Nuestro derecho a existir

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De nuevo vuelven a fallar. De nuevo yerran en el intento de fracturar la dignidad de un pueblo. Cuando una canción logra conmocionar a multitudes a través del tiempo, independientemente del carisma del intérprete, independientemente del rango profesional que lo distingue, la letra de la canción puede llegar a impresionar profundamente, porque lleva en sí misma una acertada dote de verdades históricas que la hacen auténtica.
Cuando Vicente Feliú compone Créeme, nos entrega una vívida canción de amor, comprometida con la intensidad de una vigilia impuesta por el constante asedio enemigo, desde hace más de 60 años. Cuando Silvio Rodríguez presenta el disco Silvio, en 1992, entre las nuevas composiciones que aquí aparecen contenidas, se encuentra El necio. Se trata de un vibrante tema que permanece impregnado por derecho propio en el imaginario de una nación dispuesta a defender las conquistas de su soberanía, hasta las últimas consecuencias.
Por lo tanto, para que una canción pueda alcanzar el venerado privilegio de habitar en el alma cubana, no basta apropiarse inadecuadamente de símbolos sagrados para los ideales del pueblo, como son José Martí y Ernesto Che Guevara, porque carecen de un sólido basamento conceptual que ampara el mensaje de la pieza.
Si se escucha la pieza Patria y vida, por una parte se nos está hablando de un país que no existe para la cotidianeidad de millones de compatriotas a lo largo y ancho del archipiélago. Sin embargo, el mismo nombre de la canción implica otra provocación, que solo quienes profesan una sospechosa ingenuidad, la tomarían en cuenta.
Todo esto forma parte del mismo guion del enemigo, donde los revolucionarios –según ellos– tenemos que asumir el papel de los malos de la película, como si nos negásemos a tener un clímax distendido, basado en relaciones de amistad y respeto con el vecino país, cuyos pasos iniciales se pudieron vislumbrar claramente durante la etapa de Obama como presidente.
Con la actual administración del gobierno estadounidense, como han declarado nuestros máximos dirigentes, estaríamos dispuestos, a restablecer y ampliar tales puentes, tras mutuo acuerdo entre ambas naciones. Sería una posibilidad histórica donde la patria de todos aquellos que la amamos y protegemos, podría avanzar más rápido hacia anchos horizontes.
Pero nadie ponga en duda que, frente a quien se atreva nada más que a amenazarla, será escuchado el grito de combate de todo un pueblo: ¡Patria o Muerte!