DISCURSO PRONUNCIADO POR EL COMANDANTE EN JEFE FIDEL CASTRO RUZ EN LA CLAUSURA DEL VI CONGRESO DE LA ANAP, EFECTUADA EN EL TEATRO "CARLOS MARX", EL 17 DE MAYO DE 1982
Fecha:
Distinguidas delegaciones invitadas;
Compañeros del Partido y del Gobierno;
Compañeros delegados;
Invitados todos:
Efectivamente, hoy se conmemoran tres fechas muy importantes, muy históricas y muy recordadas. La primera, en el año 1946, el asesinato de Niceto Pérez. Digamos que, como en el informe de Pepe Ramírez se expresaba, esa muerte al cabo del tiempo se convirtió en una victoria. Otro 17 de mayo, esta vez de 1959, en la patria liberada y teniendo por escenario las montañas que fueron centro de históricas batallas revolucionarias, se promulgó la Ley de Reforma Agraria. También, como recordaba Pepe, un 17 de mayo se efectuó el I Congreso de la ANAP.
Es conveniente de cuando en cuando volver la vista hacia atrás. Hay que volverla, en esta ocasión, para tener presente el largo camino recorrido en 23 años y recordar la primera Ley de Reforma Agraria: cómo eran las cosas entonces, qué pensábamos, qué nos preocupaba. Ni siquiera en aquellos momentos teníamos muy claro lo que íbamos a hacer, es decir, qué formas de producción íbamos a adoptar. El propósito fundamental era cumplir la promesa de liquidar el latifundio y poner fin para siempre a la explotación de nuestros obreros agrícolas y nuestros campesinos. Pero en aquellos días lo fundamental, lo que más discutíamos, era cuánto les íbamos a dejar a los latifundistas, qué tipo de reforma agraria íbamos a realizar, qué grado de radicalismo iba a tener, porque todo el mundo estaba consciente del desafío que significaba aquella reforma agraria, de la batalla que se iba a iniciar con ella. Y recuerdo bien que por aquellos días teníamos un grupo de técnicos, por llamarlos técnicos; más bien podríamos decir un grupo de aficionados a las cuestiones agrarias, entre los que se encontraban, si mal no recuerdo, Carlos Rafael, Núñez Jiménez que había escrito la geografía cubana, estaba el Che también en aquel grupo (APLAUSOS), y el punto que más se discutía: cuál es el límite que se le pone a la tenencia de tierra. Se tenía en cuenta que algunas empresas yankis tenían hasta 20 000 caballerías de tierra. Una tarde nos pusimos de acuerdo, y dijimos: bueno, el límite 30 caballerías. Y por excepción, si la finca estaba muy bien atendida y muy bien explotada, 100 caballerías.
En cualquier otro país hablar de 30 caballerías habría parecido una cifra exagerada; pero en este país, de muchos latifundios, que alcanzaban miles de caballerías, aquel límite de 30 era realmente un límite tremendamente bajo. Esa era la clave: hasta dónde vamos a llevar la reforma agraria en cuanto a profundidad. Aquello significaba la desaparición de todos los latifundios en Cuba y la desaparición, por supuesto, de todos los latifundios de las empresas imperialistas en nuestro país. Y tomamos la decisión.
El grupo de técnicos, con el apoyo de otros compañeros, siguieron trabajando en aquella ley de reforma agraria. Lo importante en realidad no iban a ser los detalles de la ley, sino el contenido en cuanto a la profundidad de la reforma; pero se hablaba de zonas de desarrollo, repartos de tierra, etcétera. Y, desde luego, ya habíamos llegado también a la decisión de poner fin definitivamente al pago de toda renta o aparcería; poner fin al precarismo, legalizarlo, entregarles la propiedad de la tierra a todos los campesinos que la poseían como arrendatarios, precaristas, colonos, etcétera. Esa era otra de las bases de aquella ley: liberar al campesino de la explotación y hacerlo propietario de las tierras.
Pero no estaba claro todavía qué íbamos a hacer con los grandes latifundios. Hasta aquel momento, hasta el final, casi lo único que aparecía en la ley, según los técnicos, era repartos de tierra. Esa palabra siempre tuvo mucha simpatía.
Yo hacía tiempo que meditaba sobre estos problemas agrícolas; recuerdo que ya cuando el Moncada hablábamos muy sutilmente, pero muy intencionadamente, de formas superiores de producción; hablábamos de reparto de tierra, etcétera, de liberar a los campesinos del pago de la renta, pero también hablábamos de las cooperativas.
Y echando una última leída a la ley en el avión, al proyecto de ley, la veo, la miro, la vuelvo a leer, la reviso y no aparece por ninguna parte la palabra cooperativa, entonces le añado un párrafo a la ley, lo cual era legal porque todavía no se había proclamado (RISAS), y le incluyo las cooperativas a la ley. Menos mal, menos mal, porque si no la creación de cualquier cooperativa habría parecido una aparente violación de la ley. Y así se incluyó una de las formas superiores, una de las formas, porque la otra forma superior era la empresa estatal, esa no estaba en la ley; se creó pues no contra la ley, pero en realidad se creó revolucionariamente y de facto, al lado de la ley, porque en la ley agraria primera no se hablaba de granjas estatales; esto fue producto de una evolución, digamos, del pensamiento agrario. Naturalmente que la proclamación de la ley produjo un gran entusiasmo entre los campesinos.
Ahora bien, yo meditaba mucho, porque en realidad la reforma agraria en forma de repartos de tierras tenía ciertos predicamentos en el pensamiento revolucionario, porque por lo general era una demanda de los campesinos, y hay circunstancias políticas determinadas en que el reparto de tierra es la única alternativa, por ser, sin duda, la medida más política, la que promueve más apoyo revolucionario, ¡magnífica!, pero que puede, incluso, liquidar la producción agrícola.
Yo meditaba que en nuestro país la Revolución tenía un tremendo apoyo de los campesinos, de los obreros y que no por razones estrictamente políticas debíamos de crear cientos de miles de minifundios; además, aquel reparto tenía un inconveniente: que no había tierras para todo el mundo, y cuando se hablaba de repartos de tierras, hasta mucha gente de la ciudad ya estaba aspirando a que le dieran un pedazo de tierra. La tierra a una caballería por cabeza iba a beneficiar a 100 000; 150 000; 200 000 familias, pero se iban a quedar cientos de miles de familias sin tierra, o habríamos tenido que dividirla todavía en fracciones más pequeñas, agravando la situación.
No teníamos una real necesidad política de aplicar aquella reforma de reparto de tierra. En cierto modo estábamos repartiendo tierra de latifundistas, cuando a más de 100 000 familias campesinas las hacíamos propietarias de aquellas tierras que estaban cultivando.
En nuestro país se daban las circunstancias de que la agricultura tenía cierto desarrollo capitalista: plantaciones de caña, plantaciones de arroz, plantaciones de diversos tipos, grandes fincas ganaderas, y teníamos un proletariado agrícola, un proletariado que, encabezado por los cañeros, se había destacado extraordinariamente en las luchas obreras. Yo pensaba con dolor que aquello para el movimiento obrero, para el movimiento revolucionario, habría significado un retroceso. Esto aparte de la convicción de que el reparto de la tierra habría hecho imposible el mantenimiento de las producciones cañeras y las producciones agrícolas en el nivel que el país requería, y nuestro país no podía jugar con las producciones agrícolas, puesto que dependía, esencialmente, de las exportaciones agrícolas.
Trataba de imaginarme cómo sería un campo de caña dividido entre 10 propietarios y cada uno de ellos sembrando unas cuantas matas de plátano, otras de yuca, otras de arroz, otras de frijoles y un pedacito de caña, ¡qué sería de la industria azucarera!
Entonces fue cuando empezamos a analizar la conveniencia de no hacer repartos de tierra y a acariciar la idea de las cooperativas. Después nos dimos cuenta, al menos yo pensaba así cuando veía una enorme hacienda ganadera que tenía miles de cabezas de forma extensiva y unos 10 ó 12 obreros, cómo nosotros podíamos formar una cooperativa en aquella enorme hacienda, íbamos a hacer ricos de la noche a la mañana a aquellos 10 ó 12 obreros; veíamos otros tipos de plantaciones arroceras grandes en las que se producía el mismo fenómeno, y decidimos crear las primeras empresas estatales en aquellas haciendas ganaderas y otras grandes empresas agrícolas. No obstante, avanzamos hacia el desarrollo de las cooperativas en las áreas cañeras, era sin duda una medida mejor que repartir aquellas tierras, era una medida mejor que parcelarlas, y se crearon las primeras cooperativas cañeras.
Pero aquellas cooperativas no tenían realmente una base natural, no tenían una base histórica, puesto que las cooperativas se forman realmente con los campesinos propietarios de tierra. A mi juicio íbamos a crear una cooperativa artificial, convirtiendo a los obreros agrícolas en cooperativistas. Desde mi punto de vista, y quizás, aplicando aquello de unos versos de Martí: "Esclavo de mi edad y mis doctrinas", fui partidario de convertir aquellas cooperativas que eran de obreros y no de campesinos, en empresas estatales.
Naturalmente que alguien en el futuro tendrá que juzgar nuestros actos; nosotros no podemos juzgarlos imparcialmente, y decir que han sido buenos, que han sido perfectos, pero es el hecho de que así nacieron las empresas estatales. Si uno analiza, después de tantos años, hay que decir que constituyó un acto de gran audacia, puesto que en aquella época no teníamos cuadros, no teníamos administradores, no teníamos ingenieros, veterinarios, ¡nada! Bueno, algo similar nos ocurrió con las industrias.
Pero el hecho real es que en mi pensamiento surgía un rechazo a la idea de un retroceso social en materia de propiedad agrícola en una revolución socialista, donde los obreros no se convierten en propietarios de las fábricas, donde no se crea una cooperativa de obreros industriales y fui decididamente partidario de que aquellas tierras que habían sido propiedad de los latifundistas y de las empresas imperialistas, fuesen convertidas en empresas socialistas con el mismo status de la fábrica, de la industria.
En los centrales azucareros nos pasó exactamente igual que en las empresas agrícolas: se buscaba un administrador. ¿Quién? Un obrero revolucionario. En la granja, quién: un obrero revolucionario. ¿Qué requisito se le pedía? Ser revolucionario. Pero posiblemente estaba en segundo grado o tercer grado; y si alguien hace una investigación histórica, se descubriría que hubo administradores de granjas que eran analfabetos.
Y no había nada por aquellos días que se pareciera a un ingeniero, a un veterinario, ¡nada!, ni en las fábricas, ni en los campos. Hay que ver cómo se las pudo arreglar nuestro país, en aquellas condiciones, para llevar adelante la producción industrial y la producción agrícola, ¡es increíble!
De las áreas cañeras no tomó posesión la Revolución el primer año; fue, si mal no recuerdo, el segundo año o el tercer año, porque no queríamos tocar la producción azucarera por la enorme dependencia del país de esas exportaciones.
Las primeras zafras no fueron difíciles, todavía había un gran sobrante de fuerza de trabajo. Zafras difíciles fueron las siguientes, cuando empezó a desaparecer el desempleo, cuando la reserva de cientos de miles de obreros desempleados que había en Cuba comenzó a desaparecer como consecuencia de las medidas revolucionarias. Hombres sin ningún conocimiento dirigían las industrias y dirigían las granjas; decenas, e incluso más de 100 000 obreros industriales, tenían que movilizarse para hacer las zafras, sobre todo en aquellas provincias despobladas, como Camagüey, la actual provincia de Ciego de Avila, Las Tunas, etcétera. Cuando llegaba la zafra, empezaba la agonía de las movilizaciones.
Decíamos, pues, que aquella medida con relación a la tierra implicaba una gran audacia, pero no hay revolución sin audacia; y aquel que no sea audaz, no será jamás revolucionario (APLAUSOS). Sin audacia no se habría iniciado nunca nuestra Guerra de Independencia, el 10 de Octubre de 1868; sin audacia no habría desembarcado Martí por Playitas, en un bote, junto a Máximo Gómez, sin ninguna tropa; sin audacia no habría desembarcado Maceo por Baracoa; sin audacia no se habría producido jamás la revolución de independencia; y sin audacia, por supuesto, a 90 millas de Estados Unidos, no se habría iniciado jamás una revolución socialista en nuestro país (APLAUSOS).
Pero es lo cierto que así se inició nuestra revolución agraria. Después vino la segunda Ley de Reforma Agraria, porque lo que parecía muy poquito en la primera ley, parecía después mucho; además, en la primera ley, se les había dejado 30 caballerías a los latifundistas, y en las 30 caballerías, por lo general, quedaron los talleres y las instalaciones principales. Aquella primera ley afectó a unos cuantos cientos, tal vez algo más de 1 000 propietarios; la segunda Ley de Reforma Agraria afectó ya a algunos miles, estableciendo el límite máximo de 5 caballerías.
Continuaron desarrollándose las empresas estatales; se dedicó gran atención a las empresas estatales; se hicieron muchas inversiones en caminos, en presas, en instalaciones. No se abandonaba al campesino independiente. A los campesinos se les dieron créditos; se les aseguraron los mercados, los precios; se les dio cuanta ayuda resultó posible. Se modificaron las condiciones de vida en nuestros campos; se llevó la educación; se llevó la salud pública; en fin, se produjo una verdadera revolución en las condiciones de vida en el sector campesino y en las áreas rurales del país.
Pero hay que decir, en mérito de nuestros obreros agrícolas —los hermanos más cercanos dentro de nuestro proletariado a los campesinos, los obreros agrícolas—, el extraordinario mérito del trabajo de los obreros agrícolas en nuestro país durante 23 años, las duras y difíciles condiciones en que trabajaron. Es cierto que su vida cambió también radicalmente: de 13 horas y 14 de trabajo en algunas ocasiones, de largos e interminables meses de desempleo, comenzaron a trabajar las ocho horas que establecían las leyes; mejoraron su salario; recibieron la seguridad social; recibieron educación ellos y sus hijos; recibieron asistencia médica; se les garantizó el trabajo. Pero las condiciones de vida en nuestros campos eran muy pobres, las viviendas prácticamente no existían; el país no tenía recursos para un enorme plan de viviendas, como lo habrían requerido las necesidades de aquellos obreros en las empresas estatales. Y hay que decir que ellos mantuvieron los renglones fundamentales de la economía, la inmensa mayoría de las cañas que iban a los centrales azucareros.
Ellos han producido estos años casi el ciento por ciento del arroz que se distribuye, casi el ciento por ciento de las aves y los huevos, de la carne de cerdo y de res que recibe el pueblo, y de otras producciones importantes. Es por ello que un día como hoy, al clausurarse este congreso, este feliz día de nuestros campesinos, tengamos un pensamiento de recuerdo, gratitud y reconocimiento a los cientos de miles de obreros agrícolas que junto a nuestros campesinos hicieron posible esta gran revolución agraria en nuestro país (APLAUSOS PROLONGADOS).
Ellos trabajaron en las condiciones más duras, más difíciles, viviendo en albergues, en viviendas de pésimas condiciones, y a pesar de los esfuerzos de la Revolución, que ha construido cientos de comunidades para los obreros agrícolas y sus familias, y que en algunas empresas hay un notable avance en ese aspecto, todavía son y seguirán siendo durante años muy duras las condiciones de vivienda de nuestros obreros agrícolas.
Hoy podemos visitar lugares de los cuales nos sentimos orgullosos, como cuando en días recientes, en la empresa genética Los Naranjos, se entregó un galardón a los obreros, a los técnicos y a la administración de ese centro, en medio de una comunidad moderna, y era realmente impresionante la lista de los logros de esa empresa. Y así tenemos muchas a lo largo y ancho del país, que van convirtiéndose en modelos.
Es increíble comparar aquellos tiempos con estos, en que en cualquiera de esas empresas cañeras, o ganaderas, o arroceras, se encuentran decenas y decenas de ingenieros, de veterinarios, de especialistas en riego, de economistas, de administradores experimentados. Es impresionante comparar aquellos tiempos con estos por la presencia de las máquinas, de las combinadas. Recuerdo que las primeras cosechas de arroz se hicieron a mano, en los primeros años de la Revolución. Hace tanto tiempo que no se cosecha arroz a mano en nuestro país, que dudo que alguien recuerde qué forma tenía aquella hoz de cortar el arroz. Y en los campos de caña, los niveles de mecanización en la cosecha, en el transporte, en el regadío, en la preparación de la tierra, son impresionantes y constituyen logros que con júbilo celebramos aquí junto a nuestros campesinos en el día de hoy, porque esos obreros, junto con los obreros industriales que se movilizaban por decenas de miles para hacer la zafra, han hecho posible esta circunstancia, mediante la cual es de esperarse un avance acelerado de nuestra población campesina.
Pero hubo indiscutiblemente un desequilibrio en el desarrollo de nuestros campos, porque la atención principal se prestaba a las empresas estatales, no se desatendía al campesinado, pero durante un tiempo incluso, prevaleció el criterio —y soy el responsable de eso—, un poco idealista si se quiere, aunque sin duda revolucionario en el fondo (APLAUSOS), de que la transformación de nuestros campos marcharía únicamente a través de las empresas estatales y que algún día tendríamos toda la agricultura ya socializada sobre la base de empresas estatales. Y recuerdo uno de los congresos, no sé si fue el III o el IV, fue más o menos por el año 1971, en que en la clausura les hablaba de esto a los campesinos.
No se desarrolla ningún pensamiento revolucionario en forma rectilínea como un rayo de luz, lo que ha de ser rectilíneo como el rayo de luz es el espíritu revolucionario y la honestidad de los hombres (APLAUSOS). Pero no siempre las ideas se presentan con toda precisión y con toda claridad. Yo recuerdo mis ideas en ese período, y pensábamos cómo podríamos ir desarrollando la revolución en el campo, tal como lo hemos hecho en Picadura, en el Valle del Perú, en la Agrupación Genética del Este de La Habana, en Triunvirato, en el Escambray, que de haber sido posible, de haber existido recursos para hacerlo en todos los campos de nuestro país, no hay duda que habría significado un enorme avance como lo fue para los campesinos que en condiciones muy pobres vivían en aquellas zonas. Se construyeron las comunidades con sus escuelas, con su posta médica, con todas las facilidades. Se llegaron a crear en muchos lugares rurales de Cuba condiciones de vida que podrían producir envidia a los habitantes de las ciudades, pero aquello requería enormes recursos, enormes inversiones, y tal vez un número de años prolongados, antes de que las tierras en manos de los campesinos pudieran pasar a formas superiores de producción. Y recuerdo que meditaba mucho sobre esto, a veces cuando volaba en el avión por algunos valles, repletos de casitas, con numerosos pedacitos de tierra, o cuando íbamos por las zonas de tabaco pinareñas, que veíamos en aquellos valles infinidad de casitas donde vivían los bisabuelos, los abuelos, los hijos, los nietos y hasta los bisnietos, y yo decía: cuál seria la historia de esta multiplicación de parcelas; y meditaba que a través de aquella forma, de aquel único camino, habría llegado a ser imposible, muy costoso y tardaría muchos años antes de que nosotros pudiéramos tener un pueblo como el de Triunvirato o el de picadura, en cada uno de aquellos valles.
Y así me fui persuadiendo de que teníamos que seguir también el camino de la cooperativización en muchas áreas de nuestro país. Y aunque ya más del 70% de la tierra, casi el 80%, de un modo o de otro —entre tierras provenientes de las leyes de reforma agraria, tierras adquiridas, tierras arrendadas, etcétera, se había llegado a reunir casi el 80% de las tierras en empresas estatales—, nos encontrábamos en un punto en que la economía y la población requerían indispensablemente el desarrollo técnico de la producción campesina en el 20% ó 25% restante de tierras agrícolas. Ya en ese período podemos decir que la pequeña propiedad parcelada había dado todo lo que podía dar o casi todo. Ya se estaba cosechando la caña en máquina en muchas áreas; ya se estaba utilizando el herbicida en avión, y el pesticida; ya se estaban desarrollando sistemas de riego, y la aplicación de aquella técnica era prácticamente imposible en medio de una multitud de parcelas. La producción agrícola campesina podíamos decir que se encontraba estancada. La posibilidad de aplicar técnicas superiores no existía en aquellas condiciones.
Todos aquellos elementos nos llevaron a la convicción de que la verdadera cooperativa, no la que habíamos querido hacer en los primeros años con los obreros agrícolas, de que la verdadera cooperativa, la cooperativa lógica, la cooperativa histórica es la que se forma con la unión de la tierra de los pequeños agricultores.
Así fue como ya a raíz del Primer Congreso del Partido, en la dirección del Partido discutimos todos estos problemas y se plantearon las dos formas de desarrollo agrícola, y las dos formas superiores de producción agrícola: las empresas estatales y las cooperativas. Ya estas ideas, estos acuerdos del Primer Congreso inspiraron la línea del V Congreso de la ANAP. Pero sobre esto se planteó un principio, y siempre se había planteado, dos cosas realmente se plantearon. A raíz de la segunda Ley de Reforma Agraria, se dijo que no se harían más reformas agrarias, es decir, se le dio tranquilidad a todo el mundo, y se ha cumplido esa promesa. Se prometió también que ningún campesino sería obligado a entrar en una granja o en una cooperativa, y eso se ha cumplido y se cumplirá rigurosamente, como afirmaba Pepe aquí al final de su discurso. Ese principio se ha respetado escrupulosamente.
Claro está que con aquellas condiciones de vida que se daban en algunos pueblos mencionados, muchos campesinos, casi todos, prácticamente todos, veían con absoluta claridad las ventajas para ellos y para sus familiares, y la seguridad que significaba integrarse en una granja. Incluso cuando decidimos seguir también el camino de las cooperativas, no fue fácil. Fue necesario convencer a muchos compañeros y a muchos cuadros de que era razonable aquella política. Incluso muchos campesinos preferían la granja a la cooperativa, por todas aquellas ventajas que a simple vista podían percibirse en el mejoramiento de sus condiciones de vida en un número de granjas estatales.
El país no tenía recursos para hacer aquello, no tenía recursos para construir cientos de miles de viviendas en los campos en el período de unos pocos años, dentro de los cuales obligadamente nosotros teníamos que seguir avanzando en la agricultura; en que nuestro país y nuestra economía lo exigían. Y se comenzó modestamente el movimiento cooperativo.
He dicho y he discutido que en realidad debimos haber iniciado antes este movimiento cooperativo. Lo he dicho, y lo digo, y asumo mi responsabilidad moral en el atraso de algunos años que ha tenido el movimiento cooperativo (APLAUSOS). Creo que el primer deber y el más sagrado deber de todo revolucionario es la capacidad de reconocer cualquier error que puede haber cometido (APLAUSOS). Y siempre me gusta mirar atrás los hechos, analizar los acontecimientos, y analizar cada uno de los actos con los que he tenido que ver, y en general soy realmente muy crítico, digamos que soy más crítico conmigo mismo de lo que me expreso, y me he caracterizado por ser autocrítico en la Revolución (APLAUSOS).
Había dos ideas, digamos, la predilección por la empresa del Estado, tenía predilección por la empresa estatal y, al mismo tiempo, un respeto casi sagrado a la tradición individualista de los campesinos. Y decíamos: seguramente los campesinos no van a tener mucho interés en organizarse en cooperativas. Yo diría que subestimaba el nivel de conciencia de nuestros campesinos, sobrestimaba su individualismo, y al propio tiempo los respetaba demasiado para pensar violentar sus deseos o sus sentimientos en lo más mínimo. Si había subestimación del nivel de conciencia, había profundo respeto, como el que hemos sentido siempre por los campesinos. No era muy creyente de la cooperativa.
Cuando hablo de formas superiores siempre he pensado y pienso, incluso, que la empresa estatal es superior. Me gustó siempre la idea de que la agricultura se desarrollara como la industria, y que el obrero agrícola fuera como un obrero industrial. El obrero industrial no es dueño de la industria, ni es dueño de la producción; es dueño como pueblo, como parte del pueblo es dueño de esa industria, como parte del pueblo es dueño de esa producción.
Siempre pensé, siempre me ha gustado e, incluso, me gusta más esa forma. ¡Ah!, pero no era la más realista, la más realista era esta: en lo que nos quedaba de tierra de los campesinos, en ese 20%, en ese 25% de tierra que les quedaba a los campesinos. La forma realmente correcta, realista, y puesto que lo más realista es también lo más revolucionario, la forma más revolucionaria era tomar las dos vías: la de las empresas estatales y la de las cooperativas. Ya estas ideas quedaron muy claras para todos nosotros a raíz del Primer Congreso del Partido y a raíz del V Congreso de la ANAP. Y nos dedicamos a trabajar en esta dirección.
En el año 1977 era muy poco lo que habíamos avanzado. Había —según el informe de Pepe— 44 cooperativas, que abarcaban 451 caballerías, si mal no recuerdo. Iba lento al principio; al principio parecía que iba a costar trabajo que la idea de la cooperativa se abriera paso. Pero nosotros decíamos: ninguna presión, ningún apuro, que los campesinos vayan poco a poco y vayan autopersuadiéndose de las ventajas de las cooperativas. Y así comenzó este movimiento.
Yo pensaba, y pienso todavía, que este movimiento tarde ocho años más, 10 años más, hasta que la inmensa mayoría de las tierras actualmente en manos de los campesinos esté organizada en una forma superior de producción. Y desde que llegué a estas ideas, a esta convicción, he sido realmente, como lo soy con todas mis convicciones, un entusiasta y decidido defensor del desarrollo de las cooperativas en las tierras campesinas (APLAUSOS), especialmente en las áreas donde existe concentración de parcelas. Ya el país cuenta con 1 140 cooperativas en 39 500 caballerías, el 35% de las tierras campesinas.
Y pienso que un gran porvenir se augura para nuestros campos, y veo claro cómo un día entre las empresas estatales y las cooperativas tendremos una de las agriculturas más desarrolladas, no ya de este continente donde realmente les llevamos un largo trecho a todos los demás países, sino también una de las agriculturas más avanzadas del mundo (APLAUSOS), y una de las revoluciones agrarias más profundas que se hayan hecho nunca (APLAUSOS): sin violencia, sin coerción, y bajo el más estricto respeto que pueda haber tenido alguien al sentimiento y a la voluntad de nuestros obreros y nuestros campesinos.
Eso lo veremos claro cuando podamos haber construido una comunidad en cada empresa estatal agrícola y en cada cooperativa campesina; cuando la electricidad, el agua y todas las ventajas de una vida moderna hayan alcanzado a todos los rincones de nuestros campos.
Si es difícil a los viejos, si es difícil ya a los viejos latifundistas reconocer dónde estaba su tierra, porque el país se ha llenado de lecherías, de nuevas cercas, de presas, de caminos y de instalaciones que no existían, ya me imagino a la vuelta de 10, 15, 20 años, cuando hayamos alcanzado en nuestros campos este desarrollo, si habrá alguno que ni con mapa, ni con una lupa, en pleno mediodía, sea capaz de saber dónde estaba su finca y los linderos de su finca (APLAUSOS). Porque una vista aérea, un panorama aéreo de nuestros campos, estará mostrando por todas partes instalaciones agrícolas modelos y comunidades modelos. Y llegaremos. Si de donde partimos hemos llegado hasta aquí, lo que nos falta para llegar a eso es mucho menos que la mitad del camino (APLAUSOS).
Pienso que no sin razón se ha dicho que este Congreso es histórico, este VI Congreso de la ANAP. Porque aquí se vio ya que la idea de las cooperativas había triunfado, en cinco años la idea de las cooperativas había triunfado. Eso se palpaba aquí en este Congreso. Y era realmente impresionante escuchar las intervenciones de los presidentes de cooperativas que hicieron uso de la palabra (APLAUSOS), al reflejar los éxitos logrados, es increíble. Ya no resiste comparación posible la productividad, la producción y los ingresos de esas tierras unidas con la aplicación de la técnica; como explicaron aquí informando que se ha duplicado la producción de caña en las áreas que pasaron de parcelas a cooperativas: de 40 000 a 80 000; de 50 000 a 100 000 arrobas por caballería; los rendimientos agrícolas del tabaco, de la papa, de las viandas, de los vegetales, del café, de cualquier cultivo que caiga en manos de las cooperativas; el entusiasmo, la fuerza, la capacidad de desarrollo, de utilización de las tierras, y de todos los recursos de nuestros campos. Es realmente impresionante y, además, estimulante ver los resultados que están obteniendo las cooperativas. Lo que unido a los avances que está logrando la agricultura estatal, en cítricos, en arroz, en leche, en la avicultura de carne, en la producción de huevos, en caña, auguran, sin duda, un avance extraordinario para nuestra agricultura; y, además, sienta las bases de esa sana emulación que nosotros queremos desarrollar entre las cooperativas y las granjas estatales (APLAUSOS).
El compañero de Samá, en Banes, decía ayer: que, bueno, van a ganar esa emulación, o que van a trabajar más que los obreros. En realidad hablaba el honor campesino; pero no hay que olvidarse de que existe también un honor obrero (APLAUSOS). Y tenemos magníficos, extraordinarios obreros, en nuestras fábricas, en nuestros campos. Una buena medida son los macheteros millonarios de los movilizados por la CTC, los cientos de millonarios en las zafras, los obreros destacados, los vanguardias por dondequiera, en la construcción, en el transporte, en la agricultura. Lo sabemos por la cantidad de vanguardias que premiamos todos los años. Hay que hacer que crezca el prestigio y la influencia de esos vanguardias entre los obreros y entre los campesinos (APLAUSOS), de modo que cada cual tome por ejemplo a los mejores. Esa emulación se va a dar y va a ser fuerte, cada uno con su honor, va a ser sana, va a ser revolucionaria y el país va a ganar mucho (APLAUSOS).
Pero sin duda nuestros campos, nuestra agricultura cooperativa y estatal, marchan adelante con magníficas perspectivas. Eso lo hemos podido apreciar en este Congreso y, sobre todo, lo más importante, la mejor noticia, y es que el movimiento cooperativo marcha con tremenda fuerza y que sus resultados son extraordinarios. Eso nos produjo mucha satisfacción.
Pero nosotros y un grupo numeroso de compañeros de la dirección del Partido y del Estado hemos sido testigos del desarrollo de este Congreso. Hemos escuchado el informe con mucha atención, nos explicamos el porqué de esta victoria: el ANAP tiene mucho que ver con esta victoria (APLAUSOS).
Naturalmente que en estos años de Revolución todo el pueblo ha avanzado mucho, de un pueblo analfabeto, digamos de un campesinado analfabeto. Ya tenemos hoy la realidad de que muchos hijos de campesinos se han hecho médicos, ingenieros, economistas, cuadros destacados del Partido, del Gobierno, de las Fuerzas Armadas, del MININT, de todas las instituciones creadas por la Revolución. Ya hay muchachos que casi nacieron con el triunfo en 1959 ó en 1958 ó en 1957 y están graduados en nuestras universidades, y el número es creciente. Hace mucho tiempo que no se habla de analfabetismo, ni de semianalfabetismo, ya se habla de sexto grado como mínimo, ya se lucha por un noveno grado mínimo, hay una cultura política, hay una cultura general que se refleja naturalmente en nuestros campesinos; pero hay un trabajo político, revolucionario de la ANAP —yo creo que Pepe se queja a veces porque yo digo el ANAP, en vez de decir la ANAP (RISAS Y APLAUSOS). Pero, bueno, no se puede negar que es una organización de hombres y de mujeres. Vamos a llamarla correctamente entonces, la ANAP, Pepe (RISAS)—, un trabajo revolucionario y político que ha calado en nuestros campesinos, un trabajo serio, un trabajo educacional, un trabajo cultural, un trabajo técnico, se refleja en el Congreso y se reflejaba en el informe: desde el esfuerzo por crear los grupos técnicos y las comisiones técnicas, los grupos de aficionados, el deporte, la lucha por el sexto grado, en fin, todas las actividades que en muchos campos ha desarrollado la ANAP.
Pero lo más importante: un trabajo serio, muy serio, sin sombra de politiquería, sin sombra de demagogia; es que un demagogo aquí no duraría ni un minuto; lo descubriría todo el mundo en el acto, al demagogo, al que no es serio, al mentiroso, mucho más rápido que descubrir que Pepe estaba cojeando ayer por un problema en un menisco (RISAS), porque como dice el dicho: "Más pronto se descubre al mentiroso que al cojo"; pero también se descubre pronto al demagogo, al tipo poco serio. Hace mucho tiempo que en ningún congreso se ve eso por ninguna parte; pero es curioso, es que no se ve a nadie diciendo boberías y podía ser natural, un individuo sin querer puede decir muchas boberías; pero ya en ningún congreso se para nadie a decir tonterías, boberías, cosas confusas, ni se vio en el Congreso de los CDR, ni en el Congreso de la Juventud, ni en el de la ANAP. Nos quedamos realmente impresionados de esos avances políticos, culturales, la calidad, la seriedad, y realmente es muy estimulante. Ese es el resultado del trabajo de nuestro Partido y de nuestras organizaciones de masas; y realmente la ANAP y su dirección, especialmente el compañero Pepe, merecen no solo la felicitación por el Congreso, la justa reelección de muchos de los dirigentes en sus cargos, sino el reconocimiento por el profundo trabajo que han desarrollado en nuestras masas campesinas (APLAUSOS).
Nosotros estamos realmente impresionados, no solo por el movimiento cooperativo, porque aquí brilló la idea de la cooperativa, de modo que en cierto momento parecía un congreso de cooperativistas, preludio de lo que serán en el futuro nuestros congresos campesinos, sino también con todos los que hablaron, los compañeros de las montañas, los compañeros de las cooperativas de créditos y servicios, por la responsabilidad, la sabiduría, la honestidad con que se plantearon aquí los puntos de vista, la confianza, la libertad, el espíritu democrático de este Congreso y la honestidad prevaleciente. Me gustó mucho la honestidad con que Pepe presidía el Congreso, intervenía, no tenía temor de hablar con franqueza, de hacer críticas sobre cualquier problema; creo que en ese estilo se han educado nuestros campesinos, aparte de sus tradiciones históricas, su honor y su conciencia.
En realidad, el Partido ha tenido en los campesinos un gran representante, pero los campesinos han tenido también en el Partido un gran representante (APLAUSOS). El compañero Pepe ha sabido representar al Partido entre los campesinos, y ha sabido representar a los campesinos en el seno de nuestro Partido (APLAUSOS).
De modo que el Congreso ha dejado en todos nosotros, y pienso también que en nuestros visitantes, una gran impresión. Se aprovechó el tiempo, nos lamentábamos ayer de que no hubiera durado un día más. Los organizadores de la feria se quedaron sin feria, por lo menos sin campesinos en su feria, a pesar del noble esfuerzo que realizaron; ustedes tenían que regresar, y aunque por disciplina habrían estado dispuestos a estarse un día más en La Habana, estaban mucho más impacientes por regresar a sus bases que por participar en la feria, y se comprende (APLAUSOS). Se aprovechó el tiempo mucho, bien, se habilitaron horas extras para poder discutir las cuestiones fundamentales, porque aquí, en primer lugar, estaba el incuestionable éxito del movimiento cooperativo, punto número uno, que se reflejaba en este Congreso; se reflejaban los éxitos también en casi todos los renglones agrícolas: tabaco, viandas, vegetales, frutas, se podían ver cifras acerca de cómo ha crecido la producción campesina en estos cinco años; pero también se discutieron algunos puntos conflictivos, el primero de ellos fue la situación de las montañas, aquí quedó bien clara la necesidad de un estudio rápido y serio de la situación de las montañas y una coordinación de esfuerzos de todos los organismos pertinentes para resolver el problema, como se explicaba ayer, por la necesidad que tenemos del desarrollo del café y del desarrollo de nuestros bosques; un éxodo total dejaría a las montañas sin fuerzas para atender los bosques; un éxodo grande las dejaría sin fuerzas para atender el café y el cacao, y ayer definíamos nuestros objetivos en las montañas como café, cacao, bosques, es decir, madera y autoconsumo campesino. Decíamos que las montañas tienen grandes posibilidades también en otros campos, como es el del turismo, etcétera, que la Revolución había provocado el éxodo de las montañas al crear nuevas condiciones de vida y todo tipo de posibilidades en el llano.
Nosotros recordamos cuando nuestras primeras experiencias en las montañas, la cantidad de bohíos, y allí vivían campesinos que habían venido del llano, muchas veces obreros agrícolas presionados por el tiempo muerto, por el desempleo, por el hambre, iban a las montañas, y allí con miles de trabajos tumbaban montes, quemaban, hacían una casita, las primeras siembras para alimentarse, las primeras plantas de café; muchas veces después venía alguien y les reclamaba aquellas tierras; pero en las condiciones del capitalismo había tal presión social que como una esperanza, como una tierra de promisión iban los trabajadores a las montañas, y ese fenómeno creciente en el capitalismo, después fue totalmente a la inversa. Y está claro para nosotros y quedó claro en este Congreso que hay que encontrarle solución a este problema.
Se ha pensado otras veces, se han hecho algunos esfuerzos, pero evidentemente no son suficientes, y tendrá que hacerse un programa especial, y tendremos que arreglárnosla para resolver diversos problemas, desde las puntillas, materiales, etcétera; qué hacer con los caminos, con los que tenemos hechos, cómo mantenerlos, cómo resolver lo de las viviendas; en fin, un plan integral para las montañas, como forma de atraer y retener la población ante la competencia del llano. Esto habrá que tenerlo en cuenta también cuando se analicen los impuestos, qué tipo de facilidades darles a las montañas, qué condiciones de vida crear para los trabajadores en las montañas, si es que queremos detener el éxodo, aparte del trabajo político y del trabajo de la ANAP.
También considerando esto se llegó a la conclusión de desarrollar lo más posible las áreas cooperativas en las montañas, teniendo en cuenta que salvo determinados lugares, empresas estatales que tienen condiciones especiales, la montaña, donde el trabajo agrícola es manual, se presta más a la forma de producción cooperativa, en fin, para nosotros ha quedado muy claro.
Otro punto conflictivo, y de los más conflictivos: la cuestión del mercado libre campesino.
Yo hice ayer algunas reflexiones sobre este tema, lo asocié a otros; era entre nosotros. Hay que hacer algunas reflexiones aquí para todos los campesinos y para el pueblo, porque este es un tema muy debatido y, posiblemente, muy esperado, y mucha gente diciendo: ¿qué va a pasar con el mercado libre campesino y cuál será la fórmula mágica que va a aparecer en este Congreso? Desde luego, la fórmula tiene que ser mágica de todas formas, porque si no hay una fórmula mágica entonces no se pueden producir los prodigios que mucha gente espera de esta institución, porque esperan muchos productos y, además, baratos (RISAS). Bueno, hace falta una fórmula mágica y repetir el famoso milagro de los peces y los panes, y decir: bueno, ese guanajo se multiplica por 50 000 guanajos, una señal ahí y 50 000 guanajos en el mercado, refrigeración y todo (RISAS Y APLAUSOS). Entonces, el guanajo barato y abundante.
Porque con los mercados se han producido una serie de fenómenos muy interesantes, en primer lugar el fenómeno del intermediario. ¿Quién tiene la culpa de este intermediario? ¿Los intermediarios? No. ¿Los campesinos? No. ¿Quién entonces? ¡Nosotros!, que creamos este mercado, somos los que tenemos la culpa. ¡Sí! Claro, no somos los inventores históricos del mercado; pero, bueno, dijimos, vamos a ver si resulta algo con este mercado.
Claro, este mercado se creó con buenas intenciones, desde luego, nadie tuvo intención de ayudar a ningún intermediario, etcétera. Se ha hablado de los objetivos: ver si se estimulaba la producción; ver si se suprimían fenómenos de bolsa negra; ver si se lograba que algunos productos que los campesinos no recogían los recogieran; limitaran un poco su consumo y trajeran algo de lo que consumían para el mercado. De todo eso puede haber ocurrido algo; pero también ocurrió que empezaron a traer al mercado muchos productos que antes se entregaban en Acopio, el puerquito que iba para Acopio, por el lío ese del precio, que si se bajó. Alguien planteó eso, nosotros también lo hemos estado discutiendo; todavía no sabemos bien lo que vamos a hacer, pero algo habrá que hacer con el precio del puerquito ese. Pero había un problema, porque el puerco de calidad se vendía a 60, no se podía poner un producto que no es de la misma calidad a un precio superior; en fin, no sabemos todavía cómo lo vamos a resolver, pero algo habrá que hacer para aumentar un poco el acopio del cerdo. Porque resulta que ese cerdo, si bien no se considera de mucha calidad, parece que es el mejor para asar, ¿comprenden? (RISAS) Quizás para hacer jamones para vender al público, sea mejor el otro; pero este parece que es el que le gusta a la gente para asar, tiene unas características especiales (RISAS). Algo tendremos que hacer, pensamos que haremos algo con relación a ese puerquito que le gusta a la gente para asar; a lo mejor hay que subirle el precio y al otro también, pero algo habrá que hacer.
Productos que se entregaban a Acopio, empezaron a aparecer en el mercado libre. Realmente esto no es justo, que se le deje de vender a la población un producto a sus precios oficiales, por venderlo allí en el mercado libre a precios altos. Desde luego, el obrero de menos ingreso se verá privado, a lo mejor, de ese pedazo de cerdo, de aquella gallina, o de los productos que se entregaban a Acopio. Ese fue un elemento negativo.
Se pensaba que el contrato de Acopio iba a funcionar, que habría controles en Acopio, que habría controles por los poderes populares, por la ANAP, etcétera, y se mantendrían las entregas a Acopio. No tiene gracia sacar los productos de Acopio para llevarlos al mercado libre.
Se dio otro fenómeno muy negativo, el más negativo de todos, la presencia de los intermediarios. Y decíamos que nosotros éramos los culpables; porque, al parecer, ese mercado no puede funcionar sin alguna forma de intermediario. ¿Por qué? Porque el campesino no tiene los medios para venir de Batabanó aquí a La Habana, o de Güira de Melena, o de la provincia de Matanzas, porque quiere traer cinco gallinas, siete gallinas, y él dice: "¿Cómo me voy a dar un viaje yo por siete gallinas?" Aunque las gallinas pudieran venderse en dicho mercado a 10 pesos, etcétera. Surgió inmediatamente el intermediario, porque parece que el intermediario era una necesidad de este mercado; si no, ¿cómo llega el plátano de Holguín a La Habana? Y el personaje que tenía almacenados 50 000 plátanos para venderlos a 80 centavos. Ocho por cinco, 40: ¡cuarenta mil pesos, caballeros! Eso, ni un hacendado en el pasado, un hacendado no vendía 40 000 pesos en unos días; con unas ganancias que debe haber tenido ese personaje de unos 30 000, por lo menos, ¡y libre de impuesto!, libre de impuesto. Bueno, recogió el plátano por allá entre los campesinos de Holguín; y creo que en esos días no había mucho plátano por Holguín, pero estaban aquí en el mercado de La Habana, a esos precios.
Desde que pasó el último ciclón, y mientras se logran todas las producciones de semillas, en esta provincia, para ese tipo de plátano, se requiere cierto tiempo; no el plátano fruta. Pero así son las cosas: en todas partes del mundo aprecian más el plátano fruta; como era el plátano más abundante y de mayor productividad, pues aquí en La Habana parece que algunas familias prefieren el otro plátano, tal vez porque no lo ven con mucha frecuencia, y lo pagan más caro que el plátano fruta. El otro se puede comer como vianda o como fruta, y en el mundo el que se conoce y se consume es el otro, el plátano fruta. Pero este plátano holguinero adquirió unos precios astronómicos, y un intermediario lo traía de allá. Y así, muchos productos.
En realidad, ya el 90% de los que estaban en el mercado eran intermediarios; muchos campesinos, por honor campesino, no querían ir al mercado. También la facha de algunos tipos que estaban allí, era una facha patibularia (RISAS); había algunos tipos con una figura de expresidiarios del diablo. Yo he visto algunas fotografías de estos, y digo: ¿este es de Mariel?, ¿es del Combinado del Este?, ¿de dónde es? (RISAS) El campesino decente no quería estar por ahí.
¿Quiénes sirvieron de base a los intermediarios, aparte de la necesidad? Muchos de los llamados parceleros, que no deben confundirse con aparceros; se parecen las palabras, pero no es lo mismo. El aparcero puede ser parcelero también, porque a lo mejor está de aparcero allí, no pertenece a la ANAP ni nada, e iba por concepto de parcelero. Parceleros hay unos cuantos legales y me imagino que muchos ilegales, que tienen un pedazo de tierra por aquí, por allá, algunos agarraban el agua del acueducto para regar, y había de todo. Entre los parceleros había algunos tipos que no tenían ni patio en su casa. ¡Ah!, pero, bueno, ¿mercado libre? Inventaron rápido: una incubadora y unos huevos fértiles. Cuando al individuo le preguntaron de dónde había sacado aquellos huevos fértiles, dijo que de la tienda, y en la tienda no se vende ningún huevo fértil. Huevo fértil es en los centros de cría y de recría, en granjas especiales; los huevos fértiles esos los sacó de algún lugar incorrectamente, y el alimento para aves lo sacó de algún lugar, porque todo eso está asociado a ilegalidades, corrupciones, robos, etcétera. Y ese parcelero apareció por ahí. Parece que no nos conviene ese parcelero en el futuro mercado libre.
Ahora, habrá alguno que sí, que pueda ingresar en la ANAP, había, por ejemplo, algunos que poseían parcelas legalmente y trabajaban en centrales azucareros, tenían que pertenecer a la ANAP o al sindicato y no a los dos al mismo tiempo. Otros tienen tierras ilegalmente. De todas formas, la ANAP tiene que hacer ahora un estudio, un análisis de los parceleros para ver cuáles pueden ser legalizados y cuáles no, porque conforme a las nuevas ideas que hay sobre este mercado, los llamados parceleros no deben asistir, en dos palabras: deben asistir solo los que forman parte de la ANAP, son los que deben tener derecho y no cualquiera porque le da la gana, porque se llama parcelero y va allí. Esa es una de las primeras medidas.
Ahora, como decía, puede haber muchos casos de estos que puedan estar en la ANAP. ¿Por qué? Porque hay miles de caballerías que andan sueltas por ahí. Aquí se habla de las caballerías de las empresas estatales, las caballerías que tienen las asociaciones campesinas, pero hay miles de caballerías y miles de gente que andan como rueda suelta en el campo, que tienen tierras que no las controla ni el Ministerio de la Agricultura ni la ANAP, nadie; eso no es conveniente. En definitiva hay que ver las ilegalidades que existen, rectificar las ilegalidades, poner orden en nuestros campos, y toda tierra de nuestro país tiene que estar o bajo el control del Ministerio de la Agricultura o bajo el control de la ANAP; no puede haber pedazos de tierras sueltas por ahí sin control alguno (APLAUSOS). Cuando todas las tierras campesinas estén en cooperativas, entonces, bueno, se acabará ese desorden.
Si yo veo por ahí una finquita, yo siempre me he imaginado que era de campesinos, de una base campesina, pero por los datos y las estadísticas, hay montones que no están en la ANAP, y que pueden ser ilegales o hay aparceros allí, o hay individuos que tienen abandonada la tierra.
Cualquiera comprende las ventajas que va a recibir el país cuando esa propiedad parcelaria descontrolada desaparezca. Es motivo de montones de cosas mal hechas incluso; base para bolsa negra, etcétera. Cuando esté nuestra agricultura organizada en cooperativas y en granjas, no puede existir la bolsa negra, podrá existir el robo, es otra cosa, que alguien robe y lo venda, pero no que alguien comercie con productos agrícolas clandestinamente. No se concibe a los dirigentes de una empresa estatal o los dirigentes de una cooperativa implicados en el "timbiricheo" ese. Eso es de muchos parceleros de esos y aparceros, crean el caos y el desorden. Y parece que en el futuro mercado libre, no deben existir esos personajes. Ya tenemos identificados a dos: el intermediario y el parcelero. Esas instituciones deben ir desapareciendo de nuestra agricultura.
Ahora, ¿que íbamos a hacer? El público quiere que haya mercado, pero con abundantes productos y baratos, esa es la realidad. ¿Por qué? Porque los intermediarios se apoderaron del mercado y elevaron exageradamente los precios. Algunos de estos habrían sido brillantes en la bolsa de Nueva York, se lo advierto (RISAS), porque llegaban y decían: "No venda, no venda, no venda, los precios son estos." Bueno, un campesino no quería estar allí buscándose un conflicto con el lumpen este que se apoderó del mercado: "los precios son estos, el de la gallina y el de lo otro". Entonces, iban aumentando los productos y a la vez iban aumentando los precios. Iban aumentando los productos, porque eran productos que antes iban a Acopio una parte de ellos, aumentaban los productos y aumentaban los precios, y ellos imponían la ley en el mercado, cada vez más caros. La historia de la cabeza de ajo a peso, ya yo hablé de eso allá por Caujerí; una pequeña crítica, porque ya desde aquella época oía hablar del ajo a peso, y el plátano por aquí por La Habana a 80 centavos. Entonces, precios exorbitantes, abusivos.
Eso creó en la gente el rechazo, el reclamo, y empezaron a surgir las distintas corrientes de opinión. Muchas de ellas son ilusiones. Hay que bajar el precio. Bueno, si bajas el precio tanto, que es más allá de ciertos límites, desaparecen los productos o los venden a otro precio en bolsa negra, etcétera. Los mercados se llamaban libres, y muchos razonábamos: desde el momento en que a este mercado le pones un tope; bueno, un tope no, regulas los precios, ya deja de ser mercado libre. Yo no sé cuánto vale una gallina de cuatro libras o tres libras, al precio oficial. Si le pones un 20% más, posiblemente, la gallina esa no va a ningún mercado, se queda por ahí o se vende de contrabando, cualquier cosa, o se la come el campesino sencillamente, en definitiva, el campesino es el que la produce. Dejaba de ser mercado libre, y si se ponían precios muy bajos no iban a aparecer los productos, o aparecían media hora y una larga cola y una lucha por obtener el producto, y aquí realmente, aparte de la acción monopólica de los intermediarios y las imposiciones que le pusieron al mercado, se suponía que la oferta y la demanda eran las que debían regular esa situación.
Nosotros estuvimos discutiendo, un grupo de compañeros del Partido, de organismos del Estado, de la ANAP, qué hacer con esto. Yo había planteado en el acto del Congreso de la Juventud: bueno, un alto impuesto, para que por lo menos el Estado recibiera algo y el pueblo recibiera algo por vía del impuesto. Así se estuvo pensando en distintas fórmulas, sin regular el mercado. Esas eran las ideas que teníamos, sin regular el mercado, pero un impuesto alto, podía ser hasta del 50% ó el 40%. Se llegó a pensar en la fórmula de un impuesto alto, porque se sabía que los que vendieron en el mercado recaudaron 140 millones de pesos en un año, y menos de un millón fue lo que se pagó al Estado. Posiblemente a precios oficiales de esos productos obtendrían de 30 millones a 40 millones. La ganancia adicional fue de más de 100 millones, una barbaridad. Ese dinero en manos de una poca gente es un verdadero problema. Y bueno, captar una parte de la ganancia, esa medida tenía el mérito de recaudar fondos, recoger dinero; tenía un inconveniente: que los precios podían seguir altos y aun subir. También esa medida se iba a acompañar con la prohibición de los parceleros y la supresión de los intermediarios. Habíamos pensado que como el intermediario hace falta, organizar las cosas de manera que las asociaciones de crédito y servicio, con algunos recursos, con algunos medios, se encargaran fundamentalmente de llevar los productos al mercado, porque partimos de la idea de mantener el mercado, partimos de esa idea.
Ahora, las ideas que teníamos, las conclusiones a que habíamos llegado un grupo de compañeros, se entregaron a los delegados del Congreso, y nosotros pudimos percatarnos ayer de que a los campesinos no les gusta la idea de ese impuesto alto; no les gusta a los delegados, sobre todo, por una preocupación fundamental: de que el impuesto se transfiera al precio, y unido a eso la irritación de la población, las críticas a los campesinos.
Yo comprendo la preocupación fundamental de los campesinos, muchos de los cuales no quieren ni saber de ese mercado, a decir verdad, y principalmente las cooperativas, y por las expresiones de muchos presidentes de cooperativas pude percatarme de que prácticamente le tienen odio a tal mercado, y no sin cierta razón.
Pero tenemos el mercado ahí. La población quiere que haya un mercado de estos productos; pero no quiere que se le robe, no quiere que sean demasiado caros y, además, quiere que sean baratos. Eso de que sean realmente baratos, tan baratos como los quiera el consumidor, es imposible, porque de lo contrario nadie los lleva allí.
Ahora, por eso nosotros pudimos darnos cuenta de que la mayoría de los delegados, o como regla, los delegados del Congreso quieren que se regule ese mercado; quieren que se le ponga un tope, un tope, y como regla, la población también quiere que se le ponga un tope. Así que nos encontrábamos aquí tres criterios: el del Estado, el del Ministerio de Hacienda, la idea de recaudar; la idea del Congreso, de los delegados, y la idea de la población. De modo tal que nosotros tenemos que conciliar todo esto ahora.
Y el Congreso nos ha servido para que nosotros revisemos nuestras ideas sobre esta cuestión, y no decir, porque la idea la elaboramos un grupo y nos pareció muy buena, y van a ingresar al Estado 40, 50 ó 60 millones de pesos, vamos a llevar adelante la idea.
Creo que debemos buscar soluciones que estén de acuerdo con el pensamiento de los campesinos que son los productores, y que se acerquen lo más posible al pensamiento de la población. Es nuestro deber tomar muy en cuenta, porque de ninguna manera podemos hacer nada que sea una imposición frente al criterio del Congreso, o frente al criterio de la población. Y, por tanto, tendremos que darnos a la tarea de empezar a elaborar fórmulas acordes con lo que se ha expuesto en el Congreso. Claro que algunas de las cosas que se han expuesto no son posibles. Es muy difícil que se venda hasta un precio, y a partir de ese punto, impuestos altos, etcétera. Hay fórmulas que teóricamente son buenas; pero en la práctica son inaplicables, casi imposibles de manejar.
Nosotros tenemos que volver a analizar todo esto y tomar en cuenta los criterios expresados por los delegados y los criterios de la población.
Ahora, sería una ilusión para los consumidores creer que puede haber mercado libre, y además barato. Repito, si se pone un tope demasiado rígido, los productos no van al mercado, sencillamente van a la bolsa negra o se consumen o no se recogen y no se llevan. Si se ponen topes tienen que ser topes amplios con relación al precio oficial de esos productos. Algo más: en la Ciudad de La Habana, que tiene 2 millones de habitantes y pocos campesinos en la provincia vecina, hay que poner un tope más alto, o de lo contrario los productos no vienen a La Habana.
Todo esto está por discutir con el Comité de la ANAP, y discutir entre todos las decisiones que tomemos. Pero si se adopta la decisión de un precio tope, el tope tiene que ser amplio —y a mi juicio, no sé cuando analicemos bien—, por lo menos el doble del precio oficial, y en La Habana tendría que ser más alto todavía. Esto tal vez pueda dar margen para un pequeño impuesto, no un impuesto alto. El tope tiene que ser tal que el producto aparezca. A lo mejor es muy alto y después lo bajamos. A lo mejor es muy bajito y después lo subimos.
Porque quiero decir algo más: el tope no puede ser inflexible. Puede subir si escasean mucho esos productos en una época del año, y puede bajar. Debemos olvidarnos de topes inflexibles.
Pero digo y repito —y ayer lo discutía con un grupo de compañeros—, si se adopta el criterio de poner el tope, el tope tiene que ser amplio si queremos que haya productos, y en Ciudad de La Habana tiene que ser más amplio si queremos que lleguen los productos a La Habana, porque los campesinos de la provincia Habana no darían con sus excedentes para abastecer el mercado libre de una población de 2 millones de habitantes. Como decíamos ayer: no es lo mismo llevar productos a Ciego de Avila, con 74 000 habitantes, que llevarlos a La Habana con 2 millones de habitantes.
Cuando se hicieron las investigaciones en los mercados se descubrió que venían a Ciudad de La Habana cosas de Cienfuegos, de Ciego de Avila, hasta de Holguín. Claro, porque tenían precios más altos en La Habana. Ahora, La Habana tiene un promedio de ingreso mayor que otras provincias. Si quiere mercado libre La Habana, si quiere que los productos vengan, tendría que tener aquí un tope más alto.
En dependencia de las decisiones que se tomen, estos puntos, son muy importantes que se conozcan por los delegados al Congreso y se conozcan por la población.
Tiene que haber un intermediario, pero no son los tipos esos que estaban allí. La ANAP tiene que resolver el problema de hacer llegar esos productos al mercado; el Estado tiene que darle recursos y facilidades a la ANAP, porque desde luego, el campesino no puede estar yendo allí a vender cuatro gallinas. Tienen que reunirse 10; 20 campesinos, mandar 100 gallinas y buscar la forma de que lleguen al mercado, porque si no, tampoco funciona el mercado. El campesino no tiene un camión cada uno de ellos, no tiene todos esos recursos y siempre por eso termina en manos del intermediario.
Es decir, hay dos ideas básicas: una, que el intermediario ese desaparezca y que se cree un mecanismo, un mecanismo adecuado para traer esos productos al mercado. Es imprescindible. También podrían venir los campesinos individualmente como productores.
Ahora, futuro del mercado. Digo que la población quiere tener esas posibilidades, igual que tiene el mercado paralelo. Y en el mercado paralelo se vende caro, realmente se vende caro, algunos productos que son escasos; pero todo lo que se recauda en el mercado paralelo va para la finanza del país; es un recurso del pueblo que se recauda. Por eso, la gente contra el mercado paralelo no refunfuña o no protesta tanto. A algunos les parecerá caro, pero todo parece siempre caro, eso es una regla de todo el que compra. Pero el mercado paralelo existe hace años en el país y todo lo que recauda va para los recursos del propio pueblo. No va a enriquecer a ningún individuo; no va a enriquecer a nadie.
Y ayer les hablaba sobre este tema y razonaba que cuando todos los campesinos estén en cooperativas, tanto en la empresa estatal como en la cooperativa, la producción de autoconsumo es colectiva; cuando se desarrollen plenamente las cooperativas desaparecerán los productores privados en nuestros campos. Luego, el mercado libre campesino no tendrá base, ninguna base en el futuro. Para que haya mercado libre campesino hace falta campesinos productores individuales, y en el futuro no habrá productores individuales, no tiene que haber mercado libre campesino.
Ahora bien, habrá granjas estatales y cooperativas. Las granjas no participan ahora en esos mercados. Con muy buen criterio el Ministerio de la Agricultura fue opuesto a eso.
Bien. ¿Qué puede sustituir el mercado campesino en el futuro? Es la idea que exponíamos ayer al Congreso, y la repito hoy simplemente para que nuestra población tenga información de los temas abordados. En el futuro, el mercado libre campesino se convertiría en otra cosa: en un mercado paralelo de productos agropecuarios. ¿Por qué? Porque aunque se logre producir ajo suficiente, y debemos luchar para producir ajo suficiente, de manera que igual que el huevo se venda por la libre y no vaya al mercado libre; aunque organizáramos una producción estatal grande de ovejos, o de pavos, siempre habría algún producto de esos, puede ser conejo, nadie puede responsablemente aquí ofrecer a la población todos los conejos que quiera, todos los pavos que quiera, todos los chivos que quiera, y los ovejos, etcétera, a los precios que tienen actualmente los productos cárnicos, que son subsidiados por el Estado. Mañana mismo se podrían poner todos los productos por la libre a determinados precios, si el precio fuera el que regulara nuestra distribución. Se sabe aritméticamente los precios que hay que poner para que los productos estén por la libre; pero no queremos que los productos estén por la libre de esa forma, porque eso afectaría mucho a la familia de menos ingresos.
Podría haber gente con grandes ingresos contenta, sobre todo algunos de esos que roban, o han hecho negocios. Pero, ¿cuál sería la situación de todas aquellas personas y todos aquellos núcleos de bajos ingresos? No lo podemos hacer así. El capitalismo lo hace así, pero el capitalismo es el capitalismo, y el socialismo es otra cosa, y no resuelve los problemas de esa forma, trata de resolverlo con producciones. En un tiempo, el huevo estaba racionado también; después se lograron producciones tan altas que se pudieron vender libremente. Puede haber situaciones en que haya que racionarlos y después se pongan otra vez por la libre, pero, claro, dentro de precios razonables actuales, no a 40 centavos un huevo.
No solamente hay muchos productos por la libre, sino que hay veces hay tal cantidad de producción de papa, por ejemplo, que no alcanzan los frigoríficos, y se ha llegado a vender a centavo la libra de papa. A veces hay muchos productos del agro que sobran: cuando por casualidad hubo que resembrar otra vez porque hubo un ciclón, un mal tiempo y se presentó de pronto toda la cosecha. Cuando los productos sobran no se botan, se venden más baratos.
Pero no hay duda de que la inflexibilidad de los precios obliga a la situación de tener que estar racionando productos, porque los precios son bastante sagrados.
En esas condiciones siempre en el futuro, por muchos éxitos que se logren en la producción agrícola, estatal y campesina, habrá producto que escasee: puede ser el pavo, digamos, o el conejo. Entonces si hay un individuo que le entró obsesión por comerse un conejo, hay que darle oportunidad de comerse un conejo, o un ovejo, o un chivo, o un pavo; o quiere hacer una salsa de alguna hierbita por ahí que no está en el mercado, no cualquier hierbita, no (RISAS), porque por ahí le llaman "la hierba" a otra cosa. Esa sí que no se va a producir aquí (RISAS). Digo yo una hierbabuena, por ejemplo.
Hace unos días había un compañero buscando guisaso de Baracoa, porque dicen que era bueno para una piedra en los riñones. Como que todas las medicinas que le daban no le resolvían la cuestión de la piedra en los riñones, se acordó que en el campo por ahí hablaban de que el guisaso de Baracoa era bueno. Yo me acuerdo también porque yo recogía guisaso de Baracoa y lo llevaba a mi casa, que mi padre tomaba guisaso de Baracoa. Pues puede haber alguno, y yo vi un caso reciente que estaba pensando en guisaso de Baracoa. Aquí en los agromercados no se vende el guisaso de Baracoa. Bueno, pues siempre habrá algún producto de esos que se demande.
Pensamos en el futuro que el mercado campesino sea sustituido por un mercado paralelo de productos agropecuarios. De modo que entonces las cooperativas y las granjas también con sus excedentes de producción o con productos llamados marginales, que no son su producción fundamental, aunque todos estos conceptos están por analizar bien, qué es marginal o no. Porque muchas veces por producir un producto marginal se abandona el principal, se le quita el pesticida, el fertilizante, etcétera.
Pero ya cuando nuestro país esté organizado en granjas y cooperativas, bueno, se puede manejar perfectamente el comercio con 1 500 cooperativas, ó 2 000; no se puede manejar con 150 000 pequeños agricultores dispersos, eso es inmanejable. ¡Ah!, cuando haya 1 500 cooperativas mas equis granjas estatales, se puede reunir a todos los presidentes de cooperativas y al secretario del núcleo del Partido en este teatro, caben todos, y discutir tres días, 10 días, todo: planes de producción, productos deficitarios, precios, política. Entonces se puede estimular a las cooperativas y a las granjas (APLAUSOS), premiar a las que obtengan excedentes de producción, o de estos productos llamados marginales, y que produzcan pavos, y chivos, y ovejos, conejos y gallinas también, lo que quieran; si quieren también faisanes, se puede. El Estado tiene una granja de faisanes y hay algunos restaurantes aquí que sirven faisanes.
Entonces, la organización que se crea ahora con estos mercados y que esencialmente tendría que asumirla la ANAP, en el futuro la asuma el Estado, cuando ya haya avanzado lo suficiente el movimiento cooperativo. Pagará precios superiores a los precios de Acopio por esas producciones y las venderá a precios superiores, a precios de mercado paralelo, y los ingresos, desde luego, serán para el Estado, es decir, para todo el pueblo, para los gastos y las necesidades del pueblo, para los planes de desarrollo, para los planes de salud, de educación, de defensa del país, etcétera. Esa es la idea que nosotros planteamos ayer en el Congreso. Entonces que en el futuro lo mismo que hoy existe un mercado paralelo de diversos productos industriales, se establezca un mercado paralelo de productos agrícolas, y podremos hacer todo lo que sea necesario para que a determinados precios, no regalados, no baratos, a determinados precios estén suficientemente abastecidos. Estas son las ideas que prevalecieron ayer sobre el futuro del mercado campesino.
Sobre lo que hagamos, ya decíamos que tenemos que tener en cuenta los criterios de la población y los criterios de los delegados. Pero advertimos que el tope, ni puede ser rígido, debe poder moverse, y debe ser amplio porque de lo contrario los productos no aparecen; porque nadie va a buscar esos productos con un fusil en la mano allí para que los entreguen. Y se supone que los tienen que entregar los productores voluntariamente, porque lo desean y les convenga económicamente. Y, además, en la Ciudad de La Habana los topes deben ser más amplios.
Vamos a tratar de definir estas cuestiones en el más breve plazo posible, para que se establezcan las nuevas regulaciones y ver qué pasa: si los topes son muy bajitos habría que subirlos, si son demasiado altos podrían bajarse. Pero estas ideas deben quedar bien claras y hay que desechar la ilusión de que va a existir un mercado libre con muchos productos y baratos.
Creo que del mercado libre debemos tomar las lecciones, las experiencias negativas y positivas que ha tenido crear esta institución y darle un carácter socialista en el futuro, ya no de agricultores privados, porque los agricultores privados se van a ir integrando en las cooperativas y en las cooperativas el autoconsumo no viene de una parcelita, el autoconsumo es colectivo, una de las características de nuestras empresas estatales y nuestras granjas.
Yo no sé si haya que decir algo más sobre este famosísimo mercado libre campesino (APLAUSOS).
Otro punto que pudiéramos llamar conflictivo, los impuestos. Pero los impuestos no eran conflictivos porque faltara voluntad de los campesinos para pagar los impuestos o conciencia de pagar el impuesto, sino que el cobro del impuesto es muy difícil de instrumentar de una forma sencilla. Lo ideal es el cobro por utilidades; pero, bueno, quién lleva la contabilidad de 150 000 campesinos y parceleros —con los parceleros son más—, quién lleva la contabilidad, los gastos, las utilidades. Es prácticamente imposible.
Se llegó a la conclusión de que había una sola forma de cobrar impuestos, este impuesto, y era por las ventas brutas. Había algunos compañeros que hablaban de que por qué no, según la tierra, según la rentabilidad de la tierra. Bueno, eso exigiría años de trabajo, una organización colosal que iba a costar más caro que lo que se recaudara con esos impuestos en un período en que la pequeña producción agrícola marcha rápidamente hacia la cooperativización. Hay una sola forma práctica: tanta caña entregada al central azucarero, tantos productos entregados a las empresas de Acopio, de tabaco, o la ganadería, o las empresas de Acopio. Y el cálculo que debe hacerse para cobrar el impuesto. No había otra forma, llegamos a esa conclusión. Se analizó también una escala.
Aquí en el Congreso un campesino de Guamá, delegado de Guamá, planteó algunas preocupaciones, y no sin razón, porque al tener que pagar determinadas cuotas, más el impuesto, a un campesino que en las montañas —él planteó en las montañas—ingrese 3 000 pesos tenía que entregar trescientos y tantos. Expresó sus preocupaciones en ese sentido, que me imagino que sean preocupaciones de otros muchos campesinos. Los de las montañas sobre todo se preocuparon más, porque ellos dicen que no hay mecanización posible en las montañas, que la vida es más dura y el costo de producción es más alto. Lo plantean con mucho fundamento, que producir el cacao y el café es más caro, hasta las viandas; él planteaba que a las viandas se les dieran otros precios en las montañas. Nosotros dijimos que las viandas deben ser para el autoconsumo y no para la comercialización, en las montañas; que no era conveniente estimular la producción de viandas en las montañas. Entonces, planteó eso, se le escuchó con mucha atención.
Los presidentes de las cooperativas, el compañero Elías y varios presidentes de las cooperativas, plantearon su preocupación de que el impuesto propuesto con relación a las cooperativas iba a afectar el movimiento de cooperativas, que un impuesto sobre la venta bruta iba a reducir utilidades en las cooperativas, sobre todo en las cañeras, puesto que hay cooperativas que tienen más rentabilidad que otras, productos que se venden en mayores cantidades y, por tanto, con mayores volúmenes de venta bruta, pero con menos ganancia, etcétera. Que las cooperativas llevaban contabilidad y era más conveniente establecer el impuesto sobre utilidades.
De nuevo aquí había dos ideas: las ideas que habíamos elaborado un grupo de compañeros y las ideas del Congreso. Y el Congreso existe para algo, y nosotros queríamos oír todas las opiniones, y que se hablara sobre esto. De modo que pienso que, al igual que con relación al mercado campesino, nosotros tenemos que cambiar algunas ideas en relación con el impuesto y analizar la posibilidad en las cooperativas, de establecer el impuesto sobre utilidades, porque fue lo que defendieron aquí, con sabiduría, con fundamento, con argumentos, los presidentes de las cooperativas. Así también tenemos que volver a reunirnos para la cuestión del impuesto, acordado aquí en principio, acerca de sus formas, acerca de sus bases, reunirnos con la dirección de la ANAP para adoptar las fórmulas definitivas; pero de nuevo tomando muy en cuenta los criterios que se han planteado en el Congreso.
No todos fueron puntos conflictivos, había otras cosas positivas, soluciones que fueron muy bien recibidas, y van a ser muy bien recibidas por todos los campesinos, como es la cuestión de la seguridad social. Pero antes de hablar de la seguridad social, quería decir desde esta tribuna lo que dije ayer en el Congreso: que el impuesto es una cuestión de principio, es una cuestión de educación; que el ingreso de los campesinos por la última reforma de precios mayoristas es mucho más que todo lo que va a recaudar el impuesto, y que lo que recauda el impuesto no es ni la décima parte de lo que nuestro pueblo trabajador, de lo que nuestro país con el esfuerzo de todos, incluso de los campesinos, gasta en el campo. Son cientos y cientos de millones anuales los gastos y las inversiones que se hacen en el país en beneficio de la población campesina. Y este impuesto producirá solo algunas decenas de millones.
Es importante que los campesinos sepan que este impuesto es una cuestión de educación y es una cuestión de principio, y que va a ser una satisfacción para ellos; pero que esa recaudación es muchas veces menor que lo que el país invierte en nuestros campos, es una pequeñita parte de algunas decenas de millones nada más. Y partimos del principio de que todo el mundo contribuya con algo: el que ingresa poco, con poco; el que ingresa mucho, más; pero no proporcional; ese impuesto debe ser basado en una escala. Porque no debemos olvidarnos, y ustedes lo saben igual que nosotros, de campesinos que ingresan 30 000 y 40 000 pesos por año. Ustedes saben que hay campesinos millonarios; claro, no han robado. Según las normas de la Revolución, con los precios que le ha puesto la Revolución, los mercados y las facilidades que le ha dado de todo tipo, hay campesinos que tienen cientos de miles de pesos acumulados. Hay algunos que venden 50 000 ó 60 000 pesos por año. Quien tiene cuatro caballerías de papa y cosecha alta, ya ustedes se imaginan, o de tomate, o de otras cosas, zanahoria, por ejemplo, lo que ingresa, utilizando trabajo asalariado.
Lógicamente, el impuesto tiene que ser creciente para que sea mucho más alto para aquellos casos que tienen ingresos enormes y que son ingresos de millonarios; campesinos que pueden estar ganando diez veces lo que gana un especialista distinguido de medicina, y puede estar ganando veinte veces lo que está ganando un obrero medio, utilizando trabajo ajeno. Yo creo que todos comprenden perfectamente la necesidad de que ese impuesto a los campesinos individuales sea por una escala, bajita para los de menos ingresos, que siempre deben pagar algo, y más alta para los de mayores ingresos. De modo que la solución de nuevo en este caso —repito—, tomará en cuenta lo planteado por ustedes y será más o menos sobre estas bases.
No obstante, llévense los documentos, llévense el documento del mercado libre y expliquen allí las ideas que había sobre esto; es bueno que se conozcan, y llévense también el documento sobre los impuestos; es bueno que los campesinos lo conozcan, mientras nosotros adoptamos las disposiciones definitivas.
Y volviendo a la seguridad social, seguramente será muy bien recibida por todos los campesinos, sobre esto hubo pocas discusiones. Para que el ingreso tuviera algún peso se planteó que fuera sobre ventas brutas de las cooperativas, porque esta ley de seguridad social beneficia a las cooperativas de producción agrícola y ellas tendrán que aportar.
Se discutió algo que vamos a ver, que es el mínimo, alguien lo planteó, hemos estado discutiendo con los compañeros, compartimos esas preocupaciones, a ver si es posible, de qué modo ese mínimo pudiera elevarse, y también el máximo que se plantea, para un determinado número de casos pueda elevarse. Tomaremos en cuenta también en esto los criterios del Congreso.
Entre los documentos recibidos por ustedes, otros varios que ya mencionó Pepe, están las cuestiones relacionadas con la venta de fincas, prestación de servicios, etcétera, una serie de soluciones buenas, positivas; también lo del seguro de cosechas, se acordó el criterio de que fuera voluntario, excepto cuando se va a pedir un crédito, entonces sí se exige el seguro de cosechas, porque ustedes saben que a lo largo de estos 23 años nadie ha asegurado nunca cosechas y el Estado ha sido el asegurador de todas las cosechas, cada vez que ha habido un ciclón, una plaga, una catástrofe, una desgracia, de lo cual estamos satisfechos, en ello ha demostrado su apoyo a los campesinos, su simpatía hacia los campesinos y la solidaridad de nuestro proletariado con nuestros campesinos (APLAUSOS). Pero cualquiera comprende que es un principio correcto, que el seguro de una cosecha debe salir de la propia cosecha. Ese es el principio que rige todas las llamadas instituciones de seguro. Eso fue lo que ayer cuando lo planteó Pepe se acordó en el Congreso.
Nos sentimos realmente satisfechos de la utilidad de este Congreso, que es además una nueva lección, una nueva prueba. Cuando muchos de nosotros estábamos analizando los problemas, buscándoles soluciones dentro de la complejidad de los mismos y elaboramos algunas ideas y se plantearon aquí en el Congreso criterios sobre algunas cosas complejas, no hay duda de que ustedes rectificaron esos criterios, de que ustedes nos persuadieron de otras variantes y de otras soluciones mejores. Aquí se estaba recogiendo no la sabiduría de un grupo reducido de hombres, sino la sabiduría de miles de hombres, de decenas de miles de hombres que tienen derecho a conocer, a saber mejor que nosotros en determinadas situaciones cuál debe ser una solución u otra.
Y en lo que se refería a la cuestión debatida del mercado campesino, yo comprendí, y los demás compañeros comprendieron, que había el honor herido de los campesinos, que había una herida, que había una llaga y que su preocupación fundamental, muy justa y muy honesta, es que con la fórmula del impuesto alto, aunque significara 40 ó 50 millones, ese impuesto sobre la venta en el mercado libre que se planteaba, eso iba a poner en una situación delicada, embarazosa, a los campesinos frente al pueblo, frente a los obreros, y a nosotros nos pareció que esa preocupación era muy digna de tomarse en cuenta.
Yo creo que es una buena lección para todos, cuando nos creamos que hemos encontrado buenas soluciones, que meditemos y volvamos a meditar y tomar muy en cuenta el sentimiento y la sabiduría de las masas. Esa es la verdadera democracia (APLAUSOS). Ese debe ser siempre el estilo de nuestro Partido y de nuestro Estado, no imponer, sino persuadir o ser persuadido, porque su papel no es tampoco el de estar persuadiendo siempre, su papel es también dejarse persuadir por el pueblo cuantas veces sea necesario, porque la máxima sabiduría ha estado, está y estará siempre en el pueblo (APLAUSOS PROLONGADOS).
Como decía Pepe, las inspecciones y las medidas rigurosas no se han tomado solo contra el mercado libre campesino; se lleva adelante una política general de lucha, de exigencia contra el espíritu de lucro, contra cualquier manifestación de corrupción, de inmoralidad, de robo. Se tomaron medidas contra los famosos coleros; se hicieron inspecciones de diversos tipos en diversas ramas: en los puestos de leche, en las tiendas, en la Plaza, llamada la "Placita", y se va a seguir esa política, se va a seguir de manera sistemática, ¿por qué? Porque hay muchas violaciones, a veces son violaciones simplemente administrativas y hay que combatirlas también. Las violaciones administrativas dan lugar y facilitan el fraude, el robo, y hay que combatir duramente los robos, todas aquellas actividades ilegales que tienen por objetivo el lucro.
No podemos permitir que elementos antisociales, lumpens, nos corrompan la sociedad (APLAUSOS). Mientras los corrompidos sean una insignificante minoría, podemos ganar cualquier batalla. ¡Ah!, si los corrompidos fueran una mayoría, entonces sí sería difícil ganar una batalla. Y se producen casos de corrupciones en muchos lugares. Es doloroso. Se han dado casos de prevaricación en jueces, en fiscales, policías, trabajadores sencillos, manuales, intelectuales, de todo. Se dan. Por eso, nosotros tenemos que ser implacables contra los lumpens, contra los ladrones, esos que quieren hacer miles y decenas de miles y cientos de miles de pesos violando las leyes, porque luego corrompen, y a veces comenzando de las formas más sutiles, como amigos, y prestándole un poco de dinero en caso de una necesidad, y después no cobrándoselo, y después volviéndole a prestar. Y así conocemos casos de compañeros buenos, que poco a poco fueron cayendo, de formas sutiles, en manos de este lumpen. Porque lumpen puede ser a veces un administrador de un establecimiento, que si las normas dicen: "la botella de ron debe dar 30 líneas" —estaba dando un ejemplito, para poner un ejemplito; siempre es bueno acompañar las ideas con algunos ejemplos de lo que expresamos—, entonces le sacan 35, le roban al público, se guardan la diferencia entre el valor de 30 líneas de ron —puede ser carta blanca, el que ustedes prefieran— y 35 líneas, guardándose el resto. O helado, la bola: el paquete debe dar 50 bolas y le quitan al público; raspan la bolita, la reducen, son 60 bolas, y se quedan con lo otro. Un ejemplo, un ejemplo de procedimiento que utilizan algunos (APLAUSOS). O el número de pizzas, o la cantidad de queso que tiene la pizza. Para manejar dinero... Había un administrador, de la Ward precisamente, una heladería... Yo no voy a decir el nombre del individuo, bueno, ni me acuerdo casi ahora; ese nombre no vale la pena mencionarlo aquí, el caso sí. Entonces, con el negocio del helado había días de 300 pesos —ese vendía helados como loco (RISAS)—, 400 pesos de ingresos fraudulentos. El segundo administrador, también corrompido; varios empleados, también corrompidos. El hombre había ido corrompiendo a su segundo y a todo el mundo, y un reparto, 15 ó 20 pesos como mínimo cada día. Era un mercado libre lo que tenía allí de compraventa de gente.
Bueno, hoy no tenemos a los capitalistas, hoy es el pueblo el que tiene que administrar sus bienes. Es grave para el pueblo toda manifestación de corrupción de este tipo, no puede tolerarlo, no puede permitirlo. Creo que debe ir sumándose la experiencia, los mayores controles que tenemos hoy; pero tenemos que multiplicarlos, incrementarlos y librar una lucha implacable, porque el socialismo no puede permitir que ese cáncer lo corroa, que ese cáncer lo devore, porque son miles y miles de instalaciones, decenas de miles las que hay que administrar. Y cuando se roba, se le está robando al pueblo, a nadie más que al pueblo. Y roba gente de ese tipo, de mala calaña. ¿Se puede contar con ese hombre para defender la patria, para tomar un fusil? Ese lumpen es la base de la contrarrevolución y la traición a la patria.
A veces el mal tiene cierta extensión, por falta de inspecciones, de controles, y tenemos que luchar consecuentemente contra él. No podemos permitir que alguien le vaya a robar un poquito de helado a un niño; ni siquiera una línea a un borracho, ¿por qué al pobre borracho le van a robar? (RISAS Y APLAUSOS)
Si aquel hombre fue a pasar una tarde, y encima de que le cobran caro el ron, porque es caro el ron aquí, le roban.
Con los miles de establecimientos, de tiendas que administrar, tenemos que ser inflexibles.
Ahora, tiene cierta extensión ese mal, pero nosotros también tenemos la culpa, pusimos la Iglesia en manos de Lutero —¿ustedes no han oído hablar de ese dicho?—, por el sistema que había de reclutar el personal de la red gastronómica. Yo no quiero hablar mal del personal de la red gastronómica, creo que, incluso, los salarios de muchos de esos responsables es bajo y hay que revisarlos; hay mucha gente buena, hay trabajadores honestos entre ellos, pero también hay lumpens. Ahora, ¿por qué? El sistema de reclutamiento de ese personal, no hace mucho tiempo nosotros supimos el método: lo enviaba el Ministerio del Trabajo, pero como no era una actividad priorizada, ¡ah!, pues primero Moa, lo otro, tal cosa, la otra, e iba quedando el rezago para la red de gastronomía, comercio y servicios. Si se hace una encuesta se descubre de todo, un por ciento preocupante de personas con antecedentes de delitos comunes, incluso con antecedentes de delitos contrarrevolucionarios. No se puede esperar buenos resultados, hay que cambiar totalmente el método de reclutamiento de ese personal, porque en todos los barrios, en todas partes, hay gente honorable, hay mucha gente honorable y decente; incluso a muchos jubilados les doy una responsabilidad, y por excepción, incluso, en ese caso, no les reduzco lo que se les paga de jubilación con relación a lo que les voy a pagar de salario (APLAUSOS). Hay que buscar la forma de reclutar personas honorables para esa red gastronómica, de comercio y de servicios en general, y seguir la lucha.
Cuando se hacen inspecciones se descubren bastantes irregularidades. Ahora, hay una diferencia: algunas son violaciones administrativas; es cosa incorrecta, debe castigarse, pero no debe ser tratada de la misma forma que los robos, que las violaciones que se hacen con afán de lucro. Tenemos que ser mucho más duros con los que cometen violaciones para robar, que con los que cometen violaciones sin intención de lucro. Pero también hay que combatirlas con un tratamiento, desde luego, diferente; hay que combatirlas, porque las violaciones administrativas dan lugar a que se cometan actividades de robo por descontroles. Tenemos que combatirlas; no darles el mismo tratamiento, desde luego, que al ladrón, diferente, pero, sin embargo, hay que sancionarlas. Porque hay que educar a los trabajadores, hay que educarlos en hacer las cosas correctamente, cumplir las leyes, cumplir las regulaciones, porque muchas veces creen que no tienen mayor importancia, y sí la tienen, porque dan lugar después a que otro robe.
No se trata de hacer una cacería de brujas, pero vamos a encontrar a todo el que comete violaciones, más tarde o más temprano los vamos a encontrar a todos, se va a trabajar pacientemente (APLAUSOS), los vamos a encontrar a todos. No se trata de hacer cruzadas, de meter a un montón de gente a la cárcel, no quisiéramos tener que meter a mucha gente en la cárcel. Incluso puede haber alguno que recapacite, piense, que haya incurrido en alguna de estas faltas, especialmente delitos de robo y no estaría mal, porque podríamos tratarlos con consideraciones, si se dirige a su superior, si se dirige al responsable pertinente y dice: "Mire, yo he cometido tales faltas", porque con esos podemos ser benignos, tomarles en consideración su actitud, darles otro trabajo, probablemente según el caso y tratarlos con consideración. Puede haberlos y los hay, que recapaciten y adopten esa actitud, no vamos a publicar sus nombres, pero sería buena esa conducta de inteligente rectificación, porque nos ahorraríamos tener que meter presos a mucha gente. Ahora, a los otros, a los que se le descubra, seguro, seguro que se le va a tratar con todo rigor.
Hay todavía, por tanto, para muchos una oportunidad. Las medidas que se toman tienen por objeto ser ejemplificantes, y, además, llevar a la convicción de todo el que tiene una responsabilidad de esta índole, que los delitos no van a quedar impunes (APLAUSOS).
Tenemos la manera de saber todos esos casos de robo, tenemos la manera de saberlo, y esto no se evita solo con tomar medidas; usted puede tomar muchas medidas sobre esto y después ingresa 3 000 delincuentes comunes en la red de gastronomía, comercio y servicios, ¿qué puede esperarse de aquellos, que se han convertido en unos santos, si además de que no se han convertido en unos santos y es dudoso, se sienten libres de hacer lo que quieran? Ahora, estos tipos nos hacen daño, y sobre todo nos hacen daño esos que organizan una mafia. Yo ponía ejemplo de cosas que suceden. Puedo poner otros: la distribución de carros. El país distribuye un número de miles de carros anualmente; ahora, no los pone en venta libre, también el Estado pudiera organizar un mercado libre de automóviles, 25 000, 30 000, 40 000 pesos. Luego, ¿quién los compra? Ustedes saben bien quién los compra: el lumpen ese, el hombre del negocio aquel de los 300 pesos diarios. Sin embargo, aquí se venden baratos los automóviles, casi a su precio de costo; se les dan facilidades de pago, ¿para qué? Para que lo reciba el técnico, el médico que tiene méritos, el ingeniero, el vanguardia, el machetero millonario, el internacionalista abnegado (APLAUSOS); profesores y maestros destacados, trabajadores manuales e intelectuales, por mérito. Y así se asignan.
Este año, el país dispone de unos 10 000 automóviles, de cada tres, dos por lo menos los van a comprar trabajadores vinculados directamente con la producción y los servicios: trabajadores de la construcción, de la caña, del transporte, de distintos organismos. Es que nos parece que esa es la gente a la que debe dársele la facilidad de tener un automóvil, no a un lumpen. También ustedes saben que las motocicletas se distribuyen entre los trabajadores, en los centrales azucareros, en las fábricas, muchos obreros la han adquirido así. Ahora, el lumpen no recibe, pero si tiene dinero sale con su dinero a comprar y a corromper, a comprar la motocicleta aquella y a comprar el automóvil, y a pagar 20 000 pesos por un automóvil, y han corrompido, han obligado a caer en actividades lucrativas a obreros vanguardias, a médicos, que han comprado el automóvil en 4 500 pesos y lo han vendido en 20 000. Es decir, una cosa corruptora, distorsionadora. Tenemos que ser implacables contra eso, de modo que cuando veamos un individuo en un carro nuevo de esos, sepan que es un técnico, o es un trabajador distinguido y no un bandido.
¿Qué necesidad tenemos de que haya elementos de estos que nos corrompan a un obrero que por sus méritos como trabajador ha recibido un premio de la sociedad, le ha dado acceso a un automóvil barato? ¡Ah!, bueno, yo lo decía ayer; todo el que haya vendido un carro o una motocicleta de esta forma debe saberlo, el que haya vendido un carro o una moto de esas; el que lo compró va a perder el carro (APLAUSOS), Y el que lo vendió va a perder el dinero. Porque hay una cláusula en los contratos, precisamente para evitar que nadie especule con esos bienes apreciados que se venden baratos. Usted quiere premiar a un obrero, le da facilidades para que compre el carro, todo lo que se merece un obrero, pero usted no quiere regalarle 15 000 pesos. Hay una cláusula, que el que quiera venderlo tiene que ir al Estado, a Autoimport y venderlo allí, y después Autoimport como objeto de uso lo vuelve a distribuir a menores precios. Eso es una cláusula del contrato, desde que se empezaron a vender estos automóviles y motocicletas. Entonces algunos han violado el contrato, algunos han dado un papelito, ya conocemos los truquitos que han usado algunos para estas operaciones lucrativas. Pero el que compra pierde el carro (RISAS); el que vende pierde el dinero (APLAUSOS). Me imagino que mañana haya unos cuantos corriendo (RISAS), arreglando, volviendo a desarreglar y ver qué hace, qué pasa. Porque hay un trámite conveniado, y hay que cumplir esos trámites.
Ahora, ¿quién es el que compra siempre, quién descubrimos que compró? ¿Quién puede sacar aquí 15 000 y 20 000 pesos para comprar un automóvil? El lumpen, el intermediario ese que estuvo unos cuantos meses en el mercado libre, el de los 50 000 plátanos, el de la Ward, ese compró como ocho, ¿qué les parece? (RISAS); ese ya los compraba por deporte, compraba y vendía, y le gustaban los nuevos (RISAS).
Hay que luchar contra esas cosas, hay que descender también a esos problemas, porque tienen que ver con la actitud de nuestros trabajadores, con la moral de nuestro pueblo, con la ley, con el respeto a la ley y con el espíritu y la conciencia revolucionaria de nuestro pueblo. Por eso es que tenemos que luchar contra ese espíritu de lucro, y hacerlo con energía. Ojalá mucha gente de esta arregle las cosas que tienen pendiente para reducir el número de aquellos con los que tengamos que tomar medidas drásticas; pero no nos vamos a detener, y siguiendo una política, distinguiendo, distinguiendo entre el honrado que a veces es irresponsable y el ladrón; el ladrón es el que no va a tener el menor chance en este país. Una política de todos, con el trabajo de todos, las organizaciones de masas, porque esta lucha tenemos que librarla todos. Esto no es cosa de la Policía o del Ministerio del Interior solo, es cosa de las organizaciones de masas, de todo el pueblo.
Creo que se va acercando el momento de la recepción y el fin de mi discurso. Yo quiero decirles realmente, es una impresión que a mí me parece que es de todos los compañeros que estuvieron en el Congreso, y es que nos han hecho un gran efecto las palabras pronunciadas aquí, las intervenciones de los delegados, nos han dejado muy impresionados, y nos han dado una gran tranquilidad, una gran confianza en el futuro cuando vemos cuadros como los que se han evidenciado ahí, de madurez, seriedad, sabiduría, honradez, valentía.
¡Ah!, cuando tengamos la agricultura campesina cooperativizada y cuando tengamos los mejores campesinos, como los que han estado presentes aquí, al frente de esas cooperativas, entonces ya no habrá muchos de los problemas que mencionamos hoy, estos que nos agobian: por aquí un intermediario, por allá alguien que hace una cosa incorrecta, por allí alguien que tiene una aparcería, por allí un parcelero ilegal, etcétera. ¡Qué magnífica perspectiva tiene nuestro país con la participación, con el futuro que están construyendo hombres y mujeres como ustedes! (APLAUSOS)
Hemos avanzado mucho y vamos a seguir avanzando. No va a ser fácil nuestro camino. Nadie se imagine, como hemos dicho otras veces, que nuestro camino va a ser fácil, como ya lo expresamos con mucha claridad en octubre al clausurar el Congreso de los CDR: tenemos que prepararnos para las dificultades. Las tenemos y las vamos a tener aun mayores, aunque hagamos las cosas perfectas, y debemos tratar de hacerlas perfectas, aunque trabajemos con el máximo de eficiencia. Los problemas objetivos de la situación internacional, las medidas imperialistas, medidas crecientes contra nosotros, y lo sabemos, en el terreno económico cada vez con mayor ahínco. Recientemente hicieron hasta la ridiculez de prohibir los viajes de turistas norteamericanos a Cuba. Había ya algún turismo norteamericano; medidas de todo tipo que conocemos. Al lado de estas medidas la hipocresía. Hablan de posiciones negociadoras. ¿Qué posiciones negociadoras? ¿Qué prueba dan de eso, de entrar a negociar y a discutir?
No hace muchos días el Presidente de Estados Unidos dijo que Cuba sería muy bien recibida en la comunidad occidental, si rompe sus lazos con el campo socialista y se une a ellos (RISAS). No sé. A veces cuesta trabajo entender la mentalidad de estos personajes imperiales. A lo mejor hasta creen que están haciendo una oferta generosa, un elogio: prometernos el paraíso de esa podrida y asquerosa sociedad capitalista (APLAUSOS).
Cualesquiera que sean nuestros defectos y nuestros errores, la inmadurez todavía del socialismo, ¿cómo se habría podido concebir sin el socialismo, lo que ustedes hablaban ayer, lo que hablaba la compañera de La Plata, lo que hablaban otros muchos delegados y el compañero de Banes, sobre su admiración, sobre su infinita felicidad de haber tenido el privilegio de vivir la Revolución y de participar en la construcción del socialismo? Porque cualesquiera que sean nuestras limitaciones y defectos, es tan infinitamente superior nuestra sociedad, comparada con aquella que muchos de ustedes, o los padres de ustedes conocieron y, por cierto, unos cuantos de los que están aquí conocieron. Y cuando la comparan con la vida digna que han tenido, las posibilidades que han tenido, la felicidad que han tenido, no solo por los bienes materiales, porque los bienes materiales solos no hacen felicidad; la felicidad la hace mucho también el sentido de la justicia, la dignidad, la vergüenza del hombre, el respeto, el cariño de los demás, la fraternidad (APLAUSOS), está la moral, el sentido de sentirse libres, iguales, respetados, parte de la batalla que libra el mundo por su progreso del mundo en que se vive, parte de su pueblo, y trabajar como abejas junto a su pueblo.
Son muchas cosas que nosotros entendíamos bien querían expresar los delegados cuando hablaban en este Congreso. Hemos conocido el infierno del capitalismo y al infierno del capitalismo no volveremos jamás, ¡jamás! (APLAUSOS)
Además, estos dirigentes imperialistas son irrespetuosos, son groseros, porque esas palabras del Presidente de Estados Unidos equivalen a decirle a un país que traicione, a un país que se venda. Y nosotros podemos responderles: Señores imperialistas, lo que sentimos por ese ofrecimiento es el más profundo desprecio (APLAUSOS).
Si hay hombres y gobiernos que se han vendido al imperialismo, o se han alquilado, o se han rendido, ¡sepa el Gobierno de Estados Unidos —y tiene sobradas razones para saberlo ya, después de 23 años— que nuestro pueblo, nuestro Partido, nuestros dirigentes, jamás se alquilarán, jamás se venderán, jamás se rendirán! (APLAUSOS PROLONGADOS)
Nos enfrentaremos a todas las dificultades, a todas las presiones, a todas las agresiones económicas, políticas y de cualquier tipo. Y seguiremos adelante. La Revolución seguirá adelante conquistando nuevas glorias y nuevas victorias. Unidos estrechamente nuestros obreros y nuestros campesinos, nuestros intelectuales y nuestros estudiantes, marcharán adelante victoriosamente y nada ni nadie los podrá detener.
¡Viva la alianza sólida, indestructible y eterna entre nuestros obreros y nuestros campesinos! (EXCLAMACIONES DE: "¡Viva!")
¡Patria o Muerte!
¡Venceremos!
(OVACION).