pertenecer a ese núcleo, y debe constituir una gran aspiración de cada joven pertenecer a ese núcleo. Y ese núcleo tiene que ser, antes que nada, el ejemplo y el modelo de todos los demás.
¡Ah! Ser revolucionario no significa gritar todos los días “somos socialistas, pa’lante y pa’lante, y al que no le guste que tome purgante” (APLAUSOS). Ser revolucionario es algo más que eso; ser revolucionario es mucho más que eso. Y si en algún momento es importante saber ser revolucionario es en esta hora, precisamente, en que el oportunista suele también tratar de disfrazarse de revolucionario (APLAUSOS); hay que saber ser revolucionario, precisamente, para que a ningún revolucionario lo puedan confundir con un oportunista, y para que a los oportunistas no les resulte fácil hacer el papel de revolucionarios.
¿Cuándo tiene más oportunidades el oportunismo? Cuando los revolucionarios no saben ser cabal, entera y nítidamente revolucionarios, aunque lo sean. Es decir que cuando ser revolucionario se vuelve una tarea dura, una tarea abnegada, una prueba por la que pasan los espíritus más preparados para la Revolución, los corazones y los cerebros más preparados para la Revolución, entonces, quienes no tienen esas cualidades no pueden fácilmente pasar por revolucionarios, porque no tienen cualidades para llevar la vida del revolucionario.
A veces ha ocurrido que nosotros tenemos noticias de casos de individuos que se ponen a realizar ciertos actos de jacobinismo —de jacobinismo en el mal sentido de la palabra, porque jacobinismo, jacobino, fue ser revolucionario en la época de la Revolución Francesa, pero ha quedado la palabra para expresar a ciertos actos de individuos, ciertos actos de tipo extremistas, de tipo sectarios—, y cuando se ha ido a investigar quién era el individuo que estaba haciendo esas cosas, entonces se ha descubierto que los antecedentes del individuo no eran nada revolucionarios. Entonces es el individuo que quiere vender más periódicos, hacer más cosas, exigir más, en el sitio donde está, que incluso quiere obtener las cosas a la fuerza, no por la persuasión, y es el que dice: “Aquí todo el mundo es un contrarrevolucionario” (APLAUSOS). Y entonces ese individuo, que extrema la nota, que hace más alarde que nadie, que a todos los demás los quiere pintar como reaccionarios, cuando se va a averiguar, es un individuo que no tiene antecedentes muy claros, y entonces extrema la nota precisamente para posar de revolucionario.
Cuando el revolucionario actúa bien, modestamente, sencillamente, conscientemente, pacientemente, porque un revolucionario tiene que saber ser paciente, entre otras cosas porque nadie se hace revolucionario a la fuerza, y la fuerza se emplea para combatir a la reacción cuando viene con la fuerza, la fuerza se emplea para combatir la fuerza de la contrarrevolución, pero la fuerza no se puede emplear jamás para hacer revolucionarios, nadie logrará jamás hacer revolucionarios por la fuerza; revolucionarios se pueden conquistar únicamente por la persuasión, por la razón y por el ejemplo; por la fuerza, nadie se hará nunca revolucionario, y hay quien cree que puede hacer revolucionarios a la fuerza, y hay quienes quieren hacer revolucionarios a la fuerza, y son individuos que resultan de antecedentes muy poco revolucionarios.
Hay veces que en eso puede caer también un revolucionario, en un error de ese tipo; por eso es necesario que el revolucionario no haga cosas que puedan abrirles el camino a los oportunistas y permitirles a estos hacer el papel de revolucionarios, porque esas cosas son fáciles. Cualquiera hace eso, cualquiera hace un alarde, cualquiera da cuatro gritos, cualquiera llama contrarrevolucionarios a todos los demás, pero cualquiera no dice: “Yo me presento hoy a hacer esta tarea voluntaria de seis horas de trabajo” (APLAUSOS). Cualquiera puede querer coaccionar a un individuo para que se suscriba a un periódico, a la cañona, eso lo puede hacer cualquiera; lo que cualquiera no hace es decir: “El domingo lo voy a dedicar a tal tarea de trabajo productivo, el domingo lo voy a dedicar a hacer esto, y voy a sacrificar mis horas de descanso.”
Cuando se requieren sacrificios, es entonces que se ve de verdad al revolucionario y entonces es cuando el oportunista dice: “Yo me voy para mi casa, porque mañana es domingo y tengo que ver a la novia” (APLAUSOS). Y es que ser revolucionario y ser buen revolucionario no es fácil, y ser falso revolucionario es fácil.
He querido decir esto al lado de lo otro, al lado de que los núcleos de revolucionarios deben ser una verdadera selección, pero cuya selección no quiere decir de ninguna manera privilegio, no; la selección no quiere decir, de ninguna manera, prurito de superioridad sobre los demás; la selección no quiere decir desprecio a los demás; la selección quiere decir verdadero mérito, verdaderas calidades, verdaderas virtudes. Porque una cosa es incuestionable: el joven rebelde tiene que ser ejemplo en el lugar donde esté (APLAUSOS); lo mismo en la fábrica, que en la escuela, que en la unidad militar, que dondequiera que esté, el joven rebelde tiene que ser el mejor, tiene que ser el modelo, tiene que ser el ejemplo.
No se trata de que haya muchos, no, de lo que se trata es de que sean buenos; lo que importa no es la cantidad, sino la calidad de los jóvenes rebeldes (APLAUSOS PROLONGADOS).
La juventud ha estado desempeñando un rol importantísimo en la Revolución: en la defensa de la patria, la juventud está desempeñando un importantísimo rol; y en las tareas de alfabetización, la juventud está desempeñando un rol decisivo, un papel como para llenar de orgullo a la juventud cubana, un papel que ha de llenar de prestigio a la juventud cubana en todo el mundo. Igualmente, la juventud tiene que realizar un gran esfuerzo también en el campo de la economía y en el campo de la producción, igual que el que está desempeñando en el campo de la defensa y en el campo de la educación.
En el año venidero, ustedes tendrán además una tarea adicional, porque cada año acumula nuevas tareas, a medida que la Revolución avanza. Ustedes tienen, por ejemplo, la tarea de organizar a los 100 000 brigadistas que regresan, porque hay 100 000 jóvenes enseñando a leer y escribir. Consideren ustedes qué tremenda fuerza política, revolucionaria, es esa fuerza que significan los 100 000 jóvenes, qué espíritu traerán esos jóvenes. Eso significa la necesidad de mantener en cada centro de enseñanza el núcleo de brigadistas.
Entiéndase bien: ¡Todos los brigadistas no serán jóvenes rebeldes!, de los brigadistas podrán extraer ustedes magníficos jóvenes rebeldes, pero es necesario que en cada centro de enseñanza ustedes tengan el núcleo de los Jóvenes Rebeldes, el núcleo de los brigadistas —sean o no sean, algunos de ellos, jóvenes rebeldes— y, en fin, la masa que pertenece a la asociación de estudiantes.
Esa fuerza que la Revolución ha organizado, esa fuerza juvenil, esa fuerza cultural, esa fuerza revolucionaria, no hay que dejar que se disperse.
En cada centro, cuando empiece el curso, hay que organizar inmediatamente el núcleo de los brigadistas, de los brigadistas que cumplieron con su tarea, de los que estuvieron cumpliendo con su tarea, o de aquellos que no la cumplieron solo por razones superiores en absoluto a su voluntad, como un caso de enfermedad. Pero ustedes tienen una tarea, que es la de mantener los núcleos de brigadistas, para en cualquier momento emplearlos en tareas de educación y, sobre todo, porque es una gran fuerza moral, una gran fuerza juvenil, una gran fuerza educacional, y además una buena cantera de cuadros y una buena cantera de militantes para los jóvenes rebeldes.
Es decir que, al comenzar el próximo curso, una de las tareas de los jóvenes rebeldes en cada centro de enseñanza secundaria, preuniversitaria y tecnológica, será mantener unido el núcleo de los brigadistas alfabetizadores.
Pero, además, ustedes van a tener otra tarea, la tarea de organizar a los núcleos de Jóvenes Rebeldes entre los 50 000 becados que comenzarán a estudiar, o que estarán estudiando, desde el mes de enero, entre becados de secundaria básica, de preuniversitario, de institutos tecnológicos y de las universidades. Ahí tienen ustedes otra gran tarea: la de organizar los núcleos revolucionarios, es decir los jóvenes rebeldes, en cada uno de los centros de becados.
Porque es importantísimo el trabajo que hay que desarrollar entre esos estudiantes, estudiantes que van a ser los futuros técnicos de nuestro país, estudiantes que tienen hoy todas las oportunidades, y en cuyo seno los jóvenes rebeldes tienen una gran tarea que desarrollar, para que en ellos sea cada vez mayor la conciencia y el espíritu revolucionario. Jóvenes que deben tener espíritu de estudio, espíritu de alegría también —porque la alegría no debe faltar jamás en la juventud y la actitud de un joven ante la vida tiene que ser una actitud de entusiasmo, de alegría, de optimismo—, y jóvenes que tengan también espíritu de lucha, espíritu de sacrificio, espíritu de trabajo; y que la llama del espíritu revolucionario, del espíritu de trabajo, se mantenga siempre encendida en ellos, y será tarea de los jóvenes rebeldes mantener despierta cada vez más y cada vez más viva y encendida la conciencia revolucionaria y el espíritu de lucha y de trabajo, para que en el futuro sean técnicos que estén a la altura de la Revolución, y de las tareas, y de los servicios que la Revolución espera de ellos.
Además, ustedes tienen que estar conscientes de que hay sectores todavía, ciertos centros de enseñanza, donde acuden jóvenes procedentes de las clases medias de la población. Hay barriadas que son barriadas obreras, como hay barriadas que son barriadas más o menos acomodadas. Los mejores cuadros de la asociación hay que enviarlos precisamente allí donde el enemigo puede tratar de filtrar el espíritu contrarrevolucionario sobre una base clasista. Y será mucho más fácil promover un brotecito contrarrevolucionario en un centro de enseñanza donde vayan hijos de las clases acomodadas a promoverlo en un centro de enseñanza donde van los hijos de las clases obreras y de las clases más pobres.
Es importante que ustedes sepan estar en la primera fila y en la primera trinchera de la lucha de clases, para hacer un trabajo político y un trabajo revolucionario en todos los centros de enseñanza.
Aquí nosotros estamos siguiendo, con la cooperación de la CTC Revolucionaria, una política respecto a las viviendas. Ustedes saben que hay algunas gentes de sectores acomodados, que tenían un buen apartamento en un buen edificio, o una buena casa, excepto, desde luego, cuando esas están en áreas escolares, porque las casas de Tarará, de Miramar, de Siboney, de Cubanacán y de todos esos sitios las hemos dedicado a becas; pero en otros barrios más o menos acomodados donde vivían ciertos sectores, cuando algunos de esos señores se van para el extranjero, pues entonces la CTC envía a vivir allí a una familia obrera de muchos hijos.
Con el problema de la vivienda, que es un problema de los más serios que toda sociedad moderna tiene que afrontar, hemos seguido la política de atender primero las necesidades de las familias más numerosas y más humildes. Hay veces que llegan algunos jóvenes diciendo que si se le puede conseguir un apartamento, pero es que en realidad se les ha dado preferencia a aquellas familias que tienen siete u ocho hijos, o seis, o cinco, o cuatro.
Ayer unos compañeros del ICAIC nos contaban la historia de un matrimonio celebrado en la capital, con todas las de la ley, con toda la alegría correspondiente, entre un obrero del ICAIC y su compañera, que tienen nueve hijos. Entonces, ya tenían nueve hijos, pero no estaban casados. Y entonces se casaron con una gran fiesta, entre otras cosas aprovechando la circunstancia de que habían recibido una casa con seis habitaciones. Ellos vivían en un solar, y la alegría de esa familia era una alegría verdaderamente desbordante, y los compañeros del ICAIC decían que sentían no haberles tomado una película.
Se han repartido en las últimas semanas varios miles de casas; casas de las que estaban selladas, casas que estaban ocupadas indebidamente también. Y lo que se ha hecho es ir tomando medidas en todos esos casos y pacientemente los compañeros de la CTC han ido recuperando las casas indebidas; y a veces incluso hay un señor que está en una de esas casas, se muda una familia que tiene varios hijos de un cuarto para la casa que ocupa ilegalmente ese señor, y a él le dan el cuartico donde estaba la familia. Es decir, la Revolución trata de no legalizar la situación del que ocupó ilegalmente una casa; por razones de principio, por razones de moral, la Revolución no puede legalizar esas situaciones. Pero a veces ocurría que a un edificio de apartamentos donde vivían familias acomodadas y se mudaban, llevábamos un técnico, un técnico soviético, un técnico checo, un técnico socialista. Y en algunos lugares, en realidad habíamos hecho una gran mezcla de siquitrillados por un lado, con técnicos socialistas por el otro. Nosotros hemos recomendado que no se haga eso, porque entonces a los técnicos los rodeamos de un ambiente irrespirable.
Se ha evitado seguir esa táctica errónea, y lo que se hace es que se están llevando familias obreras dondequiera que un señor burgués nos deja su cómodo apartamento cuando se marcha para el norte. Entonces, desde luego, no vayan a creer que nadie se pone muy triste cuando un señor de esos se va del país. Ellos a veces han dicho que les van a poner dificultades. No, dificultades ninguna; se estableció el requisito de que dijeran dónde residían, dónde residían, y cuál era la situación de la casa, porque había algunos que buscaban una prima tercera y la llevaban para allá, buscaban un pariente para el apartamento. ¡De eso nada! El que se va pierde los derechos que le da la Reforma Urbana, y no puede disponer del inmueble. Ese inmueble, desde que se va ese señor pertenece a la Revolución y la Revolución se lo entregará a una familia necesitada, que pagará allí el 10% (APLAUSOS).
Los contrarrevolucionarios tienen cada día el campo más estrecho. ¡Ah!, se iba una familia contrarrevolucionaria, y le dejaba el apartamento viviendo, a lo mejor, a un contrarrevolucionario para que se escondiera; entonces iban a tener, incluso, los apartamentos deshabitados, como ocurrió en el caso de a unos ciento y pico de metros de la Terraza Norte del Palacio, donde se dan los actos, allí estaban unos cuantos contrarrevolucionarios en un apartamento, acuartelados, con bazookas, ametralladoras y todas las cosas, para hacer un atentado allí. Y estaban allí cuando se dio el acto, el último acto. Yo no sé por qué no tiraron; ¡deben haberse puesto nerviosos! (RISAS Y APLAUSOS.)
Yo no sé si el compañero Ramirito se pondrá bravo porque yo hable de esto aquí. El anda en sus investigaciones, nosotros, a título de ejemplo, aquí hemos sido un poco indiscretos, y antes de que ellos lo den a la publicidad, pues lo tomo por ejemplo. ¿Dónde estaban? Pues en un apartamento de siquitrillados que se habían ido, estaban a ciento y pico de metros, a una distancia donde un buen tirador no puede fallar un tiro; estaban ahí hasta con bazookas, acuartelados, en sus psicosis de estar haciendo atentados y cosas de esas. Ellos creen que matando gente van a matar la Revolución. Pero, desde luego, nosotros no los vamos a convencer de eso, que a nosotros nos tienen sin cuidado de ninguna clase las preocupaciones... (APLAUSOS).
Ustedes saben que la táctica, una de las tácticas predilectas del imperialismo, es el asesinato de los líderes revolucionarios. Pero eso, hay que vivir conscientes de eso y no prestarle, no hacerle demasiado caso.
Los contrarrevolucionarios se meten en las casas de los que se van. ¡Pues no señor! Las casas de los que se van quedan a beneficio de la nación. Esa es una de las razones por las cuales se establecieron los requisitos de que tienen que llenar una planilla, desde luego; y el que va a Estados Unidos, necesita permiso especial para volver, ¡aunque se vaya de paseo!, porque para pasear sobran lugares (APLAUSOS). En definitiva, nosotros no vamos a estar viabilizándoles, facilitándoles los enlaces a los contrarrevolucionarios, de que salgan por la mañana, regresen por la tarde. ¡De eso nada! (APLAUSOS.) Y por eso, el que se va para Estados Unidos, necesita permiso especial para regresar. Así que, lejos de estar nosotros interesados en que no se vayan, lo que estamos interesados es en que no regresen (APLAUSOS). Nosotros sabemos muy bien que esta es una lucha revolucionaria y una lucha de clases: burgués que se va, “puente de plata” (RISAS) .
También hemos estado... a veces un contrarrevolucionario compraba una maquinita fácil aquí. Allá compraban pesos con dólares, y después aquí tenían 200 ó 300 máquinas, y por eso el gobierno se vio en la necesidad de controlar todas las casas de compra-venta de automóviles. Ahora ya un contrarrevolucionario no podrá estar comprando una maquinita fácil, con la plata que le manda Mc Cone, el nuevo jefe de la CIA. ¿Y qué vamos a hacer con esos carros? ¡Ah!, pues vamos a mejorar el transporte, vamos a organizar un servicio de transporte también, y pensamos que contribuya a ayudar el transporte. Y para eso vamos a preparar domésticas, para manejar esos carros (APLAUSOS). El día primero de enero... habíamos pensado en Jóvenes Rebeldes, pero resulta que se necesitan, de aquí al año que viene, 15 000; y es una pena que muchos muchachos jóvenes... eso no se concilia con los planes que tenemos de formación de técnicos, de becas. Pero hay una gran oportunidad de ampliar el sector de trabajo de las mujeres (APLAUSOS). Y con estos planes, pues sencillamente se va a acabar, casi, el servicio doméstico.
¡Y si ustedes vieran las anécdotas de esas muchachas, el espíritu de esas muchachas, la conciencia de clase de esas muchachas!, porque ya hay 1 000 que están estudiando, que van a trabajar en oficinas y en bancos, becadas, incluso subsidiadas las que están estudiando.
Yo no sé si ustedes saben el caso del Che. El caso del Che: Estaba la señora en la República Popular China; entonces el Che, ustedes saben que es padre de una niña; y entonces, como los dos trabajan, pues tenían una muchacha que les cuidaba la niña. Pero estando Aleida en la República Popular China, entonces, además, resultó becada la muchacha que trabajaba allí, y el Che estaba sin nadie que lo ayudara allí, ¡y sin la esposa!
Bueno: la cantidad de anécdotas es tremenda (APLAUSOS). Cuando pasa con un revolucionario, ustedes ven la necesidad de los círculos infantiles. Ahora, ¿qué hacía el Che, ministro de Industrias, sin una muchacha que le atendiera la niña y con la compañera en Pekín? Pues lo único que le resolvía era un círculo infantil, dice el Che. Pero cuando es un revolucionario, que la muchacha que lo ayuda en la casa se va a estudiar, se queda de lo más contento; pero cuando es gente de esta no revolucionaria, se quedan que arden. Y, naturalmente, tratan... Nosotros sabemos de casos que tratan de impedir que las muchachas vayan a la escuela. Hay 11 000 domésticas matriculadas ya en escuelas, y pensamos llegar... La meta era 20 000 en diciembre, pero creo que se va a llegar mucho antes a las 20 000 domésticas en las escuelas nocturnas —el dato ese lo comprobé hace un rato—; y eso ocasiona una verdadera revolución y, además, una gran satisfacción para nosotros, porque es la prueba más elocuente de lo que avanza la Revolución y lo que significa para las clases humildes la Revolución. El hecho de que hasta el trabajo doméstico se acabe es una extraordinaria victoria de la Revolución. Y nosotros les podemos asegurar que para fines del año que viene va a ser un problema muy serio encontrar una doméstica (APLAUSOS).
Esas muchachitas tienen un gran espíritu de clase, al contrario de lo que pensaban algunas personas que el tipo de trabajo doméstico conducía a cierto espíritu servil, la potencia revolucionaria, el espíritu y la conciencia de clase que hay en esas muchachas es verdaderamente extraordinario.
El hecho de que las primeras 45 hubiesen comenzado a trabajar en los bancos, promovió un verdadero auge en las matrículas de las escuelas nocturnas, y de hecho, dentro de algunos meses todas las muchachas domésticas estarán estudiando en las escuelas nocturnas, donde estarán recibiendo distintas instrucciones.
También se están organizando los lugares donde van a residir, porque muchas de ellas como residían en las casas donde trabajaban, al recibir un nuevo empleo, pues algunos barrios vamos a dedicarlos para que residan también las muchachas domésticas que cuando van a una escuela no tienen donde residir. En todos esos problemas la Revolución está trabajando.
A propósito de eso, aquí traigo una carta, otra cartica interesante, porque es el caso de una doméstica que se fue con los dueños, con los patronos; se fue para Miami, y entonces le mandó una carta a la hija, que vale la pena leerla. Yo no sabía si iba a haber oportunidad, pero la tengo aquí (APLAUSOS).
Aquí, ustedes ven, en tinta le he cambiado los nombres, porque sería un abuso, un crimen dar los datos, porque está sencillamente en Miami; nosotros hemos cambiado los datos.
Dice: —le escribe a una hija; todos los nombres están cambiados. Dice: “Miami, septiembre 25. Querida hija María Antonia: Hace muchos días que quería escribirte esta carta” —yo no lo voy a pronunciar como ella lo pronuncia, para que no luzca una cosa peyorativa en la forma que está— “hija” —hija sin “h”, “i”, “j”— “me tienen asustada” —lo importante es el contenido de la carta, porque es una mujer humilde del pueblo que se fue a trabajar allá. Dice: “Hija, me tiene asustada...” No. Dice: “Querida hija María Antonia (RISAS): hace muchos días que quería escribirte esta carta. Hija, me tienen asustada, pues aquí en Miami los cubanos contra Fidel hablan muy malo de allá. Hija, tú no puedes imaginarte cuánto me ha ‘pesao’ haber venido” —aquí dice “venio”— “con la señora Pepita” (RISAS) —el nombre “Pepita” lo pongo yo—; “esta gente americana es muy mala, no tienen entrañas. Aquí los negros estamos peor que los perros rabiosos; si vamos por la acera y viene un blanco tenemos que apearnos y dejarlo pasar; en la guagua tenemos que ir parados, aunque ‘haigan’ asientos vacíos; no podemos entrar en tiendas de blancos, ni tomar café en los cafés de los blancos. Tenemos que ir a unos cafecitos para gente de color fuera de la ‘ciuda’; tampoco podemos entrar en los teatros para los blancos, tenemos que ir a unos teatros ‘pa’negros’ afuera de la ‘ciuda’” —no, aquí está bien puesto, aquí está ciudad; no, lo que le falta es la “d” final.
“Los otros días una mujer casi blanca, pero era de la raza, yo mismita vi cómo la policía, unos blancos grandes, le daban golpes con un palo y la metían en un carro, porque había tomado agua en una pila que hay en el parque de los blancos.
“Aquí hay una sociedad que se llama ‘Ku-Klux-Klan’” —dice: “cu” “cu” “clan”, lo pone sin “k”: cu-cu-clan—, “que mata a la gente de color cuando protestan. Y ahí está el miedo que yo tengo, porque los ‘condenao’ estos andan diciendo que cuando ellos vayan para allá, que es pronto, van a llevar ‘pa’llá’ esta misma sociedad que se llama ‘Ku-Klux-Klan’” (EXCLAMACIONES DE: “¡Fuera!”) —voy a seguir leyendo literalmente— “...‘Ku-Klux-Klan’, para colgar a todos los negros que Fidel ha ‘colocao’ en el trabajo de los blancos; que los negros ‘na’ más que servimos para cocinar y limpiar. Y la sociedad de los blancos, que Fidel les dio a los negros, la van a desbaratar y hacer una nueva, porque esa tiene peste a negros” (RISAS) —esto es el Miramar, el Country.
“Esto que pasa aquí con los negros es algo muy grande, que tú si no lo ves no lo crees. Yo le pido a la virgencita de la Caridad que estos cubanos malos no ganen, porque si llevan a la sociedad de los ‘americano’, ‘Ku-Klux-Klan’ ‘pa’llá’, todos los negros cubanos los cuelgan en las matas.
“Dales recuerdo a Pedro, Manuela, Mariana. Le dices que, aunque Fidel lo coloque en una tienda de blanco, no vaya, porque si esta gente gana la matan. Estos borrachos, porque aquí siempre están borrachos... La señora ‘Pepita’ también estaba ‘equivocá’ con esta gente, porque allá, a cada ratico, me dice: Luisa, qué ‘engañá’ estaba yo con los americanos y con toda esta gente, porque siempre están ‘fajao’.
“A casa del caballero todos los días comen un montón, porque no tienen trabajo.
“La bendición te la da, tu mamá, Luisa.”
¡Qué carta más sencilla esta, escrita con las faltas de ortografía de una persona que no aprendió a escribir, por lo menos, correctamente! Y, sin embargo, es una denuncia, en su sencillez, tremenda contra el imperialismo.
¡Hay más cartas! (APLAUSOS.) Fíjense qué interesante, como una persona que apenas sabe leer ni escribir... Y esto es conciencia de clase: esto es sencillamente la conciencia de clase.
(Alguien le dice al doctor Fidel Castro que cambie los nombres)
Sí, pero los nombres yo tengo que cambiarlos antes, porque si no me equivoco, es un lío (APLAUSOS).
Estas cosas que dice, ¿no?: “...los negros estamos peor que los perros rabiosos; si vamos por la acera y viene un blanco tenemos que apearnos y dejarlo pasar; en la guagua tenemos que ir parados aunque ‘haigan’ asientos vacíos; no podemos entrar en las tiendas de blancos, ni tomar café en los cafés de los blancos. Tenemos que ir a unos cafecitos para gente de color fuera de la ciudad; tampoco podemos entrar en los teatros para los blancos, tenemos que ir a unos teatros para negros afuera de la ciudad.
“Los otros días una mujer casi blanca, pero era de la raza, yo mismita vi cómo la policía, unos blancos grandes, le daban golpes con un palo y la metían en un carro, porque había tomado agua en una pila que hay en el parque de los blancos.”
¡Qué retrato de lo que es el imperialismo y de lo que es la explotación inhumana, la discriminación y la segregación en el famoso país de la “democracia representativa”! ¿Escrito por quién? Por una señora del pueblo que tuvo la desgracia de ir a parar a Miami, porque la “señora” necesitaba una criada allí también.
Así que... (El público le dice: “Otra, otra”).
Es muy difícil leer esta carta sin equivocarse, porque después cuando se repiten los nombres tengo que acordarme bien.
Bueno: “Querido hermano José: (RISAS) Me ha sorprendido tu carta del 18 actual. No esperaba me escribieras, pues hace mucho tiempo te escribí mi última carta y no volví a tener noticias tuyas. Eso se agrava más, considerando que nunca nadie de la familia me escribe; sobre todo, no habiendo recibido contesta de mi carta a tú mamá ‘Manuelita’ —vamos a ver si donde apareció este nombre yo vuelvo a poner ‘Manuelita’ después— dándole nuestro pésame que lo hice extensivo a todos ustedes.
“Tú sabes, siempre he sido muy franco para decir o expresar mis opiniones y no he dejado de serlo. Al ver que nadie de la familia me escribía, decidí pensar que por ser yo posiblemente el más adepto al gobierno de Cuba y existir la penosa situación de Georgina, que no querían trato conmigo, y aun sigo pensando así, pues aunque tú me hayas escrito, creo eres el único que, al menos en una carta, dice estar conforme con la Revolución; los demás no lo estarán.
“Bueno, me alegro saber que tú y los tuyos están bien. Nosotros bastante bien de salud y con la esperanza de algún día poder encontrarnos en esa bendita tierra.
“No, no me esperes por ahora; mi situación económica no me permite irme de aquí y, al menos que algo muy determinante pase, me temo que por largo rato tendré que meterme este trago que ya, desdichadamente, dura demasiado.
“Me dicen que González y familia se marcharon de Cuba. ¿Para dónde fueron? Eso era de esperar; lo raro es que demorasen tanto. Ellos no son para vivir en Cuba bajo un sistema de igualdad. Ellos pertenecen a la pseudoaristocracia, son iguales que el resto de la familia, que sin haber sido de sangre azul ni títulos nobiliarios, no pudieron nunca considerarse lo suficientemente cubanos para cooperar con el mejoramiento de su tierra.
“Me hablas de escaseces. Quisiera me dieras detalles, pero ciertos, no de propaganda, y me digas cómo en realidad el pueblo está tomando las cosas del gobierno. Claro que aquí las bolas están al tolete, y muchas de ellas tan absurdas (RISAS Y APLAUSOS), que son inaceptables, pero todas las bolas tienen en sí un germen básico que encierra la parte cierta de lo que se dice. Sé que tienen que haber escaseces, y que solo un pueblo con serenidad y entereza puede sobrellevar, hasta vencer, los obstáculos que la provocan.
“Por ejemplo, aquí, hasta han corrido la estupidez de que para comprar naranjas y malangas hay que tener receta de médico (RISAS). Para comprar huevos hay que llevar las cáscaras del usado (RISAS) para comprar más; y para comprar zapatos hay que llevar y entregar los viejos (RISAS); los zapatos viejos los arreglan, y después los venden a otro. Esas son bolas tan estúpidas que por sí mismas se caen, pero no dejan de repetir hasta aburrir.
“Se dice que las milicias de mujeres están compuestas por prostitutas, porque Fidel las ha recogido y obligado a las milicias (RISAS Y EXCLAMACIONES). En fin, que es increíble hasta qué grado de perversidad y canallada han llegado los cubanos que se han refugiado aquí.
“Ya no se puede vivir en muchos lugares de Nueva York, por estar infectados de gusanos inmundos. La barriada en que vivimos está llena de pájaros y prostitutas de la peor calaña (RISAS Y EXCLAMACIONES). Es una vergüenza que esa gente esté gozando de la ayuda y protección del gobierno de aquí, como si fueran gentes decentes y desvalidas. Ya resulta que Batista es una víctima del comunismo, según unos pasquines pequeños que están pegando en los trenes subterráneos. Y en fin, para no cansarte, dejo el tema, ¡esto es un asco!
“Si te ocuparas de unos encargos, me alegraría que lo hicieras. Quiero conseguir el libro ‘Playa Girón’ y los discos de los himnos revolucionarios. Además, si pudieras averiguarme si fulana sigue viviendo en la avenida tal, en el número tal, etcétera. Hace un año que no me escribe; no sé de ninguna de las dos (RISAS). Te agradecería” —no sean mal pensados— (RISAS) “me dieras noticias de ambas cosas.
“Abran los ojos; este mes es de cuidado. Duerman con un ojo y vigilen con el otro (RISAS). No es un cuento, de ahora a fin de año intentarán el segundo golpe, y se espera sea en gran escala” (EXCLAMACIONES).
Esta carta parece que es de alguien que simpatiza con la Revolución. Desde luego, nosotros hemos estado leyendo, preferentemente, cartas que tienen interés, y a la vez que simpaticen con la Revolución.
Las cartas todavía más interesantes, son las que escriben los que se fueron, como la carta misma esta que leí anteriormente. Esta es interesante por algunos datos que aporta y eso... (Alguien se dirige al doctor Castro). No, pero yo nada más traje una (RISAS).
Estábamos hablando de la conciencia de clase que se va despertando en todo ese sector del pueblo. Y a medida que desertan esos señores de las clases acomodadas, es más firme, más resuelta la actitud revolucionaria de los sectores más humildes y explotados. Así es como se va haciendo la Revolución.
Ahora, en el mes de enero, comienza una gran etapa educacional también, con todos los nuevos becados. De cada central azucarero, van a venir todos los muchachos que han aprobado ya el sexto grado, de todos los centrales azucareros. Van a recibir becas los hijos de obreros. E incluso van a recibir becas los que tienen aprobado el quinto grado, precisamente, para dar cursos intensivos, porque tenemos una gran necesidad de intensificar la preparación de los técnicos, y vamos a aprovechar a algunos de esos muchachos.
Así que solamente de los centrales azucareros vendrán de 8 000 a 10 000 becados de los centrales, de todos los pueblecitos donde no hay secundaria básica. Esas son tareas que están haciendo el Ministerio de Educación, las ORI, y deben hacerla también... porque es una tarea, fundamentalmente, de los jóvenes rebeldes, pero es que en realidad ha sido muy vasto el campo de acción, y en realidad era imposible que desde los primeros meses los jóvenes rebeldes hayan podido abarcar todas estas tareas.
De ahí la importancia de que, en cuestiones de organización, ustedes avancen todo lo más que puedan. También en la tarea de educación y de formación ideológica de los jóvenes. Y no solo educarlos teóricamente, que es importante, sino educarlos también prácticamente. Es decir que no solo sea la teoría, sino sea también la práctica revolucionaria.
Es muy importante que, por ejemplo, todo becado que sea joven rebelde, debe ser de los mejores estudiantes, deben ser de los de mejor disciplina en la escuela, deben ser atletas, es decir que si no tienen ningún impedimento físico, deben practicar el deporte. ¡No se concibe un joven revolucionario que no sea deportista! (APLAUSOS.) ¡Porque el deporte fortalece! El deporte fortalece física y mentalmente, y fortalece también el carácter.
Nosotros tenemos aquí el honor de contar esta noche con un campeón olímpico, que fue muy conocido por todos ustedes: el gran campeón de las distancias largas, Zatopek (APLAUSOS). Pero para correr 5 000 y para correr 10 000 metros, hay que tener una voluntad de hierro, ¡de hierro! El atleta necesita voluntad; necesita fortaleza de espíritu, y no se concibe un joven que esté becado en un centro y no practique el deporte, por lo menos, un joven revolucionario. Cualquier deporte, no tiene que ser una estrella, no tiene que ser un campeón, pero debe cultivar la educación física también, igual que su instrucción general, su educación política. Por eso el joven rebelde de un instituto, de una escuela tecnológica, de un centro, debe ser, además de un buen estudiante, un buen revolucionario, disciplinado, debe ser, además, un deportista. En el trabajo, el de una fábrica tiene que ser de los más cumplidores, de los primeros en el trabajo, de los de mayor productividad; esa es la gran tarea del joven rebelde.
Hay veces, no siempre, que hay un técnico, por ejemplo, no revolucionario, y, sin embargo, es un gran trabajador, porque está con la preocupación de que no lo consideran, está luchando por obtener la consideración de los demás, y se esfuerza en el trabajo. Y hay veces que personas que posan de revolucionarias, entonces se creen sin obligaciones de rendir el máximo y de trabajar el máximo, los hay. ¡Y eso es lo que no puede ser de ninguna manera! Un joven revolucionario descuidando su tarea en el trabajo; un joven revolucionario leyéndose un libro en el medio del trabajo. Eso es lo que no puede ser, ¡de ninguna manera! Ese joven, o es un ejemplo, o no puede pertenecer al núcleo revolucionario, no puede pertenecer a los jóvenes rebeldes.
Es muy importante que ustedes inculquen todo esto. De lo mucho que ustedes prediquen esto, dependerá que ustedes logren organizaciones verdaderamente revolucionarias, sin oportunismo, y sin gente floja; y nosotros tenemos el derecho de pedirles a ustedes más todavía que a nadie, porque nosotros entendemos que ustedes todavía tienen que ser mejores revolucionarios que nosotros. Y después ustedes, a los otros, tienen que exigirles más. De ahí la importancia del trabajo de los pioneros. Ustedes deben tener todo aquello que les pueda faltar y que se puedan considerar deficiencias de la generación adulta.
Con respecto a los niños, hay que trabajar en todos los pueblos. Todavía hay muchos pueblos del interior donde los pioneros no están bien organizados. Nosotros, discutiendo con los compañeros de la dirección de la Asociación de Jóvenes Rebeldes, acordamos enviar 150 cuadros, especialmente, a los 150 pueblos más importantes, para organizar las actividades juveniles y las actividades de los pioneros. En muchos sitios los niños no están organizados todavía, eso es sencillamente, porque falta un cuadro; porque cuando se llega a un pueblecito, y no están organizados los pioneros, es porque no hay un cuadro allí. Si los jóvenes rebeldes están flojos, es porque no hay un cuadro allí.
Ahí pasaban una serie de cosas que ya se están superando, con el trabajo de las ORI y de la Asociación de Jóvenes Rebeldes. En muchos sitios, donde todavía existían las sociedades exclusivistas, sitios donde estaban intervenidas y estaban dedicadas a todo menos a actividades recreativas o culturales. Entonces se llegó al acuerdo de, a la mejor sociedad de cada pueblo, convertirla en el círculo popular, después, el círculo cultural, después, el círculo juvenil y el círculo de los pioneros. Por suerte, en casi todos los pueblos hay cuatro sociedades; en algunos hay más; son pocos los que no tienen, por lo menos, cuatro, algunas mejores y otras peores, la mejor para el círculo popular. Había pueblos de esos que nunca había una fiesta, entonces los del pueblo esperaban que hubiera una fiesta en el campo para ir al campo. Y claro, ¿qué hace la gente joven, qué hace una persona? Cuando no iba a ver una película mala —porque todavía nosotros no estamos abastecidos en todos los pueblos de Cuba de buenas películas; todavía no tenemos, hay todavía películas muy pobres, muy deficientes, que se dan en los pueblos del interior— nunca había una fiesta, y la gente se ponía a tomar en los bares.
En un pueblo, en un lugar estaban los Comités de Defensa, en otro había un batallón de milicias, en otro otra cosa, sin embargo, no había nunca una fiesta en aquel pueblo. Por lo menos todos los sábados deben organizarse fiestas en los círculos populares. Además, actividades de tipo cultural y artístico. Miren estos niños, cómo se pudo hacer con ellos un trabajo, ¡qué bien representaron aquí!, ¡cómo conmovieron a todo el mundo! Lo mismo el coro de jóvenes; pues en todos los pueblos los pioneros deben tener conjuntos como este, los jóvenes deben tener coros, grupos teatrales, y hemos estado discutiendo con la comisión de cultura para que manden también a alguien para que realice ese trabajo, es decir, alguien que conozca de teatro, otro que conozca de danza, otro que conozca de música. Los estudiantes becados de G y 25 están organizando una banda de música, otros tienen coros; en todos los pueblos los jóvenes pueden tener su coro, los pioneros pueden tener su coro, su grupo artístico, su grupo musical.
Claro está que no tenemos instructores suficientes; es un problema encontrar 150 personas que sean capaces de enseñar sobre teatro, y enseñar sobre danza, y enseñar sobre música. Ustedes saben que la escuela de instructores de arte va a tener más de 4 000 alumnos en enero, pero hasta dentro de dos años no saldrá ese personal preparado. Ahora tenemos que echar mano de los valores con que contamos, escasos valores, para mandarlos a los pueblos del interior.
Hay que crear una vida nueva, hay que sustituir la antigua fachada burguesa, las costumbres burguesas, y la vida burguesa, por una vida proletaria, por la alegría proletaria, por el espíritu, el optimismo, el entusiasmo sano, creador, de un pueblo de trabajadores. Eso estaba un poco abandonado; entonces, se está trabajando mucho en ese sentido.
Ya en La Habana, el antiguo Centro Asturiano se va a dedicar y se está condicionando para que sea el Palacio de los Pioneros (APLAUSOS). Entonces, vamos a organizar con los niños conjuntos artísticos, coros, es decir, conjuntos de danza, de teatro, de canto, en fin, todas las cuestiones artísticas que los niños puedan hacer, para preparar todas las semanas un programa con los niños, y para los niños, desde el Palacio de los Pioneros: un programa que será transmitido por televisión una vez todas las semanas, que sea un programa hecho por los niños y para los niños desde el círculo de los pioneros.
También estamos considerando la posibilidad de dedicar 10 000 televisores de los que se han adquirido, para ya implantar en la capital —empezando por la capital— ciertos métodos de enseñanza por televisión en las escuelas, a ver si en 10 000 aulas ponemos televisores. Entonces, una película para niños, buena, por ejemplo, la ven 400 000 niños de una sola vez. ¿En qué teatro cabrían 400 000 niños? Sin embargo, con 10 000 televisores, en su propia aula, hacemos que 400 000 niños vean una película, por ejemplo “Seriozcha”, pongamos el caso, u otro tipo de película para niños. Si queremos dar una clase de geografía, las montañas de Cuba: el ICAIC puede hacer un documental sobre todas las montañas, Pico Turquino, Bayamés, todos los picos altos de Cuba, y entonces un día se les da una clase de geografía a los muchachos por televisión: se les puede enseñar todos los puertos, todos los ríos.
Calculen, en la época que nosotros estudiábamos y que nos hacían estudiar de memoria los ríos, las montañas, que había que repetirlo veinte veces, y cuántos metros tenían, y que después uno no se acordaba. Porque les voy a decir la verdad: Yo vine a conocer la Sierra Maestra de verdad después que estuve allí. Todo lo que yo había estudiado sobre la Sierra Maestra en geografía no me acordaba de nada ni había aprendido nada. Ahora, imagínense que a través de la televisión y de películas, les enseñan a los muchachos. ¡Qué métodos más cómodos para aprender y para enseñar! Se pueden enseñar los ríos del mundo, documental sobre los países, sobre los distintos continentes.
Nosotros podemos enseñarles a los niños muchos conocimientos de una manera muy sencilla, directa y amena a través de la televisión. No hay más que, en uno de esos canales que antes se dedicaban a propaganda, al nudismo, al juego y a todo eso, porque antes se ponía un programa de televisión y no había jugo de tomate, ni jugo de frutas, ni jabón que no rifara 500 pesos, 1 000 pesos, una casa. Era una cosa bochornosa; programas para niños, no había ninguno. Si hoy la sociedad tiene en sus manos esos instrumentos, los puede dedicar cómodamente a la educación y a los niños brindarles —¡figúrense!— todas las semanas, por lo menos, un documental, una película. Eso, además, hace la escuela más atractiva.
Hay otro problema que se refiere a los muchachos. Ya nosotros hablábamos —creo que el otro día hablábamos de eso aquí— sobre cómo hay decenas de miles de niños cuyas familias son pobrísimas, que realmente son hijos de personas que trabajan lavando, que tienen siete u ocho hijos, que, realmente, aunque ustedes le pongan una escuela al lado, los muchachos van descalzos, no tienen ropa, no tienen comida. Nosotros estamos haciendo ciertos planes de crear ciertas instituciones donde los niños puedan, con cosas agrícolas y algunas cosas artesanales, sostenerse o ayudar en parte a mantenerse, porque el país no tiene recursos económicos suficientes todavía para atender todas esas necesidades.
¡Ojalá hubiera recursos suficientes, pero no los hay! Pero nosotros podemos hacer ciertos experimentos, como las granjas infantiles, en donde los niños están demostrando que pueden autoabastecerse. Eso significaría que pudiéramos ayudar a muchos hijos de esas familias numerosas y muy pobres, sin que al Estado le costara gran cosa.
Hay otro problema que nosotros, discutiendo con la Federación de Mujeres, le sugeríamos. Hay un problema que tienen las familias, porque... sí, el círculo infantil resuelve el caso de los niños de tres años, dos años. ¿Y cuando el muchacho tiene siete años?, ¿y cuando tiene ocho y tiene nueve y el padre y la madre están trabajando? Lo mandan a la escuela. Yo sé, por ejemplo, que muchos obreros tenían que mandar a sus hijos a escuelas privadas, porque nada más había una sola sesión en la escuela pública. Yo no sé, este año... (LE DICEN ALGO)... El 80% de las escuelas urbanas, dos sesiones, porque para muchas familias era un problema el muchacho en la casa, un muchacho de siete años, ocho años, diez años.
Hay un problema: se pueden organizar comedores; nosotros les sugeríamos a las mujeres que lucharan en eso, porque les interesa a ellas, a la Federación de Mujeres, pero es algo que interesa también a ustedes, los jóvenes, por los niños. Para muchas familias, la oportunidad de que el muchacho tenga doble sesión y tenga un comedor al lado de la escuela y pueda comer, le resuelve un gran problema.
Desde luego, ese servicio no se puede prestar por un medio ni gratuito, porque ese tipo de servicio filantrópico, sin recursos, da por resultado que nada más se le puede prestar a un número limitado de personas. Ese tipo de almuerzo habría que cobrar lo que costara; es decir, si un vaso de leche vale seis centavos, no se puede cobrar dos centavos, porque, sencillamente, nada más se le puede brindar el servicio a un número limitado. En cambio, si se cobra lo que vale, estrictamente lo que vale, entonces se le puede prestar ilimitadamente el servicio a todas las familias, a todos los colegios, y se pueden organizar tantos comedores cuantos sean necesarios, puesto que no constituyen una carga para el erario público. Si cuesta 30 ó 34 centavos el almuerzo, pues que se pague eso; no un medio, porque eso es demagogia, eso es filantropía demagógica, porque si no hay dinero, ¿cómo usted va a cobrar un medio por lo que vale 35 centavos? Y estamos en la época de construcción del socialismo, no se olviden; y que no podemos satisfacer todas las necesidades gratuitamente.
Es decir que nosotros podemos, al lado de esos grandes colegios, donde van los muchachos por la mañana y por la tarde, poner un comedor. Si el almuerzo vale 36 centavos, entre la materia prima y el trabajo, se cobra 36 centavos. De todas maneras, para muchas familias será mucho mejor, si trabaja el padre, trabaja la madre, tienen dos niños de 8 ó 10 años, pagar esos 36 centavos por el día para el almuerzo, por cada uno de ellos; y entonces, no tienen necesidad de preocuparse de dónde comen y cómo comen.
Esa es otra de las cosas en la que ustedes pueden, junto con la Federación de Mujeres, trabajar en ese sentido, para atender las necesidades de las familias, de los niños. Es decir que ustedes tienen por delante un campo ilimitado, pero de todas las tareas de ustedes, la más importante —no se olviden— es la tarea de preparar a la juventud, de ser la escuela de la gente joven y de los niños.
Ya ustedes saben que, por ejemplo, la cuestión del plan asistencial se ha ido haciendo, mientras no han empezado las clases; esa ha sido una gran ayuda para muchas familias, para muchos niños; están encantados con el plan asistencial. Pero ya les digo que muchas otras cosas se pueden ir haciendo; por ello, hay que dedicarle toda la atención, hay que dedicarle todo el interés y todos los recursos que sean necesarios a los niños. Y esa es una tarea de ustedes. Como ellos son menores, la Asociación de Jóvenes Rebeldes tiene que velar cómo va la Unión de Pioneros; ustedes son los responsables de que eso marche bien en toda la isla, que eso vaya parejo, lo más parejo posible.
Así que las demás provincias que no obtuvieron premios en la emulación, tienen que esforzarse, porque ninguna debe acostumbrarse a quedarse atrás. Y los compañeros de la dirección nacional deben estar comprobando el trabajo. Es muy importante que comprueben el trabajo y que les exijan responsabilidades a loa cuadros, que les exijan responsabilidades a los dirigentes provinciales y a los dirigentes regionales.
Les voy a dar un consejo: exíjanles a los compañeros; no por el hecho de que hayan tenido ciertos méritos, o porque sean buenos compañeros, perdonarles inexorablemente todas las faltas. Así no se hace revolución. A los compañeros hay que saberles exigir, sin amiguismo de ninguna clase.
Si un compañero es bueno, mantenerlo y ayudarlo; si un compañero es deficiente, cambiarlo y saberle decir: “Oiga, usted no está cumpliendo bien; oiga, usted fracasó en eso, deje ese sitio a otro compañero.” Porque los cargos no son vitalicios, ni son títulos nobiliarios aquí (APLAUSOS). Y que cada compañero que esté desempeñando una función, tiene que cumplirla, tiene que cumplirla. Esa es una cosa muy importante, y que los compañeros de la dirección tienen el deber de velar por el cumplimiento tanto entre los miembros de la dirección como entre todos los compañeros que trabajan en la base, del cumplimiento de las tareas que se les han asignado.
Puede ser que se me hayan olvidado algunas cosas, pero, fundamentalmente, estas eran las cosas que quería decirles en el día de hoy, y desearles que sigan ustedes avanzando como van, porque en realidad, han avanzado. Entre lo que va del año pasado y hoy hay una gran diferencia. En el propio trabajo de los brigadistas, donde los jóvenes rebeldes han prestado un gran servicio al país, los avances fueron extraordinarios entre los primeros y los últimos. Y ellos lo saben, ellos lo saben bien. Hay un puntico en que estuvieron flojos, y yo lo voy a decir: En el trabajo. En el trabajo, los brigadistas no estaban muy bien. Han funcionado mucho mejor en las unidades de combate; se ve que eso los entusiasmaba de manera extraordinaria, y han resultado unos magníficos combatientes, unos magníficos soldados. Pero en el trabajo estuvieron un poco flojos.
Quiero tener la honradez de decirlo aquí, que los brigadistas no estuvieron muy bien en el trabajo, en los trabajos de siembra de eucaliptos y de todo eso, y que en ese sentido hay que avanzar más. Y, sobre todo, crearle a la gente una conciencia, que es lo primero que debe saber cada joven: sin trabajo no hay riqueza, sin trabajo no hay bienestar, sin trabajo y sin productividad no hay elevación del nivel de vida; porque lo que se reparta entre los hombres, tienen que producirlo los hombres.
Y hay algo, de paso, que vale la pena señalar aquí —quizás se me olvidó el día de la asamblea— sobre la planificación; que nosotros tenemos que acostumbrarnos a producir lo nuestro y hacer los mayores esfuerzos, nosotros tenemos que acostumbrarnos a la idea de que no podemos constituirnos en carga para los países amigos y entonces que nosotros, con un estándar de vida más alto, estemos recibiendo ayuda de países que están haciendo grandes sacrificios, y que es una prueba de lo que es la solidaridad internacional, es decir, la solidaridad de los países socialistas, de los obreros de otros países con nosotros, y que han hecho grandes esfuerzos, pagándonos el azúcar más alto y ayudándonos.
Nosotros tenemos que hacernos acreedores de la Revolución, y no pensar que tenemos que hacer revolución a costa de otros pueblos, sería bueno que tuviéramos esa idea muy presente (APLAUSOS PROLONGADOS).
La Revolución trae una gran suma de felicidad a los pueblos; trae tanta felicidad al pueblo explotado como tristeza y dolor a la minoría explotadora. Al acabar con todos estos abusos, humillaciones y discriminaciones... Calculen, en Miami, la falta que hace una revolución (RISAS); allí, donde no pueden ir los negros por la misma acera que van los blancos, ni ir a la misma tienda, ni al mismo teatro, imagínense que vida tan horrible, imagínense lo que sufre allí un ser humano.
La Revolución acaba con todo eso, acaba con la miseria, la humillación, el desempleo, la explotación, la incultura, el analfabetismo, trae una extraordinaria suma de beneficio a los pueblos; pero los pueblos tienen que pagar el precio de esa libertad y de esos beneficios, y de esa felicidad.
A la Revolución le hacen una tremenda resistencia las clases acomodadas, las que tenían casa, máquina, perfumes, viajes, educación, todo eso lo tenían cómodamente, y a costa de que otros muchos no lo tuvieran. Esos hacen una terrible resistencia a la Revolución. Además, las clases explotadoras trataban de dividir a las propias masas obreras, creaban un gran desnivel en los salarios, creaban incluso tipos de obreros privilegiados, creaban una gran cantidad de pequeños parásitos, se puede decir. Lo hacían, porque acuden a todas las armas posibles para mantener su sistema social, y ofrecen su resistencia a los cambios. Son los pueblos, las clases explotadas, las clases liberadas por la Revolución, las que saben echar sobre sus hombros todos los sacrificios que sean necesarios.
Y nos remitimos a los hechos: cuando vino la invasión, los que estaban allí peleando y combatiendo no eran los hijos de los latifundistas, ni dueños de los edificios de apartamentos, ni los que iban a los clubs aristocráticos, no; esos estaban precisamente del otro lado. Del otro lado, estaban allí los dueños de los centrales, de bancos, de fábricas, de casas; los que estaban aquí era la gente humilde del pueblo, esa fue la que llevó sobre sus hombros el peso de la lucha, el peso del sacrificio, y lleva a cabo cuantos sacrificios sean necesarios.
Nosotros sabemos que nuestro pueblo es un pueblo que tiene calidad, que nuestro pueblo tiene una gran moral, que nuestro pueblo tiene un gran entusiasmo, un gran espíritu de heroísmo. Y lo ha demostrado, como lo demostró en la guerra, por ejemplo, de los Diez Años. ¿Qué pueblo en América luchó como luchó nuestro pueblo en aquella contienda desigual? Nosotros sabemos que nuestro pueblo tiene hombros suficientemente fuertes para saber cargar los sacrificios que tenga que cargar por su Revolución, si el imperialismo nos impusiera a nosotros tremendos sacrificios.
Nosotros sabemos los que se quedan, como sabemos los que se van; nosotros sabemos los que hacen colas en las embajadas, y los que hacen colas en las compañías, para irse: los burgueses, los acomodados, los parásitos, los vive-bien, los cobardes; el pueblo liberado, ¡no! (APLAUSOS), el pueblo liberado por la Revolución está en su puesto, y estará siempre en su puesto, y nosotros sabemos que nuestro pueblo es capaz de pagar el precio que haya que pagar por su Revolución.
Pero son ustedes, los jóvenes, los que tienen que trabajar, creando en el pueblo ese espíritu, creando en la gente joven ese espíritu de abnegación, de sacrificio, esa disposición a hacer lo que sea necesario por la Revolución, a pagar el precio que sea necesario pagar por la Revolución, porque si los imperialistas estuvieran dispuestos a cobrarnos un precio muy alto, no importa, ¡ese precio nosotros lo pagamos por la Revolución!; la Revolución, para nosotros, ¡no tiene precio!; la Revolución, para nosotros, cueste lo que cueste, ¡tiene que seguir adelante! Y la Revolución es, precisamente, la derrota del imperialismo; y quien tendrá a la larga que pagar el precio más alto, no somos nosotros, son los imperialistas.
Los imperialistas luego les han impuesto grandes sacrificios a los pueblos, como se los han impuesto. Por ejemplo, los franceses se lo imponen a Argelia, ¡tremendo y terrible sacrificio!; se lo imponen a Viet Nam del Sur los imperialistas yankis, donde han asesinado a cientos de miles de gentes; le impusieron a Corea del Norte un tremendo sacrificio, sin embargo, todos los que visitan ese país vienen admirados de ver lo que ha progresado, lo que ha avanzado, cómo ese pueblo se ha sabido sobreponer a todo eso.
Nosotros tenemos reserva de energía, de moral y de heroísmo suficiente para sobreponernos a todas las pruebas; y, sobre todo, debe haber esa reserva en la gente joven, debe haber esa reserva en nuestra juventud. En nuestra juventud debe haber más espíritu revolucionario que en nadie, porque para eso tienen el vigor, el entusiasmo, el optimismo y, además, tienen el porvenir por delante, el porvenir por delante. Porque todos nosotros, cuando trabajamos, estamos trabajando por ustedes, estamos trabajando por los niños; y ustedes están trabajando por los niños, pero están trabajando también para ustedes, porque ustedes, algún día, serán la población que reciba todos los beneficios de lo que se está haciendo hoy.
Sin mucha elocuencia, si se quiere, o sin mucha solemnidad, estas son las verdades de fondo que nosotros queremos que ustedes se lleven de esta reunión.
¡Patria o Muerte!
¡Venceremos!
(OVACION)