Triunfo de la Revolución: Presagio de amaneceres
Fecha:
29/12/2011
Fuente:
Portal Isla de la Poesía
Autor:
Eva estaba en Malecón cuando la caravana avanzaba para dirigirse al cuartel de Columbia. “El pueblo estaba loco de felicidad. Todo el mundo gritaba Vivas a los rebeldes, los saludaban, corrían a su lado. Fíjate, es lo más cerca que yo he estado de un héroe de carne y hueso, porque aquellos eran héroes, ¿oíste?”, aclara como para despejar las dudas si alguien constriñera la heroicidad a los libros de historia.
“Fue un presagio, periodista, un presagio de amaneceres”. Sara tenía apenas 5 años, pero recuerda como si fuese hoy el momento en que el padre la tomó en brazos y salió corriendo para la calle, como chiflado. “Yo nunca había visto a mi padre así, y como él había miles de personas rodeando los camiones a medida que avanzaba la caravana. Pero mi papá me montó en los hombros y pude verlos bien clarito, mientras me voceaba que mirara bien, que eso era lo más grande que se había visto en esta vida”. Y ella se aferraba fuerte a su cabeza, y le decía que sí, que era verdad, que era cierto.
Eran los primeros días del Triunfo. Y la Isla era chiquita para tanta emoción, sobre todo en las casas de gente humilde como Néstor, quien no vio la caravana, pero sí fue tras la muchedumbre cuando le dijeron que habría un acto de bienvenida.
Nadie pudo explicar cómo ocurrió, pero cuando aquella paloma se posó sobre el hombro del Fidel aquel día de enero de 1959, la multitud se convenció de que algo grande había sucedido en la historia de la Patria, y ya no pareció tan casual que la caravana de sueños que días antes había recorrido la Isla, anunciara al mundo el triunfo redentor, exactamente el mismo día en que se inauguraba un nuevo año.
El viejo Néstor estaba allí y sintió una extraña sensación que mezclaba misticismo y realidad cuando el blanco aleteo terminó en el hombro derecho del líder. “No creo en santos ni brujerías, pero aquello no era normal”, dice y la voz le tiembla de la emoción mientras recuerda también a Camilo junto a Fidel y éste preguntándole que si iba bien.
“Bien es poco. Yo digo que fue perfecto, porque todito lo que se había dicho en la Historia me Absolverá ha ido cumpliéndose con el tiempo, pero tenía que empezar por allí”, asegura Néstor reclinado en el balance de la sala. “Si a mí me preguntaran, 1959 fue el año cero, porque a partir de ahí el pueblo comenzó a creer en sí mismo y en lo que podía hacer si teníamos a Fidel a la cabeza”.
Y la Historia misma le dio la razón.
“Fue un presagio, periodista, un presagio de amaneceres”. Sara tenía apenas 5 años, pero recuerda como si fuese hoy el momento en que el padre la tomó en brazos y salió corriendo para la calle, como chiflado. “Yo nunca había visto a mi padre así, y como él había miles de personas rodeando los camiones a medida que avanzaba la caravana. Pero mi papá me montó en los hombros y pude verlos bien clarito, mientras me voceaba que mirara bien, que eso era lo más grande que se había visto en esta vida”. Y ella se aferraba fuerte a su cabeza, y le decía que sí, que era verdad, que era cierto.
Eran los primeros días del Triunfo. Y la Isla era chiquita para tanta emoción, sobre todo en las casas de gente humilde como Néstor, quien no vio la caravana, pero sí fue tras la muchedumbre cuando le dijeron que habría un acto de bienvenida.
Nadie pudo explicar cómo ocurrió, pero cuando aquella paloma se posó sobre el hombro del Fidel aquel día de enero de 1959, la multitud se convenció de que algo grande había sucedido en la historia de la Patria, y ya no pareció tan casual que la caravana de sueños que días antes había recorrido la Isla, anunciara al mundo el triunfo redentor, exactamente el mismo día en que se inauguraba un nuevo año.
El viejo Néstor estaba allí y sintió una extraña sensación que mezclaba misticismo y realidad cuando el blanco aleteo terminó en el hombro derecho del líder. “No creo en santos ni brujerías, pero aquello no era normal”, dice y la voz le tiembla de la emoción mientras recuerda también a Camilo junto a Fidel y éste preguntándole que si iba bien.
“Bien es poco. Yo digo que fue perfecto, porque todito lo que se había dicho en la Historia me Absolverá ha ido cumpliéndose con el tiempo, pero tenía que empezar por allí”, asegura Néstor reclinado en el balance de la sala. “Si a mí me preguntaran, 1959 fue el año cero, porque a partir de ahí el pueblo comenzó a creer en sí mismo y en lo que podía hacer si teníamos a Fidel a la cabeza”.
Y la Historia misma le dio la razón.