«En #Cuba hoy se conmemora el aniversario 67 del natalicio de uno de los más grandes boxeadores de todos los tiempos, el cubano Teófilo Stevenson, quien se negó a cambiar millones de dólares por el cariño de millones de cubanos».
 
El texto de recordación del Presidente Miguel Díaz-Canel Bermúdez, publicado este viernes 29 de marzo en su cuenta en la red social Twitter, es merecido homenaje hacia quien fuera uno de los púgiles más sobresalientes en la historia de ese deporte en nuestro país.
 
Tunero de pura cepa, nacido ese día de 1952 en el antiguo central Delicias (hoy Antonio Guiteras), Teófilo labró un camino de victorias que lo llevó a ganar tres medallas de oro olímpicas, entre otros tantos títulos en disímiles torneos. No en balde por estos días su terruño natal le rinde tributo con la realización del torneo de boxeo dedicado a su memoria.
 
Fue ídolo de multitudes, hizo vibrar al pueblo de Cuba con sus contundentes nocaos en cruciales combates desde muy temprano en su carrera, como el que le propinara al estadounidense Duane Bobick, titular panamericano, durante los Juegos Olímpicos de Munich 1972, cuando solamente contaba con 20 años de edad.
 
Amigo y admirador de Fidel Castro, muy pronto Stevenson se convirtió en un símbolo del deporte revolucionario, apegado a sus raíces por encima de cualquier manifestación de envanecimiento.
 
«Prefiero el cariño de ocho millones de cubanos (…) no cambiaría mi pedazo de Cuba ni por todo el dinero que me puedan ofrecer», fue la contundente respuesta ante la oferta de ganar un millón de dólares si enfrentaba al entonces campeón mundial de los pesos pesados, el estadounidense Joe Frazier.
 
También se habló de un posible pleito con Mohamed Alí (Cassius Clay), quien años después, ya retirado y enfermo de Parkinson, viniera a La Habana y confraternizara con Teófilo y el Comandante en Jefe Fidel Castro.
 
Incontables anécdotas existen sobre el paso del estelar Teófilo Stevenson dentro y fuera de los cuadriláteros. Sin embargo, no hay ninguna que se iguale en significado al amor que sintió por su pueblo, que lo vitoreó en cada una de sus presentaciones y lo hizo suyo, inolvidable.