Los inicios de un año tremendo
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El luego comandante rebelde Efigenio Ameijeiras se vio en medio de una balacera en plena vía pública de la capital cubana. “Hemos sufrido muchas bajas, hay que ordenar la retirada”, dijo el jefe de la operación. “Hay compañeros nuestros atacando el Palacio Presidencial y no podemos abandonarlos a su suerte”, replicó Efigenio. En esos momentos avistó un camión rastra que se acercaba y lo detuvo. Tras recoger el M-1 de un compañero caído, tomó el timón. El resto del comando montó atrás. Avanzó directamente contra el portón. Una ráfaga cercenó el parabrisas y las esquirlas le hirieron el rostro. Con una granada neutralizó a quienes le disparaban. Subió las escaleras disparando…
Efigenio despertó. Desde el banco del Parque Central donde se hallaba, contempló cómo las guaguas rodaban despreocupadamente por Zulueta y recogían pasajeros en la parada. “Si sigo con esas ideas delirantes, me voy a volver loco”, dijo para sí. Era una mañana típica de enero, sin calor ni frío, un día lleno de paz, pero la paz no estaba en su espíritu. Quería marchar a México, a reunirse con Fidel que preparaba una expedición para iniciar la lucha guerrillera, pero Gustavo, su hermano y jefe en el Movimiento 26 de Julio, no lo dejaba: “Haces más falta aquí, todos no podemos ir”.
Cruzó la calle. Frente a la Manzana de Gómez, Gustavo y Machaco, su otro hermano, estaban parqueando el auto. El primero esgrimía una BOHEMIA en la mano derecha. “Fidel ha prendido en la conciencia de casi todo el pueblo, eso es ya una realidad… Oigan lo que dice en este artículo José Antonio Echeverría, el presidente de la FEU”. Comenzó a leer: “El año de 1956 será el de la total liberación de Cuba […] La juventud cubana de ahora, que sabe que las revoluciones ni se fabrican ni se decretan ha encontrado su camino […] Hora es ya de terminar para Cuba de arriba abajo, de una vez y para siempre, con todo lo que el 10 de marzo representa en sangre, robo, desvergüenza y traición”. Efigenio lo escuchaba y su mente echó a volar. Como muchos jóvenes de entonces, quería hacer algo, cualquier cosa, hasta asaltar una armería con una pistola y una granada. “Voy a sacar mi pasaporte, el pasaje en barco vale una basura… Concho, no puedo llegar a México sin la autorización de la Dirección del Movimiento, tengo que convencer a Gustavo”.
Práctica de tiro en Toluca
Acompañados del puertorriqueño Juan Juarbe y otros tres amigos latinoamericanos, Fidel, Raúl, Juan Manuel Márquez y Chuchú Reyes marcharon hacia la ciudad de Toluca, en el estado de México, con un doble propósito: estrechar relaciones con el jefe municipal del partido gobernante, un personaje influyente en la política de esa nación, quien los había invitado a visitar ese territorio, y buscar un lugar apartado para realizar una sesión de práctica de tiro.
Tras disfrutar de la hospitalidad del político toluqueño, en una camioneta facilitada por este marcharon hacia el poblado de Zaragoza. Con ellos viajaba un periodista de la zona, para evitar dificultades. Se detuvieron primeramente en Calimaya, donde Fidel conversó con residentes del lugar. Más allá de Molino de Santa Rosa, descendieron del vehículo y se internaron en la sierra. Cruzaron varios arroyos y tras una larga caminata hallaron un lugar lo suficientemente alejado para realizar la práctica. Algunas botellas de refresco sirvieron de blanco.
Represión
En Cuba, entretanto, ante el nivel de violencia que había caracterizado la lucha de masas en los últimos meses de 1955 (la huelga azucarera, sobre todo, había puesto en jaque al régimen), el tirano Batista accedió a concederle audiencia al viejo coronel mambí Cosme de la Torriente. El anciano, pecando de ingenuidad, le entregó al dictador un pliego de demandas que incluía el cese de las detenciones arbitrarias, de los maltratos y torturas a los detenidos y de los registros sin mandamiento judicial. Además, solicitaba la convocatoria a elecciones generales inmediatas. Batista propuso crear dos comisiones, una del Gobierno y otra de la oposición, para debatir las demandas desde un punto de vista jurídico.
En la práctica, lejos de aminorar la represión, aumentó. En Artemisa, 11 moncadistas, a quienes los aparatos represivos no les perdían pie ni pisada, fueron detenidos, entre ellos, Julito Díaz, Ciro Redondo, Ramiro Valdés y Pepe Suárez. Conducidos al cuartel de la Guardia Rural, los trasladaron a la cárcel de Pinar del Río. Estudiantes, obreros y pueblo en general que protestaban de la arbitrariedad en ordenada manifestación, recibieron una golpiza brutal por parte de las autoridades. El Tribunal de Urgencia decretó la libertad de los detenidos, pero a las pocas horas volvieron a ser aprehendidos y arrojados a la cárcel de Guanajay. A Julito, Ciro y Pepe los remitieron al Castillo del Príncipe, al resto los liberaron.
También en La Habana el gobierno perseguía a los moncadistas y ante el acoso policial el Movimiento 26 de Julio orientó a Juan Almeida marchar a México para incorporarse al grupo que con Fidel ya comenzaba a entrenarse para la futura expedición. El 25 de enero le expidieron el pasaporte al joven albañil; el 14 de febrero siguiente partió en el vapor Andrea Gritti hacia la nación azteca junto con sus compañeros Antonio Darío López e Israel Cabrera.
El régimen suspendió arbitrariamente la tradicional conmemoración patriótica del 28 de enero. Al intentar colocar una ofrenda floral en la estatua del Apóstol en el Parque Central, los muchachos de la FEU, liderados por José Antonio Echeverría, enfrentaron la ira de la policía batistiana y el lugar devino campo de batalla. No habían sido controlados aún los estudiantes, cuando las integrantes del Frente Cívico de Mujeres Martianas (FCMM) llegaron al céntrico sitio portando flores. Fusta en mano, los gendarmes de la tiranía las disolvieron y algunas de ellas resultaron detenidas.
En Santiago de Cuba hubo fuertes enfrentamientos entre estudiantes, las mujeres martianas y pueblo en general en la Plaza de la Libertad, el parque Crombet y en las cercanías del cementerio Santa Ifigenia. A Aida Pelayo, presidenta nacional del FCMM, quien había viajado a la ciudad oriental para participar en los actos conmemorativos, la detuvieron al descender del ómnibus que la trasladó desde La Habana. Sometida a juicio, aunque resultó absuelta, el jefe de la policía, como un sheriff de un oeste de Hollywood, le prohibió visitar más a Santiago, si no quería que peligrara su vida.
El brazo armado de la FEU
Dentro del movimiento estudiantil se había constituido desde mediados de 1955 el Directorio Revolucionario, una FEU para tiempo de guerra, su brazo armado para el combate contra la tiranía. Según testimonio de Faure Chomón, ya Echeverría pensaba a inicios de 1955 en que la FEU tenía que prepararse para la etapa de lucha armada: “Nos cita a Fructuoso y a mí a una reunión en casa de Anillo, en la calle L […] él plantea que tenemos que estar preparados con este aparato fundado, que debe tomar el nombre de Directorio, un nombre muy vinculado a las luchas estudiantiles. Y decidimos que llevara la palabra Revolucionario, porque incluye también los obreros y los sectores populares”.
Dejaron constituida lo que llamarían “célula central”: José Antonio, secretario general; Fructuoso, vice; como jefe de acción, Faure, quien luego rememoraría: “Nos dimos a la tarea de constituir los distintos frentes. Para el del estudiantado de la Segunda Enseñanza designamos a Joe Westbrook. En el de Acción, estuvieron Mary Pumpido, Julio García Oliveras, Pepe Wangüemert…, desarrollamos una rama externa, formada por obreros; se escoge para dirigirla a Rubén Aldama, quien era trabajador del Transporte, hombre muy humilde que tuvo que padecer la discriminación por ser pobre y por ser negro, sería el primer mártir del Directorio. Y una rama interna, que a partir de cierto momento sería dirigida por José El Moro Assef.
“Esta etapa (1955) es totalmente secreta, no va a divulgarse la existencia de la organización […] Estábamos adquiriendo armas, preparando casas, grupos de Acción que se foguean en las manifestaciones. La célula central, ya ampliada, comienza a reunirse en una casa de 19 de Mayo y Aranguren.
El 24 de febrero de 1956, en el Aula Magna de la Universidad de La Habana, se proclamó la constitución del Directorio. “Habíamos crecido, seguimos en la táctica de la riposta armada como lo demostramos en la manifestación del 13 de febrero de ese año, cuando esta fue reprimida, un comando armado ocasionó una docena de policías heridos. Y cuando José Antonio hizo pública la existencia de la organización, comenzó nuestra campaña pública, se creó el frente de propaganda […] Ya habíamos llegado al máximo de radicalización. El paso inmediato y superior es ir hacia Fidel, concretar la unidad de acción de las fuerzas revolucionarias”.
Lo que sucedió después
El lunes 12 de marzo luego de varias infructíferas reuniones entre los comisionados del Gobierno y de la oposición, el propio Cosme de la Torriente suspendió decepcionado las estériles sesiones de lo que se denominó “diálogo cívico”, sin arribar a acuerdo alguno, tal como Fidel había pronosticado. El líder de los moncadistas, en un conocido texto, proclamaría la única alternativa posible contra el régimen: Frente al 10 de Marzo, el 26 de Julio.
La lucha continuó. A México arribaban constantemente jóvenes revolucionarios para unirse a Fidel con vistas a la futura expedición. Una conspiración de militares del Ejército, los llamados Puros, fue descubierta; los involucrados resultaron aprehendidos, enjuiciados y sancionados a penas de cárcel.
Luego, el asalto al cuartel Goicuría: asesinato de muchos jóvenes a sangre fría. Detención de Fidel en México junto con varios compañeros, entre ellos, Che. Una amplia movilización popular logró su excarcelación. Carta de México entre Fidel y José Antonio, verdadera declaración de guerra de la juventud cubana a la tiranía. Masacre de jóvenes revolucionarios en la embajada de Haití en franca violación del derecho diplomático. Partida del Granma hacia Cuba. Levantamiento del 30 de noviembre en Santiago de Cuba. Alegría de Pío. Asesinato de 18 expedicionarios del Granma. Cinco Palmas. Pascuas sangrientas: otra masacre de la tiranía…
Años después, cuando le pidieron al expedicionario del Granma y comandante rebelde Efigenio Ameijeiras (al final pudo convencer a Gustavo, marchar a México y venir en la expedición) que definiera en una frase al año 1956, dijo simplemente: “Un año tremendo”.
Fuentes consultadas
Los libros La palabra empeñada, de Heberto Norman, y 1956, un año tremendo, de Efigenio Ameijeiras. Testimonios ofrecidos por Faure Chomón al autor de este trabajo.