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Vivo en tu pueblo, Comandante

Fecha: 

26/11/2024

Fuente: 

Granma

Autor: 

Fidel es un país. Vive en la memoria colectiva de su gente, que es la mejor manera de no morir nunca. Esa es la esencia de un hombre-nación que anidó en el pecho de su pueblo para todos los tiempos.
 
Lo afirmaría en los albores del triunfo revolucionario de 1959 cuando exclamó: «yo siempre estaré junto al pueblo» y, cual premisa de vida, haría de esa frase su mayor verdad. Desde entonces no hubo huracán en Cuba, problema social o amenaza injerencista que afectara a los cubanos en los que el Comandante en Jefe no estuviera junto a los suyos.
 
Su vocación de líder natural lo llevó siempre a estar cerca de la gente, a hablar con la gente, a escuchar lo que tenía que decirle, y a ver con ojos propios realidades hermosas o complejas, sin más coraza que el cariño que le profesaban en campos y ciudades, en centrales y escuelas, en fábricas y hospitales, en cooperativas, centros deportivos, científicos, medioambientales y en tantos sitios donde su presencia entrañable se convertía en impulso, compromiso y satisfacción popular.   
 
No en vano esa especial conexión que se creó entre el líder y su pueblo, bajo la concepción de honda raíz martiana: con todos y para el bien de todos, enalteció la historia de resistencia y rebeldía de una Isla en permanente zafarrancho de combate, frente a los incontables intentos de asfixiarnos económicamente.
 
Por eso su voz, enérgica y vibrante, cautivadora y convincente, atrapaba a multitudes enardecidas en medio de largos discursos que registraron la épica escrita de un país en Revolución, bajo el liderazgo de ese Gigante de verde olivo que jamás pidió algo que no fuera capaz de hacer; abonando así, con su ejemplo, la confianza de varias generaciones de cubanos.
 
Pero el Comandante fue (y es) mucho más para su pueblo. Su leyenda cierta de hombre verdad, que puso en el centro de las conquistas de la nación nuestro derecho pleno a vivir sin amos y a construir un futuro con justicia social, le ganó también el respeto y la admiración de millones, que no lo dejaron morir aquel noviembre luctuoso de 2016, cuando comenzó a multiplicarse en una expresión sentida, la vigencia de su obra: ¡Yo soy Fidel!   
 
Así, desde la sobrevida nos llega siempre la imagen de su legado, hecha faro, guía, virtud, decoro y certeza inquebrantable de lo que tenemos que defender, porque Fidel no necesita edificaciones ni monumentos ni calles que lo recuerden; basta solo con decir su nombre para saberlo presente, y vivo en su pueblo.
 
 

Basta solo con decir su nombre para saberlo presente, y vivo en su pueblo. Foto: José M. Correa
Fidel vive en la memoria colectiva de su gente, que es la mejor manera de no morir nunca. Foto: José M. Correa


 

La Revolución para el Comandante significó, también, «más cultura y más arte». Foto: José M. Correa