Fidel
Soldado de las Ideas
Aquí estoy contando un año después, que la madrugada del 25 de noviembre el timbre telefónico irrumpió el silencio, para con voz entrecortada y entre sollozos una voz agradecida me dijera que habías muerto.
El nudo apretado en la garganta selló el silencio que inundó la línea y minutos más tarde se me agolparon unas tras otras las frases: “No puede ser, pero cómo…,” “¿quién te lo dijo…?”, “NO, él no ha muerto”…