Hernández Hernández, Ana

¡Fidel: vives en cada hijo agradecido de la patria!

Aquí estoy contando un año después, que la madrugada del 25 de noviembre el timbre telefónico irrumpió el silencio, para con voz entrecortada y entre sollozos una voz agradecida me dijera que habías muerto.
 
El nudo apretado en la garganta selló el silencio que inundó la línea y minutos más tarde se me agolparon unas tras otras las frases: “No puede ser, pero cómo…,” “¿quién te lo dijo…?”, “NO, él no ha muerto”…