Fidel
Soldado de las Ideas
Hay seres humanos que, si bien no se encuentran físicamente entre nosotros, perviven en el imaginario y el accionar cotidiano, no solo de sus contemporáneos sino de las generaciones que les suceden.
Esa cualidad no se otorga por decreto, ni es el resultado de imposiciones de ninguna clase. Por el contrario, solo es posible ascender a tal dimensión cuando los pueblos identifican, y asumen, que quien los inspira es un paradigma, desde lo inacabado, del mundo mejor por conquistar.
Existe una desconexión, para infortunio de millones de habitantes en el planeta, entre los discursos de numerosos mandatarios y las realidades que deben enfrentar las grandes mayorías. Dicho abismo entre intervenciones vacías, que se sustentan en exposiciones demagógicas, y el duro bregar de hombres y mujeres de cualquier latitud se acrecienta con cada nueva cumbre.
Siempre supimos que su obra y ejemplo eran más grandes que cualquier geografía. Ese sentimiento se apoderó de los cubanos, prácticamente desde el instante fundacional. Aquel en el que proclamó con energía, derechazo al mentón de la dictadura batistiana, que el autor intelectual del asalto a los cuarteles Moncada y Carlos Manuel de Céspedes era José Martí.
El pensamiento de Fidel es un manantial inagotable para todos los que, en cualquier geografía, luchamos por la más abarcadora emancipación de los seres humanos y el establecimiento de una sociedad superior que deje atrás las rémoras del capitalismo. Los cubanos tenemos el privilegio de que un hombre de su estatura moral e intelectual proyectara sus ideas hacia el mundo desde esta nación insular.
El 30 de noviembre de 1994 regresó a México, invitado a la toma de posesión de Ernesto Zedillo. El 17 de agosto de 1995 se reencontraba con el pueblo de Trinidad y Tobago, debido a que Puerto España era anfitriona de la Cumbre de los Jefes de Gobierno de las naciones miembros de la Asociación de Estados del Caribe (AEC), sobre Comercio, Turismo y Transporte.
El 25 de noviembre de 2021 se cumplieron cinco años de que Fidel Castro, más que partir físicamente, ascendiera a la dimensión de líder revolucionario inmortal. En estricto rigor histórico, es válido remarcarlo, fue acreedor de esa condición desde mucho antes.
Fidel Castro constituye uno de los grandes referentes de todas las épocas para los revolucionarios del mundo. Su estatura como guerrillero, líder político, jefe de Estado e intelectual impactó de manera profunda en el imaginario de los pueblos, a partir de que su quehacer estuvo identificado con las mejores causas del orbe.
Siempre supimos que su obra y ejemplo eran más grandes que cualquier geografía. Ese sentimiento se apoderó de los cubanos, prácticamente desde el instante fundacional. Aquel en el que proclamó con energía, derechazo al mentón de la dictadura batistiana, que el autor intelectual del asalto a los cuarteles Moncada y Carlos Manuel de Céspedes era José Martí.
El jueves 23 de junio del 2016 devino jornada histórica en la que, una vez más, el nombre de Cuba alcanzó ribetes dorados en la arena internacional.
Existen acontecimientos que reflejan el pensamiento de los seres humanos. No hablo de cualquier pasaje, sino de aquellos momentos singulares, marcados por circunstancias complejas e intensas, en que los involucrados proyectan su manera de actuar, en la misma medida en que emerge, con impresionante naturalidad y nitidez, el calado ético que vertebra dicho ideario.