¡Llamamiento contra llamamiento!
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Después del triunfo revolucionario del Primero de Enero de 1959, todas las celebraciones del asalto a los cuarteles Moncada y Carlos Manuel de Céspedes han tenido la relevancia que corresponde al Día de la Rebeldía Nacional.
No obstante, hace 51 años, el 26 de julio de 1964, tuvo una connotación especial, pues en el multitudinario acto presidido por el Comandante en Jefe, Fidel Castro, el pueblo santiaguero, en representación de toda la Patria, aprobó por unanimidad la Declaración de Santiago de Cuba, reafirmando su inquebrantable decisión de enfrentarse a los acuerdos de la OEA tomados cinco días antes, en la IX Reunión de Consulta de Cancilleres. En esa reunión, la OEA acordó el rompimiento de relaciones diplomáticas y consulares con Cuba y tomó otros acuerdos dirigidos a interrumpir todo su intercambio comercial y el transporte marítimo entre sus países miembros y el archipiélago. Todos esos acuerdos estaban destinados a aislar a Cuba del mundo y crear las condiciones para una agresión armada.
La Declaración de Santiago de Cuba constituyó la tercera declaración popular de los cubanos dirigida a condenar los intentos de la OEA encaminados a destruir a la Revolución.
ANTECEDENTES DE LA DECLARACIÓN DE SANTIAGO DE CUBA
La VII Reunión de Consulta de Cancilleres de la OEA, celebrada en la capital de Costa Rica, en agosto de 1960, aprobó la Declaración de San José, enfilada contra Cuba, pues atentaba contra la autodeterminación nacional, la soberanía y la dignidad de Cuba, y de todos los pueblos hermanos de América Latina. La OEA cumplía su función de “Ministerio de Colonias yanquis”, como la calificara Raúl Roa, el Canciller de la Dignidad.
En respuesta a los resultados de la Reunión de San José, el 2 de septiembre de 1960, en la Plaza de la Revolución José Martí, el pueblo de Cuba en Asamblea General adoptó la Declaración de La Habana, mediante la cual rechazó las pretensiones hegemónicas de Estados Unidos.
Dieciséis meses más tarde, en el balneario de Punta del Este, República Oriental del Uruguay, el 22 de enero de 1962 se inició la VIII Reunión de Consulta de Cancilleres de la OEA, donde se aprobó una resolución que excluía la participación de Cuba en el sistema inte-ramericano. Esa exclusión fue el paso previo para que pocos días después, el 3 de febrero de 1962, el presidente John F. Kennedy firmara la Orden Ejecutiva Presidencial No. 3447, que establecía el bloqueo total del comercio entre Cuba y Estados Unidos.
En condena a los acuerdos de Punta del Este, y en apoyo al Gobierno Revolucionario de Cuba, el 4 de febrero de 1962, más de un millón de personas concentradas en la Plaza de la Revolución aprobaron la Segunda Declaración de La Habana. Entonces, la declaración anterior recibió el nombre de Primera Declaración de La Habana.
Posteriormente, en 1964, mediante diversas presiones, el 21 de julio se inició en Washington la IX Reunión de Consulta de Cancilleres de la OEA. Su objetivo: aprobar una nueva resolución obligando a que todos los Estados miembros de la organización rompieran sus relaciones diplomáticas, comerciales y consulares con la Revolución Cubana. Bajo el chantaje del gobierno de Estados Unidos, la decisión fue acatada por la mayoría de los gobiernos latinoamericanos y caribeños.
El 26 de julio de 1964, ante el pueblo santiaguero, el Comandante en Jefe desmontó, una a una, las intrigas, patrañas y falacias que se manejaron en la IX Reunión de Consulta de Cancilleres.
En el memorable diálogo establecido con el pueblo durante el acto del 26 de Julio, Fidel preguntó:
¿Qué ocurrió allí? Pues un grupo de países, encabezados por Estados Unidos, impuso allí su criterio, sus puntos de vista. Ya todo el mundo sabía qué iba a hacer el Gobierno de Nicaragua, el Gobierno de Honduras, el Gobierno de El Salvador, el Gobierno de Venezuela, el Gobierno de Colombia, el Gobierno de Brasil; no era sorpresa para nadie.
¿Qué quería Estados Unidos? Que todas las naciones de América Latina rompieran relaciones con nosotros. Y tomaron el acuerdo del rompimiento de relaciones diplomáticas y el rompimiento de relaciones consulares. Y por aquí traigo el acuerdo de la Organización de Estados Americanos. (Todas las citas tomadas de Revolución, 28 de julio de 1964)
Fidel aclaró que solo México, Chile, Uruguay y Bolivia no habían votado esas sanciones. Estas cuatro naciones habían resistido las presiones del Departamento de Estado del Gobierno de Estados Unidos y se habían negado a romper las relaciones diplomáticas con Cuba.
Pero, la IX Reunión no se limitó a aprobar acuerdos de sanción, “son —como dijo Fidel— tan desvergonzados que suscribieron una declaración que se llama Declaración al pueblo cubano”, cuyo texto dice en una de sus partes:
“…dentro de ese espíritu de solidaridad, los pueblos libres de América no pueden ni deben permanecer indiferentes, ajenos a la suerte del noble pueblo cubano oprimido por una dictadura que reniega de las tradiciones cristianas y democráticas de los pueblos americanos”.
LA DECLARACIÓN DE SANTIAGO DE CUBA
Aquel 26 de Julio, poco a poco, el pueblo fue conociendo la conjura del gobierno nor-teamericano contra Cuba, hasta que llegó el momento en que Fidel expresó:
Y, por último, voy a proponer a ustedes esta Declaración, en respuesta a la Declaración de la OEA, y en nombre del pueblo de Cuba dio lectura a los doce puntos que conforman la Declaración, de condena a la OEA, que actuó en complicidad con Estados Unidos.
Tras dar lectura al documento, Fidel terminó diciendo:
“Así que esta es la Declaración, que la sometemos a la consideración del pueblo, para que sea promulgada como la Declaración de Santiago de Cuba, en digna respuesta a esa farsa, a esa comedia, a ese show, a esa maniobra de nuestros enemigos”.
De inmediato, todo el pueblo de Cuba se unió al de Santiago de Cuba para proclamar la aprobación de la declaración cubana: Declaración de Santiago de Cuba.
LA HISTORIA ESTÁ DEL LADO NUESTRO
La declaración de la OEA encontró su respuesta en la poderosa Declaración de Santiago de Cuba y las palabras del jefe de la Revolución tuvieron un carácter profético. Fidel se dirigió a los obreros y a los campesinos de los países que votaron contra Cuba y les expresó la fe y la seguridad en que “algún día, por las buenas o por las malas, lanzarán por la borda a esos miserables gorilas; tomarán el poder y harán también allí la revolución de los obreros y de los campesinos, y liquidarán los monopolios yanquis, y acabarán con la explotación del hombre por el hombre”.
Y significó Fidel:
Y veamos cómo termina todo eso, veamos al final de los años quién tenía razón: si ellos o no-sotros, si los esbirros se apoderan de Cuba otra vez o a los esbirros los echan por la borda en aquellos pueblos oprimidos de América Latina.
Frente al llamamiento de los imperialistas a la contrarrevolución, el llamamiento de la Revolución Cubana a la revolución latinoamericana.
¡Llamamiento contra llamamiento! Y veremos quién tiene la razón; veremos de qué lado está la historia, si del lado de ellos o del lado nuestro; veremos si ellos pueden destruir la Revolución, o si los pueblos destruyen a la reacción y al imperialismo. ¡Veremos! Tiempo tendrán para saberlo.
Y el tiempo ha confirmado la validez de este llamamiento. Como augurara Fidel, los esbirros “fueron echados por la borda en aquellos pueblos oprimidos” y la historia ha visto crecer la revolución latinoamericana y cambiar el mapa político del continente. Hoy, la mayoría de los gobiernos de América Latina expresan el deseo de integrar a sus países en los esfuerzos de la unión regional. Se hace evidente que la voluntad de los pueblos latinoamericanos se dirige hacia la dignificación y liberación de todos.
Una muestra palpable de esos cambios políticos ocurridos en América Latina tuvo lugar durante los primeros días de junio del 2009, cuando en la 39 Reunión de la OEA fuera aprobada por aclamación la derogación de la resolución que, aprobada en la VIII Reunión en 1962, excluía a Cuba del sistema latinoamericano. La rectificación del error no puede atribuirse a un cambio de posición en la OEA. La decisión de derogar el acuerdo sin establecer condiciones, fue un importante triunfo de la unidad latinoamericana, liderada por los países de ALBA. Aun cuando Cuba no tiene interés alguno en pertenecer a la OEA y ese acuerdo no basta para borrar las manchas que pesan sobre el organismo, el dejar sin efecto la resolución de 1962 que expulsó a nuestro país del sistema latinoamericano, es una clara evidencia de la rebeldía de los pueblos de Latinoamérica y de que “la historia está de nuestro lado”, como afirmara el compañero Fidel, hace 51 años en aquel 26 de julio de 1964.