Santiago de Cuba se alzó en armas el 30 de noviembre de 1956
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El levantamiento armado del Movimiento 26 de Julio en Santiago de Cuba el 30 de noviembre de 1956, en apoyo a la fecha prevista del desembarco de los expedicionarios del Granma, cumple este año su 67 aniversario.
Ese día el pueblo santiaguero se vistió de verde olivo y muchos de sus hijos salieron armados para combatir las fuerzas del dictador Fulgencio Batista, y desviar la atención sobre la zona donde debía producirse el desembarco para que Fidel Castro y sus hombres pudieran llegar a la Sierra Maestra.
Frank País coordinaba todas las acciones que se realizarían en el país. Según el testimonio de Léster Rodríguez, «el plan para el 30 de noviembre fue concebido por Fidel Castro en su parte general. Hacía falta que se llevaran a cabo acciones en el resto de la Isla que impidieran al ejército batistiano trasladar sus efectivos con suficiente rapidez a la zona de desembarco».
La hora escogida para iniciar las acciones en Santiago de Cuba fue las siete de la mañana, con el bombardeo al Cuartel Moncada por un mortero. Al frente de esta operación estaban Léster Rodríguez y Josué País, pero ambos fueron detenidos antes de la hora señalada y las armas se quedaron sin utilizar en el tiempo convenido. Al no sonar el mortero, hubo desconcierto.
Pepito Tey no esperó mucho. Llamó a María Antonia Figueroa, quien atendía el teléfono en el cuartel general de los revolucionarios: «Doctora, dígale a Salvador (Frank País) que llegó el momento». Ella le pidió que se esperara y dio el recado a Frank, quien respondió: «Dígale que está bien». Minutos después, el estampido de los tiros inundaba la ciudad.
Desde mediados de noviembre, Frank había explicado a los jefes de grupo del Movimiento los objetivos de la acción en Santiago: cercar el Moncada, para neutralizar las tropas acantonadas allí y acopiar armas, para lo cual se atacarían la Policía Marítima, la Nacional y una armería en la Plaza Dolores.
En la Policía Marítima, los revolucionarios atacaron la posta y a tiro limpio entraron en el edificio, hicieron prisioneros a un teniente, seis guardias y acopiaron armas. Ante la llegada de los refuerzos del Ejército batistiano al no neutralizar al cuartel Moncada por lo del mortero, abandonaron el lugar.
En la acción contra la Estación de Policía Nacional la célula de Otto Parellada atacó por el fondo de la Escuela de Artes Plásticas y el grupo comandado por Pepito Tey acometió por el frente, partiendo de la escalinata de Padre Pico. Junto con algunos de sus hombres, Pepito se atrinchero detrás del paredón en el tope de la escalera y avanzó. Subieron la escalera de la jefatura y lanzaron granadas, pero ninguna estalló y tuvieron que retroceder sin dejar de disparar. A Pepito solo lo detuvo un balazo en la frente.
Ya había caído Tony Alomá en otro momento del combate, al subir el último escalón de Padre Pico. Otro grupo lanzaba Cócteles Molotov contra la Estación, pero estaban mal hechos y se extinguían rápidamente. Otto Parellada, incluso herido, no cesaba de disparar hasta que una ráfaga acabó con su vida. Lejos de amilanarse, sus hombres recrudecieron el combate. Buscaron un saco de yute, metieron dentro varios cócteles Molotov, le dieron candela y lo tiraron sobre el techo, que empezó a arder.
Dentro del calabozo de la Estación estaban varios revolucionarios, detenidos anteriormente. Los policías abandonaron el lugar y los dejaron a merced del fuego, pero éstos con un ladrillo desprendido rompieron el candado de la reja, treparon a unos tanques de agua y brincaron a una casa vecina, donde ya habían llegado los bomberos.
Los esbirros del SIM (Servicio de Inteligencia Militar) irrumpieron en la casa, pero la dueña supo esconder muy bien a los fugados. Los bomberos vistieron a los revolucionarios con los uniformes del cuerpo y los rescataron uno a uno.
En el Instituto de Segunda Enseñanza un grupo de más de 20 jóvenes combatieron valientemente hasta la orden de retirada, de ellos solo 12 eran miembros del Movimiento 26 de Julio, los demás se habían sumado aquel día.
El plan general contemplaba el apoyo a la fuga de los revolucionarios presos en la cárcel de Boniato, lo cual finalmente se logró pese a no poder contar con apoyo externo, y tres de los fugados alcanzaron luego el grado de comandante.
En otros lugares del territorio nacional también se combatió. En Nicaro, Palma Soriano, Guantánamo, Las Tunas, Baire, Manzanillo, Pinar del Río, incendios a servicentros en Cienfuegos y Camagüey, ocupación de armas en Santa Clara, sabotajes a vías férreas y telefónicas en varios municipios matanceros. En La Habana un comando incendió la fábrica de espejos de Almendares y Lugareño.
El desembarco del Granma no pudo producirse el día 30 como estaba previsto, por mal tiempo y la demora de dos días para rescatar a un combatiente caído al mar, y aunque la orden de Fidel era esperar el desembarco para desencadenar las acciones la falta de comunicación precipitó los hechos. La llama de la Revolución estaba prendida.