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La llama del carisma

Fecha: 

09/09/2022

Fuente: 

La Jiribilla

Autor: 

La Casa “Eusebio Leal Spengler” es un centro de ciencia y cultura que estudia y promueve el pensamiento, la vida y la obra del Eterno Historiador de la Ciudad, a partir de la investigación de su legado.

Como resultado de la metodología investigación-acción, la Casa ha exhibido variadas exposiciones fotográficas que han tenido como principio homenajear la labor de Leal durante más de 50 años al servicio de la restauración del Centro Histórico.

La llama del carisma, Tres vueltas a la Ceiba y Homagno (que hoy se presentan en formato digital) se realizaron en el período del 2021-2022, y tuvieron como espacio de presentación la propia sede de la institución, Amargura No. 65, Habana Vieja. Las muestran devienen del trabajo conjunto de curaduría entre la Revista Opus Habana y la Casa “Eusebio Leal Spengler”.

El que gobierne a los hombres con justicia (…) será como luz de la aurora, como la luz del sol en una mañana sin nubes que hace crecer la yerba después de la lluvia.                                                                                                                                                                                        II SAMUEL 13:3,4

Lo más difícil que hay es tratar de valorar el impacto de una personalidad en la conciencia de sus contemporáneos. Pertenece a los biógrafos la tarea de ordenar las anécdotas y testimonios de los cuales surja —ojalá fuese con pasión y verdad— la semblanza de los héroes.

De cualquier forma, lo que desarma y conmueve es la grandeza que se levanta —como una luz—de los hechos cotidianos. Por lo breve que es el espacio de la vida, resulta más asombroso cuando podemos llenarlo, a cabalidad, de obras. En el caso del hombre que nos ocupa, nos hemos acostumbrados a que la sociedad y el estado sean presididos por este ciudadano de excepción. Su ejecutoria no admite discusión, y ya pertenece por entero al devenir futuro. Corresponderá a la historia pronunciar su veredicto.

Para un observador acucioso, no será difícil hallar fotos, manuscritos y recortes de prensa que esbozarán el instante cuando aconteció el llamado de la vocación, que vino forjándose desde la infancia y la adolescencia.

Hemos aquí, ante el político, el orador, el hombre público… Si se le despoja de todo atributo militar o protocolario, estamos ante un carácter, cuyo acervo se nutre de la Biblia o Escritura Sagrada, el ideario martiano y el pensamiento revolucionario universal.

Con un verbo adornado por la llama del carisma, ha vivido bajo la urgencia de los profetas y posee un concepto «ignaciano» de la disciplina, que ha ejercitado en la lectura, la meditación y la vigilia.

Aunque aprecia la buena mesa —y si tuviese tiempo, gustaría de preparar ingeniosas recetas—, come poco, cada vez menos, o para ser más exacto, lo necesario.

Sabe tanto del extraño significado del vino y de los laberintos que lo conducen al alma, que puede descubrir sus cualidades y virtudes como si recitase los versos de Omar Khayyam.

Pero deja a un lado lo uno y lo otro, para paladear como un elíxir un sorbo de leche, un jugo de frutabomba o una taza de caldo con veinte vegetales.

Su frugalidad ha podido alarmar a sus íntimos colaboradores, porque jamás esta se corresponde con agotadoras jornadas de labor que, en largos períodos, concluyen al alba.

Lee por deber y por placer; nadie osa interrumpir esa abstracción. Las alas de su imaginación le llevan a la ficción literaria, al campo de batalla o los escenarios más remotos de la historia.

Admira la Antigüedad y sus héroes. Somete a crítica la república aristocrática de Pericles y, siendo un idealista en sentido puro, su ser ha sido fiel al razonamiento aristotélico, a la deducción socrática, o a la elocuencia insuperada de Demóstenes.

Más allá de la imagen propagada por avasalladores discursos y alocuciones, es capaz de poner en pie a un selecto auditorio, con una oración de diez minutos o unas pocas cuartillas.

En la mesa, puede charlar horas. Pero en las butacas del auditorio escucha con paciencia, interroga y espera las respuestas de su interlocutor. Entonces, permanece callado al extremo de haberse grabado, en la madera en que se apoya la mano, el imperceptible golpecillo del dedo.

No le agrada perder en nada. Su entrenamiento se basa en la información, la duda cartesiana, la deducción… hasta hallar lo exacto o lo razonablemente aproximado a la verdad. Fruto de ello, es su memoria.

Ama la soledad y creo que el vivir casi siempre acompañado, le resulta el peor sacrificio que la Revolución le ha obligado a aceptar. Su casa, su familia, su vida… es el deber. Es humano, falible… nada olvida, casi todo lo excusa o lo perdona, excepto la traición. Es severo con el desorden, pulcro en detalle. Nadie debe tocar sus cosas, que son pocas y útiles.

Apegado a sus propias tradiciones, el recuerdo de la casa paterna en tierras remotas ejerce sobre él la seducción del distante y anónimo punto de partida; le sobrecoge el destino, pero se sabe hijo de la Providencia que no anticipa los hechos, ni la vida, ni la muerte.

El triunfo es siempre iniciación y, cuando otros creen todo perdido, en su opinión apenas ha comenzado. Ama y cuida de los suyos —imperceptiblemente—, pero su vida personal solo a él le pertenece.

Rechaza y admira a Napoleón, cuyo concepto de lucha ha asumido: estar informado de los pasos del adversario, prever, organizar, entrenar… Escoge el campo de batalla, ataca primero, derrota por separado a los coaligados o a los conspiradores y, en el punto más débil, concentra con energía el fuego de sus armas.

Raigalmente martiano, reserva para el Héroe Nacional Cubano un culto que forjó en los años de su primera juventud. Como de una fuente de agua cristalina, recuerda pasajes, versos y epístolas suyos; le llama con propiedad Apóstol.

En años críticos e inolvidables, he estado entre sus amigos y discípulos más próximos. Pero de tantísimas impresiones, escojo la del 5 de agosto de 1994 cuando, guiado por su instinto —que rechaza todas las formas de cobardía—, encabezó un pequeño destacamento para salir al paso a un motín promovido por la marginalidad en la ciudad de La Habana.

Previamente había advertido a los compañeros que nadie usara las armas sin una orden suya, para luego —prescindiendo de ellas y a pecho descubierto— encarar a la plebe, que retrocedió ante el estupor de quienes le acompañábamos.

Avanzó resueltamente y se detuvo al pie del monumento al general Maceo, como quien viene a pagar un tributo… todo ello sin haberse derramado una sola gota de sangre de nuestros adversarios.
 
* Este texto de Eusebio Leal Spengler salió publicado por primera vez en el segundo volumen de Poesía y Palabra (Ediciones Boloña, Colección Opus Habana, 2001)

Recorrido por el Centro Histórico que el Historiador de la Ciudad, Eusebio Leal Spengler, ofreció en 1985 a Dan Rather, periodista de la cadena estadounidense CBS News, quien entrevistaba al líder de la Revolución cubana. A Fidel le acompañaba el doctor José Miyar Barruecos (Chomy), entonces secretario del Consejo de Estado.
Recorrido por el Centro Histórico que el Historiador de la Ciudad, Eusebio Leal Spengler, ofreció en 1985 a Dan Rather, periodista de la cadena estadounidense CBS News, quien entrevistaba al líder de la Revolución cubana. A Fidel le acompañaba el doctor José Miyar Barruecos (Chomy), entonces secretario del Consejo de Estado.
Visitas al Museo de la Ciudad de Rajiv Gandhi (1985), Felipe González (1986) y Miguel de la Madrid (1988)
Visitas al Museo de la Ciudad de Rajiv Gandhi (1985), Felipe González (1986) y Miguel de la Madrid (1988).
Visitas al Museo de la Ciudad de Rajiv Gandhi (1985), Felipe González (1986) y Miguel de la Madrid (1988).
Inauguración de las obras de restauración de la Quinta de los Molinos, el 10 de noviembre de 1986.
Hojeando el primer tomo de la serie Para no olvidar (Ediciones Boloña, 1999), testimonio gráfico de la obra de restauración del Centro Histórico. El Historiador de la Ciudad, Eusebio Leal Spengler, acompañó al Comandante en Jefe, Fidel Castro Ruz, cuando este salió personalmente a la calle para enfrentar los disturbios del 5 de agosto de 1994.
El comandante Hugo Chávez llegó por primera vez a Cuba la noche del 13 de diciembre de 1994, invitado por el Historiador de la Ciudad de La Habana. Para su sorpresa, al bajarse del avión, fue recibido por el Comandante en Jefe, quien a partir de entonces sería su principal anfitrión.
Los presidentes de Cuba y de la República Bolivariana de Venezuela, Fidel Castro y Hugo Chávez, volvieron a recorrer juntos el Centro Histórico de La Habana, el 28 de abril de 2005.
Durante la consagración de la Catedral Ortodoxa Griega San Nicolás de Mira, el domingo 25 de enero de 2004, por su Toda Santidad Bartolomeo, Patriarca Ecuménico y Arzobispo de Constantinopla.
Junto a la Madre TeklaFamiglietti, Abadesa General de la Orden Católica del Santísimo Salvador de Santa Brígida, el 8 de marzo de 2003, cuando fue inaugurado el primer convento brigidino en Cuba, con sede en una antigua mansión del Centro Histórico (Oficios y Teniente Rey).
Fidel y Leal junto a la escritora Katiuska Blanco durante una visita al Asilo de Santovenia para felicitar a la combatiente revolucionaria Pastorita Núñez, quien cumplía 85 años ese 27 de abril de 2006.
Sobrevolando a Cartagena de Indias en agosto de 1993. Durante ese viaje, el Comandante en Jefe y el Historiador de la Ciudad sentaron las premisas para impulsar la restauración del Centro Histórico de La Habana. Ese intercambio fraternal puede considerarse la génesis del Decreto Ley Número 143.
El Historiador de la Ciudad, Eusebio Leal Spengler, acompañó al Comandante en Jefe, Fidel Castro Ruz, cuando este salió personalmente a la calle para enfrentar los disturbios del 5 de agosto de 1994.