La segunda victoria de Girón (II)
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AHORA EL SEÑOR KENNEDY TIENE LA PALABRA
La decisión de reclamar una indemnización para Cuba por daños ocasionados como consecuencia de la invasión, sorprendió al Gobierno norteamericano.
La fecha del 17 de mayo de 1961 —inicio de la batalla por la indemnización—, ha pasado a la historia como el día en que Fidel desmoronó las expectativas de los imperialistas, que esperaban la aplicación de duras condenas para impulsar su campaña de descrédito contra Cuba.
Pocas horas después de conocer la inesperada propuesta, los medios de prensa norteamericanos trasmitían declaraciones del Departamento de Estado norteamericano acerca de que el gobierno de Kennedy estaba estudiando cuidadosamente la declaración hecha por el Primer Ministro cubano, en relación con la disposición de devolver a Estados Unidos los prisioneros capturados en la derrotada invasión mercenaria si entregaban 500 “bulldozers” como indemnización.
Sin esperar la respuesta del Gobierno norteamericano, ni las propuestas de quienes hablaban de que la Cruz Roja se encargase de los trámites, el Comandante en Jefe dispuso la creación de una comisión de diez prisioneros que, en representación de todos, viajase a Estados Unidos a gestionar la libertad mediante el pago de una indemnización.
Antes de su elección, Fidel precisó que no podría ser seleccionado nadie con deudas pendientes con la justicia y sugirió que estuviera Ulises Carbó Yániz, por ser el corresponsal de guerra de la brigada invasora. Cada batallón aportó un representante y la compañía de la jefatura de la Brigada, tres. Cada integrante de la comisión fue elegido en asamblea por los miembros de sus respectivos batallones.
Mientras se organizaban los pormenores para la partida de la Comisión de Prisioneros, en horas de la noche del 19 de mayo de 1961, durante el homenaje que le tributara la CTC Revolucionaria y el Movimiento Nacional por la Paz al jefe de la Revolución, con motivo de habérsele otorgado el Premio Lenin por la Paz, Fidel Castro esclareció las condiciones de la propuesta de indemnización, cuando expresó:
“El gobierno imperialista se responsabilizó con la invasión y son de todo el mundo conocido los datos: las órdenes, la participación directa del Estado Mayor norteamericano, de la Agencia Central de Inteligencia, del Ejecutivo de los Estados Unidos. El mismo Presidente de los Estados Unidos declaró públicamente que él era el responsable de ese ataque. Si es así, entonces que asuma la responsabilidad también de indemnizar el daño ocasionado a nuestro país, que asuma también la responsabilidad de reparar los daños […] Ahora el señor Kennedy tiene la palabra”.1
KENNEDY QUEDÓ ENCERRADO EN UNA DISYUNTIVA
El 20 de mayo de 1961, a las 11:00 a.m., un avión de la Pan American con la delegación de prisioneros partió con destino a Estados Unidos. A su llegada al aeropuerto de Miami, informaron que su elección se había hecho en el Hospital Naval en construcción, donde se alojaban y que cada compañía designó un delegado alzando las manos. Asimismo, declararon que sus compañeros les hicieron jurar que cumplirían la misión encomendada, regresando a Cuba en setenta y dos horas si no hallaban ambiente, y demorándose algo más si se formalizaba la transacción.
La prensa norteamericana no tuvo más opción que insertar una amplia información del hecho que, por sí mismo, desmentía todos los infundios esparcidos sobre el “feroz y sanguinario” régimen revolucionario. Mientras que la diplomacia norteamericana se vio forzada a tomar la defensiva frente al gesto audaz de Fidel. Personajes prominentes en Estados Unidos iniciaron la tarea de recaudar fondos para sufragar la operación con el objetivo de “salvarle la cara” al presidente Kennedy ante la posición embarazosa en que se encontraría, tanto si aceptaba la indemnización como si se negaba a ella.
Otro ángulo sumamente interesante del asunto fue el de los integrantes del llamado Consejo Revolucionario Cubano, cuyas principales cabezas —léase José Miró Cardona, José R. Andreu y Antonio “Tony” Varona— se habían puesto a correr por las oficinas de Washington rogando que se aceptara la oferta de Fidel, ya que sus hijos estaban entre los capturados.
La primera conferencia entre los miembros de la delegación de prisioneros y los representantes del Consejo tuvo lugar en el hotel Fontainebleau, protegidos por cinco agentes uniformados del Servicio de Inmigración, el encuentro se desarrolló en el más riguroso secreto. Para justificar el misterio —que tanto difería de la amplia publicidad, transparencia y rotunda franqueza impresa al asunto por Fidel— los funcionarios alegaron que se hacía por razones de protección. La realidad era que se les quería aislar de todo contacto con la prensa.
Diferentes medios de información revelaron detalles de cómo la iniciativa cubana sorprendió al gobierno norteamericano y de su reacción ante esta alternativa que no figuraba en su tabla de posibilidades. La propuesta iba adquiriendo fuerza en Estados Unidos. Kennedy quedó encerrado en una disyuntiva: o aceptaba tratar el asunto, ratificando sus responsabilidades como promotor de la agresión o rechazaba la oferta, dejando abandonados a sus protegidos y duplicando la página del “embarque”.
CANJE NO, INDEMNIZACIÓN
Persistía una incógnita sobre el procedimiento a seguir. El 20 de mayo de 1961, el Departamento de Estado, en declaración oficial, expresó: “el Gobierno de los Estados Unidos es plenamente consciente del CINISMO de la operación de trueque, que iguala tractores con vidas humanas […] No obstante, por motivos puramente humanitarios este Gobierno brindará su más atenta consideración a la expedición de permisos apropiados para exportar tractores, si ese grupo logra un arreglo de intercambio”. 2
Las acusaciones surgidas del Departamento de Estado con la expresa finalidad de estigmatizar la iniciativa de Fidel obligaron al máximo dirigente cubano a dar una respuesta contundente a la insolencia del gobierno norteamericano. Las palabras de Fidel, difundidas por Prensa Latina, el 22 de mayo, fueron muy claras:
“El Gobierno Revolucionario no concibe las negociaciones iniciadas como un canje, sino como una indemnización. Esa indemnización de 500 tractores compensaría a la nación cubana los daños materiales que le ocasionaron los invasores y la invasión yanqui en su artero ataque, aunque no las vidas de nuestros combatientes caídos, las mujeres y niños asesinados por los bombardeos que no podrían indemnizar todo el oro de la Tesorería de Estados Unidos. Esa será una deuda permanente del imperialismo con el pueblo de Cuba. Si se empeñan en seguir considerando como canje lo que es una indemnización por los daños materiales causados a Cuba, el Gobierno Revolucionario procederá a cancelar las negociaciones”. 3
Fidel, advirtió que no suscribiría negociación alguna con el llamado Consejo Revolucionario, instrumento de la CIA, y solo llevaría a cabo las negociaciones con los representantes del Poder Ejecutivo de los Estados Unidos, con una comisión de legisladores norteamericanos o con un grupo de personalidades de aquel país.
Más adelante, el Comandante en Jefe precisó que si Kennedy quisiera realizar un verdadero canje, “El Gobierno Revolucionario está en disposición de canjear los 1 200 invasores prisioneros por un número igual de presos políticos puertorriqueños, nicaragüenses, guatemaltecos, norteamericanos y españoles antifascistas condenados por hechos políticos a más de cinco años de prisión, incluyendo al cubano Francisco Molina y empezando por don Pedro Albizu Campos, condenado a cadena perpetua y encarcelado desde hace muchos años. […] Ese sí sería un gesto humanitario por parte del Gobierno de los Estados Unidos. […] Cuba, en ese caso, está dispuesta a renunciar a toda indemnización material. El señor Kennedy tiene la palabra”. 4
SURGE EL ROOSEVELT COmMITTEE
En medio de este panorama de confusión y cavilaciones, alguien sopló al oído de Kennedy una fórmula intermedia: su administración no actuaría oficialmente, aunque brindaría calor a una especie de patronato privado encargado de colectar los fondos y entenderse con el gobierno cubano.
Con ese impulso se crea el Roosevelt Committee —patronato encabezado por la viuda de Franklin D. Roosevelt, Milton Eisenhower y el “dirigente obrero” Walter Reuther—, este equipo, surgido con clara intención política, asociaba a demócratas y republicanos a través de Eleanor Roosevelt y del hermano del expresidente.
El 23 de mayo, el Gobierno Revolucionario recibió un cable donde se le informaba que el Roosevelt Committee aceptaba inmediatas negociaciones para entregar al Gobierno cubano 500 tractores como indemnización.
En una declaración oficial, el miércoles 24 de mayo, el presidente Kennedy afirmó: “El gobierno de los Estados Unidos no ha sido y no puede ser parte de esas negociaciones. Pero cuando ciudadanos privados buscan evitar sufrimientos en otras tierras a través de contribuciones voluntarias —que es una gran tradición norteamericana— este gobierno no debe interferir en sus esfuerzos humanitarios. Ese comité no viola las leyes de la política exterior norteamericana y recibirá, además, exención contributiva”. 5
La tentativa de mistificar la indemnización planteada por Cuba, convirtiéndola en una “cruzada por la libertad”, apoyada en el calor popular se perfilaba como un fracaso. El New York Post, informó acerca de las inquietudes del Departamento de Estado, promotor entre bambalinas del Roosevelt Committee, porque la colecta de fondos para la adquisición de los 500 tractores “estaba cosechando una glacial indiferencia pública”. Si no se logran los propósitos, comentó el diario neoyorquino, este fracaso será un desastre diplomático para los Estados Unidos, particularmente porque el presidente Kennedy fue explícito cuando dijo que respaldaba ciento por ciento la operación, a pesar de que la administración pensaba permanecer oficialmente al margen.
Esa era también la opinión del senador Hubert Humphrey. A su juicio —expresado en el Congreso—, el hecho de que no pudieran reunirse los fondos acrecentaría el ridículo de los Estados Unidos en el ámbito de la América Latina.
“El gobierno de Castro —editorializó el Post—, no secuestró a estos hombres, ni los capturó cuando paseaban en barcos de placer. Castro ejerció el derecho legal de apresar y encarcelar a individuos sorprendidos en su territorio en la tentativa de derribarlo. Esto es algo muy diferente de apresar a individuos pacíficos en el momento en que se dirigen a sus oficinas y solicitar por ellos un rescate”. 6
Al finalizar mayo, regresó a La Habana la delegación de los diez prisioneros que gestionaban la indemnización en Estados Unidos.
[1] Fidel Castro Ruz: Obra revolucionaria. Imprenta Nacional, 30 de mayo de 1961, pp. 19-21.
[2] Cuba demandó indemnización; el Imperialismo dijo ¡no!,
Minrex, p. 23.
[3] Fidel Castro Ruz: Revista Bohemia, 28 de mayo de 1961, pp. 67-69.
[4] Fidel Castro Ruz: Revista Bohemia, 28 de mayo de 1961, pp. 67-69.
[5] Bohemia, 4 de junio de 1961, pp. 61-62.
[6] Ver Revista Bohemia, 11 de junio de 1961, p. 61.