No es nueva la obsesión de Estados Unidos para que no llegue a Cuba combustible
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Los años 90 se dibujaban contradictorios a partir de variaciones notables en la correlación de fuerzas mundiales, y algunos hacían correr la teoría de que se acercaba el fin de la historia.
Cuba era el blanco predilecto del imperio en aquel escenario, donde imaginaron una caída de fichas de dominó. La añorada perla de la corona, tantas veces esquiva, en su mente calenturienta, cedería. Según ellos, era una caída imposible de evitar.
El presidente George Herber Bush, reeditando la política agresiva desarrollada por los anteriores gobiernos yanquis, apretó el cercó económico contra la Isla aprovechando las difíciles circunstancias provocadas por la situación en Europa del Este y recurrió al terrorismo, a la piratería y al acoso contra las navieras que llevaban recursos a Cuba.
Uno de estos casos fue la agresión al buque mercante Hermann en febrero de 1990. De 3 592 toneladas, 69 metros de eslora, navegaba el Hermann en calidad de arriendo por la Empresa de Navegación Caribe, bajo bandera panameña, con una carga de mineral de cromo con destino al puerto Mexicano de Tampico.
Sobre las 07:20 a.m. el guardacostas estadounidense 1320, en aguas internacionales, intercepta la marcha de la nave conminándola a detenerse para efectuar inspección bajo el pretexto de contrabando de drogas.
El capitán Diego Sánchez Serrano explica el contenido que trasportan y que sin autorización del Gobierno cubano no podrán ni detener ni abordar el buque. En actitud prepotente, el guardacostas impone una persecución, tratando por la fuerza de lograr su propósito.
Se inicia así una batalla desigual entre dos contendientes, unos por humillar a un pueblo, otros por defender la razón y los principios en los que creen, y por los que están, incluso, dispuestos a morir. Son hombres de mar enfrascados en cumplir su deber, saben lo que representa el odio imperial, tienen memoria y no olvidan cada uno de los atentados terroristas que ha padecido nuestro pueblo. No temen, han decidido resistir.
Y así resisten cada chorro de agua a presión, cada iluminación de los reflectores que tratan de cegarlos, o de las ráfagas o disparos con que impactan la nave para destruirla.
Los 11 tripulantes con machetes, hachas y cuchillos determinan enfrentar la agresión. Su decisión es una: «Aquí no se rinde nadie».
La persecución dura toda la noche y solo cesa cuando se acercan a las aguas territoriales mexicanas. Por otro lado, como parte de la provocación, los medios habían propagado la falacia sobre la supuesta carga de drogas.
El Estado cubano, apelando a las relaciones históricas entre nuestros pueblos, solicitó al Estado mexicano el control in situ de la nave; tras ocho horas de inspección, el resultado fue absolutamente negativo, demostrando así la verdad de la tripulación y del Gobierno cubano.
El comportamiento decidido, digno y valiente de estos hombres se convirtió en una valiosa hazaña en un momento de gran importancia, pues reafirmaban lo planteado por Fidel de continuar la construcción del socialismo, aun sin la existencia del campo socialista. De regreso a la patria fueron recibidos por todo el pueblo en un acto masivo frente al monumento donde antes existía un águila imperial.
La clausura del recibimiento la realizó Fidel, quien en sus palabras señaló: «No se sabe lo que vale ese mensaje que estos hombres han enviado a los imperialistas…, les han dado una insuperable lección». En otro momento del discurso, Fidel apunta: «Ellos demuestran que aquí hay millones de héroes».
Los últimos acontecimientos en las relaciones entre Estados Unidos y Cuba reflejan el recrudecimiento de la hostilidad del gobierno de Donal Trump, en su frustración al no lograr su objetivo de derrotar a la Revolución bolivariana. Han llegado a insinuar, incluso, la posibilidad de un bloqueo total, olvidando que 60 años no pasan por gusto y las historias no se olvidan.
Puede ser que a los hijos o a los nietos de los tripulantes del Hermann sea hoy a quienes les corresponda asumir el reto de ganar esta nueva batalla. En Cuba nacen héroes todos los días.