Medicina de campaña, también de excelencia
Fecha:
28/01/2010
Fuente:
Periódico Granma
Solo faltaban ocho días para que la doctora Olga María Delgado regresara a su Patria, luego de 27 meses salvando vidas en Haití. Esperaba la llegada de su relevo cuando la naturaleza sacudió sin piedad a este pedazo de isla. Nunca pensó volver a vivir días tan intensos como los de Gonaives.
Recuerda hoy las 16 horas que pasó junto a otros médicos encima de un techo de zinc, el 2 de septiembre del 2008, cuando las lluvias de la tormenta Hanna inundaron la ciudad. Hasta más de dos metros subió el nivel del agua, que arrastró consigo a miles de haitianos. Allí estaba Olga, y aunque pensó que de esa no se salvaba, bastó poco tiempo para, luego del rescate recuperarse del susto y comenzar a auxiliar a los sobrevivientes.
Pareciera que Haití y sus desastres quisieran amedrentar a esta cubana, sin embargo ella es una de esas mujeres que aleccionan de solo mirarlas. A dos días del terremoto la encontré entre los heridos que, a montones, llegaban al hospital La Renaissance. Eran las cinco de la tarde, pero con la mayor de las energías continuaba socorriendo, hacía más de 24 horas que no paraba. Ayer, otra vez di con ella, ahora dirigía el hospital de campaña de Croix des Bouquets. ¿Será que no se cansa?
Cuenta Olga que pensó haber visto y vivido todo en el desastre de Gonaives, idea que desechó el 12 de enero del 2010. "Ha sido inmenso el impacto sicológico, lo peor fue ver personas morir por no tener todas las condiciones en las horas inmediatas al sismo, pues el país había colapsado. Como aquella joven que llegó con un trauma abdominal y, por no poder llevarla de inmediato a un salón, murió. Estábamos atendiendo casi en la calle".
Pero quizás para la doctora Olga, lo que más le estremeció este sismo fueron las ganas de reencontrarse con su familia, con su esposo Gabriel, sus hijas Dailén y Danay, y con Gabriela, la nietecita de solo tres meses que aún no conoce. Confiesa que ya necesita regresar a Cuba, y entonces la provoco:
—Usted ayudó a que La Renaissance echara a andar y ahora dirige este hospital de campaña, si sigue trabajando tan bien nunca la regresarán a Cuba¼
"Aunque me esté haciendo falta volver, nunca voy a trabajar mal".
MÉDICOS EN CAMPAÑA
En las afueras del parque de Croix des Bouquets, decenas de personas hacen una larga fila. Dentro, otros tantos se arremolinan en la puerta de la casa de campaña que comienza a dar consultas. Muchos traen los plegables impresos en Cuba que les aconsejan lavarse las manos, hervir el agua, proteger los alimentos, no arrojar escombros en cualquier lugar y acudir siempre al médico ante cualquier dolencia.
Darid Gurlene trae a un bebé en los brazos, de su saya cuelgan tres niños más. Nelika, la pequeña, tiene fiebre, vómitos y diarreas. Por temor a que la niña se ponga más mala, espera desde hace horas en la fila de enfermos. Cuando llegamos ya casi le tocaba su turno. Con un cartón protegía a sus hijos del sol, mientras afirmaba que venía a ver a los buenos doctores cubanos.
Como ella, muchos en Croix des Bouquets ya saben que los galenos cubanos están montando un hospital de campaña para dar asistencia a todo el que lo necesite. Cuando preguntamos a los médicos el porqué de tanta afluencia de pacientes, coincidieron en una respuesta: "Damos consultas y medicamentos gratis".
Comenta la doctora Olga María Delgado, al frente de la asistencia médica, que los casos vistos ya no están directamente relacionados con el sismo, son más bien consecuencias del desastre, como las diarreas y las infecciones respiratorias. En el hospital de campaña ya funciona un área para la hospitalización, para las consultas y un quirófano. Están por montarse, además, la sala de terapia intensiva, los laboratorios y el equipo de ultrasonidos y rayos X.
Allí laboran nueve galenos cubanos, dos residentes haitianos y seis alumnos de la Escuela Latinoamericana de Medicina. Y entre las alegrías ya cuentan la vida de Yunel, quien llegó al hospital de campaña con 28 días de nacido y solo dos libras de peso. Luego del terremoto comenzó a sufrir fatigas, vómitos y diarreas. En la iglesia del pueblo contaron a Yulia, su mamá, que los médicos cubanos estaban sanando y hacia allí fue. Hoy ya está fuera de peligro su hijo, aunque ella sigue sin saber cómo se escribe el nombre del pequeño, tampoco el suyo.
Una de las carpas más abarrotadas es la del residente haitiano Atilus Vargace, quien cursa el tercer año de la especialidad de Ginecobstetricia y vino luego del sismo a ayudar a su gente. Allí decenas de mujeres embarazadas esperan a que un médico toque por vez primera sus barrigas. Atilus había visto ya 21 casos y todavía no eran las doce del mediodía: "Muchas tiene embarazos gemelares, otras llegan con fuertes dolores pélvicos o abscesos de mama. La mayoría jamás ha entrado a una consulta".
—¿Qué sentiste al llegar a tu país y ver tamaña devastación?
"Me quedé sin palabras. Pero digo siempre como Martí, que un hombre no puede estar feliz mientras haya otro sufriendo. Por eso estoy aquí. No sé cuando vuelva a Cuba a terminar mi especialidad. Sé el día que llegué; no el de regresar".
Confieso que nunca pensé escuchar el nombre de Martí entre tanta tragedia. Haití me sigue sorprendiendo, también la fuerza de la Revolución que es capaz de formar médicos como estos, que aún en condiciones de campaña sanan con excelencia.
Recuerda hoy las 16 horas que pasó junto a otros médicos encima de un techo de zinc, el 2 de septiembre del 2008, cuando las lluvias de la tormenta Hanna inundaron la ciudad. Hasta más de dos metros subió el nivel del agua, que arrastró consigo a miles de haitianos. Allí estaba Olga, y aunque pensó que de esa no se salvaba, bastó poco tiempo para, luego del rescate recuperarse del susto y comenzar a auxiliar a los sobrevivientes.
Pareciera que Haití y sus desastres quisieran amedrentar a esta cubana, sin embargo ella es una de esas mujeres que aleccionan de solo mirarlas. A dos días del terremoto la encontré entre los heridos que, a montones, llegaban al hospital La Renaissance. Eran las cinco de la tarde, pero con la mayor de las energías continuaba socorriendo, hacía más de 24 horas que no paraba. Ayer, otra vez di con ella, ahora dirigía el hospital de campaña de Croix des Bouquets. ¿Será que no se cansa?
Cuenta Olga que pensó haber visto y vivido todo en el desastre de Gonaives, idea que desechó el 12 de enero del 2010. "Ha sido inmenso el impacto sicológico, lo peor fue ver personas morir por no tener todas las condiciones en las horas inmediatas al sismo, pues el país había colapsado. Como aquella joven que llegó con un trauma abdominal y, por no poder llevarla de inmediato a un salón, murió. Estábamos atendiendo casi en la calle".
Pero quizás para la doctora Olga, lo que más le estremeció este sismo fueron las ganas de reencontrarse con su familia, con su esposo Gabriel, sus hijas Dailén y Danay, y con Gabriela, la nietecita de solo tres meses que aún no conoce. Confiesa que ya necesita regresar a Cuba, y entonces la provoco:
—Usted ayudó a que La Renaissance echara a andar y ahora dirige este hospital de campaña, si sigue trabajando tan bien nunca la regresarán a Cuba¼
"Aunque me esté haciendo falta volver, nunca voy a trabajar mal".
MÉDICOS EN CAMPAÑA
En las afueras del parque de Croix des Bouquets, decenas de personas hacen una larga fila. Dentro, otros tantos se arremolinan en la puerta de la casa de campaña que comienza a dar consultas. Muchos traen los plegables impresos en Cuba que les aconsejan lavarse las manos, hervir el agua, proteger los alimentos, no arrojar escombros en cualquier lugar y acudir siempre al médico ante cualquier dolencia.
Darid Gurlene trae a un bebé en los brazos, de su saya cuelgan tres niños más. Nelika, la pequeña, tiene fiebre, vómitos y diarreas. Por temor a que la niña se ponga más mala, espera desde hace horas en la fila de enfermos. Cuando llegamos ya casi le tocaba su turno. Con un cartón protegía a sus hijos del sol, mientras afirmaba que venía a ver a los buenos doctores cubanos.
Como ella, muchos en Croix des Bouquets ya saben que los galenos cubanos están montando un hospital de campaña para dar asistencia a todo el que lo necesite. Cuando preguntamos a los médicos el porqué de tanta afluencia de pacientes, coincidieron en una respuesta: "Damos consultas y medicamentos gratis".
Comenta la doctora Olga María Delgado, al frente de la asistencia médica, que los casos vistos ya no están directamente relacionados con el sismo, son más bien consecuencias del desastre, como las diarreas y las infecciones respiratorias. En el hospital de campaña ya funciona un área para la hospitalización, para las consultas y un quirófano. Están por montarse, además, la sala de terapia intensiva, los laboratorios y el equipo de ultrasonidos y rayos X.
Allí laboran nueve galenos cubanos, dos residentes haitianos y seis alumnos de la Escuela Latinoamericana de Medicina. Y entre las alegrías ya cuentan la vida de Yunel, quien llegó al hospital de campaña con 28 días de nacido y solo dos libras de peso. Luego del terremoto comenzó a sufrir fatigas, vómitos y diarreas. En la iglesia del pueblo contaron a Yulia, su mamá, que los médicos cubanos estaban sanando y hacia allí fue. Hoy ya está fuera de peligro su hijo, aunque ella sigue sin saber cómo se escribe el nombre del pequeño, tampoco el suyo.
Una de las carpas más abarrotadas es la del residente haitiano Atilus Vargace, quien cursa el tercer año de la especialidad de Ginecobstetricia y vino luego del sismo a ayudar a su gente. Allí decenas de mujeres embarazadas esperan a que un médico toque por vez primera sus barrigas. Atilus había visto ya 21 casos y todavía no eran las doce del mediodía: "Muchas tiene embarazos gemelares, otras llegan con fuertes dolores pélvicos o abscesos de mama. La mayoría jamás ha entrado a una consulta".
—¿Qué sentiste al llegar a tu país y ver tamaña devastación?
"Me quedé sin palabras. Pero digo siempre como Martí, que un hombre no puede estar feliz mientras haya otro sufriendo. Por eso estoy aquí. No sé cuando vuelva a Cuba a terminar mi especialidad. Sé el día que llegué; no el de regresar".
Confieso que nunca pensé escuchar el nombre de Martí entre tanta tragedia. Haití me sigue sorprendiendo, también la fuerza de la Revolución que es capaz de formar médicos como estos, que aún en condiciones de campaña sanan con excelencia.