Larga vida a los que van por el mundo, ofreciéndola
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Allá donde la catástrofe se ha ensañado, donde el dolor y el desamparo están a flor de piel, no hay límites para el agradecimiento ante la mano que tiende un médico sin que medie pago alguno.
Aunque hable un idioma extraño y ni siquiera se vea su rostro, quizá protegido tras la escafandra, conmueven las palabras de consuelo, la manera dulce de realizar los procedimientos más complejos, incluso el abrazo desaconsejado; y el nombre de Cuba queda como un recuerdo persistente de bondad.
Así, durante 15 años, mujeres y hombres cubanos han hecho virtud cotidiana del heroísmo, como parte del Contingente Internacional de Médicos Especializados en Situaciones de Desastres y Graves Epidemias Henry Reeve.
En el epicentro de la tristeza humana, su cooperación inmediata deja huella frente a inundaciones, tormentas, terremotos, epidemias… No solo ofrecen la pericia de profesionales especialmente entrenados (personal médico, de enfermería, tecnólogos), sino también el despliegue extenso en la zona de desastre y el establecimiento de hospitales integrales de campaña.
Resulta paradójico, luego de tantas demostraciones de la calidad de su medicina asistencial en emergencias, que el primer país al que ofreció ayuda en 2005, Estados Unidos, la haya ignorado. Fue el impacto catastrófico del huracán Katrina en la costa sur de esa nación lo que determinó que surgiera y se concretara la idea del Contingente.
Aunque los damnificados de New Orleans no pudieron beneficiarse de la atención ni de los medicamentos gratuitos, la Henry Reeve continuó su periplo por el mundo para bien de la humanidad y ha confirmado que –contra la lógica del universo capitalista y la filosofía del individualismo– su trabajo dista de la utopía; como bien supo al crearla el Comandante en Jefe Fidel Castro: «Nosotros ofrecemos formar profesionales dispuestos a luchar contra la muerte. Nosotros demostraremos que hay respuesta a muchas de las tragedias del planeta. Nosotros demostramos que el ser humano puede y debe ser mejor. Nosotros demostramos el valor de la conciencia y de la ética. Nosotros ofrecemos vida».
Con el nombre de aquel mambí extranjero que peleó por Cuba libre, el Contingente que cada vez sale de la Isla con la misión de que todos sus miembros regresen vivos, ha llegado tan hondo en los millones de personas a las que ha asistido y en el sentimiento de quienes constatan su labor, que cada vez son más las peticiones para que se le otorgue el Premio Nobel de la Paz.
Sin embargo, allá donde no todos están dispuestos a ir, ante amenazas rotundas como ahora la del SARS-COV-2, mientras vencen las barreras culturales y el miedo propio de los valientes, y comparten todos sus saberes sin reticencias, ya las brigadas conquistan el premio de la gratitud humilde, el que más vale.