Los tanques en Girón
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La mañana del 17 de abril de 1961, el teniente Néstor López Cuba, que aún no sabía del ataque mercenario, recibió orden de partir inmediatamente para Matanzas a la cabeza del contingente de tanques. De la entrevista en el libro Secretos de Generales, extraemos este fragmento...
El SAU-100 y el T-34, en las orillas de Playa Girón. Fidel está en la torreta del SAU-100 (a la izquierda), que es de donde dispara al barco Houston poco después.
— ¿En qué situación se encontraban en abril de 1961?
—Contábamos con muy pocas tripulaciones de las que habíamos preparado integralmente y que procedían de los tanques americanos, ya que en la escuela se preparaban tres elementos por tanque, sobre todo en el T-34: artillero, jefe de tanque y conductor.
Ya dos meses antes de terminar el curso se tenían dos elementos nuevos: soldados que se preparaban como cargador y como tirador de proa, que era correcto.
Esas tres categorías requieren más preparación, más intensidad en el estudio, que ya los otros son dos elementos de la dotación, a quienes se les enseñaban los tipos de proyectiles, cómo resolver interrupciones. En medio de esos cursos, sin terminar su preparación elemental, nos sorprendió Girón.
—¿Dónde se encontraba cuando Girón?
— En Managua. En esos momentos teníamos tres hombres por tanque, que ni siquiera habían hecho el ejercicio de tiro básico y de conducción. La gente tiró el primer cañonazo de su vida en Girón.
Nos salvó que habíamos traído una columna que estaba en Isla de Pinos para que se integrara al próximo curso que se iba a iniciar a mediados de abril, y la decisión que se tomó el 16 por la noche, fue de completar los dos hombres que le faltaban a cada tanque con esa gente que habían llegado de la Isla.
Los tanquistas que fueron a Girón aprendieron los elementos rudimentarios un poco en el camino. Esa es la situación en que nos cogió Girón.
—¿Qué órdenes le dieron?
—Salir con un batallón de tanques hacia Matanzas y que allí me darían las instrucciones. No me hablaron nada de desembarco ni de lo que estaba pasando.
Hubo que buscar zorras para poder trasladar los tanques. Cuando aquello, el parque norteamericano que existía en el país para mudar equipos pesados era deficitario y con bastantes problemas técnicos de piezas, neumáticos, etc. Solo se pudieron resolver cinco zorras.
En conclusión, debíamos salir con quince tanques y solo salimos con cinco. La idea era que en el resto del transporte que siguiera apareciendo, se fueran trasladando para Matanzas, con la variante de que si no aparecían las zorras, por su eje empezaran a moverse.
En el camino tuvimos varios inconvenientes e incluso nos ponchamos. Al llegar a Matanzas nos ordenaron seguir para Jovellanos.
—Ya en Jovellanos, ¿qué ocurrió?
—Nos mandaron a estacionar las cinco zorras con los cinco tanques alrededor del parque. Organizamos la instrucción al personal. Creamos un punto de estudio con la ametralladora, con las municiones para enseñarles arme y desarme.
Esa era la situación que teníamos en la mañana del 17 de abril de 1961. En un momento determinado, me mandaron a presentarme al cuartel.
—¿Con qué objetivo?
— No me lo dijeron, pero me llevé la gran sorpresa de la vida.
—¿Cuál fue la sorpresa?
—Encontrarme con el Comandante en Jefe.
—¿Qué estaba haciendo?
— Fidel hablaba por teléfono. Daba instrucciones: "Preparen la artillería antiaérea, movilicen fuerzas, batallones de milicia". Después supe que era con el Punto Uno radicado en el Nuevo Vedado, en la capital.
Por la conversación me percaté de que se ha producido un desembarco por varios puntos: Girón, Playa Larga, Pálpite, Soplillar. En ese instante me enteré de lo que estaba ocurriendo.
En medio de esa situación me dije: "Coño, hay un desembarco, parece que vamos a combatir". Cuando él terminó de hablar se viró para mí y para Harold Ferrer, que era el Jefe de la Columna 1 "José Martí". Me reconoció y preguntó: "¿Oye, pero tú no eres el tanquista del 59?, nosotros nos hemos visto, nosotros nos conocemos..." Sí, Comandante, lo que pasa es que hace tiempo no nos veíamos.
Nos explicó que los mercenarios tenían bajo su control a Playa Larga y que había que sacarlos a la mayor rapidez, combatirlos sin tregua. Ese encuentro se produjo alrededor de las cuatro de la tarde.
También nos dijo que las intenciones del enemigo eran establecer un gobierno provisional en Girón con el apoyo de los norteamericanos y de la Organización de Estados Americanos (OEA).
Igualmente, nos comunicó que el Capitán José Ramón Fernández estaba en Pálpite y que la Escuela de Responsables de Milicias de Matanzas y la artillería combatían desde las primeras horas de la tarde y que al llegar Fernández, nos daría más información y mapas.
—Recuerdo haberlo visto en la entrada de la Laguna del Tesoro cuando Fidel le daba las últimas orientaciones.
—Sí. Fidel quería montarse en uno de lo tanques. Hubo que discutir fuertemente con él para impedírselo.
Nos recalcó una vez más la importancia de la misión y que era imprescindible tomar Playa Larga para, posteriormente, darles el golpe definitivo a los invasores en Girón.
Fernández me habló lo que sabía del enemigo. Cómo se encontraba la situación. Mapas no nos pudo dar, pues no contaba con suficientes y los pocos los usaba en la dirección de las acciones.
También Fernández me dijo: "No tengo forma de comunicarme contigo". Decidimos dejar un tanque para que nos sirviera de comunicación. Iríamos solamente con cuatro tanques.
—¿Qué les dijo a sus subordinados?
—Orienté al conductor que no se podía salir de la carretera porque caeríamos en la ciénaga. Detrás de cada tanque iba una escuadra de la gente de infantería.
A la hora de la salida, el hombre que debía ir en el primer tanque me planteó que se sentía mal y me pidió que lo dejara en el tanque, que se quedaría de enlace.
El resto de los tanquistas eran más bisoños, tenían menos experiencia. Decidí montarme en el primer tanque. Ordené quitar los tanques auxiliares.
En el momento de ponernos en marcha se me orientó que un jefe superior nos acompañara. Eso me obligó a dejar en tierra al jefe de uno de los tanques.
—Se montó Flavio Bravo...
—Exactamente. En el cuarto tanque...
—¿Dónde chocó con el enemigo?
—A la altura donde se encontraba combatiendo la Escuela de Responsables de Milicias.
A partir de ese momento no tuvimos más comunicación entre nuestros tanques. En el primer contacto con el enemigo Harold perdió como doce o trece hombres entre muertos y heridos.
La infantería se desplazó hacia los laterales, hacia la maleza. El avance de ellos se hizo más lento.
Como me encontraba en medio de la carretera mi avance tenía que ser a mayor velocidad, pues a medida que me fui acercando a la zona de combate, comencé a recibir el fuego de las ametralladoras 50, fusilería y medios antitanques con que contaba el enemigo.
Cada vez que me detenía veía que el fuego era más intenso. Iluminaban la carretera con morteros, bengalas. Decidí entrar a cañonazos.
—¿Por qué razón?
—Para poder abrirme camino. Todo eso en medio de una gran preocupación, debido a que el resto de los tanques se estaban quedando rezagados. Al sobrepasar la Escuela de Milicias, empiezo a entrar dentro del sistema de fuego del enemigo.
Un cañonazo me arrancó la estera. Me perforaron el cañón. Caigo en la cuneta. Aquello fue una tragedia.
Decidí abandonar el tanque. Hice varios intentos por salir, pero el fuego enemigo me lo impedía. Finalmente lo logré. Comencé a arrastrarme para alcanzar los otros tanques.
Mi sorpresa fue mayor cuando me percaté que el enemigo estaba atrincherado entre mi tanque y el resto de las fuerzas que se encontraban en la profundidad.
Me subí en el tanque que venía detrás. No me querían abrir la escotilla pues pensaron que eran los mercenarios. De repente, el enemigo hizo fuego con todo contra ese tanque. Salté a la carretera y busqué el tercero, en el que logro entrar. Su jefe era Israel Neira, quien en unión de su tripulación, estaba tratando de resolver una interrupción.
En medio de esa situación el segundo tanque dio marcha atrás y chocó con el nuestro.
Ordené retroceder. Nos despegamos del tanque que nos había chocado. Lo sobrepasamos por la derecha, y marchamos velozmente tirando con cañón y ametralladoras hasta la plazoleta de Playa Larga, cuidando no darle un cañonazo al tanque nuestro que había quedado averiado en la cuneta, pero con una pequeña señal de luz roja encendida en la torreta para identificación nocturna.
Después de girar en círculo en la plazoleta de Playa Larga, nos dirigimos a mi tanque y cuando bajé para subir al mío, una ráfaga de ametralladora rebotó en la torreta, hiriéndome, y quedé tendido en la tierra.
—¿Qué tiempo estuvo en el piso?
—No tengo idea. Recuerdo que sentí a hombres muy cerca, hablando, y pensé que eran mercenarios y no me moví hasta que distinguí la voz de Harold y de Flavio, que se habían bajado del tanque y seguían a pie con la infantería. Al verme herido, me mandaron para el central Australia.
—¿Dónde lo hirieron?
—En el brazo derecho y algunos fragmentos pequeños por el cuerpo. Ya en el Australia me curaron e hicieron placas. Al detectar que tenía un proyectil en el brazo me trasladaron para el hospital de Jagüey con la intención de evacuarme para Matanzas y operarme.
En la madrugada del 19 me enteré por un tanquista herido, del avance de nuestras tropas hacia Girón y en la mañana de ese propio día decidí irme del hospital.
—¿En qué momento llegó a Girón?
—El 19 en horas de la tarde. Ya se había formado el despelote de los mercenarios. Girón estaba en nuestras manos. Al siguiente día volví para Playa Larga.
—¿A qué volvió?
— Fidel nos ordenó que lleváramos varios tanques a Playa Larga para evitar un nuevo desembarco. También nos mandó a situar fuerzas en Caleta del Rosario. A lo lejos se veía el Houston.
—¿Estaba junto a Fidel cuando lo hundió?
— Sí. Formaba parte de un pequeño grupo. También estaba Lussón. Fidel, al verme, me preguntó cómo se había desarrollado el movimiento de los tanques.
Cuando se lo estaba narrando empezó a llegar la gente diciendo que del Houston estaban tirando e incluso habían herido a un compañero.
Él no quería tirarle, pues ahí venía la logística de la Brigada mercenaria. "Ahí lo que viene es mucho, tenemos que saber qué es lo que trae ese buque", comentaba Fidel.
Fue tanta la insistencia, que Fidel dijo: "Bueno, anda, prepárame un tanque". Se prepararon un T-34 y un SAU. Al ver que estaba herido, ordenó que me evacuaran. Tenía fiebre, escalofríos. Había miedo de que se me fuera a formar una gangrena.
Aunque Fidel avanzó en el T-34, le disparó al Houston desde el SAU-100. Después se comprobó que en el barco no había ninguna persona. Al regreso de Girón, me hicieron Capitán.